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—Ya,— Mew se relame los labios como si estuviese saboreando cada palabra. —termine.— Hace unas risas juguetonas sin dejar de ver al chico que lo mira mal.

—Mew.— Llama una voz femenina enfrente que provoca al sentado mirarla de reojo sin voltear completamente. La mujer a lo largo de la mesa (al final) llama. Ella delicadamente plaza sus dedos de uñas color negro hacia la copa de vino a su lado. Aquella mujer viste un traje negro con su cabello atado a una dona. Las mangas del traje eran puntiagudas. Era un estilo antiguo con destellos hacia los años vectorianos.

Ella era joven pero ya se le notaban las líneas que se alargaban a los lados de su boca, su nariz era ancha, ojos pequeños y labios extremadamente carnosos aunque su boca fuese pequeña.

Mew la mira con algo de tensión en su mentón. —Sí, madre.— Él contesta a su llamado.

—Toma asiento querido. Los invitados desean saber a qué van a jugar con sus tobillos atados.— Sonríe la mujer con sus labios.

El hijo se sienta en la mesa a la izquierda de Gulf. Viéndolo con mucha atención. Eso incomoda al chico y hace que este desvíe la mirada.

—No tienes que mirarme todo el tiempo como un idiota.— Gruñe entre dientes el moreno.

Mew entrecierra sus ojos. No con sospecha. Ni con amargura. Nada negativo. Se veían relajados y confíados. —¿Te inquieta mi mirada? Yo solo te estoy mirando porque me da gusto.

—Pues a mi no me da gusto.

—Qué lástima. Porque tendrás que tenerme a tu lado durante toda la cena.

Dice aborrecido el millonario, intercambiando su rostro para sostenerse un cachete con una mano y mirar a la nada en busca de algo que lo entretenga de igual manera como se entretiene mirando al moreno de su lado. Gulf resopla mirando a Mew como si no se pudiese creer el atrevimiento del pelinegro.

—Primero que nada, bienvenidos a todos. Están atados de los tobillos para jugar un divertido juego. Con mi hijo y yo.— Presenta la mujer con una grata voz, apuntando a su hijo con la palma de su mano abierta.

—A mí no me incluyas, madre. Ya estoy harto de esto.

—Ugh, Mew, deja tu rabieta de una vez. Siempre hacemos esto.

—¿Siempre?— Gulf se incluye en la conversación de madre e hijo.

—Ya verás.— Contesta aborrecido el millonario.

—Disculpe, ¿y cómo es el juego?— Pregunta la chica al lado de la única mujer mayor de la habitación.

—Simple. Ustedes no son más que,— La mujer agarra el cuchillo de metal al lado de su plato y lo rueda por todos sus dedos con una agilidad increíble. —¡la cena!— Avisa la mujer antes de plasmar el cuchillo justo en los dedos de la chica a su lado.

Instantáneamente los dedos de la chica han sido rebanados de su carne. Tiñendo el manto azúl de rojo oscuro. La chica grita. Los otros dos invitados se alteran.

—¿Es real?

—En serio está sucediendo esto.

M

urmuran con miedo tratando de librar sus tobillos de la atadura. La chica continua gritando y temblando sin poder hacer nada más que ver en estado de shock sus dedos rebanados.

Ella hiperventila. —Oh Dios mío. Oh por Dios.— Sigue hiperventilando.

Gulf está también en estado de shock. Mirando todo con los ojos grandes. La sangre solo sigue expandiendose por el mantel.

—¡POR FAVOR, AYUDA!— Ella grita.

Pero todos estaban atados y por más que tirasen de sus tobillos no iban a salir. Era la cruda verdad.

La mujer toma uno de los dedos de la chica. Ensangrentado. Lo alza a su propio rostro.

—Linda uña. Tienes el mismo color que las mías. Aunque yo no como uñas.

Dice la mujer antes de voltear el dedo para quedar con la parte de la carne y mordisquear. Comiendo y masticando un trozo de carne sangriento.

—PERO QUÉ HACEN. ESTÁN LOCOS. ¡LOCOS! NECESITO SALIR. NECESITO SALIR POR FAVOR.— Llora la chica.

Mew la mira con algo de tristeza en sus ojos.

—¿Son caníbales? ¿Eso son?— Gulf pregunta ahora mirando al pelinegro. El pelinegro no lo mira para nada del mundo pero vaya desanimos tiene de estar en la cena. Está cabizbajo.

—...Sí.— Contesta en bajo antes de levantarse, caminar hacia la chica, al posar detrás de esta le quiebra el cuello en un dos por tres para que esta dejase de lloriquear. La chica dejo de sufrir tras el crujido de su cuello.

—¡Esto no puede estar sucediendo!— Se asusta uno de los sentados. El gordito que saludaba mucho también anda espantado.

—No debí de haber venido. ¿Por qué escuche a mi mamá decirme que debía salir a hacer amigos?— El gordito oculta su carita tras sus manos lloriqueando.

—Hijo, ¿no vas a comer? Tiene un sabor... Ordinario, pero delicioso.— Su madre opina brincando uno de sus hombros con simpleza.

Mew suspira. No quiere nada de esto. Ni siquiera está de animos para comer. Pero decide elegir una de las orejas de la chica. Toma el mismo cuchillo que utilizo la madre, y comienza a cortar. Raspando la piel de adelante a atrás. Consecutivamente hasta desprender la oreja de la carne. Con una desbordante sangre en sus dedos.

Regresa a su plato, y se sienta poniendo la oreja de la chica ahí. Gulf se le queda viendo con miedo.

—¿Te parece si te doy de comer?— Mew pregunta con una sonrisa pequeña tomando su tenedor.

La mujer le reparte a los otros dos, dedos de la mujer. —La cena está servida. A no ser que quieran otra parte de ella, claro.— Ofrece la mujer, alzando uno de los párpados del cadáver con un tenedor. Los huéspedes reciben ganas de vomitar. Convulsionando en sus asientos y cubriéndose las bocas con una mano.

—Di "Ah".— Juega Mew capturando un trocito de carne ensangrentada en los filos del tenedor.

—No quiero... ¿Por qué hacen esto? Es monstruoso.— Gulf dice. Temblando.

—No es como que yo quiera, cariño.— Mew ahora demuestra un tono triste en su voz. Le sujeta el mentón con firmeza y abre su boca a la fuerza para meterle el trozo de carne, pero Gulf abofetea el tenedor. Tirando este al suelo.

—¡Dije que no lo quiero!— Grita el moreno.

Mew suspira agotado. —Solo sígueme el juego.— Susurra el pelinegro a su oído.

—¿Por qué demonios...?— Gulf iba hablando alto, pero Mew le cubre la boca con una mano.

—A ti no te invite por simple querer. Sino porque, eres algo que puede detener la maldición que ha caído sobre mi familia.— Mew sisea. —Eres el Hijo de Lilith, la primera mujer en poner pie en esta Tierra antes de Eva. Su línaje siguió a través de los años, y tú... Eres el último descendiente de su sangre. Eres poderoso hasta la médula.

Los ojos de Gulf se abren en demasía al escuchar eso. Él se queda perplejo por unos segundos antes de volver a fruncir el entrecejo y empujar a Mew para alejarlo.

—¿Estás fuera de tu mente?— Pregunta el moreno en un susurro.

—No lo estoy.

—¿Y  si yo fuera ese Hijo del que tanto hablas, para qué me trajiste?

—Para matarnos a mí y a mi madre. Ya me cansé de matar... Estoy harto... Carne humana, de personas. Personas iguales a nosotros. Es agotador.— Dice cansado y triste el pelinegro. —Yo nunca quise nada de esto...— Susurra el pelinegro cerrando sus ojos.

Las cejas fruncidas del moreno se alzan un poco al saber eso.

—Mew~, ¿no vas a comer?— Vuelve a llamar la atención la mujer mientras vigila que los invitados coman los dedos de la chica. Estos casi ni pueden masticarlos. Se sienten horribles además de que estos no disfrutan la carne de los dedos.

—Llevaré un momento a uno de los invitados a mis aposentos. Será por un corto tiempo, madre. Si me lo permite.

Se excusa Mew con moderación.

—Permitida.— Asiente la madre mirándolos con algo de sospecha, pero vuelve a mirar a los invitados frente a ella.

Mew desata los talones del sentado, y se lo lleva consigo.

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   Fueron a la oscura y simplona habitación del millonario. Gulf miraba el pentágono raspado a un lado de la cama del millonario. Se puso de cuclillas frente a este y con sus manos acaricio sus bordes.

Sus dedos aún temblaban del miedo. Mew se detuvo detrás de él a contemplarlo con una mirada de esperanza en sus ojos. Sonríe pacientemente con sus labios y acerca su mano para tocarle uno de sus hombros hasta que se abstiene. Eso podría asustar más al chico.

Oculta su mano y decide mejor retroceder unos pasos para llamarle la atención al chico.

El chico se da la vuelta y ve una delgada espada en las grandes manos del chico. Gulf cae de trasero con miedo.

—Ah no, no. Es que... Se decía que tu madre se enfrentaba a los brujos caníbales con una espada. Resulta que yo la conseguí. No fue fácil encontrarla.

—Esa mujer de la que hablas no es mi madre.

—Cierto. Disculpa. Es de tu linaje. No tu actual madre. Ten.

Mew le ofrece gentilmente la delgada espada. Gulf la toma en sus manos atesorando el brillo de esta por más antigua que fuese.

El pelinegro lo ayuda a ponerse de pie. Tranquilamente. Ambos se miran una vez están al nivel del uno al otro y Gulf se aleja unos pasos sin confiar. Mirando la espada. Ambos incómodos porque se mantuvieron un contacto visual después de todo.

—Entonces, ¿ustedes no son humanos sino brujos?

—Los brujos son humanos. Estamos cometiendo canibalismo de todas formas. Todo para que nuestros poderes se mantengan al día y fuertes. Pero yo me cansé de estar de acuerdo con eso. No es justo para las personas que son como nuestras víctimas.

—¿Cómo supiste que yo era el Hijo de Lilith?

—El olor que emana de tu cuerpo..., personas con poderes como nosotros lo podemos sentir. Aunque olerlo tiene sus, bueno, efectos secundarios.— Mew se cubre con ambas manos una erección en sus pantalones.

Gulf mira abajo y sus ojos cubre alejándose más aún. —¿Tuviste una erección conmigo?

—Oye, no soy yo. Es que el olor de tu linaje es muy carifresco.— Se defiende el pelinegro.

—Qué molestia.— Se queja Gulf bajando sus manos de sus ojos. —¿Y qué era Lilith que la hace tan poderosa?

—Básica y teóricamente, la primera malicia del mundo entero. Era mujer, pero no humana. Y a pesar de eso, era Creadora de Males. Ella creó criaturas como los hombres piraña, de ella salió el actual hechizo del Dragón Génesis (un príncipe fue hechizado con eso en los tiempos dónde ni tu y yo teníamos pensado en nacer), y es la causa de la seducción.

Como Hijo tú tienes el don de la Creación también, pero veo que nunca lo supiste y que debes empezar desde cero.— Dice Mew.

—Así que ella, ¿ha creado todo el mal de este mundo?

—Exacto.

—...Ya veo. Y quieres que yo,— Los ojos de Gulf destellan en rojo por un corto lapso de segundos. Mew presiente que algo no andaba bien y deja de sonreír. Gulf se pone cabizbajo con una sonrisa algo cínica. —los mate a los brujos. Demonios.— Él aprieta los bordes de la espada. Cortándose y con mucha sangre deslizándose por esta. Hasta caer como gotas al suelo.

—Realmente encontraron mi identidad. Yo quería vivir una vida normal como humano, ¿creíste que en serio no sabía de lo que yo mismo soy capaz?

Pregunta Gulf ahora bajando la espada al lado de su cuerpo. Mew se sorprende.

—Soy el ser más poderoso parado en este mundo.

Mientras Gulf iba hablando, la mesa de la cocina se va levantando. La madre de Mew respinga. Los platos y copas de la mesa van deslizándose por esta hasta romperse contra el suelo. Los invitados se asustan.

Todas las luces de la casa parpadean. El pelinegro se espanta. Mirando a su alrededor.

—Y gracias, por invitarme a esta cena. No necesito una espada.

Gulf tira la espada a un lado y el pelinegro lo mira con los ojos bien en grande. El moreno ya lo está mirando con su mentón en alto y los ojos rojos.

—Me divertiré mucho al cazarlos.

Él dice con una voz cínica y una ligera sonrisa.

*N/A: 😱😱😱🔥🔥🔥🔥🔥🔥🔥🔥🔥🔥✨✨ GULF YA SABÍA GENTEEEEE, ahora es que se prende la cosa jajajaja (yo misma emocionada qué vergüenza jajaja) Espero les haya gustado y nos leemos💖✨

Si no lo notaron, este libro tiene una enorme conexión con las criaturas de mis otros libros✨💖💖*

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