Cap. 61
Toco el timbre y espero. Tenía pendiente esta conversación desde que ocurrió todo, sin embargo he preferido dejar pasar unos días antes de hacerlo. Para mi sorpresa, la propia Amelia Arteaga abre la puerta y me extraña que no sea el servicio quien reciba a las visitas. Su rostro demacrado parece haber envejecido diez años desde que estuve en el palacete y en parte, yo soy culpable de ello.
—Siento molestarla, pero quería hablar con usted.
—Sabía que tarde o temprano recibiría tu visita, Maite.
Con un gesto me invita a entrar y me lleva hasta el salón donde tomamos asiento, la una junto a la otra.
—No te he ofrecido nada para tomar —se excusa—. Estos días ando un tanto despistada y le he pedido al servicio que no venga. No tengo ganas de ver a nadie.
Me levanto, al darme cuenta de que quizás no sea bienvenida.
—Discúlpeme entonces por haber venido sin avisar, he sido muy desconsiderada.
Toma mi mano, evitando así que me marche.
—Si con alguien quería hablar era contigo. Creo que eres la única con la que puedo hacerlo pues tú conoces ya gran parte de la historia.
Me siento de nuevo y durante un instante solo nos miramos.
—La policía vino a hablar conmigo, a preguntar sobre Alejandro. Al parecer tú les pusiste en la pista.
—Descubrí los diarios.
—Andoni debió encontrarlos entre sus cosas. Ojalá hubiera quemado todo lo que tenía que ver con él. Quizás así mi nieto no se hubiera visto alentado por sus ideas.
¿Acaso ella sabía que Alejandro era un monstruo?
—¿Usted conocía su existencia?
—De los diarios no tenía ni idea, aunque no me extraña conociendo cómo era él. Seguro que disfrutó plasmando en papel sus "hazañas".
—Sabía que era un asesino...
Amelia desvía la mirada al lugar donde permanece su fotografía nupcial.
—¿Recuerdas la historia que te conté? Preciosa, ¿verdad? Y así fue. Cuando le conocí, cuando me conquistó... una maravillosa y perfecta historia de amor. O eso creí yo. ¿Qué sabía de la vida con apenas dieciocho años? Después me di cuenta de que me engañó como a una tonta. Al poco de venir a vivir aquí, comenzó a maltratarme. Un día me contó lo que hizo durante la guerra. Me dijo que conmigo se estaba conteniendo. ¿Te imaginas? ¡Conteniendo! No sabes lo que disfrutaba con ello.
Intento pensar en la joven Amelia, sin familia a la que recurrir, encerrada entre estas cuatro paredes con un monstruo como Alexander Weiss.
—Tuvo que ser horrible. ¿Nadie se dio cuenta de lo que ocurría?
—Los criados lo sabían, pero claro, ellos no iban a arriesgar su trabajo por hablar de más. Y para el resto del mundo Alejandro era el hombre perfecto. Tenía facilidad para interpretar el papel que hiciera falta, era un camaleón. Aprendió castellano en unos meses y moduló su acento tan rápido que nadie hubiera dicho que alguna vez fue alemán. Se codeaba con gente importante, cerraba negocios... en poco tiempo se granjeó una buena reputación. ¿Qué me quedaba a mí entonces? Aguantar.
Un infierno en vida. Sin embargo, no entiendo cómo sobrevivió a su lado.
—Pero, ¿nunca se le fue de las manos?
—Medía muy bien lo que hacía. En lo que no pensó fue que, un maltrato reiterado, puede que no me matara, pero tendría sus secuelas.
—No pudo tener hijos.
—Estuve embarazada varias veces, aunque siempre sufría un aborto a las pocas semanas.
El dolor más profundo baña su rostro, demostrando que a su edad, Amelia aún no lo ha superado.
—Lo siento mucho.
—¡No lo sientas! Soy tan culpable como él.
—Culpable de qué ¿de intentar sobrevivir?
Niega con fuerza, mientras comienza a llorar con desconsuelo. Aún hay algo que se me escapa.
—Alejandro comenzó a matar. Lo supe porque en el preciso instante en el que empezó a hacerlo, dejó de pegarme. Y yo no hice nada —reconoce—, preferí que matara a otros si a cambio me dejaba en paz a mí. ¡Fui tan egoísta! Nunca supe cómo lo hacía, él se ausentaba durante horas y yo nunca le pregunté. Sin embargo, cuando comenzaron las desapariciones para mí fue obvio que se trataba de él.
Una enorme carga sobre sus espaldas. ¿Puedo culparla por lo que hizo? Tomo su mano entre las mías.
—Usted fue una víctima más de su marido. No lo olvide.
—Llevo una vida entera cargando con ese secreto —solloza.
—Entonces es cierto que su hijo no era suyo.
—Vaya, veo que los rumores llegan hasta hoy. Así es. Por si fuera poco, Alejandro solía someter a las mujeres que estaban a nuestro servicio. Una de ellas se quedó embarazada. Él tenía cincuenta años y quería un hijo ya. Así que nos quedamos con él. Me dijo que a ella le pagó una buena suma para que se fuera sin decir ni una palabra, sin embargo yo creo que la mató.
Hay una cuestión a la que aún sigo dando vueltas.
—Pero, ¿qué ocurrió? Por lo que sé, hubo desapariciones en la zona durante nueve años, más o menos. ¿Por qué dejó de matar?
—Ah, eso. ¿El karma? Al poco de tener a Rafael, comenzó a sufrir Alzheimer precoz. Se fue olvidando de todo, incluso de mí. A veces recordaba, podías ver cómo murmuraba sobre las torturas y sonreía. Incluso incapacitado como estaba, daba miedo. Pero ya no pudo hacer daño a nadie más. Murió sin recordar lo que había hecho, ni quien era. Increíble, ¿no?
Ahora todo tiene sentido. No era que el asesino se hubiera ido a vivir a otro lugar, fue algo mucho más sencillo que eso: una enfermedad que hizo que todo su mal quedara en el olvido. Excepto por los diarios, claro.
—Gracias por contármelo todo.
—Gracias a ti por venir. No sabes lo que ha sido poder hablar de ello con alguien después de tantos años. Mi penitencia por lo que hice, ha sido cargar con ese secreto durante décadas.
Amelia me acompaña a la puerta, antes de irme le digo:
—Siento mucho lo de Andoni. No era buena persona pero no por eso merecía morir. Me llegó a decir que seguía aquí por usted. La quería de verdad.
—Yo también le quería. —Esboza una sonrisa triste—. Pero ¿sabes qué? tenía la misma mirada que Alejandro. Me recordaba a él. Esos ojos, me daban el mismo miedo.
¿Qué opináis? ¿Estáis de acuerdo con lo que hizo Amelia? Ella buscó su forma de sobrevivir, aunque si en su momento hubiera hablado, quizás la lista de crímenes de Alejandro sería más corta. Yo lo único que entiendo es el inmenso dolor que ha de sentir al saber que su nieto, se parecía a su abuelo hasta en el peor aspecto de su personalidad... Bueno me imagino que os preguntaréis ¿Y Samir? ¿Qué ha pasado con él? ¿Tenéis curiosidad? Pues a leer.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top