Cap. 6
Mei me aborda a la entrada del instituto.
—¿Ya te has enterado? —Se da una palmada en la frente—. ¡Qué tonta! Claro que lo sabes, a veces se me olvida que tu tía es ertzaina.
—Eso no me hace tener más información, no pueden hablar de investigaciones en curso. Además, no ha vuelto a casa. Seguramente estarán hasta arriba en estos momentos.
Por el pasillo, varios estudiantes nos miran y cuchichean. Mei también se da cuenta.
—Pues creo que más de uno piensa que tienes información privilegiada. Por cierto, ¿has visto a Samir?
Samir... mentiría si no dijera que en el fondo me alegro de no haber coincidido con él. ¿Qué le dices a alguien que acaba de perder a su hermana pequeña?
—No, qué va.
—Pues hoy seguro que no viene a clase.
Tomamos asiento en el aula y noto un tirón de pelo. Al girar, me encuentro con la suspicaz mirada de Ane.
—Seguro que tú sabes más que nadie sobre lo que le ha pasado a Amira.
Ya empezamos.
—No sé por qué lo dices, soy una recién llegada.
Otro chico se suma a la conversación.
—Pero tú tienes a la poli en casa. ¿No te ha contado nada tu tía?
—Ni me ha contado ni me va a contar. Así que dejadme en paz. Quizás de lo que tenéis que empezar a preocuparos es de vuestra coartada para el día de la desaparición —contesto de mala gana.
Mi respuesta les ha cortado el rollo, pues ya no insisten. Mei me hace un gesto con la cabeza para que le reste importancia al asunto y yo decido dedicar los siguientes minutos a sacar las cosas de mi mochila.
—¡Mirad quién llega! Miren, ese inconfundible olor a mierda me ha hecho descubrir tu presencia antes de verte. ¡Deberías pensar en patentarlo! ¡Es único!
El que ha hablado es el tal Markel y hay varios que se unen a sus risotadas. Me giro para ver a quién van dirigidas sus burlas justo cuando una chica toma asiento en la última fila. Apenas puedo verle la cara, pues intenta esconderse tras la cortina de su propio cabello. Lleva unos vaqueros gastados y una sudadera enorme, como si quisiera ocultar su cuerpo de miradas ajenas. Hasta ahora no me había fijado en ella.
—¿Por qué se meten con ella? —le pregunto a Mei con disimulo.
Se inclina hacia mi mesa para que nadie más nos escuche.
—Verás, vive en el caserío de Larra. Su padre es ganadero. Y bueno, esos idiotas de ahí, siempre le están diciendo que huele mal, a estiércol.
Serán capullos.
—Pero ¿y nadie hace nada?
—Los profesores les llaman la atención de vez en cuando, nada más. Ellos dicen que están de broma, que no va en serio.
Escucho a alguien imitar el sonido de un cerdo y ya no me aguanto. Me giro de golpe y suelto:
—Igual os pensáis que vosotros oléis a rosas para andar hablando de los demás. Sois unos estúpidos, dejad a la chavala en paz.
Uno de ellos se levanta y se arrima a mi mesa, apoya las manos a ambos lados y acerca su rostro amenazador.
—¡Mira la nueva! ¿Has venido a darnos lecciones de moral?
El coro de borregos se ríe una vez más.
—Y tú eres...
—Julen. Y cuando quieras te doy un par de consejos de cómo funcionan las cosas aquí. Para que no te metas en problemas.
Aunque su tono de voz es meloso, está claro que se trata de una amenaza.
—He vivido suficiente como para no necesitar tus consejos, gracias.
—Piénsatelo —insiste antes de regresar a su pupitre, pues el profesor ya está en la clase.
De verdad que no entiendo lo de ese grupito. Cuantos más integrantes conozco, más me repele. Sacudo la cabeza intentando quitarme de encima la sensación de repulsión y decido prestar atención al profesor.
Me despido de Mei en la puerta del restaurante y sigo hacia el portal pensando en lo duro que tiene que ser echar una mano a diario, además de llevar al día lo de clase. Siempre he ayudado en casa, pero eso está muy lejos de lo que ella hace, que prácticamente es tener un trabajo parcial. Cuando estoy sacando las llaves de la mochila, me fijo en que Samir está sentado en uno de los bancos del parquecito que hay más allá del parking.
De primeras pienso en hacerme la loca y subir a casa, pero algo me hace guardar las llaves en el bolsillo y echar a andar hacia él. Sin embargo, cuando estoy a varios pasos me detengo. La postura de derrota, con los codos apoyados en las rodillas y la cabeza sobre sus manos, me frena. Apenas conozco a este chico ¿qué pretendo? ¿Darle consuelo?
Justo estoy pensando en volver sobre mis pasos, cuando levanta la cabeza y me ve, echando por tierra mi huída.
—¿Tienes miedo de acercarte?
Doy varios pasos hacia él y al llegar a su lado, veo que tiene los ojos inyectados en sangre. Pensar que ha estado llorando me hace sentir fatal.
—No se me dan bien estas cosas.
—Me vale con que no me des el pésame como lleva haciendo todo el mundo desde ayer. —Me enseña su móvil apagado—. Sé que lo hacen con buena voluntad, pero a estas alturas me resulta insoportable.
Me siento a su lado, intentando mantener cierta distancia.
—No esperaba que lo de tu hermana terminara así.
Samir me mira de refilón y su rostro se ha convertido en rabia pura.
—Yo sí. Desde el primer momento lo supe. No quería pensar en ello, pero mi hermana nunca se hubiera ido de casa así. Y la otra opción... —se interrumpe, incapaz de acabar esa frase—. ¿Sabes? Ni siquiera nos han dejado ver el cuerpo.
—¿Por qué? ¿No tenéis derecho a despediros de ella?
Se gira un poco hacia mí y me observa unos segundos antes de contestar.
—No es eso. Es por... su estado.
Ahora lo entiendo, valoraba si yo estaba preparada para hablar de los detalles escabrosos. No tendría que tener esa deferencia conmigo cuando se trata de su hermana y está claro que para él es mucho más difícil hablar de ella.
—Oh, entiendo. Eso suele ser habitual si ha estado varios días a la intemperie. La humedad del terreno y otros factores, pueden hacer que el cuerpo sufra... modificaciones —digo, intentando ser delicada.
—No... verás. Estamos a la espera de la autopsia pero en el análisis preliminar vieron que Amira... había sido... —Toma aire antes de continuar—. Torturada.
Doy un brinco en el asiento. Incluso él se da cuenta.
—¿Qué? No, venga... ¿Cómo qué torturada?
—A ver, Sandra no quiso entrar en detalles y por supuesto le dije que no le contara nada de eso a mi madre, pero me dijo que a la espera de los resultados finales, no descartaban que hubiera sido torturada durante días y que el cuerpo apenas llevaba unas horas en el lugar en el que fue encontrado.
Mi mente va a mil. Ayer mismo estábamos hablando con mi tía de una posible fuga y hoy todo se ha complicado, en exceso.
—Pero entonces... esto no va de algo accidental...
—¿Qué quieres decir? —pregunta con interés.
Ahora soy yo la que me giro hacia él, mientras pienso cómo explicarle lo que se me está pasando por la cabeza.
—Vamos a ver, normalmente cuando una chica aparece muerta, no suele haber premeditación. Las opciones más habituales son... que alguien la atacó sexualmente y sin pretenderlo, acabara con su vida. Que se viera envuelta en una pelea fortuita o que tuviera un problema ya fuera de pareja o con algún compañero de clase, por ejemplo, y una discusión se les fuera de las manos. Pero que alguien secuestre a una chica y la torture hasta matarla... Samir, eso solo lo hace un psicópata. Ahí hay una premeditación, una intención de hacer daño. No es algo que surja sobre la marcha. ¿Entiendes lo que quiero decir?
El chico asiente lentamente, absorbiendo cada una de mis palabras.
—No lo había visto así. Tienes mente de criminóloga. ¿Lo sabías?
Me encojo de hombros intentando restarle importancia al asunto.
—Siempre me han interesado esas cosas y tengo costumbre de fijarme en los detalles, nada más.
—Y nada menos. No quiero desconfiar de la policía, pero me ha dado la sensación de que están bastante perdidos. Como imaginarás no voy a parar hasta saber qué es lo que le ha pasado a mi hermana. ¿Me ayudarás?
Mi boca se abre pero de ella no salen palabras. ¿Ayudar? Ni que fuera Sherlock Holmes.
—En realidad, no sé si yo soy la más indicada para esa tarea.
"Huye de los monstruos, no vayas tras ellos" grita mi voz interior.
—El primer día, calaste a Andoni solo con escucharle hablar. Ahora me acabas de hacer un análisis digno de primero de carrera y además me han dicho que tienes un gran sentido de la justicia.
—¿A qué viene esto último?
—A mi amigo Ibon le han llegado rumores de que hoy le has sacado la cara a Miren en clase, sin importarte lo más mínimo a quién te estabas enfrentando.
—¿Tú no tenías el móvil apagado? ¿Cómo te has enterado? Además, no tengo miedo a enfrentarme a esos idiotas.
—Pues lo dicho, contratada como asesora.
Me tiende la mano y yo la miro como si se tratara de un trato con el mismísimo Satán.
—Venga —insiste—. No sabes lo jodido que estoy ahora mismo con todo esto, al menos finge y dime que me ayudarás, aunque luego huyas de mí cada vez que me veas.
—De acuerdo.
Estrecho su mano sin mucho entusiasmo y él esboza una triste sonrisa.
—Gracias Maite.
No sé por qué, pero mi instinto me dice que este trato me va a traer problemas.
¡Hola gente estupenda! ¿Qué tal por ahí? Espero que con ganas de un nuevo capítulo.
Como era de esperar, sucedió el peor de los desenlaces con Amira y ahora solo queda saber ¿quién es el culpable? Me parece que tenemos más de una posibilidad, aunque me gustaría saber vuestras opiniones. Por otro lado, hemos conocido a Miren, el principal foco de las iras de Markel y compañía. De verdad que son unos piezas... Hay que tener ojito con la gente así.
Lo dicho, estaré encantada de que me dejéis vuestros comentarios.
Pronto más. Besitosss.
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