Cap. 52

No sé cómo abordar a Samir. Quiero hablar con él pero desde el martes, cada vez que me lo he cruzado ni siquiera se ha dignado a mirarme. Me lo tengo merecido, la verdad.

Permanezco tumbada en la cama, mirando al techo como si en la pintura blanca se fuera a escribir la respuesta. Todo es culpa mía, desde el principio me he entregado a medias a esta relación y así es normal que Samir desconfíe.

Siento tanto su ausencia que hasta me duele, más aún sabiendo que está a unos pocos metros, que solo dos puertas nos separan. Sin embargo, ¿qué puedo hacer para que me escuche?

El inconfundible sonido del móvil me avisa de un nuevo mensaje. Cuando lo miro, veo que se trata de un correo de Margarita Miralles. En todo este tiempo no he tenido noticias de ella y la perspectiva de algún dato nuevo sobre el diario, hace que cierto nerviosismo crezca en mí.

"He encontrado una fotografía de la oficina de la gestapo en Lyon. El que aparece en el centro de la imagen es Klaus Barbie. Creo que quien está a su derecha es Alexander Weiss".

Abro el archivo adjunto y una imagen en blanco y negro aparece en la pantalla. Varios oficiales sonríen a cámara y sabiendo a qué se dedicaban en esa oficina, me genera malestar ver esos rostros felices. Amplío la imagen para ver mejor sus rasgos y al hacerlo, una revelación me sacude. El hombre que aparece junto a Klaus Barbie no es otro que el abuelo de Andoni: Alejandro Román.

Envío un mensaje a Margarita para saber si podemos hablar y me propone una videollamada.

—Buenas tardes Maite —me saluda al otro lado de la pantalla.

—Hola Margarita, gracias por dedicarme un momento de tu tiempo.

—Estoy encantada de hablar contigo de nuevo. Además, después de una tarde de trabajo me vendrán bien unos minutos de descanso.

Se quita las gafas y se masajea el puente de la nariz, dejando claro que a estas horas ya está cansada.

—Acabo de ver la foto —le informo —Y creo saber quién es nuestro diablo.

La mujer se endereza en su sillón y un destello de curiosidad aparece en sus ojos.

—¡Le has reconocido!

—Era el abuelo del chico dueño del diario. ¿Era sencillo en aquella época hacerse con una nueva identidad?

Margarita ladea la cabeza pensativa.

—Relativamente. Quienes huyeron, falsificaron papeles para poder empezar una nueva vida sobre todo en Hispanoamérica. ¿Cómo se llamaba?

—Alejandro Román.

—Alejandro Román... Espera... —Comienza a teclear y se demora unos minutos buscando entre sus archivos—. ¡Bingo! Tiene mucho sentido. Cuando lo has dicho, he recordado algo. Hay un documento en el que aparece como Alexander R. Weiss. Seguramente su segundo nombre sea Roman y en el tiempo que pasó aquí, lo convirtió en su apellido, pasando a llamarse Alejandro Román. Así solo se trataba de una mentira a medias y por eso a partir de ese momento se pierde su pista.

—Puede que se instalara aquí temporalmente con intención de hacerse con una nueva identidad y después irse al otro lado del charco para empezar una nueva vida —aventuro.

—Pero algo le hizo quedarse...

La historia de la abuela de Andoni viene a mi mente, dándole sentido a todo.

—Conoció a Amelia Arteaga, una joven heredera que había perdido a sus padres y se casó con ella.

—Seguramente vio en Amelia a alguien manipulable... —razona.

—La cuestión es que lo que se habla de él, muestra a una persona respetable, muy alejada del monstruo que conocimos por su diario.

—Esa gente, es capaz de forjarse una nueva identidad y engañar a todo el mundo. Al menos, eso me han demostrado mis investigaciones a lo largo de todos estos años. Algunos de los más salvajes torturadores nazis fueron descubiertos años después, viviendo apaciblemente como adorables ancianos.

—No quiero entretenerte más Margarita. Gracias por tu ayuda.

—De nada. Me alegro de haber descifrado el misterio. De todas formas, si descubres las piezas que faltan en esta historia, espero que contactes de nuevo conmigo. No pierdas esa inquietud por saber más, Maite.

Dejo mi móvil a un lado y dedico un rato a analizar lo que sé. Andoni me la coló desde el principio diciendo que el diario lo había comprado por internet, pero claro, ¿qué iba a decirme? ¿Que se dedicaba a leer el libro de su abuelo el asesino torturador?

Escucho a Sandra entrar y al momento está en la puerta de mi cuarto.

—¿Qué tal todo? —pregunta con cierta suspicacia. No sé para qué lo hace si no confía en mi respuesta.

—Bien. Sin novedad.

—He quedado con unas amigas para cenar —me cuenta—. Vengo a darme una ducha y me largo. ¿No vas a salir? ¿Y Mei?

Siento una punzada al pensar en ella.

—No, me quedaré en casa. No me apetece quedar con Mei. Desde lo de Naroa... —No sé ni cómo decirlo—. Está diferente.

Pero no es cierto. Ya antes había actitudes de ella que no me gustaban nada. Como que mirara a otro lado con lo que la cuadrilla de Andoni hacía. Lo del otro día con Miren, fue la gota que colmó el vaso. No puedo ser amiga de alguien así.

—Bueno, dale tiempo —dice con toda la inocencia de quien no entiende hasta dónde alcanza el problema.

—¿Y en la comisaría bien? ¿Algún avance con Josu?

Resopla sonoramente y se frota los ojos como muestra de la frustración más absoluta.

—Es un maldito desastre. Él sigue negándolo todo. Hemos encontrado en el vehículo un cabello y el análisis ha confirmado que pertenece a Amira. Nada más.

—Pero eso es suficiente, ¿no?

—Para acusarle sí. Sin embargo es un poco inconsistente si no encontramos más pruebas. Y sobre todo, necesitaríamos encontrar el lugar en el que les mantuvo retenidos. Mientras no tengamos eso, no podemos cantar victoria.

—Vaya mierda —reconozco.

—Tal cual. Así que hoy toca salir y ahogar mi malestar en alcohol. Voy a ducharme, que se me hace tarde.

Me tumbo de nuevo en la cama y analizo lo que he hablado tanto con Margarita como con Sandra. Tengo la sensación de que nos estamos engañando, ya que no estamos más cerca de resolver todo este embrollo. Cuanto más pienso en ello, más necesidad tengo de hablar con Samir. Quizás esta sea la excusa perfecta. Esperaré a que mi tía se vaya y probaré suerte. Lo peor que me puede pasar, es que me dé con la puerta en las narices.

¿Cómo os habéis quedado? Alejandro Román es Alexander R. Weiss... Seguro que algo ya os rondaba cuando pensabais en ello pero ahora por fin podéis encontrarle sentido. 

Haré una última actualización de dos capítulos y lo que queda de historia lo subiré en dos días haciendo un mini-maratón. Y así dejaré zanjada esta novela para que me de tiempo a apuntarme a los Wattys. No es que espere nada de ellos, pero bueno, hace mucho que no participo y este año coincide que justo estoy con esta historia entre manos, así que aprovecharé a ver qué pasa. 

¡Dadme vuestra opinión! ¿Os ha sorprendido el capítulo? Besitossss

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