Cap. 45

Samir y yo decidimos que es hora de quedarnos al margen. Todo lo que hemos hecho hasta ahora ha servido de poco y a cambio me he metido en más de un problema. Y más de dos.

Nos guste o no, dejaremos que la Ertzaintza haga su trabajo y esperaremos resultados. En el fondo nos estábamos pasando de listos al creer que podríamos hacerlo mejor que unos profesionales. Cuando el lunes nos enteramos de que habían encontrado el cuerpo de Naroa, esto no hace sino confirmar nuestra postura.

Claro que esto es más fácil decirlo que hacerlo, porque cuando veo que Andoni intercepta a Miren en el pasillo durante el descanso, no puedo evitar quedarme escondida a cierta distancia y prestar atención a la escena. Al principio no hay nada raro, parecen dos personas hablando sin más, sin embargo, algo que dice Andoni hace que ella intente marcharse. No le va a resultar tan fácil pues él la arrincona contra la pared haciendo que no tenga más remedio que escuchar sus palabras. Miren asiente sin levantar la vista y ambos se dirigen a la puerta de nuestra clase.

Mientras ella entra, Andoni se queda esperando fuera y cuando esta regresa, veo cómo le entrega algo. He de parpadear dos veces para asegurarme de que mi vista no me engaña, pues juraría que se trata del diario. Ese que está escondido en mi cuarto. Sin embargo, después de fijarme con más detenimiento, veo que es similar pero no igual. Andoni le aprieta el hombro ligeramente y se va sin decir nada más. Miren aún permanece un par de minutos quieta en el mismo lugar, como si el miedo la hubiera paralizado y le costara ser ella misma de nuevo.

Salgo al patio y me uno a un grupo de compañeras, que están sentadas en las escaleras. Hablan de un reality que emiten ahora y creo que lo hacen para mantener la mente ocupada en cosas triviales.

No soy capaz de participar de la conversación. Mi cabeza va a mil, pensando en lo que acaba de pasar. ¿Otro diario? Andoni nunca ha dicho que se hubiera hecho con más de uno. ¿Pertenecerá a Alexander Weiss o el autor será otro torturador nazi? Y la pregunta más importante de todas, ¿por qué lo tenía Miren? Quizás al igual que yo, lo consiguió por casualidad y Andoni la ha presionado para recuperarlo. Sin embargo, lo que vi en la biblioteca, fue preocupación hacia ella, no hubo amenazas de ninguna clase, ni intimidación como lo de hoy. ¿Qué me estoy perdiendo?

El descanso termina y vuelvo a clase sin haber cruzado ni una palabra con ellas. Al entrar, veo que Miren ya está sentada en su pupitre y permanece con la cabeza gacha como suele ser habitual en ella. Su forma de intentar pasar desapercibida. Me dan ganas de cogerla de los hombros y darle un meneo, decirle que aunque no sé qué es lo que pasa entre ella y Andoni, todo tiene salida. Sin embargo, en vez de hacer eso, recorro el pasillo en silencio hasta tomar asiento en mi sitio.

Cuando acaban las clases, me doy cuenta de que me he pasado toda la mañana enfrascada en mis pensamientos y no me he enterado de lo que hemos dado en cada asignatura. Ni siquiera sé lo que han puesto de tarea. No puedo dejar de pensar en ese maldito diario y su contenido, así que, en vez de seguir adelante con la decisión de mantenerme al margen, hago todo lo contrario. Samir me va a matar cuando se entere.

Antes de que me arrepienta, le envío un mensaje a Andoni con la excusa de que llevamos días sin coincidir. No sé qué pretendo conseguir con esto, pues para cuando quedemos ya habrá podido dejar la libreta en casa y no tendré oportunidad de averiguar nada. Sin embargo, la suerte me sonríe.

"Nos vemos ahora en la entrada".

Acepto, sin saber muy bien a dónde me va a llevar esto ni cómo voy a hacer para echar un vistazo a ese supuesto diario, sin embargo sé que al menos he de intentarlo. Le aviso a Sandra de que no me espere para comer con la excusa de ir a visitar a Mei, además, decido pasar por los baños para hacer algo de tiempo y que la mayoría de los alumnos hayan salido antes de coincidir con él. No tengo ganas de ser el centro de todas las miradas.

Pasados varios minutos me dirijo a la verja y allí le encuentro, apoyado en ella con aire distraido. Al notar mi presencia, se endereza y una enorme sonrisa se dibuja en su cara. Si no le conociera, caería rendida a sus pies solo con ese gesto.

—No se me ocurre mejor plan para un martes que quedar contigo —dice a modo de saludo.

—No soy tan buena compañía, te lo puedo asegurar.

—Discrepo —responde ensanchando aún más su sonrisa.

Su móvil suena y lo mira sin mucho entusiasmo. Cuando lee el mensaje, su gesto cambia.

—¿Pasa algo?

—Mi padre. Quiere hablar conmigo ahora.

—¡No te preocupes! Podemos quedar en otro momento.

Vuelve a sonreír aunque aún mantiene el ceño fruncido. Toda una contradicción.

—¡No! Tengo la solución. Acompáñame a casa. Seguro que se trata de alguna tontería de las suyas y no me llevará mucho tiempo.

A su casa. Mala idea.

—Creo que es mejor que lo dejemos para otro día.

—No tendrás miedo, ¿verdad? Pensaba que esa fase ya estaba superada...

—No quiero molestar —insisto.

—Venga, le diré a Marisa que nos prepare unos sándwiches mientras hablo con mi padre, ¿de acuerdo?

Y en vez de echar a correr, acepto. ¿Qué puede salir mal?

Tomamos el camino que lleva a su casa y sin que yo le pregunte, me explica.

—Mi padre cree que de esta manera me controla. Con llamadas cuando está de viaje y absurdas reuniones aquí. Le sigo la corriente para que crea que es así. Para él soy un hijo modelo y así no se mete en mi vida.

Claro, si supiera de los jueguecitos de su hijo, sería otra historia. ¡Qué fácil resulta la mayoría de las veces engañar a los padres! Quizás sea porque ven lo que quieren ver. Nadie desea tener un hijo problemático...

—Es muy inteligente por tu parte mantener esa actitud. Seguro que no quieres que tu padre meta las narices en tus asuntos.

—Exacto.

Cuando llegamos a la verja, no puedo evitar detenerme. Es como si una voz me gritara que no siguiera adelante.

—Venga, vamos —insiste.

Le sigo, esperando no equivocarme con esta decisión y avanzamos hacia la construcción que se distingue al final del camino. El palacete, resulta imponente y no puedo evitar quedarme boquiabierta. La oscura piedra, desgastada por la humedad y los años, me recuerda a los castillos de Escocia. La atmósfera que se respira me traslada a los cuentos macabros de Edgar Allan Poe o las leyendas de Gustavo Adolfo Bécquer. Menos mal que no hay niebla.

—Es impresionante.

Andoni se encoge de hombros, como para restarle importancia a tanta suntuosidad.

—No deja de ser un lugar en el que vivir. Nada más. Yo solo veo piedras apiladas. Este lugar no significa nada para mí.

—Es una pena que no lo sientas como un hogar.

Entramos y el interior es aún más espléndido. Las paredes están revestidas de madera noble y los suelos de mármol brillan, hasta el punto de reflejar la luz. Paso la mano por un mueble de madera y nácar, incapaz de contenerme.

—Traído desde Marruecos. Bonito, ¿verdad?

Me lleva hasta el salón, una estancia enorme con dos zonas con sofás y una biblioteca. Tira sobre uno de los sofás la chaqueta y la mochila y mira de nuevo el móvil.

—Ponte cómoda, no creo que tarde más de diez minutos ¿de acuerdo? Para entonces Marisa tendrá listo algo para comer.

Le sonrío para que se quede conforme y me quito la mochila y el abrigo mientras le veo salir de la estancia. Me siento y tamborileo con los dedos sobre mis rodillas. No se me da bien esperar y menos cuando estoy en espacios que me resultan desconocidos. No puedo evitar mirar a mi alrededor esperando ser sorprendida por alguien. Pero no hay nadie más. Estoy sola.

Recuerdo que el motivo por el que he quedado con él, es para intentar echar un vistazo a esa libreta misteriosa. Lanzo una mirada a su mochila, al alcance de mi mano y la tentación es demasiado grande. Asomo la cabeza hacia el pasillo por el que ha desaparecido para asegurarme y agudizo el oído mientras deslizo la cremallera. Mi corazón está disparado y casi puedo escuchar su palpitar por encima de cualquier otro sonido. "¡Cálmate! Eso no ayuda...". Mi mano se cuela en el interior de la mochila y después de palpar varios objetos, una textura de cuero desgastado me confirma que he dado con lo que busco. Lo saco con cuidado, sin dejar de escudriñar el pasillo y solo cuando ya lo tengo en mi regazo, me digno a mirar el objeto que sostengo. Puedo decir que es parecido al otro y que también es antiguo aunque algo menos que el que yo guardo en casa. El cuero está tintado en un tono granate y no tiene cordón con el que dar cierre a sus hojas. Como sé que me la estoy jugando, decido no perder el tiempo y apenas paso varias páginas para echar un rápido vistazo a su contenido. En una de ellas se puede leer:

"Elegir, cazar, subyugar, destruir. Todas las fases de este juego macabro me divierten por igual. Elegir a la presa, ir variando en función de mis apetencias particulares. Cazarla, esa planificación y persecución hasta hacerla mía. Subyugar, someter su cuerpo y alma poco a poco, bebiendo de su sufrimiento, disfrutando de esa dominación. Y por último, destruir hasta su último aliento disfrutando de ese último palpitar. Sangre, dolor y muerte para dar rienda suelta a mis más bajos instintos. Esa necesidad de torturar y matar sigue estando ahí, presente en cada momento de mi vida. Es lo que soy. Solo esto. Que nadie espere más de mí. Soy un monstruo".

OMG!!!! ¿Alguien esperaba un segundo diario? Por cierto, os dejo que le lancéis tomates a Maite por volver a involucrarse con Andoni. De verdad que esta chica no aprende... 

Por cierto, seguido va otro capi. ¡Recordad ahora de dos en dos! y en unas cuantas actualizaciones... ¡haré un maratón con lo que queda de historia!

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