Cap. 44


Tengo un día de mierda. De esos que no hay forma de arreglar. Lo he notado desde que he abierto los ojos y a estas horas de la tarde aún no he conseguido mejorarlo. Cuando me he despertado, durante los primeros minutos he pensado que aún estaba en mi casa y que el ruido que me llegaba de la cocina, era mi madre haciendo el desayuno. La bofetada de realidad me ha sentado peor que nunca.

Bajar al restaurante a hablar con Mei tampoco ha servido de mucho. Desde que Naroa desapareció la semana pasada apenas duerme y su estado anímico no hace sino empeorar. De nada sirve decirle que así no va a ayudar a su amiga pues Mei no puede evitar sentirse de esa manera.

Y aquí estoy, en pleno puente de diciembre, con varios días de fiesta por delante sin poder hacer otra cosa que dejar pasar las horas. Porque estoy castigada, claro.

El timbre suena y me levanto de la cama de un salto. Vale que no pueda salir de casa, sin embargo, eso no implica que no pueda recibir visitas. Cuando abro la puerta y veo a Samir al otro lado de la puerta, estoy a punto de echarme a sus brazos, pero me contengo.

—¿Salimos? —Esboza una preciosa sonrisa y desearía poder decirle que sí.

—No puedo. Estoy castigada —le explico—. Me he escapado un momento a ver a Mei y si mi tía se entera, me pone grilletes. No puedo arriesgarme.

Le hago un gesto para que entre y nos sentamos en el sofá.

—Desde que desapareció Naroa no hemos coincidido y estos días me estoy quedando en casa de mi tía. ¿Que me he perdido? ¿Por qué estás castigada?

Me doy cuenta de que hay mucho que él no sabe, así que hago un resumen de mi escapada con Ane para salvarle el culo a Urko. El problema es que eso le lleva a preguntarme por qué Ane recurrió a mí y no tengo más remedio que contarle lo ocurrido en la lonja de Andoni. Una parte al menos.

—Vaya... realmente me he perdido mucho...

—No creas —digo, intentando restarle importancia—. La cosa es que nada de todo esto me ha servido para averiguar algo que nos lleve al culpable. Estamos igual que al principio y ahora es Naroa la que está en peligro.

Pienso en ella y se me revuelve el estómago al imaginar el infierno que puede estar sufriendo en estos momentos. Eso, si aún continúa viva.

—Quizás se trate de jugar la partida como en el Cluedo —argumenta Samir.

—¿A qué te refieres?

—Pues que en el Cluedo, descubres el asesino, el lugar y el arma por descarte. Quizás aquí se trate de lo mismo.

—Quieres decir que puede que aún no sepamos quién es, pero sí vamos descartando a quien no lo es con total seguridad. Y esa también es una forma de acorralar al culpable.

Tiene su lógica. Excepto por una cuestión...

—El único problema es que aún nos queda mucha gente por descartar —añade sabiendo lo que justo estaba pensando.

—Pero cada vez somos más quienes buscamos a esa persona. Ane cree que Julen no va a parar hasta que dé con el responsable. El problema es a quién se puede llevar por el camino. Es capaz de cargarse a alguien y luego preguntar.

Siento cómo me mira, buscando en mi rostro una respuesta que no encuentra.

—¿Por qué parece como si Ane y tú fuerais ahora buenas amigas?

Se me escapa una carcajada.

—¡Oh, no! ¡De eso nada! Solo han sido las circunstancias. Estoy convencida de que ni en una realidad alternativa podríamos llevarnos bien. —Su ceño se frunce y sé que algo no le convence—. Dime, ¿cuál es el problema?

—Esa gente es peligrosa, Maite. Lo sabes. Y aun así te empeñas en acercarte a ellos. ¿No has tenido suficiente? Siempre he pensado que Andoni era el peor de todos pero ya ves, que el resto le siguen a la zaga. Julen, Markel, Ane... ¿ya has olvidado lo que te hicieron en el bosque? Por poco no sales viva. ¡Y de pronto parece que te da igual!

—Eso no es cierto. Sé perfectamente lo que son: unos monstruos. Pero si queremos descubrir lo que está pasando, alguien se tiene que meter en la boca del lobo. ¿Qué esperas? ¿Que el asesino de tu hermana llame a tu puerta? ¿Que se entregue en la Ertzaintza con los brazos en alto, diciendo "he sido yo"? Aquí la única forma de conseguir algo es yendo a por todas, Samir. ¡A por todas!

Se levanta con un gesto airado y sé que mis palabras le han molestado. Por un momento pienso que se va a marchar sin más, enfadado, pero de golpe se gira y me enfrenta.

—Quiero creer que con tus palabras no estabas insinuando que yo no estoy haciendo nada por resolver esto. Quizás es que soy el más cabal aquí y pienso las cosas dos veces antes de actuar.

—¡Tú eres el que me has echado en cara lo que yo estoy haciendo! —protesto, acercándome a él para desafiarle.

—No lo entiendes. No se trata de eso. Sé que es culpa mía, porque yo fui el que te pidió que me echaras una mano con lo de mi hermana. No debí hacerlo. Desde ese momento te has metido en un lío tras otro. Y no es justo. No es justo que yo te pidiera algo así. Menos aún, si lo que andas poniendo en peligro es tu propia vida.

—¡Sé cuidarme mejor de lo que piensas!

Da un paso hacia mí y abre la boca con intención de rebatir mis palabras. Pero no lo hace.

—¡Déjalo! Eres imposible.

Voy a protestar, pero antes de que pueda se va dejándome ahí plantada. Salgo tras él justo a tiempo de ver que cierra la puerta de su casa. ¿De verdad piensa dejar la conversación a medias? Cojo las llaves de la mesita de entrada y salgo, dispuesta a acabar lo que hemos empezado. ¿No quiere que seamos claros? Pues venga.

Golpeo la puerta con el puño en vez de llamar al timbre y cuando voy a dar otra tanda de golpes, esta se abre.

—¿No ha sido suficiente? —pregunta enfadado.

Ni espera a escuchar mi respuesta y se encamina hacia su cuarto. Por lo menos no me ha cerrado la puerta en las narices. Le sigo y al llegar veo que está sacando varias prendas de ropa y dejándolas sobre la cómoda.

—¿Qué quieres Maite? —Ni siquiera me mira. Sigue moviéndose por la habitación, cogiendo cosas aquí y allá.

—Quiero que me digas qué te pasa. Ya sabías dónde nos estábamos metiendo cuando me pediste ayuda. ¿A qué viene este cambio?

Suelta la mochila que tiene en sus manos y se gira para mirarme.

—¿Todavía no lo entiendes? —me pregunta malhumorado.

—Está claro que no.

En dos zancadas llega a mí y tenerle tan cerca, así de golpe hace que contenga la respiración.

—Cuando te convencí para que echaras una mano, te acababa de conocer. Me pareciste una chica lista y siempre podías obtener información de tu tía...

Pues mira qué bien.

—Vamos que decidiste utilizarme.

—¡No! Para nada, además, recuerda que fui claro contigo desde el principio.

—¿Y entonces? ¿Qué ha cambiado ahora?

Coge mi cara entre sus manos y se lo piensa unos segundos antes de contestar.

—No quiero que te pase nada Maite. No quiero perderte a ti también. Me importas demasiado.

No tengo tiempo de analizar sus palabras pues sus labios están sobre los míos antes de que se me ocurra añadir algo más. Me besa con algo que parece ansia, hasta que me doy cuenta de que se trata de desesperación. Realmente está preocupado por mí. Saber que lo que ha dicho es cierto hace que mis barreras caigan del todo con él. Le beso de vuelta con unas ganas hasta ahora desconocidas para mí. Solo he tenido unas pocas relaciones esporádicas, sin sentimientos de por medio. Darme a alguien por completo era algo totalmente impensable. Y aquí estoy, besando a Samir como si la vida me fuera en ello. Me dejo arrastrar hasta su cama y esta vez no intento frenarle, ni tampoco huyo. Un suspiro escapa de mis labios cuando siento los suyos deslizarse por mi cuello y mis dedos se enredan en sus rizos, esos que tanto me gustan cuando está despeinado. Sus manos se cuelan por debajo de mi camiseta y se me eriza la piel allá por donde pasan. Es todo tan intenso que siento como si todos mis sentidos estuvieran agudizados. Cuando dejo de notar su boca sobre mí, me asusto y busco su mirada.

—¿Estás segura de esto? No quiero seguir si no es un buen momento...

Y ahí está. Esa pregunta en el momento idóneo hace que no tenga dudas.

—Todo está bien, Samir. Esto es lo que quiero... contigo.

Apoyo la palma de la mano en su mejilla y cuando le veo sonreír sé que se ha quitado un peso de encima.

—Menos mal... porque me estaba volviendo loco...

Nos besamos de nuevo y por primera vez en mi vida, me dejo llevar. No hay nada que analizar, nada a lo que dar vueltas. Solo sentir, cada beso, cada caricia, cada palpitar...



¡Madre mía! Menos mal que por lo menos han acabado bien (de momento) porque tal cual ha empezado la bronca, lo mismo podían haber terminado cada uno por su lado. 

Yo entiendo a Samir, Maite se está arriesgando mucho y parece no darse cuenta y aunque diga que es muy consciente de que esa gente es peligrosa, se sigue jugando el pellejo. ¿Qué quizás sea la única forma de averiguar algo? Puede ser, pero ¿a qué precio? 

Me encanta este Samir preocupado por ella... Ainsss, ¡qué bonito es el amor! A ver cuánto les dura, jajajaja. 

Dejadme vuestros votos y comentarios plisssss. Besitossss

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