Cap. 43
—No vas a poder salvarle siempre el culo. Además, no se lo merece.
—Ya lo sé, no hace falta que me sermonees.
Vamos de vuelta al instituto y no sé ella, pero yo llevo la adrenalina a tope. Está claro que en este pueblo una no se aburre.
—¿Crees que irá de nuevo a por Urko?
Lo cierto es que no las tengo todas conmigo. Quizás mañana mismo, esté intentando matarle otra vez.
—Julen está desesperado. Lo de su hermano le ha afectado mucho y no piensa con claridad —razona Ane—. Sin embargo, creo que ahora tiene dudas con él. Eso sí, en cuanto se le cruce el cable con otra idea irá a por quien menos pensemos.
—No debería actuar así. Samir también ha perdido a su hermana y no va por ahí intentando cargarse a nadie.
Ane suelta una carcajada.
—Ya, seguro. Porque no sabe quién ha sido, que si no...
—¿Tú lo harías? ¿Irías a por el culpable? —la pregunta me sale casi sin querer.
Veo que alza la mirada como si observar las nubes le ayudara a pensar.
—Por supuesto. La justicia es una mierda, así que ya me encargaría yo de que lo pagara bien caro. ¿Y tú?
Pienso en mi padre. En esa necesidad de venganza que ha quedado sin satisfacer.
—Mentiría si dijera que no.
—Vaya... realmente no pareces de esas, pero está claro que contigo me equivoqué desde el principio. Pensaba que eras una mojigata, una niñata de esas que nunca ha roto un plato.
—La vida me ha dado suficientes golpes como para que ahora la que quiera arrearlos sea yo.
Una vez más, Ane se ríe, sorprendida por mi respuesta.
—Está visto que hay que tener cuidado contigo, chica.
Y viniendo de ella, sé que se trata de un cumplido.
Justo cuando atravesamos la puerta de entrada del Instituto, el director Aramburu se interpone en nuestro camino.
—Está prohibido salir del centro sin una justificación durante el horario lectivo. Si me acompañáis a mi despacho...
Hace un gesto hacia el pasillo y ambas le seguimos con resignación. No creo que merezca la pena intentar poner una excusa.
Rafael me indica que me siente en una de las sillas que hay fuera e invita a Ane a pasar al interior de su despacho. Intento agudizar el oído pero lo único que escucho son palabras sueltas... Me entretengo pensando en cuáles serán los posibles castigos y espero que no me toque otra semana de acudir a las clases de refuerzo. Fue una pesadilla pues tuve la sensación de que estaba perdiendo un tiempo valioso. Cuando se abre la puerta, reconozco que la conversación que ha tenido con Ane ha sido extremadamente corta y cruzo los dedos para que la mía sea igual. Después de la anterior experiencia, no es que me apetezca mucho hablar con él.
—Suerte —murmura Ane antes de dejarnos a solas.
El director hace un gesto para que le acompañe al interior y tomo asiento a regañadientes.
—¿Qué estás haciendo? —me pregunta después de juntar las manos sobre el escritorio en un gesto conciliador.
—¿A qué se refiere?
—¿Tú y Ane? ¿Faltando a clase?
Me apoyo en el respaldo y me cruzo de brazos, dejando claro que no estoy muy por la labor.
—Necesitaba mi ayuda para algo personal. Nada más.
—Vamos a ver. Hace unas semanas estabais en ese pasillo de ahí fuera a puñetazo limpio ¿Y hoy? ¿Ahora de repente sois buenas amigas?
Entiendo que le pueda parecer una locura y yo misma no me lo hubiera creído hace unos días, pero ¡la vida da muchas vueltas!
—Nunca es tarde para que una amplíe su círculo de amistades —respondo. No tengo ninguna intención de hablar con él de lo que ha ocurrido.
—Deberías mirar más con quién te juntas.
Y ahí está otra vez. El tipo de consejos que nadie le ha pedido y aun así da.
—Disculpe director. Si me va a imponer un castigo, hágalo y déjese de consejos. La otra vez, para hacerme una recomendación, nombró a mi madre. Demostró una falta de empatía enorme al decir lo que dijo sin pensar si yo estaba preparada para escuchar unas palabras tan duras como esas. —Veo la sorpresa dibujarse en su rostro, pero antes de arrepentirme, decido continuar—. Sé que fue novio de mi madre. Sé que seguramente no comparte muchas de las decisiones que tomó. Pero yo no soy responsable de lo que hizo, ni soy como ella. Debe dejar que tome mi camino sin inmiscuirse, pues estoy en mi derecho de equivocarme las veces que haga falta.
Rafael Aramburu baja la mirada a sus manos y durante unos instantes permanece inmóvil. Finalmente, cuando levanta la vista de nuevo, una triste sonrisa se dibuja en su rostro.
—Tienes razón. No he sido justo contigo, ni tampoco con tu madre. Supongo que será porque aún hay veces que pienso en ella y no he conseguido perdonarla por elegir una vida que la llevó a un final así.
Me quedo sin saber qué decir. No esperaba unas palabras tan sinceras por su parte. Aunque quizás he sido yo la que he dado pié a ello.
—Sé que no tengo derecho a meterme en tu vida, pero no he podido evitarlo —añade—. Te pareces tanto a ella...
Una vez más, pienso en cómo será para quienes la conocían, verme a mí cada día. He de parecerles un fantasma errante dispuesto a alterar su descanso.
—Siento que no salieran las cosas bien. Sé que la quería, mi amama me lo dijo. Ojalá mi padre no se hubiera cruzado en su camino... Estoy segura de que en esos tiempos, mi madre no era la mujer temerosa que yo recuerdo. Una que andaba de puntillas para no despertar a la bestia. Ni siquiera sé si tenerme a su lado fue suficiente recompensa a cambio de soportar vivir junto a semejante monstruo.
—Leire era alegría pura. Te contagiaba su risa y era imposible tener un mal día a su lado. Era muy cabezota, tanto que podía estar discutiendo durante horas y le terminabas dando la razón solo para dejar zanjado el tema. Le encantaba tumbarse en la hierba a tomar el sol y siempre ponía la música a un volumen escandaloso. Y si querías hacerle un regalo, que fuera algo dulce. Así nunca fallabas. Sus amigos la adoraban... bueno, en realidad todo el mundo lo hacía, porque sabía ganarse hasta al más difícil.
Siento un pellizco en el corazón al escuchar sus palabras.
—Me alegro de que la recuerde así.
—Maite, por muy dura que fuera la vida junto a tu padre, seguro que tú le diste más felicidad de la que puedas imaginar. Nunca pienses lo contrario. Y bien —dice cambiando el tono—, después de esta charla trascendental, te diré que no te voy a imponer ningún castigo pero sí, que llamaré a tu tía para informarla.
¡Genial! Me va a matar.
—¿Es totalmente necesario?
—Si no lo hiciera, no estaría cumpliendo con mi deber como director.
Regreso al aula sabiendo que cuando llegue a casa tendré que soportar un nuevo rapapolvo por parte de mi tía. En cuanto tomo asiento, Ane me habla.
—¡Qué! ¿Tu también tienes una semana de clases de refuerzo?
—No —le contesto sin girarme.
—No me jodas. ¿Cómo te has librado? Me tienes que explicar el truco.
—No creas que me ha salido tan bien. Llamará a mi tía. Y te aseguro que eso será peor que cualquier castigo.
¡Hola, hola! ¿Qué tal estáis? Espero que todo os vaya estupendamente...
Seguimos con los capítulos de dos en dos, así que va otro seguidito.
¿Qué os ha parecido la conversación entre Maite y el director? Me gusta que él le cuente cosas de su madre, porque ya veis que ni su tía ni su amama hablan demasiado de ella. Y entiendo que Maite tiene curiosidad por saber cómo era su madre cuando vivía en Leaza. Ay, qué difícil es todo esto...
Bueno, aviso, el próximo capítulo... tensión entre Maite y Samir... ¿queréis saber más? Pues pasad al siguiente capítulo.
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