Cap. 26

—¡Joder! ¿Qué te ha pasado?

Cuando me sostiene, noto mis piernas flaquear, tal es el alivio que siento. Ya no estoy sola y en este momento, eso es más que suficiente.

—He disfrutado de una fiesta privada con el club de las máscaras, por obra y gracia de Andoni Román Sagasti. Está claro que no le gusta que le toquen las narices —digo intentando resultar graciosa cuando el asunto no lo es en absoluto.

—Estás fatal —dice evaluando mi rostro—. Tenemos que ir a urgencias.

—¡No! Nada de médicos. Solo necesito... una ducha y descansar, Samir. Ayúdame a llegar a casa, por favor.

Le veo negar, sin embargo no sabe lo cabezota que puedo ser.

—Tienen que echarte un vistazo.

—Un vistazo significará un parte de agresión. Y eso son demasiadas preguntas.

Me suelta y se cruza de brazos, molesto.

—¿Acaso piensas que a tu tía le va a pasar desapercibido tu estado?

—Ya veré yo lo que le cuento a mi tía.

Doy un par de pasos, pero noto mis piernas fallar. Ahora que la adrenalina ha disminuido, el dolor golpea cada centímetro de mi cuerpo.

—Espera.

Se gira y se agacha, con intención de que me suba a su espalda.

—¿Va en serio?

—Creo que será la forma más rápida de llegar a casa.

Ni siquiera me planteo si podrá soportar mi peso. Estoy demasiado cansada para eso. Samir me levanta sin ningún esfuerzo aparente y yo apoyo sobre su espalda el lado de la cara que mantengo intacto. El balanceo de sus pasos, me amodorra un poco y agradezco que no me haga preguntas durante el trayecto. Cuando se detiene, levanto la cabeza, extrañada de que hayamos llegado tan pronto.

—¿Tan cerca estaba de casa? —pregunto con voz pastosa.

Samir me ayuda a bajar, mientras me reprende.

—Creo que va siendo hora de que recorras Leaza de punta a punta. No puedes andar tan desubicada.

Tiene razón, así que no protesto.

—Gracias por traerme —digo, mientras abre el portal y entramos al interior.

—Espera, ¿tu tía está en casa?

Niego rotundamente y al momento me arrepiento de haber hecho ese gesto, pues el dolor que me sacude es casi insoportable.

—Turno de noche —le informo con esfuerzo.

El ascensor se detiene en nuestro piso y busco en mi bolso las llaves, sin mucho éxito.

—Deja que te ayude.

Samir saca el llavero con todos los cachivaches y lo agita frente a mí.

—¿Qué es todo esto?

No puedo evitar reírme. Cuando mi tía me lo dio, no pensó que en una situación de estrés, ni me acordaría de que lo tenía.

—No me fastidies. He tenido un montón de armas al alcance de mi mano y al final he utilizado una puñetera piedra.

Me mira con cara de no entender y yo no sé si quiero contárselo. Se acerca a la puerta y la abre.

—¿Puedo quedarme un rato contigo? Me gustaría saber qué es lo que ha pasado y asegurarme de que estás bien.

—De acuerdo, pero tendrás que esperar. Necesito darme una ducha primero.

Rato después, ya duchada y a tope de analgésicos le cuento a Samir todo lo ocurrido en el bosque. Todo. Incluso lo de Markel. Es curioso, porque no lloro en ningún momento, es como si hablara de algo totalmente ajeno a mí.

—Seguro que no esperaban que pusieras resistencia —masculla, apretando los dientes de pura rabia. Sé que si tuviera a cualquiera de ellos delante, ahora mismo, le partiría la cara.

—Yo tampoco lo esperaba, pero en el momento, no sé, reaccioné. Ni siquiera entiendo por qué lo hice. Nunca he sido una persona agresiva, sin embargo desde que vivo aquí...

Samir me coge de la mano y mira mis nudillos, en carne viva.

—Muchas veces son las circunstancias las que nos convierten en alguien diferente a quienes somos. No es nuestra personalidad sino el adaptarnos a lo que ocurre a nuestro alrededor.

Creo que tiene razón, sin embargo, no dejo de darle vueltas a algo.

—Aun así me preocupa...

Me corto. No sé si estoy preparada para decir en voz alta lo que estoy pensando.

—Dime, no tengas miedo. Yo no te voy a juzgar.

—Ya te lo dije. Siempre he tenido miedo de convertirme en alguien como mi madre. Enamorarme y terminar siendo una víctima. Pero después de lo ocurrido esta noche... ¿y si a quien me parezco en realidad es a mi padre? ¿Y si soy como él?

Al decirlo en voz alta, un escalofrío me recorre todo el cuerpo. Me da pavor que eso suceda. Sería terrible parecerme a mi madre, pero a él... a ese monstruo... no sé si sería capaz de soportarlo. Samir nota mi preocupación y toma mi rostro con ambas manos, teniendo cuidado de no rozar la parte de mi mejilla que comienza a hincharse.

—Tú nunca serás como tu padre, ¿me oyes? Lo único que has hecho esta noche es defenderte de unos cabrones que estaban dispuestos a hacerte daño. No te sientas culpable por salir adelante.

Escuchar sus palabras me reconforta y sin darme cuenta comienzo a llorar. El peso de todo lo ocurrido esta noche cae sobre mis hombros como una losa a la que sumo el alivio que siento por estar viva. Sigo aquí y eso nadie puede cambiarlo. Samir me abraza, sin pretensiones, solo ofreciéndome el consuelo que en estos momentos necesito.

—¿Se lo vas a contar a tu tía?

—No, le diré que me había tomado un par de cervezas y me caí volviendo a casa. Por suerte, lo único visible será la hinchazón de la cara así que resultará creíble. El resto de magulladuras y el golpe en la nuca... de eso no tiene por qué saber nada.

Se separa de mí, lo justo para mirarme a los ojos.

—¿Por qué no se lo quieres contar? ¿Y si Markel te acusa a ti de agresión?

—Se pondrá como loca si se entera. Irá a por ellos y no creo que sea bueno para su trabajo si lo convierte en algo personal. Además, no creo que Markel lo cuente. Una vez más, dirá que se metió en una pelea o cualquier excusa así. No le interesa que la Ertzaintza meta las narices en esto, no vaya a ser que descubran más de la cuenta.

Su expresión cambia y sé que algo le preocupa.

—Bueno, ahora hay dos opciones. O irán a por ti de nuevo, o después de lo de Markel han aprendido que es mejor no meterse contigo.

—Ojalá sea la segunda opción, pero algo me dice que será la primera —digo con voz pastosa. Envuelta en los brazos de Samir, noto cómo mi cuerpo se relaja y cada vez me es más complicado mantener los ojos abiertos.

—Da igual, no dejaré que te pase nada.

Siento sus labios contra mi frente y ese gesto de protección me hace sonreír. Sin embargo, en lo más hondo de mi ser, sé que si esa gente quiere hacerme daño, antes o después lo conseguirán y Samir no podrá hacer nada por evitarlo.

Dejo que el cansancio me venza y me abandono a un sueño inquieto lleno de pesadillas.

¡Hola gente! ¿Teníais ganas de nuevo capítulo? Espero que sí y por suerte, después de leerlo, seguro que os quedáis más tranquilos... 

Es curioso que Maite haya pasado de temer ser como su madre a temer ser como su padre. Aunque yo creo que Samir tiene razón y que ella se haya defendido no significa que sea una persona violenta pues se trata de pura supervivencia. Sí que es cierto que se le ha ido un poco la mano con Markel, pero ¡qué queréis que os diga! casi lo veo hasta normal, dada la situación de estrés. 

Y ahora, las nuevas incógnitas... ¿le denunciará Markel a ella? ¿Qué dirá Sandra cuando la vea? ¿Irán de nuevo a por Maite o después de lo ocurrido le tendrán miedo? Esta es la historia de las mil preguntas, porque cada capítulo sumamos unas cuantas más, jajaja

 Bueno, espero que os haya gustado y ya podéis respirar (aunque no sé cuándo habrá una nueva movida). Ya sabéis que me encanta charlar sobre la historia, así que si me dejáis mensajes, ¡genial! Y ya si votáis, ni os cuento. 

En unos días, nuevo capítulo. Besitosssss

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