Cap. 23

Localizo a Eusebio Salazar no más entrar en la cafetería. Mi abuela rebuscó entre unas antiguas revistas municipales hasta que encontró lo que buscaba: la foto de los miembros de la Asociación Histórica de Leaza, exhibiendo su última publicación.

Me acerco al hombre de cabello entrecano que sostiene en su regazo varias carpetas y en cuanto me ve, se pone de pie a la vez que hace una pequeña reverencia.

—¿Es usted Eusebio?

—Así es, pero trátame de tú... soy un espíritu joven, Maite. Hay que ver lo mucho que te pareces a Elisa...

Me sorprende el comentario pues no había pensado en que me pareciera a ella. Eso quiere decir que mi ama también... Tomamos asiento y uno de los camareros se acerca a tomar nota. Cuando se aleja, Eusebio comienza a hablar.

—Siempre es una alegría hablar con Elisa y si puedo ser de utilidad a su nieta, no seré yo quien me niegue.

—No sabes cómo te lo agradezco, al parecer, la información que busco es un tanto peculiar y nada fácil de encontrar. Por eso ella pensó en tí —le explico queriendo que se sienta halagado.

El camarero llega con nuestras bebidas y ambos guardamos silencio mientras distribuye las tazas por la mesa. Hasta que no se ha alejado, Eusebio no comienza a hablar.

—Bien, me dijo que buscabas datos sobre unas desapariciones que hubo en Leaza sobre los años sesenta y que quedaron sin resolver.

—Eso es.

—¿Crees que algo de aquello tiene relación con lo que está ocurriendo ahora?

Era de imaginar que él solo llegaría a esa conclusión.

—Mi abuela ya me intentó persuadir de esa idea. Está claro que no se trata de la misma persona, pero no se puede descartar que de alguna forma ambos asuntos estén relacionados.

El hombre comienza a sacar papeles y los extiende por la mesa.

—No creo que saques nada en claro, aun así, te contaré lo que he conseguido averiguar sobre ello.

—Te lo agradezco.

—Todos los documentos que aquí ves, pertenecen a nuestra asociación. Recopilamos todo tipo de información y la clasificamos. Después, decidimos el tema del siguiente monográfico y entonces echamos mano de lo que tenemos relacionado con ello. Al final se trata de hacer un recopilatorio de documentos y fotos de Leaza y en los últimos años, nos hemos dedicado a hablar de las fiestas, los colegios, el desarrollo del pueblo... ya me entiendes. Nos gusta que la gente abra nuestros libros y una sonrisa se dibuje en sus caras.

—Entiendo que eso significa que no han hecho ningún monográfico sobre asesinatos y desapariciones...

Eusebio asiente lentamente y aprovecha para dar un sorbo a su té.

—Así es. Lo que no significa que no haya información sobre esos temas en nuestros archivos. Solo que será difícil que salgan a la luz.

—¿Y sobre la cuestión que nos interesa?

Toma una de las primeras hojas y me la tiende. Es una fotocopia de un periódico provincial. La noticia local habla de la desaparición de un niño. Supongo que era el caso al que se refería mi abuela.

—Este fue el comienzo de todo. En 1958 desapareció un niño, algo insólito en la zona. La policía pensó que quizás se habría caído a un pozo o algo así. En ningún momento se barajó la posibilidad de un secuestro. Una semana después, el cuerpo de Ángel Sasiain apareció abandonado en el monte.

Me tiende una nueva fotocopia y leo por encima la noticia que aparece.

—¿Puedo sacar fotos? —pregunto, sabiendo que querré volver a leer la información.

—Tranquila, estas copias son para tí. Te las puedes llevar todas. Sigamos... el cuerpo del niño apareció en muy mal estado, había sido torturado de tal manera que casi era imposible reconocerle. Una salvajada. Lo ocurrido puso al pueblo en alerta, mas aún al pasar los días y no realizarse ninguna detención.

El mismo miedo que ahora. La inseguridad de saber que alguien peligroso anda suelto, genera desconfianza entre los vecinos.

—Cuando la gente comenzó a relajarse, semanas después, desapareció una joven de 16 años. Al momento, todos pensamos que se trataba de la misma persona, pero en este caso, el cuerpo nunca apareció. Y la policía seguía sin pistas.

—Estamos hablando de alguien muy listo si fue capaz de repetir la jugada y no despertar sospechas de ningún tipo —analizo.

Eusebio rebusca entre las hojas, hasta dar con una lista.

—Y de repetirla más de una vez —dice mientras señala los nombres que aparecen en ella—. Esto no es oficial, es un listado que hizo uno de los policías que trabajaba en la zona, con las desapariciones que él consideraba, eran obra del mismo chiflado. Estamos hablando de veintiún personas a lo largo de nueve años.

Esto es una locura.

—¿Veintiuna?¿En nueve años?

—Según este agente, es decir, teniendo en cuenta las desapariciones que se notificaron en la zona pero pueden ser más. Quién sabe. Además, como puedes ver, se trata de personas de lo más variadas. De todas las edades, hombres, mujeres...

—Eso complica la labor de la policía. Con tal variedad, es imposible desarrollar un patrón. Y si los cuerpos nunca aparecieron, ¿cómo realizar un rastreo? No hay pistas de las que servirse...

Y ahora, estamos en una situación similar. No hay de dónde tirar.

—Al final, se convirtió en un fantasma. Como si se tratara de una figura mística que nos acechaba desde la oscuridad. Leaza se acostumbró a las desapariciones y dejamos de darle importancia. En realidad solo diez de todo ese listado pertenecían al pueblo, así que la gente asumió que una vez al año, alguien de aquí, desaparecería sin dejar rastro.

Me parece increíble, que los vecinos fueran capaces de asumir la situación y siguieran con sus vidas como si nada. ¿Y si el siguiente desaparecido era tu hermano? ¿O tu madre?

—Has dicho, nueve años. ¿Eso está confirmado?

Eusebio mira sus notas.

—El primer caso fue en 1958 y el último en 1967. Después de eso, nada. Como si se hubiera esfumado. Este policía dejó escrito en su informe que consideraba firmemente la posibilidad de que el responsable se hubiera mudado a otro lugar.

Me froto los brazos, pues se me acaba de poner la carne de gallina. Si esa persona cambió de domicilio, pudo seguir torturando y matando con total impunidad.

—Quizás simplemente se murió —señalo, deseando que esa sea la realidad.

—Quizás. La cuestión es que durante esos años, la investigación se mantuvo abierta y fueron sumando a ella las nuevas desapariciones, a las que este agente añadió otras que no se le habían atribuido pero que él consideró que pertenecían a la misma persona. Con el paso del tiempo, al ver que no volvía a actuar, seguramente el caso quedó en vía muerta y lo dejaron a un lado. No creo que muchos a día de hoy se acuerden de esos días, son típicos recuerdos que todos preferimos olvidar.

En eso tiene razón. Estamos en 2016 ¿Quién quiere remover lo ocurrido hace ya varias décadas? A simple vista, apenas hay puntos en común...

—Lo entiendo. Gracias por haberme dedicado su tiempo. Necesitaba comprobar que no estábamos dejando pasar nada importante.

—Ojalá pudiera ayudarte más. Es loable por tu parte, querer esclarecer lo que está pasando. En eso te pareces a tu tía.

Recoge todos los papeles y los guarda en una de las carpetas. Después me la tiende con una sonrisa.

—Revisa los documentos y si necesitas algo más, no dudes en llamarme, estaré encantado de compartir mi tiempo contigo.

Nos despedimos y regreso a casa con la carpeta contra mi cuerpo. Siento cierta decepción, pues esperaba haber encontrado algún dato de relevancia y estoy igual que al principio. Sin embargo, no me doy por vencida. No hay nadie que sea tan listo como para no cometer error alguno. Y cuando se equivoque, ahí estaré. 

¡Hola gente estupenda! ¿Qué tal todo por ahí? 

Sé que este capítulo puede no parecer gran cosa, pero todos son piezas de un puzzle que hay que montar... 

¡Os aviso! La próxima semana no subiré capítulo así que he decidido que publicaré otros dos esta semana. Uno el viernes y otro el domingo. Y ya veréis... ¡preparaos! Viene mi parte favorita de esta novela... ¿A quién le gusta la marcha? 

Lo dicho, pronto más. Besitossss

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