Cap. 20
—Debería irme —señala Samir.
—Si quieres podemos poner otra película. Todavía es pronto —propongo.
Al momento me pregunto por qué lo he hecho. Ni yo misma lo sé, aunque quizás sea porque me gusta pasar tiempo con él. De todas formas eso es algo que no estoy dispuesta a confesar en voz alta.
—¿Estás segura?
—Sí, ¿por qué no? Ya ves que hasta mi tía confía en nosotros.
—De acuerdo, pero elige una que no sea tan mala.
Después de un rato de búsqueda termino poniendo una de terror, de esas orientales con espíritus malignos que se empeñan en asustar a sus víctimas antes de matarlas. Aunque Samir mantiene cierta distancia conmigo, noto varias veces cómo se sobresalta y no puedo evitar reírme.
—¿Qué es lo que te resulta tan gracioso?
—No pensaba que eras de los que te asustabas con estas cosas —le pincho.
Me da un codazo sin miramientos.
—Y yo no pensaba que tú serías capaz de aguantar sin alterarte.
Le miro, casi por primera vez en toda la noche. Estamos en penumbra y la música que anuncia una nueva muerte, crea un ambiente extraño.
—¿Sabes qué pasa? Que no tengo miedo de espíritus ni de demonios. Yo tengo miedo de las personas que se convierten en monstruos. De la gente de carne y hueso que decide convertir la vida de los demás en un infierno.
Samir coge un mechón de mi pelo y lo coloca detrás de mi oreja. Después, desliza sus dedos muy despacio por mi mejilla y una ola de calor sube hasta mi rostro. Estoy segura de que él mismo lo ha notado, pero no dice nada sobre ello. Al contrario, sus siguientes palabras me descolocan un poco.
—Siento que me queda mucho por saber de ti, Maite. —Acerca sus labios a los míos, sin embargo, no me besa—. Apenas dejas que los demás veamos pequeños retazos de quién eres...
Justo cuando nuestras bocas están a punto de rozarse, mi móvil suena estrepitosamente sobre la mesita. Nos separamos de golpe, como si nos hubieran cazado haciendo algo malo y tomo el teléfono para ver quién me escribe a estas horas. No conozco al remitente, pero mis dudas se resuelven en cuanto leo el mensaje.
"Sigues teniendo algo que es mío".
—¿Qué ocurre? —pregunta preocupado.
—No es nada...
Intento restarle importancia pero su expresión me deja claro que no ha colado.
El móvil vibra de nuevo.
"Se te acaba el tiempo".
Trago saliva con dificultad. Este tío no se va a dar por vencido. Pienso en bloquearle pero algo me dice que no tendrá problema para seguir molestando desde otro número.
—¿Por qué no me lo quieres contar? Está claro que lo que sea, te está agobiando.
Por un segundo me lo planteo, sin embargo sé que eso solo servirá para complicarlo todo un poco más. Aunque no puedo evitar sentirme mal por ocultárselo...
Un nuevo mensaje.
"¿Ni siquiera me vas a contestar, Maite?".
Samir me lo quita y desliza la vista por la pantalla antes de que pueda arrebatárselo.
—¿Es Andoni? ¿Sabe lo del diario?
Mierda.
—No tenías ningún derecho a mirar mi móvil —protesto intentando no levantar la voz. Solo falta que se despierte mi tía y ya podríamos montar una fiesta.
—Cierto, pero sabía que me estabas ocultando algo —me rebate.
Cada vez estoy más cabreada.
—¡Y estoy en mi derecho de no contarte algo si no quiero! Sé apañármelas sola. Además, ¡te conozco desde hace un mes! No te debo nada.
Al momento me doy cuenta de que me he pasado con esto último. Samir se levanta y me lanza una última mirada.
—Tienes razón. ¿Qué hago yo preocupándome? Quizás sea mejor que cada uno siga por su lado y tú verás cómo te las arreglas con Andoni ya que no pinto nada en esto.
Se va y me quedo con una incómoda sensación de vacío. Miro de nuevo la pantalla, pero me niego a contestar a Andoni. Por mí me puede enviar doscientos mensajes que no le voy a dar el gusto de seguir su juego. Recojo los restos de la cena y me voy a mi habitación, aunque sé que me va a costar dormir.
Samir... siempre termino reaccionando a la defensiva, incluso cuando sé que sus intenciones son buenas. ¿Por qué me empeño en alejarle de mí una y otra vez? En estos momentos es cuando más echo de menos a mi madre. Siempre estaba dispuesta a escucharme con estos problemas y aunque ella no había tomado las mejores decisiones en su propia vida, con sus consejos daba en el clavo. "Ay, ama... ni te imaginas la falta que me haces". Me limpio la lágrima que corre furtiva por mi mejilla y saco del cajón el diario de Andoni. Sé que en algún momento se lo tendré que devolver pero aún no. Primero he de averiguar un par de cosillas.
La siguiente hora la dedico a traducir fragmentos del texto y lo que leo resulta repulsivo.
"Nunca pensé que disfrutaría con este tipo de interrogatorios. Parece que nos hemos especializado en extraer información a los disidentes de la región. Comienzan a temernos pues saben que quien cae en nuestras manos sufrirá el mayor de los horrores".
"El mejor momento del día, es cuando mi prisionero canta como un pajarillo, pensando que eso será suficiente para librarse de mis elaboradas torturas. Lo que no sabe es que ese solo es el principio de su calvario, pues tengo permiso para alargar su agonía, aunque ya haya extraído toda la información relevante. Hasta entonces, se trataba de mi trabajo, a partir de ese momento, de mi placer".
"La psique humana es increíble. Una situación extrema, puede llevar a alguien a realizar acciones impensables. Estas jornadas me están abriendo los ojos a un nuevo mundo y estoy disfrutando como nunca pensé que lo haría. Hoy han puesto bajo mi supervisión a una familia. Eso no suele ocurrir a menudo. Un hombre, su mujer y su hijo de unos ocho años. Sabíamos que él estaba filtrando documentos, pero aún necesitábamos contestar varias preguntas: cuándo, cómo y a quién. Lo fácil hubiera sido torturar al hijo ya que esa situación suele resultar insoportable para los padres pero decidí probar otra cosa y disfrutar un poco de la experiencia. Los gestos de la mujer, dejaban ver que amaba profundamente tanto a su marido como a su hijo y seguramente ella no podía darme ninguna de las respuestas que yo buscaba. Su actitud, delicada y temblorosa hacía pensar que se trataba de un alma débil. Nada más lejos de la realidad. Le propuse mi idea. No le tocaría ni un pelo a su hijo, si ella torturaba a su marido. Ay, qué duro tener que realizar una elección así. Me deleité mientras ella horrorizada miraba a ambos. Cuando fijó sus ojos en su marido, supe que ya había tomado una decisión. Durante la siguiente hora, disfruté hasta el éxtasis viendo cómo la mujer cumplía con cada una de las demandas por mi parte. Estaba deshecha en lágrimas, pero su pulso no tembló ni por un segundo. Quedé tan satisfecho con la experiencia que cumplí mi palabra y no toqué al chico. Me sentí benévolo por un instante y quise recompensarla por el placer que me había hecho sentir".
Cierro la pantalla del ordenador, incapaz de leer ni una línea más. Me siento tan asqueada que tengo el estómago revuelto. Lo que está plasmado en este diario resulta espantoso pero que Andoni lo reclame con insistencia como si se tratara de un objeto valioso, es lo que más me preocupa.
Me tumbo en la cama, dispuesta a olvidar cada palabra de ese malnacido. Y entonces se me ocurre algo, una forma de poder averiguar más sobre ese diario. Puede que se convierta en otro callejón sin salida, sin embargo tengo que intentarlo.
¡Hola gente estupenda! ¿Qué tal por ahí? ¿Cómo se os ha quedado el cuerpo después del capítulo?
Para empezar diré que Andoni tiene el don de la oportunidad. ¿De verdad que justo tenía que mandarle un mensaje cuando estaban a punto de besarse? En fin.. Y para colmo, acaban Samir y ella discutiendo sobre si él tiene derecho a saber que Andoni le escribe o no. Diré que queda muy feo ocultar cosas, pero por otro lado Maite no le debe explicaciones de ningún tipo a Samir, que se conocen de dos días como quien dice.
Bueno, y la parte final del capítulo... aunque solo muestra unas pinceladas del diario, creo que más que suficiente para hacernos una idea ¿verdad? ¡Madre mía! ¡Qué persona tan despiadada!
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