Cap. 15

"En cinco minutos llego".

Envío el whatsapp a Mei y guardo el móvil en el bolso mientras acelero el paso. Cuando le he dicho a Sandra que había quedado, hemos tenido la bronca del siglo y me ha costado la vida conseguir que entrara en razón. Entiendo su preocupación. Todo lo que está ocurriendo forma parte de su día a día y para colmo ahora tiene una responsabilidad añadida: yo. Sin embargo, también se ha de poner en mi lugar. ¿Qué quiere que haga? ¿Que me quede encerrada de por vida?

Llego a la plaza y veo a Mei que se pasea impaciente de un lado a otro.

—Lo siento —me disculpo —. Mi tía no quería que saliera...

—¡Bienvenida al club! —me anima—. Me he visto obligada a usar mis mejores trucos para convencer a mi aita.

Algo me dice que todos los jóvenes dentro de cierto rango de edad hemos tenido que pelear hoy en nuestras casas.

—No sé dónde está el problema. Las dos desapariciones han sido entre semana y a una hora en la que estaba anocheciendo. Si nos ponemos tontos, que no nos dejen salir para nada. Tampoco para ir al instituto.

—¡Buff! No lo digas muy alto. A ver si todavía nos ponen un toque de queda como en las películas esas en las que hay una bestia que acecha...

Eso sería el colmo.

—Por desgracia, creo que el responsable de todo esto es una persona de carne y hueso. Estoy segura de que no hay nada paranormal en este asunto. Y bien, ¿a dónde vamos?

Mei me coge del brazo y tira de mí.

—A la lonja de Urko. A veces nos juntamos allí y tal cual están las cosas, casi mejor estar en un sitio así que en la calle.

—Me parece bien.

El lugar no está lejos. Dejamos las últimas casas atrás y llegamos a un pequeño grupo de locales comerciales. Algunos están vacíos y los que no, a estas horas ya han cerrado. El único que tiene actividad es la lonja de Urko y es fácil encontrar el lugar, pues la música se escucha antes de llegar. Por suerte, la distancia con las casas es suficiente para que ningún vecino se queje del ruido.

Hay un par de sofás en la acera y algunos chavales tirados en ellos bebiendo. También hay otros sentados en una zona de césped que llega hasta el río.

—Vamos dentro —me indica Mei—. Si ponemos bote, podemos beber de lo que tienen.

Parpadeo varias veces para acostumbrarme a la luz interior. Hay varias lámparas que tienen toda la pinta de haber sido sacadas de un vertedero y unas tiras led, adornan las paredes pero aun así, el lugar está en penumbra. La lonja es grande y hay más gente de la que esperaba. O este Urko es muy popular o los jóvenes no tenemos dónde meternos. Sigo a Mei, esquivando personas y asientos de lo más variados: sofás, butacas que conocieron una vida mejor, sillas típicas de txoko e incluso algún banco. Hay varios grupitos bebiendo y las conversaciones se entremezclan con la música. También veo alguna que otra pareja que dedica el tiempo a menos hablar y más hacer. Por supuesto, estos han elegido los rincones más oscuros, cosa no muy difícil. Después de la ginkana, por fin llegamos a algo parecido a una barra de bar. Un chico al otro lado se acerca y nos ofrece una enorme sonrisa.

—Aupa Mei. Y tú... —me señala descaradamente—. Déjame adivinar. Eres la nueva... ¡Maite!

Abro la boca de puro asombro. ¿Y este tío cómo sabe quién soy?

—Tú siempre haciéndote el listillo —suelta Mei.

—Es que yo todo lo sé... —añade guiñando un ojo.

—Bueno, deja de chulearte y apúntanos en el bote de hoy.

Mei deja el dinero en la barra y me hace un gesto para que la imite. Urko lo recoge y pone nuestros nombres en una enorme pizarra en la que ya hay una larga lista.

—Y bien. ¿Qué os pongo?

—A ver... ¿te gusta el kalimotxo? —me pregunta Mei.

Me encojo de hombros.

—No tengo ni idea pero eso... lleva vino ¿verdad?

—Sí, tinto con coca-cola —se apresura a explicarme Urko.

—Es que no me va el vino...

Mei le da unas palmaditas en el brazo.

—¡Ya sé! Prepáranos tu mezcla especial...

—¿La que lleva licor de mora? Tú sí que sabes.

Rato después, estamos sentadas en dos sillas de madera que son bastante incómodas y ya me he bebido dos tercios de mi katxi, porque claro, nos ha servido en katxi en vez de vaso, no vaya a ser que no fuera suficiente.

—Esto está muy rico. —Me doy cuenta de que tengo la lengua ligeramente adormecida y me gustaría saber cómo esta mierda me ha hecho efecto tan rápido —. Oye... esto se sube, ¿no?

—Como la espuma —se ríe Mei—. Es que el licor remata la mezcla.

Tomo nota mental de elegir cerveza la próxima vez. Esta bebida es un auténtico peligro. Miro alrededor, la gente parece estar pasándoselo muy bien ajenos a las preocupaciones de la Ertzaintza.

—¿En qué piensas?

—En si alguna de estas personas sabrá algo de lo que le ha pasado al niño desaparecido —digo, decidiendo ser sincera.

Mei me da una palmadita en la pierna.

—No le des vueltas a eso. Nosotras poco podemos hacer. Tu tía lo resolverá, ya verás.

De pronto me siento estúpida, aquí estoy tan tranquila como el resto, ignorando la realidad.

—Creo que me voy a casa.

—¿Qué dices? Si todavía es pronto —protesta.

—Lo siento, pero de pronto tengo la sensación de que no debería estar aquí. No tiene que ver contigo, ¡demasiado bien te portas conmigo! Soy yo que todavía no estoy preparada para tanta vida social. Y menos con todo lo que está pasando.

—Vale... ¿quieres que te acompañe a casa?

Me hace gracia que se ofrezca.

—No, tranquila. Piensa que si me acompañas luego serías tú la que tendría que volver sola. Vaya apaño.

Mei suelta una carcajada.

—Tienes razón. No lo había pensado.

Justo en ese momento, una chica que no conozco se acerca a nosotras.

—¿Habéis visto el vídeo?

—¿Qué vídeo? —preguntamos a la vez.

Agita su móvil frente a nosotras.

—En el grupo del face. No sé quién ha podido subir eso, de verdad.

Miro alrededor y varios están atentos a sus pantallas. Los gestos de asombro y los cuchicheos se repiten una y otra vez. Mei me muestra su móvil.

—Mira. La publicación está arriba del todo del muro. No hacen más que subir las reproducciones...

Aunque tengo miedo ante lo que me pueda encontrar, mis ojos se mueven por inercia hacia lo que me está mostrando. Pensé que quizás se tratara de la tortura de Amira o de su propio asesinato. Pero no. Acerté con que se trataba de ella, sin embargo, aunque el vídeo no es de carácter violento, su contenido me hace apartar la vista.

Lo siguiente que veo es a Samir entrando en la lonja y sin mediar palabra se abalanza sobre alguien que está sentado en uno de los sofás.

—¡Te voy a matar, cabrón!

Kaixo!! ¿Qué tal anda todo por ahí? Yo liadísima, cada vez me cuesta más sacar tiempo para publicar, aunque intento mantener el ritmo de un capítulo por semana. 

¡Vaya final de capítulo! ¿Qué pensáis que se ve en el vídeo? ¿A quién ha atacado Samir en el último momento? Para saberlo, habrá que leer el próximo capítulo... 

Agradezco votos y comentarios, ya sabéis, que parezca que escribo para alguien, jajaja Pronto más. Besitossss

*Glosario: 

Txoko: lonjas gastronómicas donde un grupo se reune para cocinar y comer juntos. Las sillas típicas suelen ser de madera. O bancos corridos. 

Aupa: es una expresión de saludo muy típica aquí. 

Kalimotxo: tal y como dice, es vino tinto con coca-cola. Aquí se bebe tanto kalimotxo como cerveza. La mezcla con el licor de mora no es habitual, aquí he tirado de anécdota de mi propia vida pues a mí no me gustaba el kalimotxo pero había un sitio donde me preparaban la mezcla con licor de mora y así sí.

 Katxi: Vaso de plástico que tiene algo menos de 1 litro de capacidad. Vamos, un traguito de nada.

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