25. El diablo me obligo a hacerlo

La tos de Leonora era excesiva y la joven rubia se dejó caer de rodillas al piso, coloco una mano en su boca y luego sus ojos se llenaron de terror al ver en la palma de su mano llena de sangre, una mano tomo su brazo y la jalo sobre la tierra.

—Vamos niña, no tengo todo el día— ordeno la señora Negro mientras la adentraba a la capilla de madera, la joven observo el lugar destrozado y detuvo su andar al mirar la estatua del demonio, detrás de ella la señora Sombra la empujo obligándola a seguir caminando.

En el centro del lugar había una estrella de cinco picos y en cada uno de ellos una vela prendida, el fuego de esta bailaba de un lado a otro y la señora negro arrojo a la joven al centro de la estrella, Leonora miro como las hermanas comenzaban a cadenera para impedir que se moviera.

—Por favor...—sollozo la joven rubia mientras las miraba— No quiero morir, tengo miedo.

La hermana Sombra tomo el rostro de la joven entre sus manos huesudas obligándola a que la observara, las lágrimas comenzaron a mojar sus manos y la mujer le sonrió.

—Sera más fácil de lo que creí, el vendrá por ti y te llevará al infierno—hablo la mujer sin dejar de sonreír.

—No por favor — rogo la chica.

—¡Cállate! — exclamo la señora Negro mientras comenzaba regar alrededor de la estrella dibujada sal, la mujer saco un cuchillo y paso el arma por la palma de la chica haciendo que esta gritara de dolor.

Luego, la mujer soltó a la joven y salió de la estrella dibujada, ambas hermanas se miraron y asintieron con la cabeza listas para el ritual.

Las dos mujeres se tomaron de las manos y comenzaron a hablar.

—Gran rey de mundo, señor del Infierno y amo de los muertos. Tu que has visto la grandeza y la malicia en nosotros los pecadores, nosotras una fieles servidoras tuyas y creyentes de ti, toma el alma de esta chica y a cambio ofrécenos la vida eterna una vez más. Un alma pura por una vida. Un alma virgen y llena de juventud por una vida.

Leonora frunció el ceño ante las palabras y miro de reojo a las hermanas, ambas mujeres esperaban impacientes la llegada de su gran rey mientras miraban la capilla en cada rincón.

Un aullido hizo que las tres miraran hacia la entrada y las hermanas sonrieron ampliamente al mirar una figura animal entrando por las grandes puertas de roble caídas. El gran lobo de color negro y ojos rojos entro al lugar y la luz de las velas reflejo una silueta de cuernos mientras se aproximaba al centro. El demonio de forma de lobo coloco sus ojos negros en las dos mujeres que se arrodillaron en el piso en forma de respeto y luego su figura animal comenzó a cambiar hasta transformarse en un ser oscuro y con cuernos.

Leonora grito y comenzó a moverse con desesperación en el piso.

—¡Tómala! — ordeno la señora Negro tomando a la joven—¡Es tuya y danos lo que nos pertenece!

El demonio soltó un gruñido y comenzó a acercarse a la joven rubia sin dejar de mostrar sus afilados dientes, movió sus manos cerrándolas y abriéndolas, luego coloco una mano sobre la joven y sus afiladas uñas se clavaron en la piel de la joven haciendo que varias lagrimas cayeran de la menor. El demonio soltó a la joven y sus ojos negros como esa noche se posaron en las hermanas.

Me han engañado una vez más, han logrado hacerme venir sin ningún motivo— la voz del demonio era potente y su disgusto era notable— Una burla para mí.

Las hermanas intercambiaron una mirada confusa y miraron al demonio enfrente de ellas.

—Pero mi señor...

¡Les pedí una virgen!— exclamo el demonio y apretó su mano oscura en el cuello de la joven— y ella no lo es.

Las hermanas miraron a la menor y Leonora sonrió ampliamente, la joven comenzó a reír con locura al mirar el rostro de enojo de las hermanas. Negro camino hacia la joven y la tomo del piso jalándola para levantarla. Alzo el cuchillo haciendo que Leonora dejara de sonreír.

—¿Qué haces? ¡Ya oíste! ¡No te sirvo de nada! — le grito la joven.

—No me importa— le grito la mujer— Me manchare de sangre de manos una vez más.

—¡Iras a prisión por esto!

La mujer Negro sonrió de nuevo.

—Les diré...— su mirada demencial se posó en la joven mientras volvía a sonreír— El diablo me obligó a hacerlo.

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