Capitulo 4 El primer dia
A la mañana siguiente me levanté deprisa sabiendo que ya se me había hecho tarde, seguramente todos ya estaban a punto de salir de casa, tenía que apurarme. También estaba muy nerviosa por el nuevo instituto.
Julie había dejado mi nuevo uniforme en la orilla de la cama, me lo puse asombrada de que me quedara a la perfección. Bajé las escaleras casi corriendo, esperando no tener que ver a Henry esa mañana, pero lo que uno quiere no siempre lo tiene.
Todos los miembros de la casa estaban en la barra de la cocina, desayunando. Julie envuelta en una bata rosa de ceda y una taza de café entre sus manos, Henry con un traje listo para trabajar y el periódico entre sus manos y Caroline sirviéndole el desayuno a Alex.
—Buenos días —dije para todos dirigiéndome a la nevera para sacar un jugo de naranja.
—Buenos días, querida —me contestó Julie alegremente—. Veo que te quedó perfecto el uniforme.
—Si gracias, Julie... por cierto ¿como sabias mi talla? No recuerdo habértelo dicho.
—Intuición —contestó encogiéndose de hombros tranquilamente.
Pues, que buena intuición.
—¿Dormiste bien, hija? —preguntó Henry tras mi espalda.
Tan solo oír su voz me provocó un escalofrío que hizo que cerrara la nevera de un portazo. Necesitaba tranquilizarme, no podía volver a perder el control otra vez.
—Que pregunta es esa Henry —interfirió Alex rápidamente—. Claro que mi hermanita ha dormido muy bien ¿Que ustedes no escucharon sus ronquidos? Juro que hasta los vecinos los escucharon.
Me volví hacia ellos y fulminé a Alex con la mirada.
—¿Que te pasa? Yo no ronco —protesté.
—Claro que si y como camionero.
Me senté junto a él para desayunar y aproveché para golpearlo en el brazo por compararme con un camionero. Henry no volvió abrir la boca en lo que restaba de desayuno. Julie y Caroline se sonreían al vernos a Alex y a mí molestarnos.
—¿Lista para irnos, hermanita? —preguntó Alex parándose y tomando su mochila.
Rodé los ojos.
—¿Por qué tengo que ir contigo? ¿No puedo ir a pie?
—¿Quieres que te lleve yo? —preguntó Henry atrayendo la atención de todos.
Lo ultimo que quería era ir en el auto de la garrapata apestosa de Alex, pero me apetecía menos ir con Henry y tener que escucharlo tratar de entablar una conversación conmigo.
—Iré con Alex —dije pegándome a él y sacándonos casi a rastras de la cocina.
—Que tengan un buen día, cielitos —fue lo último que escuchamos de la voz de Julie.
Salimos de casa, nos subimos a su auto y nos marchamos hacia el instituto. Ya en camino, él muy asqueroso no deja de bostezar como si no hubiera dormido en años y eso hacía que yo también bostezara. Siguió bostezando cuando llegamos y nos adentramos al instituto.
Me quedé muy sorprendida al ver el impresionante edificio, si no prestaba atención por donde iba seguramente me perdería. Había cientos de alumnos esparcidos por todo el lugar, unos en los bancos, otros hablando mientras se adentraban y algunos otros encendiendo cigarrillos antes de tener que entrar a la tortura de las clases.
—¿Nerviosa? —preguntó Alex en cuanto bajamos del coche.
—¿Yo?, para nada —intenté disimular que no me sentía nada nerviosa pero fracasé, obviamente.
Él me miro con cara de "no sabes mentir".
—Un poco —admití tras un momento.
—Pues no deberías, ahora tienes un hermano que te defenderá de quien sea.
No iba admitir por nada del mundo que esas palabras me hicieron sentir un poco mejor.
Mientras nos adentrábamos, cruzamos el parque exterior y pasamos por delante de muchos alumnos, quienes se apuraban para entrar y saludar a sus amigos. Varios alumnos se aparecieron al lado de Alex, felicitándolo por la pelea, así que, terminé parada en medio de los enormes pasillos esperando a que soltaran a mi hermanastro.
Estaba a punto seguir mi camino yo mi misma pero justo en ese momento mi semblante se iluminó cuando vi una cara conocida.
Allen.
Sonreí aliviada.
Estaba parado leyendo un pedazo de papel con el ceño ligeramente fruncido. Corrí hacia él, feliz de verlo.
—Allen... —comencé a decir.
—Déjame en paz —murmuro en un tono de fastidio y sin siquiera mirarme.
Auch.
Me sonroje, avergonzada. ¿Estaba molesto conmigo? ¿Que había pasado? ¿Algo de lo de la noche anterior le había molestado?
Allen bufó pesadamente.
—Sigo sintiendo tu horrible presencia, ya largate antes de que... —se interrumpió a si mismo en cuando levantó la mirada y supo a quien le estaba hablando.
—Alice —parecía sorprendido—. No sabía que eras...
—Imbécil.
Dicho eso me di media vuelta y volví a lado de Alex. Sabia que era infantil de mi parte molestarme por algo así, además él ya había aguantado muchos insultos y hasta bofetadas de mi parte, pero... no soportaba que me hablaran de esa forma.
Vi de reojo a Allen, suspiró frustrado mientras se marchaba por el enorme pasillo.
Después de eso Alex me guió hasta el aula. Me senté cerca del gran ventanal de cristal que había, atrás de Alex. Nuestra primera clase era Literatura.
Al poco tiempo la clase se llenó con alrededor de unos veinte estudiantes. Cuando parecía que ya se habían llenado todas las mesas, entró un hombre alto, con una postura impresionante situándose frente a la pizarra. Se presentó como el profesor Donnet y nos dio una introducción a la Literatura.
—Para su primer trabajo, formaremos parejas de lectura —empezó a explicar—. Escogerán su libro favorito, el compañero lo leerá y hará preguntas al otro para entender que fue lo que convirtió ese libro en su favorito. Aprenderemos mucho sobre nuevas perspectivas y lo mejor es que podrán conocer mucho mejor a su compañero, así que escojan a una person...
Se interrumpió de repente al escuchar un carraspeo en la puerta del aula. Todos se giraron a la entrada, mirando a Allen con diez minutos de retraso. Mantenía su seria postura, no tuvo que emitir una sola palabra.
Él profesor le dedicó una media sonrisa, sin reproche.
—Joven Blythe, pase —le dijo, señalando el interior del aula—. Les estaba comentando sobre el primer trabajo, será en parejas. Ya se que a usted le gusta trabajar solo, pero esta vez tiene que hacer un esfuerzo y escoger una pareja.
—¿Puedo ser con Alice Jones? —preguntó mirándome de reojo.
Todos guardaron silencio, parecían muy sorprendidos, incluyendo el profesor.
—¿E-está seguro? —le preguntó el profesor tras un momento.
—Ha dicho que es en parejas ¿no?
El profesor, parpadeó volviendo en si.
—Si, claro. Puede ser con ella. Siéntese a su lado.
Allen sonrió satisfecho y avanzó hasta mi lado sin decir nada más. Los demás comenzaron a susurrarse cosas y a mirarnos de reojo, incluso Alex se giró hacia mí con cara de "que está pasado aquí" pero no supe que decir, también me sorprendió, así que, solo me encogí de hombros y me quedé muy quieta hasta que llegó y se sentó a mi lado.
—Muy bien alumnos, entonces los demás escojan a sus compañeros y comiencen a tomar nota del libro favorito de su compañero.
Los demás comenzaron a juntarse y a ubicarse con su pareja. Una chica rubia se sentó junto a Alex y comenzaron a cuchicherse.
Por otro lado, yo no me animaba a mirar a los ojos a Allen, no quería hablar con él. El orgullo me estaba ganado. Torpemente saque mi libreta y un bolígrafo, anoté libro favorito de Allen Blythe y sin mirarlo le pregunté:
—¿Libro favorito?
—Sobre como te hable antes, lo siento, pero no sabia que eras tú —comenzó a decir en un tono tranquilo.
—Estamos clase, Allen. Concéntrate y dime cual es tu libro favorito —protesté sin mirarlo.
—Mírame primero.
No puede ser. Sería muy difícil trabajar con él.
—Solo dímelo —repliqué aún sin mirarlo.
—Tienes que mirarme a los ojos para saber que no te estoy mintiendo —dijo tras un momento—. Tal vez te diga otro nombre solo para que no conozcas mis verdaderos gustos literarios.
Irritada me giré para mirarlo, él trataba de mantener una sonrisa divertida.
—¿Cuál es tu libro favorito? —repetí lentamente.
—El gran Gatsby —respondió.
Nunca había leído ese libro, sabía que era muy bueno pero nunca llegue a leerlo.
—El mío es... —empecé a decir.
—Orgullo y prejuicio —terminó por mi con una sonrisa ladina.
—No me va lo romántico.
—Por eso somos muy buenos amigos.
—No lo somos —repliqué.
—¿Entonces dejas dormir en tu cama a desconocidos? —se lo estaba pasando en grande.
—¿Y tú? ¿Siempre entras en habitaciones de chicas que acabas de conocer?
Con esa carita y ese cuerpo, eso no sería raro.
—Dejé de hacerlo hace dos días.
¿Vez?
—El retrató de Dorian Gray —dije evadiendo su mirada—. Pero si prefieres hablar de orgullo y prejuicio, no hay problema.
—¿Por qué te gusta? —preguntó con mucho interés.
Lo mire con desconfianza.
—Anota Orgullo y prejuicio —ordené sin más— Interés: la forma del concepto del amor de esa época. Hoy en día cosas muy extrañas, que no son del todo sanas e incluso tóxicas se les considera amor.
Al ver que no apuntaba nada, lo miré con mala cara.
—Y no pienso repetir lo que acabo de decir.
Comenzó apuntar.
—Libro preferido de mi compañera, El retrato de Dorian Gray, pero ella prefiere que anote Orgullo y prejuicio ¿Por qué? porque es una rebelde y mandona y prefiero hacerle caso o si no me ganaré otro puñetazo en la nariz —anotaba y me sonreía de reojo—. ¿Otro detalle?
—Eres un imbecil.
—Bien —devolvió la mirada a su librea y anotó— Mi compañera afirma que soy un imbecil, lo cual no es tan mentira.
Negué con la cabeza, tratado de ocultar mi sonrisa.
—¿Vas a tomarte esto en serio?
Entonces giró su cabeza y me observó.
—Si, voy a tomarte en serio.
Giré los ojos, divertida. Sabia que este trabajo no me lo haría fácil. Aún así, no me desagradaba trabajar con él. Además necesitaba relajarme, acababa de llegar y se suponía que no tenía ninguna razón para ser grosera en el nuevo instituto, ¿no? Así que debía comportarme mejor.
—¿Tienes alguna opinión de ese libro o...
—Ese tipo de amor solo se encuentra en las páginas de un libro.
Espera... lo miré ceñuda.
—¿Leíste ese libro? —me atreví a preguntar.
—¿Por qué te sorprende? —inquirió como respuesta.
—Bueno... porque... no pareces precisamente un chico que vaya por ahí leyendo algún libro de romance —contesté simplemente.
—¿Y solo por eso no puedo leer Orgullo y prejuicio?
—No, no es...
—Si es así, también debería sorprenderme que lo leyeras, Alice. No te olvides que estuviste en la cárce...
Lo interrumpí poniendo mi bolígrafo en su boca.
—Entiendo, lo leíste.
Por un instante nos sostuvimos la mirada, hasta que la suya me pesó demasiado. Él amplió su sonrisa y comenzó hacer anotaciones en su libreta, así que, hice lo mismo.
—No lo leí por elección, mi madre me obligó cuando se operó la vista —susurró sin mírame y sonriendo de reojo.
Era un gran chico.
—Perdón por reaccionar así antes —dije tras un momento—. No me gusta que me hablen así.
Allen sonrió de lado y me miró.
—Te dije que no podía enojarme contigo —me contestó sin quitar lo ojos de su libreta— Hablaba en serio, rebelde.
—No soy una rebelde.
Un poco si.
¡¿Tú de que parte estás?!
—Para mí lo eres, así como yo soy para ti un consolador.
Le sonreí por primera vez en el día y continué con mis anotaciones.
El resto del día me pareció una eternidad. Aunque, esa eternidad era soportable por tener sentado a mi lado a Allen. Cada vez que se daba cuenta que no entendía, me explicaba a su manera y cada vez que veía que me aburría, él me susurraba una estupidez para hacerme reír.
Al sonar el timbre de salida, Allen fue el primero en desaparecer. Dijo que tenía entrenamiento y debía ser el primero en llegar. Alex también fue detrás de él y me dijo que Henry pasaría a recogerme.
Guardé mis cosas en la mochila mientras todos salían, incluyendo el profesor. Solo quedó una chica pelirroja guardando sus cosas al igual que yo en los asientos de atrás.
—¿Puedo preguntarte algo? —dijo de repente, yo me giré hacia ella y asentí con confianza.
—Soy Gina, por ciento —añadió antes de pregúnteme.
—Alice —dije sonriéndole.
—¿Eres amiga de Allen Blythe? —parecía verdaderamente intrigada.
—Eso creo. No lo sé, apenas y nos conocemos. Él conoce a mi... al hijo de la esposa de mi padre.
Ella frunció el ceño, confundida.
—¿Ósea a tu hermanastro? —preguntó caminando tímidamente hasta mí.
—¿Por qué lo preguntas? —inquirí mientras salíamos del aula y caminábamos por el pasillo.
—Es que... bueno, me sorprendió ver a Allen aceptando formar pareja en clase de literatura y verlo sonriendo.
Había algo en su mirada. No me estaba diciendo la verdad.
—¿Eres su novia? —pregunté asustada.
—¡¿Que?! No, no, no me atrevería acercarme a Allen jamás —contestó al instante—. No creo que nadie se atreva a meterse con Allen.
—¿Por qué?
—Porque es Allen —dijo con obviedad.
O se explicaba o mi cara se quedaría con expresión de confusión para siempre.
Ella se detuvo en medio del pasillo, miró a los lados y suspiró antes de explicarme.
—Allen Blythe, es uno de los mejores y peligrosos alumnos que tiene este instituto. Su padre es un importante abogado con influyentes contactos, eso, de alguna manera le da el derecho de hacer lo que le venga en gana aquí... y donde sea. Ha hecho de este lugar y de sus alumnos lo que le da la gana, empezó con sus impresionantes fiestas... hasta que esas fiestas se convirtieron en peleas clandestinas, juegos de apuestas inimaginables y carreras ilegales. Todo el mundo aquí lo sabe y por eso lo respetan.
—¿Estas bromeando? —pregunté mirándola con detenimiento. Esperando que dijera "claro que si, allá está la cámara"
Pero no negó nada.
—Es por eso que te pregunté si era tu amigo. Jamás lo había visto querer trabajar en parejas, mucho menos con una chica y ni hablar de verlo entablar una conversación de más de una oración.
Fruncí el ceño y la miré como si acabara de decirme que Allen tenía literalmente una cola roja y dos cuernos.
Ya sabía de las pelead ilegales, pero no sabía qué tan peligroso era en realidad. Sin embargo, para mí Allen Blythe no era el monstruo que ella decía. Era bueno, un poco engreído pero buen chico... y era casi mi amigo consolador.
—Gin, no me parece que sea como tú dices. Es decir, se que tienes razón en unas cosas que dices; por ejemplo, en las peleas. Yo estuve en una de ellas.
—¿Estuviste en la pelea de Alex? —me interrumpió sorprendida—. ¿Allen te llevó?
Negué con la cabeza.
—Digamos que llegué ahí por casualidad.
—¿Casualidad? —repitió, incrédula—. Es difícil entrar en esas peleas si no conoces algún miembro de ellas. Una vez, mi mejor amigo Chris y yo intentamos colarlos pero nos sacaron por no ser reconocidos... y eso que pagamos la cuota.
—Pues si, intentaron echarme —confesé—. Pero lo de llegar hasta ellas no fue difícil, solo tomé un taxi.
—Pero solo los miembros saben la ubicación de las fiestas, los taxistas no.
—Bueno...
—Espera... antes dijiste que Allen conocía a tu hermanastro —Oh, no. Estaba atando cabos—. ¡¿Tu hermano es Alex Scott?!
—Ese idiota no es mi hermano —aclaré de mala gana.
—¡No me lo creo, eres hermana de Alex! Debí suponerlo, por eso hablas con él y con Allen. Y yo que pensaba que tu hermano era algún otro idiota.
—¿Alex también es igual de "peligroso"?
—No, para nada, pero si es muy popular —contestó restándole importancia—. Es uno de los mejores jugadores del equipo. Aunque se rumora que quiere seguir los pasos de Allen.
¿Alex queriendo ser un idiota con poder?
Sin darme cuenta, ya estábamos caminado hacia el estacionamiento. Henry ya estaba esperándome en su auto, mirando impaciente el reloj de su muñeca.
—Tengo que irme, Gin. Llegaron por mí, pero gracias por la... información.
—Oye, lo que dije no es para que te asustes. Solo es para que tengas cuidado y sepas cómo es Allen Blythe. Tal vez esté cambiando y trata de ser mejor persona, no lo sé. Pero igual creo que mereces saber la verdad.
Asentí en forma de agradecimiento —Nos vemos mañana, Gin.
—Hasta luego.
Caminé pensativa hasta el auto de Henry. No sabia que pensar al respecto. Mi madre decía que para conocer a una persona realmente, tenías que hablar, verlo a los ojos, convivir con esa persona y solo así la conocerías realmente y no por las cosas que decía la gente sobre esa persona.
—¿Como estuvo tu día, cariño? —preguntó Henry en cuando subí y me puse el cinturón de seguridad.
—Bien —contesté, seca.
—Sabes, tenemos que conseguirte un auto. Necesitas moverte por ti misma... no digo que me moleste venir por ti, hija —dijo mientras salía hacia la carretera—. ¿Sabes conducir, Alice?
Negué con la cabeza.
Si sabia conducir, pero... no me gustaba hacerlo. No me gustaba estar al volante, habían pasado dos años desde la ultima vez que conduje un auto y nadie más que mi mamá y mi tía sabían la razón. Nadie más podía saberlo y mucho menos Henry.
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