Capitulo 3 El consolador

En ese momento no pude decir nada. Solo apreté mi mandíbula y subí a su auto complemente cayada. Él tampoco dijo nada, así que, el camino a casa fue un abrumador e incómodo silencio.

Al llegar a casa, apenas aparco el auto, me bajé antes de que volviera abrir la boca, no tenía ganas de volver a escucharlo. Sabía que era un grandísimo error haber venido hasta acá, no debí, mi madre no debió obligarme a tener que convivir de nuevo con él.

En cuanto entre a mi habitación, no pude más y terminé derramando lágrima tras lágrima. No me podía engañar, me dolían profundamente las palabras de Henry... lo odiaba, si, pero también en el fondo, muy en el fondo tenía la estupida esperanza de que tratara de entender su error y se disculpará, pero era obvio que yo no importaba, solo le importaba su nueva familia y la reputación de él mismo.

No sé cuánto tiempo pasó cuando escuché un ruido en el balcón, me sobresalté al ver una figura masculina detrás de la puertita. Por un instante consideré que fuese el estupido de Alex haciéndome una broma en venganza por desafiarlo en las peleas, así que, dispuesta a enfrentarme a él, me limpié las lágrimas, me levanté de la cama, me acerqué a la puerta, la abrí con cuidado y me quedé muy sorprendida al ver quien era.

¿Que demonios hacía aquí?

Allen se encontraba de pie bajo el marco de la puerta del balcón. En cuanto sus impresionantes ojos azules se posaron sobre mi, su pesada y dura postura se relajó.

—¿Estabas llorando? —preguntó tras un momento.

—¿Que haces aquí? —le pregunté, ceñuda.

—Quería... disculparme, tu bofetada me hizo recapacitar, yo te busque y idiota me dijo que te atraparon a ti y a Mike —respondió—. Fui a la estación de policía y me dijeron que tu padre ya había pagado la fianza.

—Estoy bien —afirmé—. No era necesario que hicieras todo eso.

—Claro que era necesario, pequeña rebelde —replicó, tranquilo pero al mismo tiempo con algo de preocupación—. Estabas llorando ¿verdad?

Y por más que quise negarlo y decirle que no era de su maldita incumbencia, que se largará y me dejará sola, fui traicionada por mis lágrimas. No puede más y negué con la cabeza sintiendo como las lágrimas mojaban mis mejillas.

Me sentí tan expuesta en ese momento que intenté retroceder. Pero ya no había vuelta atrás, estaba parada frente a un chico al que apenas conocía llorando a mares.

Por un instante parecía confundido, sin saber qué hacer o que decir. Pero no lo pensó tanto, se acercó para consolarme atrayéndome hacia él y apretándome contra su pecho. Instintivamente hundí mi cabeza en su cuello y traté de calmarme a mí misma.

—No quiero estar aquí —sollocé—. Solo quiero regresar a casa con mamá, que me abrace y me diga que todo estará bien.

Si decir nada, comenzó a acariciarme el cabello. Estaba logrando tranquilizarme con sus caricias, su abrazo y la fragancia de su perfume.

—Todo estará bien —susurró sin dejar de acariciarme cuidadosamente.

Sentí como poco a poco mi estado de ánimo se regulaba.

—¿Que hacia tu madre? —murmuró muy cerca de mi oreja.

—¿Eh?

—Para hacerte sentir mejor —se explicó—. ¿Que hacia? Solo espero que no digas que te cantaba porque creo que un gato ronco lo haría mejor que yo.

Me separé de él negando con la cabeza. —No tienes que hacer nada.

—No tengo nada más interesante que hacer a mitad de la noche —se encogió de hombros, tranquilamente.

Dejé de llorar.

—Eres un buen consolador.

Y al instante en que Allen soltó una carcajada me arrepentí de haber usado esa palabra.

—Mira que me habían llamado de todo pero consolador, es lo mejor que me han dicho.

—Eres un tonto —reí junto con él, limpiándome las lágrimas.

—Prefiero consolador. Gracias.

—¡Cállate!

Él se quedó pensativo un momento antes de volver hablar.

—Es la primera vez que hago reír a una chica.

—Pues felicidades, oficialmente ya sabes ser un buen amigo —esbocé media sonrisa un poco triste y levanté la cabeza para mirarlo mejor—. Deberías estar enojado por la bofetada que te di y no estar consolándome, Allen.

—Oh, lo estoy. Ninguna chica me había golpeado antes. Pero al parecer no puedo enojarme contigo. Es muy frustrante... eres muy frustrante, Alice.

—Lo siento...

Ambos nos quedamos en silencio por un momento.

Carraspeé, nerviosa —¿Que pasó con la pelea? Supongo que perdiste tu dinero.

—No. Todos estaban preparados por si aparecía la policía —dijo en un todo tranquilo—. Ahora mismo, están festejando al ganador. Ósea a Alex.

¿Que?

—¿Y por qué no estás allá celebrando también?

—Ya te lo dije, quería disculparme.

—Habló en serio Allen, deberías ir...

—¿Ya somos amigos? —preguntó ignorando mis palabras—. Dijiste que ya sé ser un buen amigo...

Seguía mirándolo confundida.

—Pues eso cre...

—Me alegra oírlo porque muero de sueño y me puedo quedar a dormir aquí, con mi amiga —me interrumpió quitándose la camisa y rodeándome para entrar en mi habitación.

—¡¿Pero qué haces?! —me alarmé.

—Es muy incómodo dormir con ropa —explicó—. No te incomoda ¿verdad?

Y en cuanto se quedó sin camisa, me perdí en esa espalda bien formada, ese abdomen bien marcado, esos brazos, ese...

Ejem...

¡Concentración!

No había duda que sin camisa se veía mucho mejor.

—¿Tú duermes con esa ropa? —preguntó dejándose caer en mi cama como si nada.

¡Vista al frente!

—No... pero tampoco duermo semi desnuda con mis nuevos amigos.

—¿Así que duermes semi desnuda? —sonrió con picardía.

Negué con la cabeza divertida, me giré para ir a buscar mi pijama que solo usaba en pijamadas... ya que... si... yo era de las que prefería dormir solo en calzones y blusas que me taparán media nalga. Pero ese dato no se lo iba a confirmar a Allen.

En cuanto salí del baño, me acerque por el otro lado de la cama frotándome los ojos. Estaba realmente cansada.

—Ni si te ocurra intentar hacer nada conmigo —le advertí—No tienes idea de lo que soy capaz.

Él sonrió.

—Me golpeaste por impedirte algo, creo que me doy una idea.

—Tú me invitaste y luego me quisiste hachar, fue muy normal mi reacción de la bofetada.

—No quería que te acercaras a esa pelea.

—Eso me hubieras dicho.

—Si... —se quedó pensativo—. No soy muy bueno en eso de la comunicación con mis nuevas amigas.

En cuando me metí a la cama, me quede viendo el techo, moría de sueño pero no lograba dormirme. Las palabras de Henry no dejaban de sonar en mi cabeza.

—¿Quieres que te cuente un cuento para que te duermas, amiga? —susurró Allen. Sentía su mirada en mi perfil, pero yo no me animaba a mirarlo a los ojos.

Aún me sentía avergonzada.

Apenas lo conocía y ya le había gritado, golpeado, me había visto llorar y estaba sin camina en mi cama.

—No tengo cinco años —protesté—. No necesito cuentos para dormir.

—¿Quieres una historia para dormir? —corrigió, entonces—. Para adultos. Señora de más de ochenta años.

Me reí ante su comentario y me acomode para mirarlo también.

—Eso está mejor.

Él sonrió satisfecho antes de hablar. —Bueno, pues... había una vez, un rata muerta en un callejón...

—¿Que clase de historia empieza así? —me reí—. Es horrible.

—La mía, así que cállate y presta atención.

—Bien, lo siento, prosigue.

—Lo que no sabes, es que esa rata tenía más de treinta años muerta y se veía igual que el primer día, por eso nadie la movía de allí... solo pasaban y la miraban asombrados... hasta que un día, un chica, a la que le gustaba azotar puertas y le encantaba con todo el corazón llevar la contraria —me apuntó—. decidió moverla de ahí...

No hablo más, se quedó callado mirándome.

—¿Yyyyy? —lo incité a proseguir.

—Nada, ya se me corto la inspiración. Duérmete.

—Eres pésimo contando historias —dije, divertida.

—¿Se me da mejor ser consolador? —sonrió con picardía.

En cuanto le puse mala cara, comenzó a reírse.

—No vas a superarlo, ¿verdad?

—Oh, créeme, me costará superarlo.

Negué con la cabeza divertida y quede mirándolo un momento.

—Gracias por todo, Allen.

—Supongo que eso hacen los amigos ¿no?

—Si.

Él tardo un momento en responder, pero al final lo escuche murmurar:

—Descansa, Alice.

*******

En cuanto abrí los ojos, me quedé observando el techo desconcertada. Hasta que recordé donde estaba y lo que había pasado. Busqué a Allen con la mirada, pero no había rastro de él por ningún rincón.

Se había ido.

Al menos se hubiera despedido ¿no?, No, es decir, no tendría porqué... o ¿si?

Me froté los ojos tratando de acomodar mi cabeza y como pude arrastré mi culo hacia el baño. Me observé en el espejo...

¡No puede ser, que espantosa me veo!

Tenía la cara hinchada de tanto llorar y el poco maquillaje que llevaba se había corrido, dejándome una apariencia de mapache. Rápidamente entre a la ducha y me di un baño, el agua caliente me hizo sentir un poco más relajada, así que, ya estaba de mejor humor.

Poco después estuve a punto de salir de la habitación cuando tocaron mi puerta.

—¡Sea quien seas, ahora bajo, no presiones! —grité terminado de secar mi cabello.

Alex entró sin mi permiso y me observó de arriba abajo. Se veía realmente mal, tenía ojeras, llevaba la misma ropa de anoche y olía a tabaco.

—¿Que parte de ahora bajo no entendiste? —le dije de mala gana.

—Necesitaba comprobar por mi mismo qué estabas bien.

¿Estaba preocupado?

—Pues ya me viste —me giré para ignóralo y terminar lo que hacía con mi cabello—. Ahora ya puedes irte.

—Y también quería disculparme, Alice. Nunca pensé que serías una de las chicas que atraparía la policía anoche...

Continúe ignorándolo.

—Supuse que habías logrado escabullirte de la policía. Estaba tan emocionado por ganar que ni siquiera me di cuenta que en la fiesta no estabas tú ni Allen. Te llamé cientos de veces, después Henry me llamó y me contó lo qué pasó y que creía que había sido muy duro contigo...

—¿Ya terminaste? —pregunté secamente.

—Si tú me lo pides, hablaré con Henry, le contaré toda la verdad, te lo prometo, haré que te pida una disculpa por no escucharte —la verdad es que sonaba muy afligido.

Hasta me removió un poco el corazón.

¡Pero solo un poco!

Y a ver, también fue culpa mía, para empezar yo no debía estar en esas peleas... si tan solo lo hubiera escuchado.

—¿Que puedo hacer para compensarte? De verdad hago lo que sea.

—Desaparecer de este mundo, eso si que me ayudaría —aún estaba enojada, pero no con él, si no con Henry y estaba consiente que lo estaba pagándolo con él.

—Eso no lo puedo hacer, pero algo parecido si —me miró esperanzado—. Haré que nadie te moleste hoy, hoy será tu día, solo para ti, te traeré el desayuno, la comida y la cena para que no veas a tu padre ¿Quieres?

¿Que si quería? Claro que si, pero preferiría no verlo por seis meses, no solo por hoy. Me mordí el labio inferior considerándolo seriamente.

—¿Y supongo que quieres mi silencio a cambio?

Para mi sorpresa él negó con la cabeza.

—Solo quiero que me perdones por no cuidarte. Si quieres contarle a tu padre de las peleas ilegales, la droga y el dinero, no voy a negarlo.

Me dejó completamente desconcertada.

—¿Eres consciente de que no tienes toda la culpa?

—Si que la tengo. Mira, se que tú también te equivocaste en querer hacer lo contrario a lo que se te dijo y todo eso... pero debí buscarte en cuanto se escuchó la policía, debí preocuparme por ti y no por llegar a la fiesta.

—No soy nada tuyo, no tienes porque preocuparte por mi —le recordé.

—Claro que tengo que preocuparme por ti, eres la hija del esposo de mi madre. Mi madre quiere a tu padre y a ella le importas, lo que significa que también debes de importarme a mi.

¡Que boni...

CÁLLETE.

—Alex, agradezco eso, lo digo de verdad. Pero no intentes que nos llevemos bien, ¿okey? En cuanto pueda volveré con mi madre y jamás volverán a saber de mi.

—No nos culpes también a nosotros por los errores de tu padre, mi mamá...

—Se muy bien que tu mamá y tú no tienen la culpa de nada, también se que son buenas personas, más tú madre, pero no me interesa involucrarme con ustedes.

Él dudo un momento antes de volver hablar.

—Está bien. Al menos déjame compensarte este día.

—No le diré nada a Henry ni a tu madre—le aseguré—. Además, ni siquiera me creerían. Eres el hijito perfecto.

—De perfecto no tengo nada —murmuró.

Lo miré un segundo, por primera vez, parecía honesto. Me sentía mal por no poder comprenderlo y querer lo mismo que él. Pero tenía mucho coraje guardado.

—Bien, dejaré que me recompenses.

A él se le iluminó su horrible cara, salió casi corriendo de mi habitación y regreso a los pocos minutos con el desayuno en una bandeja. Eran waffles y olían de maravilla.

—Los preparó Caroline, así que puedes comerlos con toda la seguridad de que no los envenené.

Lo miré extrañada.

—¿Quien es Caroline? —pregunté desconfiada.

—Oh, es verdad, aún no la conoces. Es la cocinera de la casa.

Hasta tenían cocinera.

Y yo en casa no comía solo por no hacerme de comer yo misma.

—Gracias, Alex —me obligué a sonreírle—. Y vete a ducharte, hueles horrible y pareces un vagabundo.

Él dudo un momento antes de sonreír y asentir. Salió de mi habitación sin decir nada más dejándome desayunar tranquila.

El resto del día me la pase ordenando mi habitación, viendo películas y hablando con mi tía para saber como seguía mi madre, quién afortunadamente estaba mejor, no pude hablar con ella por que dormía casi todo el día, pero saber que estaba bien me tranquilizaba. Omití el pequeño detalle de ayer, Henry no lo había mencionado y yo tampoco pensaba hacerlo.

Nadie más que Alex aparecía en mi habitación a preguntar si necesitaba algo o si quería algo más, me había traído la comida y la cena, lucia agotado pero no se quejo en ningún momento.

Por la noche, decidí salir y encarar de una vez por todas a Henry. Estar todo el día aislada me hizo sentir más tranquila y relajada. Solo necesitaba un tiempo a solas conmigo misma y eso me lo había dado la garrapata apestosa.

Cuando salí, él estaba tumbado en el piso, recargado frente a mi puerta, completamente dormido.

Pobre, estaba cansadísimo.

Lo miré con la cabeza ladeada.

Con suavidad lo pateé con el pie para que se despertara. —Alex...

Él solo gruñó y musitó algo que no fui capaz de entender.

—¡Alex! —insistí con más fuerza.

Él abrió los ojos y dio en respingo, yo me mordía la lengua para no reírme.

—¡¿Que pasó?!

—Que te quedaste dormido en el piso, idiota.

—Si... —se paró con dificultad—. Ya me quede sin espalda y cuello.

Negué con la cabeza, divertida.

—Vete a descansar.

—¿No necesitas algo más?

—Lo que sea que necesite ya puedo hacerlo por mi cuenta —le aseguré—. Y a ti te urge una cama.

Él dudó un momento pero al final accedió y se fue a dormir. Así que, no me quedo más que bajar y encontrarme con mi progenitor.

Pero para mi sorpresa, no había rastro de nadie, solo estaba una mujer en la cocina, ella debía ser Caroline, la cocinera.

—Señorita, Alice —me saludó sonriéndome amablemente—. Un gusto al fin conocerla.

—El gusto es mío —le devolví el gesto—. ¿D-donde... esta el señor Henry?

—Él y la señora salieron a una cena de negocios —me informó mientras picaba algunas zanahorias.

Bueno, eso estaba muy bien. No tendría que verlos.

—¿Está preparada para mañana? —me preguntó sin quitar la vista de sus zanahorias.

—¿Mañana?

—El instituto, su primer día —aclaró.

Oh, vaya, ni siquiera recordaba que mañana tendría que empezar de cero. Solo me quedaba medio año para graduarme y largarme a la universidad, tiempo que tendría que pasarlo con Henry.

—Claro —dije sin entusiasmo.

—Le irá muy bien, ya verá —sonrió—. Y su uniforme ya llegó, la señora Julie lo tiene.

Sonreí, pero mi sonrisa se esfumó en cuanto Henry entró en la cocina acompañado de Julie.

—Alice...

No dije nada.

—Caroline, necesito que me ayudes en algo —le dijo Julie soltando a su marido del brazo.

—No, no, mis zanahorias no se pican solas señora Jones —protestó ella con una mano en la cintura.

—Caroline —Julie la miraba de forma significativa—. Tus zanahorias te esperarán, yo te necesito.

Caroline le rodó los ojos y caminó hacia Henry para entregarle el cuchillo en sus manos —Usted piqué mis zanahorias.

—Claro que si, señora —le dijo él antes de verla salir junto a su esposa de la cocina.

No puede evitar reírme de la escena. Caroline ya me caía bien. Henry tomó el lugar de ella y comenzó a picar sus zanahorias.

—¿Te sientes mejor? —preguntó tras un largo silencio.

Entorné los ojos, confundida.

—Alex dijo que necesitabas descansar todo el día, ayer te sobrepasaste. Dijo que estabas muy cansada.

—No, no estaba cansada, estaba furiosa contigo por gritarme sin siquiera escucharme —corregí.

—Lo siento.

Su mirada no transmitía lo que decía, los ojos de Alex me mostraron que de verdad se sentía culpable, los de Henry no tenían ni una pizca de remordimiento.

—No lo sientes.

No dijo nada.

—¿Que te hizo cambiar de opinión? Anoche era una estupida por involucrarme con drogadictos y un desastre y... ¿Ahora dices que lo sientes?

—Julie, me hizo ver que fui un poco duro contigo. Además, la última vez que las vi... a tu madre y a ti, no estaba en mi mejor momento, supongo qué ahora tú pasas por lo mismo —ni siquiera tenía el valor de verme a los ojos—. Es mejor olvidar todo lo qué pasó y empezar de cero ¿no crees?...

Parpadeé, perpleja, no podía creer que para él fuera tan fácil decir "Olvidémoslo" sin siquiera darme una explicación o una disculpa verdadera.

—Piensa que nos acaban de dar el mejor regalo del mundo, que es recuperar el tiempo perdido...

—Hubiera preferido que me regalaran un viaje a Europa, no tiempo contigo —lo corté.

—Alice, solo quiero ser tu padre.

—Mi padre —repetí con una risa amarga—. ¡Tú no sabes ser un padre!

—Alice, tienes que olvidar lo qué pasó antes, por tu bien, por el mío, tanto odio que llevas dentro acabará destrúyete...

—¡Es que yo no soy como tú! ¡Yo siento! ¡A mi si me dolió lo que hiciste conmigo! ¡Lo que le hiciste a mi mamá! ¡Yo no olvidó tan fácil como tú!

—Cariño... nunca he dejado de quererte, pero en ese momento de mi vida yo —se corto a sí mismo.

No iba a decirme nada. No le importaba.

—Sólo se... que si me hubiera quedado, habría sido peor para ti —añadió.

—¡¿Peor?! —repetí.

Tenía la respiración agitada y mi voz comenzó a temblar, pero en ese momento me daba igual.

—¡No, lo peor fue como me hiciste sentir! ¡Lo peor fue que pase noches sin dormir por tú culpa! ¡Lo peor fue que crecí pensando que era una mala hija y por eso te habías ido! ¡ESO FUE LO PEOR!

—Alice, se que ahora estás molesta —empezó con un hilo de voz—. Pero estás siendo muy injusta.

No me lo puedo creer.

—¿Injusta yo? ¿Por qué papá?

Baje la voz, tratando de controlarme.

—Por qué ni siquiera tratas de olvidar, me tratas como si no fuera tu padre cuando deberías respetarme y créeme que estoy tratando de ser paciente contigo. Lamento haberte gritado como lo hice anoche, pero...

No lo dejé terminar, me di media vuelta y subí hacia mi habitación.

Sabia que si seguía escuchándolo, más me enojaría, mi rencor hacia él crecería aún más y la verdad es que yo no quería. No quería odiarlo y no por él, si no por mi. No quería guardar tanto odio en mi corazón.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top