🍭El día que me llamaste "Papá"🍭
Aquel día le tocaba Home Office mientras Emma iba a sus clases en la universidad.
Despertó animado como cada mañana, tomó un baño, lavó sus dientes y volvió a colocarse su pijama junto con las pantuflas con forma de conejo que su esposa le había regalado en su último cumpleaños. Observó el cielo mañanero desde su ventana y corroboró que sí, hoy probablemente llovería.
Qué buen día para quedarse en casa.
Mientras se preparaba un tazón de café bien cargado escuchó mediante el intercomunicador las risas de su pequeña hija.
– Así que ya has despertado –le habló al aparato con una sonrisa alegre.
Se dirigió hacia la habitación de la niña y abrió sigilosamente la puerta esperando que ella no se diera cuenta. Nora intentaba bajarse de la cuna sin hacer demasiado ruido, lo que hizo a Norman reír en voz baja, después de todo no era raro observarla hacer eso cada mañana.
Con tan sólo ocho meses, su bebé intentaba independizarse mostrando que podía bajarse sola de su cuna. Emma en numerosas ocasiones la había pescado en pleno acto vandálico y la había regañado, mas Nora le respondía igual o más enojada diciéndole quién sabe qué cosas, pues todavía ni siquiera había dicho su primera palabra inteligible.
– ¿Qué cree que está haciendo, jovencita? –preguntó el peliblanco abriendo por completo la puerta.
La pequeña se sobresaltó por el susto y al ver a su padre con los brazos cruzados sonrió mostrando sus dos dientitos delanteros.
– ¡¡AHH!! –exclamó eufórica moviendo su cabeza de lado a lado y zapateando en su lugar.
– Buenos días para ti también, mi dulce princesa –saludó lleno de amor en su mirada.
La tomó en brazos y la lanzó hacia arriba para luego atraparla y abrazarla. Nora rió divertida ante tal acción y luego besó la mejilla de su padre.
– Papá está aquí. Paa-paa, ¿Entiendes? Paaa-pá –gesticuló lentamente mientras su hija lo miraba atenta.
Nora hizo ruido con su boca y luego soltó una carcajada.
– Algún día lo dirás, yo sé que sí –murmuró su padre con esperanzas.
Lo cierto era que él y su esposa habían hecho una apuesta el día que su hija nació y quién la ganara recibiría premio doble. Si Nora decía "Mamá" antes que "Papá" entonces Norman tendría que correr en ropa interior por todo el campus de la universidad de Emma portando un cartel enorme con la frase "Mi esposa es la mejor y yo me someto ante ella", y si sucedía lo contrario entonces ella tendría vestirse de Bombón, de las Chicas Superpoderosas, y arrojarse en paracaídas en el próximo evento de San Valentín con un cartel que dijera "Mi esposo es mejor que Christian Gray y yo soy su Anastasia". Ah, el segundo premio era el orgullo de ser el favorito de su pequeña hija, pero a decir verdad Nora los amaba a los dos por igual y los sometía a los dos... por igual. La gracia era ver quién de los dos tenía mayor influencia sobre ella para enseñarle su primera palabra, y Norman estaba decidido a ganar sea como fuera.
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Ese día fue tan tranquilo como lo era habitualmente. Mientras Nora desayunaba con su mamadera se entretenía viendo su película favorita, Mi vecino Totoro, y cada vez que el personaje aparecía en pantalla ella se emocionaba y se lo enseñaba a su padre. Norman, mientras tanto, tecleaba en su computadora mientras investigaba en su tablet, cada tanto recibía llamadas que receptaba desde su auricular y daba indicaciones de distinta índole. Nada particularmente nuevo, otro día normal de home office.
A la hora del almuerzo preparó la comida de Nora y la suya, y justo cuando ambos se sentaron a la mesa Norman recibió una videollamada de Emma.
– Princesa, mira quién está al teléfono. Di hola.
Nora observó a su madre en la pantalla del celular y comenzó a mover los pies y las manos mientras hacía un escándalo de emoción por ver a su madre.
– ¡Hola, Nora! ¿Cómo está la pequeña hermosura de su madre? ¿Estás por comer? –la niña no paraba de gritar y reír por la emoción, alternando su vista entre el teléfono y su padre mientras movía frenéticamente sus piernas y brazos–. ¿Estás feliz? ¿Sí? Di Mamá. Di Maaa-má. ¡Mamá!
– Ya, ya, ya es suficiente, no juegues sucio conmigo enfrente –se quejó en broma el hombre. Emma rió a carcajadas.
– ¿Cómo que jugar sucio? A mí no me engañas, ¿Crees que no sé que le intentas enseñar a decir "papá" cada vez que no estoy? –fue el turno de Norman de reír a carcajadas–. De seguro hasta le has mostrado infinidad de veces ese vídeo interactivo que le enseña a decir papá.
– Oye, espera, ¿Cuál video? –preguntó confundido.
– ¿Cuál video?
– Mencionaste un vídeo que enseña a decir papá.
– Yo no mencioné nada –respondió fingiendo desentendimiento.
– ¡Emma! –regañó Norman con una ceja elevada. La susodicha infló sus mejillas y fingió cerrar sus labios con llave.
Norman se apresuró a buscar en la aplicación del televisor algún vídeo con similares características. Y lo encontró.
– ¿"Enseñarle a decir mamá"? ¡Y está marcado como visto! ¡Eres una tramposa! –exclamó indignado.
– Ay, por favor, no me digas que no viste el que es para decir papá. ¡Son clásicos! –se excusó la pelirroja.
– Vas a perder. Tú. Vas. A. Perder –dijo Norman como si se tratara de una declaración de guerra.
– Suerte con eso, mi amorrr –provocó ella de vuelta, sonriendo fanfarrona y con una ceja elevada–. ¡Buen provecho, Nora! –exclamó juguetona antes de cortar la llamada.
Norman bufó molesto. ¿Así que su esposa quería jugar así de sucio? Bien, así de sucio jugarían.
El resto del día, Norman se la pasó entre juegos y películas con su hija, recordándole cada vez que podía que debía decir "Papá", mas no conseguía otra palabra que no fuera "Baba". ¿Su Home Office? Delegado a su secretario Vincent, él sabría manejarlo, ganar la apuesta contra su esposa y tener el privilegio de ser la primera palabra de su hija era más importante que cualquier papelerío o reunión interempresarial que tuviera pendiente.
¿Había conseguido algo hasta la hora de regreso de Emma? Sí, Nora por fin se había dormido y el bulto en su frente había disminuido considerablemente.
– Ya llegué, amor –habló Emma por lo bajo al notar el llamativo silencio que reinaba en la casa–. ¿Qué te pasó? –preguntó con preocupación al ver el bulto en su rostro.
Tal vez no había disminuido tanto como él creía.
– Creo que la presioné de más con el tema. Me arrojó con el control remoto cuando interrumpí el reencuentro entre Raya y Sisu –Emma trató de aguantarse en vano la risa–. Es gracioso cuando no es a ti a quien le creció una bola en la frente –Emma apretó los labios para evitar decir algún comentario sarcástico.
– Para mí te sigues viendo sexy y hermoso –dijo en cambio.
Norman sonrió de lado, tomando a su esposa por la cintura y acercándola lo suficiente a él para por fin besarla como debía. ¿Cómo pelear siquiera en broma con una mujer como ella?
– Ya creía yo que te habías olvidado de saludarme.
– ¿Y perderme la oportunidad de besarte y abrazarte como yo quiera? No, no lo haría.
– ¿De qué hablas? –preguntó entre risas–. Cómo si no te permitiera besarme y abrazarme cada vez y como tú quieras.
– Sí pero es mejor cuando vuelvo a verte luego de pasar todo un día lejos de ti –volvió a besarla mientras recorría su espalda con ambas manos, en tanto Emma enredaba sus dedos en el sedoso cabello de su esposo.
Ambos quisieron profundizar el beso, sin embargo Emma se alejó de él y frunció su ceño mirando a ningún lado en particular.
– ¿Qué suce...?
– Shh.
La mujer volteó ligeramente en dirección a las habitaciones y se esforzó por agudizar su oído tanto como pudiera.
– Esa niña –refunfuñó reprimiendo una sonrisa divertida.
Norman la siguió hacia la habitación de la menor sin entender realmente lo que sucedía, pues a pesar de haber escuchado lo anteriormente dicho por su esposa él estaba seguro de haber dejado a Nora durmiendo plácidamente.
– ¡AJÁ! ¡Así te quería agarrar, pequeña vándala! ¡Con las manos en la masa! –exclamó Emma abriendo la puerta por completo y encendiendo la luz.
La pequeña Nora dio un pequeño salto a la par que gritaba del susto. Al ver a su madre en la puerta con sus manos en la cintura y sus labios fruncidos en un acto de "Te atrapé" Nora comenzó a hablar enojada con palabras ininteligibles, como si estuviera regañando a su madre por asustarla de esa manera.
– ¿Cómo? ¿Acaso estás regañándole a tu madre, pequeña rebelde? –preguntó entre sorprendida y divertida.
Nora volvió a decir algo saltando en su lugar y moviendo su cabeza de un lado hacia otro.
– ¡Ah! Yo no puedo creer el descaro de mi propia hija –se quejó teatralmente frente a ella–. ¿Así que tú eres la que engaña a su padre y luego quiere escapar de su cuna, y yo soy la mala? –la pequeña volvió a realizar los mismos gestos de molestia y aparente regaño–. ¿Es enserio? –preguntó como si enserio la hubiera comprendido, a lo que ella asintió diciendo unas cuántas palabras incomprensibles más.
Emma, boquiabierta, volteó a observar sorprendida a su esposo. Su hija realmente le discutía como si entendiera cada palabra de lo que le había dicho.
– Y prepárate para cuando empiece a hablar de verdad –sugirió Norman con sus manos en alto y tragándose las ganas de reír a carcajadas.
Emma volvió su vista a la niña que ahora la miraba expectante. Finalmente comenzó a reír con diversión por la escena montada por su hija de tan sólo ocho meses, se acercó a ella y la tomó en brazos para llenarla de besos y abrazos.
– Mi pequeña princesa rebelde, no tienes idea de lo mucho que te he extrañado –le dijo entre besos. La pequeña tan sólo reía y abrazaba a su madre con amor genuino–. ¿Te has portado bien mientras mamá no estaba? ¿Has comido toda tu comida? –la niña asintió con energía–. ¿Has cuidado bien a papá?
– ¡Papá! –exclamó Nora para sorpresa de su ambos.
La pelirroja mayor observó a su hija con una sonrisa de oreja a oreja y sus ojos lagrimosos.
– ¡Norman, Nora dijo su primera palabra! ¿La escuchaste? ¡Dijo su primera palabra! –celebró con orgullo y felicidad.
Se volteó a ver a ver a su esposo al no obtener respuesta pero entonces lo vio con una sonrisa socarrona pegada en su rostro y una ceja levantada.
– ¿Qué? –preguntó Emma confundida.
– Que yo gané.
– ¿G-ganar? Pff, ¿Qué cosas dices? Esa apuesta no era enserio, ¿O de verdad te lo creíste? ¡Qué iluso! –se burló con falsa diversión, tratando de desacreditar el pacto realizado hacía casi un año.
– Buscaré el vestido más rosa que exista para que combine con tu cabello y desde ya iré reservando un turno para salto en paracaídas el catorce de febrero.
– Eres un exagerado y un resentido, no me harás cumplir esa absurda apuesta –dijo riendo con sarcasmo–. ¿O sí? –preguntó ahora alarmada al ver que su esposo no reía con ella.
– Del enorme cartel se encargará la empresa de Ray, sé que harán uno excelente y vistoso que se lea desde cualquier parte de Japón.
– Exagerado –acusó Emma entrecerrando sus ojos.
– Prefiero que me digas "ganador", amor –pidió fanfarrón antes de plantarle un beso fugaz en la frente.
Emma bufó con falsa molestia y terminó riendo junto a su esposo. Nora también reía con emoción y alternaba su vista entre ambos.
– ¡Papá! ¡Mamá! –exclamó enérgica y con diversión.
Emma comenzó a gritar de la felicidad mientras abrazaba a su hija y saltaba en su lugar con ella a cuestas. La pequeña no paraba de reírse y mover sus brazos y piernas.
– ¡¿Escuchaste eso?! ¡¿Lo escuchaste?! ¡DIJO MAMÁ! ¡MI NORA DIJO MAMÁ! – exclamó eufórica, lanzando a la niña en el aire y atrapándola a modo de juego. Norman reía y festejaba junto a ambas las primeras palabras de su querida hija.
– Entonces supongo que es un empate. La apuesta queda anulada –dijo Norman con inocencia.
Emma volteó a verlo con su mejor cara de confusión.
– ¿De qué hablas? Nora dijo sus primeras palabras, así que ambos perdimos. Los dos tendremos que cumplir con lo pactado.
– ¿E-eh?
– Saca tus mejores calzones, cariño, el cartel está preparado desde hace meses –comentó como si nada mientras continuaba jugando con su hija.
– ¡Papá! ¡Mamá! –exclamó Nora nuevamente, siendo festejada por su madre.
Norman cerró los ojos y sonrió con muchos sentimientos encontrados, estaba feliz por su hija, apenado por tan infantil apuesta, avergonzado por el castigo y le divertía imaginarse la situación de ambos el próximo catorce de febrero.
Vaya ideas locas que sólo a él se le ocurrían seguirle a su esposa.
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– Dime que tienes la cámara lista.
– ¡Que sí, mujer! ¡Ya déjame en paz!
– ¡A mí no me hables de ese modo, grosero! –exclamó una joven de gafas a la par que golpeaba la nuca de su esposo.
– Oye, no, n-no llores, Gilda. ¡Ahh, lo siento! –se apresuró a disculparse en tanto la vio hacer un puchero y ojos de perrito mojado–. ¡T-te compraré una sandía! ¿Qué te parece la idea?
– ¡No intentes comprarme con esa idea, idiota! –dijo con molestia, volviendo a golpear la nuca del hombre–. Pero más te vale no olvidarlo o no te lo perdonaremos –murmuró lo suficientemente alto como para que sólo él escuchara.
Don sonrió apenado y luego abrazó por la cintura a su esposa.
– ¡¿Llegué tarde?! Díganme que no porque vine tan rápido como pude.
– Tranquila, Anna, el show todavía no ha comenzado.
– Ay, gracias a Dios. Ray me pidió de último minuto que pasara por su departamento a buscar la cámara y juro que si los pensamientos mataran ya lo habría asesinado de mil formas distintas.
– ¿Pasaste por su departamento? –preguntó Don confundido–. ¿Cómo has entrado? Sólo tiene dos copias de la llave y la de repuesto la guarda quién sabe dón... ¡Auch! –exclamó sobando su abdomen.
– Dijiste que nos comprarías sandía, ¡Apúrate o el antojo será peor!
– ¿Qué? Pero Norman y Emma...
– ¡Pues date prisa!
– Siempre yo, siempre yo. Los hombres también deberíamos embarazarnos para que vean lo que se siente ser el mayordomo... –se fue refunfuñando por lo bajo.
Anna sólo reía entre divertida y todavía algo nerviosa.
– Mmh, esas mejillas rojas te delatan, amiga. Tú no pasaste por el departamento del emo, tú te quedaste en su departamento –afirmó con una mirada de complicidad.
– ¡Ay, ya cállate! –pidió aún más roja–. Mejor cuéntame cómo estás tú y tu embarazo, ¿todo bien?
– Yo estoy de maravilla, el que tiene los malestares es Don así que es una gran ayuda para mí –comentó con diversión.
– Pobre Don...
– Bueno, él era el que decía que quería sentir lo que es estar embarazado, así que ahí tiene la mitad de la experiencia. Somos una pareja que lo comparte todo.
Ambas mujeres rieron por lo bajo ante dicho comentario.
– ¡Ah, ya va a empezar! ¿Dónde estará Ray? –preguntó Anna en distintas direcciones.
– Sabes que es el que más disfruta de este evento. Probablemente está terminando de ultimar los detalles para que pasen los desgraciados.
Nuevamente, rieron a carcajadas.
De repente, una avioneta voló bajo por los cielos, llamando la atención de todo el público allí presente. Don se apresuró a llegar con las mujeres en tanto cargaba una bolsa con una gran sandía alrededor de su cuello, y Gilda encendió la cámara enfocando la avioneta en todo momento.
– Esto será oro para las bodas de plata en unos años –susurró Gilda emocionada.
Comenzó a sonar una melodía extrañamente familiar para muchos, ¿No era ese el tema de inicio de las caricaturas de Las Chicas Superpoderosas? Algunos exclamaron del susto y otros de sorpresa al ver cómo una mujer saltaba del interior de la avioneta. Tras caer unos cuantos metros mientras mantenía una pose de superhéroe volador, abrió su parapente que llevaba escrito "Mi esposo es mejor que Christian Gray y yo soy su Anastasia".
Los tres amigos no pudieron evitar reírse fuerte al leerlo, así como ninguno de los allí presentes. Todo el mundo comenzó a aplaudir y vitorear cuando, desde algún lugar, soltaron globos de varios colores al cielo y la mujer seguía firme en su pose de superhéroe.
Gilda por supuesto no dejó pasar ninguna reacción.
De repente la música cambió y ahora se dejaba escuchar el estribillo de la canción "Hombres ser", de la famosa película de Mulán, mientras en el boulevard iban corriendo dos hombres, uno con una niña a cuestas –la cual reía y se movía divertida por la situación– y una cámara en alto que grababa al segundo, que corría tan rápido como podía para alejarse de la multitud que le silbaba y lo vitoreaba por animarse a hacer ejercicio en esas condiciones... O tal vez por el hecho de llevar un cartel de cuerpo completo que enseñaba la leyenda de "Mi esposa es la mejor y yo me someto ante ella" tanto en el torso como en su espalda.
– ¡ÁNIMO, NORMAN! ¡ENSÉÑALE A TU HIJA LO QUE ES SER UN VERDADERO HOMBRE! –gritó Ray riendo a carcajadas como nunca antes se lo había visto.
– ¡PAPÁ! ¡PAPÁ! –exclamó Nora de igual manera.
Y Norman tan sólo sonrió como si nada más importara.
Las cosas que uno hacía por amor a su familia... Y también por culpa de una apuesta.
Fin :)
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Notas de autor:
No estoy tan segura de que haya quedado tan cómico como lo imaginé en un primer momento pero me seguiré esforzando en el siguiente One Shot jajajaja.
Espero que les haya gustado, nuevamente la inspiración salió del fanart que pueden ver (un tantito editado) en la portada y que trataré de dejarles a continuación pero original (si es que aprendo cómo hacerlo porque aún soy nueva con esta plataforma de escritura jaja :'D).
Generalmente busco las imágenes en Google, por lo que no sé quién es el artista de este bello dibujo, si alguien lo sabe entonces agradecería mucho que me lo dejara en los comentarios para darle su debido reconocimiento.
Muchas gracias por pasarse y darle una oportunidad a este fic.
Nos estamos leyendo pronto!! O.-/
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