Capítulo 9: Cena
Todo el recorrido se la pasaron hablando sobre la posibilidad de contratos en un futuro con otras empresas más reconocidas. Yo me encontraba aburrida, tecleandole a Bill para ver si aun seguía lejos de la realidad o había decidido aparecer.
Él fue bueno (porque ya me encontraba preocupada), y me contestó, haciéndome sentir alivio por saber que estaba mejor.
Hellboy: Me extrañaste tanto que no podías dejar de pensar en mí?
Yo: Que mierda, idiota. Solo estaba levemente preocupada.
Hellboy: "levemente"
Yo: Como te sientes?
Luego de unos segundos, que parecieron eternos, Bill respondió mi mensaje.
Hellboy: Han habido días mejores
Sentí que no estaba del todo bien, pero lo comprendía en lo absoluto. ¿Quien lo estaría en su posición?
No seguí respondiendo los mensajes de Bill, pues ya habíamos aparcado en el restaurante en el que cenariamos junto a la familia Lawrence. Mi padre había permitido las llaves al ballet para que pudiera posicionar en un mejor sitio el auto, así que no nos preocupamos demasiado por ello.
Al entrar a Mainor's, las personas no se fijaban mucho en nosotros y se disponían a conversar esperando alguna reservación en la entrada. Mi padre, Fredrick, se acercó con gracia al mostrador donde una joven guapa indicaba las reservaciones de cada quién. Él no dudo en saludar amablemente y luego mencionar el apellido que se encontraba en la lista. A lo que la chica, con una sonrisa, nos pidió que la siguieramos.
Habíamos ido algunas veces a Mainor's, y sí que era un buen lugar para comer, pero no era nada mi estilo. No habían hamburguesas, y mucho menos pizza o algún tipo de comida chatarra. Era todo lo que alguien— De la sociedad alta— pagaría con regularidad la mayoría de los días.
El sitio era bonito, y los comensales no paraban de charlar a nuestros alrededores. La mesa que la joven nos indicó era un poco extensa y retirada de las demás, y eso la hacía perfecta. No me sentiría tan incómoda después de todo.
—Los señores Lawrence aún no han llegado, pero podemos ofrecerles cualquier cosa que ordenen— Dijo la señorita.
—Todos estamos bien. Muchas gracias— Respondió mi madre, quién lucía algo nerviosa.
La joven se retiró al saber que no querríamos nada por los momentos. Nosotros, por nuestra parte, solo pudimos esperar.
Mi madre no paraba de hablar junto a papá que, a diferencia de ella, se encontraba apacible, imperturbable. Él no perdía los estribos tan rápido y mucho menos tan fácil, solo alguien como yo podía causar eso en él, y de la peor manera.
Lori miraba hacia todos lados y no encontraba que hacer, por lo que pude deducir. Conocía a mi hermana, y sabía que estaba esperando a el hijo de los Lawrence para poder observarlo desde lejos. También sabía que era incómodo estar juntas en la misma mesa, hombro con hombro.
La única opción que tuve fue tomar mi celular y seguir hablando con Bill, mientras que mis padres no se dieran cuenta. Texteé un mensaje rápidamente y lo envié.
Yo: Has podido vender algo?
Tardó unos segundos, pero contestó al momento.
Hellboy: Vendí un poco, pero todavía tengo de sobra.
Yo: Vaya mierda.
Hellboy: Igualmente es sábado, tendremos que buscar en que fiesta colarnos para salir de eso lo antes posible.
Yo: Cada vez que me escribes por una fiesta estoy con mis padres.
No pude evitar sonreir porque era cierto. Bill conseguía invitarme en los momentos menos indicados a las fiestas.
Hellboy: Vamos, Agatha. No me dejes solo en esto. Solo será un rato.
Yo: Primero déjame terminar la cena que tengo pendiente con mis padres. Me matarán si les digo que me voy justo ahora.
Hellboy: Aún es muy temprano, idiota.
Yo: La idiota que te va a ayudar a vender toda tu mierda.
Sentí como mis padres se levantaban de su asiento, así que subí mi mirada hacia las personas que estaban frente a mí. Guardé el celular y me puse de pie para saludarlos. Luego de que llegaron a la mesa, saludaron cordialmente a mis padres y a nosotras.
Lori no pudo disimular su sonrisa tímida al ver llegar a Gin Lawrence, vestido como todo un pingüino. Adorable.
—Me encantan estos sitios. Son realmente cómodos y familiares— Mencionó Marissa Lawrence, observando a su alrededor, ya cuando nos encontrábamos todos sentados.
Por mi parte, no pude contener una risa que pareció una tos muy rara, o eso había intentado para que no supieran que me burlaba de ella.
Era tan ostentosa y maniática que daba muchísimo miedo.
Mis padres abrían una conversación amplia con la familia, hablando sobre cosas cotidianas y simples, todo fuera del trabajo.
Ellos sabían lo que hacían. No les gustaba ser tan directos.
—¿Cómo estás, Lori?— Preguntó Gin.
Mi hermana se vió interrumpida a contestar por un mesero que acababa de llegar para pedir nuestra orden.
Todos abrimos nuestras cartas, y optamos por un platillo que nos gustara. Yo opté por un platillo de pasta Alfredo con camarones, y de entrada, obviamente nos traería un asopado. Los demás ordenaron cosas extravagantes, menos Lori y Gin, que habían decidido lo mismo.
Mi estómago comenzaba a rugir, pensando en la buena elección que había tomado con respecto a la comida.
—Disculpa por no contestarte, Gin. Estoy bien— Dijo Lori.
Gin sonrió, mostrando unos preciosos hoyuelos. Y yo más que nadie, sabía que esa era una de las debilidades de mi hermana.
Lori estaba nerviosa, no encontraba palabras para seguir una conversación con Gin. Y me sentí mal, mal por no poder ayudarla en un momento así ya que me sentía rencorosa, y también muy fuera de lugar.
Lo único que podía hacer en aquel momento era observar hacia los lados, esperando nuestra comida.
—¿Gin?— Hablé espontáneamente.
—Dime, Moira.
La señora Lawrence había lanzado una mirada de muerte hacia donde yo me encontraba, dejándome totalmente confundida. No le presté tanta atención, y me dirigí a Gin, a quien no sabía porqué le había hablado, ni tampoco que quería decirle.
—Hablanos un poco más de ti. Cuéntanos cosas que te gusten o te agraden. Me he dado cuenta de que no hemos entablado mucha conversación, y sería grato.
Lori y la madre de Gin estaban que estallaban. Una por la vergüenza y la otra por idiota. Mi madre, en cambio, sonrió hacia donde yo estaba, de una manera en la que rara vez lo hacía, pero me gustó.
—Que bueno que se vayan conociendo— Agregó mamá, como apoyo.
Yo sonreí, y Gin se removió un poco en su asiento, deslizando su mirada entre Lori y yo.
—Pues, no tengo mucho que decir. Me gusta leer y el cine, sobretodo el cine. Me encantan las películas.
Mi hermana estaba embelesada por las palabras de Gin, y pareció impulsada a preguntarle cosas.
—¿Tienes un género en específico?
—¿Que me atraiga más? Creo que eso depende muchísimo de mi estado de ánimo.
Y así, poco a poco, fueron soltándose más, e indagando un poco en la vida del otro.
—¿Te gustó One Direction? Yo era más un Rusher.
Lori rió ante aquello, lo que pareció un chiste. Estaban sonrojados por las cosas que se preguntaban, y eso parecía agradarle a nuestras familias. Verlos tan felices hacia que la atmósfera fuera diferente.
-Totalmente. Amo a One Direction aún, pero también estuve enamorada de Logan y Kendall.
Ellos rieron animosamente hasta que nuestros platos de entrada llegaron y comenzó la verdadera velada.
🌙
Luego de comer, todos siguieron platicando y yo solo sentía que me iba a morir ahí mismo. Yo creí que ese platillo sería más pequeño por las presentaciones de los restaurantes caros y lujosos, pero no, fue todo lo contrario. Era toda una montaña de comida solo para mí.
De vez en cuando chequeaba la hora para ver qué tan tarde era, y siempre me sorprendía al ver que la hora pasaba lento. No era tan aburrida pero sin duda no me sentía cómoda. Después de un rato, decidí ir al baño.
—Con permiso— Dije, tratando de ser educada.
Caminé hasta los baños y entré. No había nadie en ellos y eso para mí era muchísimo mejor. Me introduje en uno de los cubículos a hacer pipí mientras tarareaba una canción.
Era increíble la cantidad de orina que había aguantado todo ese rato solo por flojera de levantarme.
Al salir del cubículo, me dirigí a uno de los lavabos y me dispuse a lavar mis manos y revisar si no tenía algún resto de comida entre los dientes, ya que había un espejo frente a mí. Tras unos segundos, escuché como la puerta del baño se abría y Marissa caminaba hasta mi lado.
Ella no se inmutó ante mi presencia y decidió lavar sus manos igualmente. Yo la observaba por el espejo que tenía frente a ella, ya que se me hacía tan extraño que decidiera ir al baño justo cuando yo había decidido ir. No soportó las ganas de hablarme, y me miró con escrutinio.
—Dejame decirte algo, Moira.
Estuve perpleja ante sus palabras, ya que era extraño que ella se acercara a mí.
—Digame— Respondí con un poco de altanería.
—Esos zapatos— Dijo señalando al piso, dónde mis viejos tenis se abrían camino— no combinan para nada con ese vestido.
Mierda. Esta mujer si que estaba demente.
—A mí me gustaron así, así que así se quedan— Respondí cruzandome de brazos. No me dejé intimidar, porque ella no era más que yo, y mucho menos era quién para decidir qué debía ponerme y qué no.
Ella rió con un poco de cinismo, mirándome fijamente.
—Eso es algo más. Que bueno que seas tan decidida.
No entendía que decía esa mujer y porqué era tan malditamente contradictoria. No la entendía, ni quería hacerlo.
Mi rostro no supo expresar bien lo que pensaba, o eso creía yo.
—Dejame decirte una cosa, Moira. Y como buen consejo— Comenzó— No todo en la vida será siempre como quieras, o como lo pidas, pero esa determinación que tienes puede llevarte demasiado lejos.
Un silencio sepulcral amenazó el ambiente del baño.
—Y cuando digo demasiado lejos, es porque hay altas expectativas. Pero, ¿sabes que pasa cuando te determinas en cosas erradas?
No pude emitir palabra alguna. Sentí un nudo en la garganta que no me dejó hablarle o responderle.
—No. No lo sabes, niña, y te lo diré— Dijo con fuerza— Pierdes. ¡Y pierdes todo por lo que has luchado y creído! Así que espero, que las decisiones que tomes y defiendas sean correctas, porque en la vida solo hay dos caminos, y solo uno es el bueno.
Y con una mirada penetrante y un tono de voz que retumbó por todo el lugar, me dejó sin más en el baño sin palabras.
🌙
Habíamos terminado con la velada y ya estábamos por irnos, así que decidí escribirle a Bill nuevamente para ver qué haríamos está noche. Mis padres esperaban con paciencia el coche y el ballet.
Yo: Te veo en mi casa en media hora.
Hellboy: No, Agatha. Tiene que ser ahora.
Que idiota. Ahora tendría que ir como una estúpida con este vestido por toda la ciudad.
Yo: Punto de encuentro.
Hellboy: Estoy con Paul, vamos por ti.
Yo: Restaurante Mainor's
Hellboy: Elegante.
Yo: Idiota.
Mis padres ya tenían listo el auto, pero no iba a ir con ellos. Esperaría a los chicos fuera del restaurante.
—Vamos, chicas. Hora de irnos.
—Tengo cosas que hacer ahora. Iré más tarde a casa— Les mencioné a mis padres, encogiendome de hombros.
Ellos se miraron entre sí y pude percibir su desconfianza. Sabían que iría a una fiesta hoy.
Mi padre fue el primero en reaccionar. Se quitó su abrigo y me lo extendió, dándome a entender que me lo estaba prestando.
—No lo necesito, papá. Gracias.
—Si que lo necesitarás, hija. Tomalo.
Sus miradas eran distintas. La alegría se había ido y ahora la incomodidad era perceptible. Tomé el abrigo entre mis manos, sabiendo que sí tenía un poco de frío.
—Está bien.
Ellos se alejaron hasta el auto, pero antes de marcharse por completo, papá giró su rostro hacia mí.
—Trata de no volver tan tarde a casa.
Y esas fueron sus últimas palabras, antes de irse.
Papá y mamá no eran malos, solo que yo no era buena para ellos, y eso me hacía sentir peor. Olvidé todo por el frío que hacía, ya que la noche helaba, y decidí colocarme el abrigo de mi padre.
Su olor estaba intacto. Cómo si recién le hubiera puesto perfume de esos que solo él usaba, y que tanto le quedaban bien.
Luego de unos minutos pude reconocer como en la acera del frente, bajó una farola de la calle, se estacionaba un auto viejo de color blanco. Me acerqué a los muchachos y Bill asomó su cabeza por la ventana.
—¡Esto merece una foto!
—Callate, imbécil— Dije entrando al auto en el asiento de atrás.
Todos reímos y yo saludé a Paul, a quien le había salido más barba de lo normal.
—¿Preparados para ésta noche, amigos míos?
—Bill, solo dí hacia donde vamos— Dijo Paul.
—¿Sabes a dónde ir, Agatha?
Las miradas estaban sobre mí, expectantes, inquisitivas. Y a mí se me había ocurrido algo, pero quizás era una mala idea.
—Sé de una fiesta, pero, no quisiera ir.
—Vamos, Agatha, no creo que sea tan malo.
—Paul tiene razón. Los necesito— Dijo Bill, haciendo pucheros.
Yo rodé mis ojos, rendida.
—Ésta es la dirección...
...
Unos minutos en la carretera y nos encontrábamos frente a una casa preciosa, pero por lo que se veía la fiesta no era tan intensa. La fiesta era de nada más y nada menos que, Bryan Champhin, el amigo de Colin y Lori.
Nos bajamos del auto que se encontraba aparcado frente a la casa, y decidimos acercarnos al timbre. Lo toqué repetidamente por molestar, hasta que un furioso Bryan salió a recibirnos.
—Hola— Saludé.
Bryan pareció molestarse aún más al observar que había ido con mis amigos a su casa.
—Largo— Dijo tratando de cerrar la puerta, lo cual fue imposible ya que Paul había sido más rápido que él y terminó por abrirla.
—No, tú necesitas de nosotros— Dijo Bill.
—¿Quién mierda eres tú y de que alcantarilla saliste?
—¡Oye!
Bryan estaba más que molesto, no quería vernos ahí a los pies de su puerta, pero era una emergencia.
—Nos necesitas, Champhin. Tu fiesta es pésima, ni siquiera hay tanta gente y nosotros vinimos a hacerla mejor, a ofrecerte algo que nadie más va a darte— Mencioné.
Sus humos se habían calmado, porque como les diré, las drogas y los adolescentes casi siempre se llevaban bien.
—¿Que ofrecen?
Estaba un poco escéptico, pero eso era lo de menos, ya teníamos dos puntos a nuestro favor.
—Traemos pastillas, pero no cualquiera. Éstas son más fuertes que las que te han vendido en toda tu puta vida.
—¿Entonces quieren pasar gratis y vender su mierda aquí? ¡No, largo!
Bryan estuvo a punto de cerrar la puerta, pero antes de ello Colin se había asomado para ver quién se encontraba. Se llevó una gran sorpresa al ver que era yo la que estaba afuera, así que se lanzó a abrazarme cómo sí nunca nos hubiéramos visto.
—Moira, que bueno verte aquí. Si viniste.
Yo me quedé estática, y a mi lado Bill y Paul no podían aguantar las ganas de reír. Intenté articular un socorro pero Colin ya se había separado de mí.
—Colin, si. Decidimos venir un rato, mis amigos también estaban un poco aburridos. Ya sabes.
Los chicos saludaron a Colin agitando la mano hacia los lados en el aire a modo de juego, y éste no pareció contento con la visita.
—Si, claro. Pasen— Dijo Colin algo incómodo.
—Viejo, pero qué... — Bryan estuvo por reclamarle a Colin, solo que luego no los escuchamos más porque habíamos entrado a la casa.
La música era leve, buena pero no tan ruidosa. No había mucha gente pero si se podía llegar a algo con los que estaban, y quizás podíamos animar la fiesta un poquito. Nosotros tres nos dirigimos hacia la cocina donde habían un grupo de personas bebiendo y charlando. La luz era algo tenue, pero necesitábamos más, esto era para dormirse.
—Bill, tienes que llamar gente. Esto apesta— Le dije.
—Yo también puedo hacer un par de llamadas— Mencionó Paul a lo que le mostré mis pulgares a modo de aprobación.
Bill y Paul comenzaron a hacer algunas llamadas. Bill estaba un poco extasiado por vender lo que tenía de manera rápida pero había que darle tiempo al tiempo, y dejar que las cosas fluyeran.
Colin me hizo una seña y se acercó a dónde yo me encontraba, sonriendo como si fuera la cosa más tierna del mundo.
—¿Cómo te encuentras?
—Bien, un poco sedienta— Le dije en forma de indirecta.
—Oh vaya, no había notado que no estabas tomando. ¿Quieres algo?
—¿Que tienen de beber?
—De todo un poco. Vodka, ron, cerveza...
—Cerveza, mejor— Le sonreí.
Los chicos, quienes estaban detrás de nosotros, asomaron sus cabezas por mis hombros, observando a Colin con pucheros.
—Nosotros también queremos— Dijo Bill.
Pude notar que en el rostro de Colin había cierta molestia disfrazada de amabilidad, y quizás podía ser entendible, pero vamos, es una fiesta, y en las fiestas las personas son así.
—Bien.
Él se retiró para buscar unos vasos y yo me giré hacia los chicos.
—¿Que tal?
—Ese idiota amigo tuyo no me cae muy bien— Mencionó el pecoso.
—Es extraño. Parece un chico bueno que anda con chicos tontos— Agregó Paul.
—No es tan malo, ha sido bueno conmigo.
Bill y Paul se encogieron de hombros y esperaron sus bebidas. Colin caminaba con sumo cuidado de no dejarlas caer y nos las entregó al llegar a nosotros.
Comenzamos a charlar, y a medida que pasaba el rato me daba cuenta de que estaba comenzando a llegar gente. Colin hablaba de manera animada con unos chicos del colegio, mientras que yo me aburría cada vez más. Bill hablaba tonterías con Paul, así que decidí que era hora.
—Ya podemos comenzar— Dije.
—Bien.
Bill se sacó una bolsita para entregarmela con las pastillas qué debía vender. Él se había quedado con otra para también repartirlas lo más rápido posible.
Paul, en cambio, solo disfrutaba del momento. No quería dinero o algo por el estilo, solo disfrutaba de las fiestas tanto como nosotros.
Yo me escabullí por la casa con el precio acordado por pastilla, y comencé a hablarle a personas que parecían querer de lo que yo podía ofrecerles.
Ok, sonó completamente raro.
Pero sigamos.
—Dame tres.
El chico frente a mí me entregó el dinero justo por las tres pastillas de éxtasis, y se las entregué. Cuando las tuvo en mano se las repartió con dos chicas más.
Así fue transcurriendo la noche.
Llegaban cada vez más personas y conocidos del colegio. Pero eso no importaba, solo debíamos vender.
Fui tomando una que otra cerveza al punto de que ya su sabor no era tan amargo, y los eructos aparecían de la nada por la levadura de ésta.
Vendí seis pastillas más a diferentes personas. Y cada vez, iba vendiendo más ya que la gente era adicta a todas esas mierdas cuando salían de fiesta. Yo por los momentos estaba sobria, no podía drogarme con esta carga encima, porque perderla sería la muerte.
Bill también había recorrido la casa vendiendo y ya nos quedaban pocas de las tandas que habíamos vendido. Mereciamos un descanso, porque cansaba y más si ya la casa estaba patas arriba con la gente bailando y la música retumbando en las paredes de cada habitación.
Salimos a tomar un poco de aire fresco y Bill parecía más contento que antes. Yo bebía de mi cerveza para celebrar que nos faltaba cada vez menos. Todo el dinero lo había estado reuniendo en mi busto, ya que era menos factible de que se perdiera.
—¿Quieres un cigarrillo?
Yo me encogí de hombros. No me caería mal en ese momento.
Bill sacó una cajetilla y un encendedor. Me pasó uno, lo encendí y él hizo lo mismo.
Estábamos parados en el césped del patio frontal de la casa, admirando como las personas entraban a la fiesta y otras ya se encontraban bastante drogadas. No creíamos que éramos lo únicos vendiendo en esa fiesta, pero si fuimos los primeros, ya que también había marihuana y otro tipo de sustancias.
—Gracias por ayudarme, Moira— Dijo Bill, llevándose el cigarrillo a los labios.
Sentí una punzada en el pecho y sabía que estaba haciendo algo bien por primera vez. Ese gracias significaba mucho para mí.
—No tienes que agradecerme nada. Eres el único amigo que tengo, y en el que puedo confiar.
Bill sonrió mostrándome sus pecas. La noche estaba en su máximo esplendor y teníamos que aprovecharlo.
Seguimos fumando y mirando a la calle.
Un auto vinotinto estacionó en el medio de la calle, que yacía abarrotada de otros autos y gente, y luego de este salieron tres jóvenes. Paige Elliot, Christine Elliot y Eros Sallow.
Al darme cuenta que este último estaba asistiendo a la fiesta no pude evitar maldecir.
—Mierda.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top