Capítulo 8: ¿Mamá?
Habían transcurrido los días y el sábado había llegado lo más rápido que podía. No había sabido de Bill últimamente, pero estaba segura de que él vendría a mí en cuánto se sintiera a gusto.
No podía juzgarlo, luego de que me confesó porqué lo había hecho, podía comprenderlo y entender las razones por las cuales había tomado una actitud tan impulsiva. Y aunque aquello no había sido gratificante para él, yo estaría con él para apoyarlo.
Decidí peinarme ese día. Normalmente mi cabello se rompía y caía. Mis puntas estaban totalmente abiertas y mi cabello se encontraba opaco. Pasé el peine con cuidado para que no me doliera, y comencé a desenredar, lo que parecía algo imposible. Me frustraba el hecho de no poder hacerlo de manera constante. Algo tan sencillo como aquello hacia que mis ánimos bajaran hasta los suelos, y comenzara a tener pensamientos negativos sobre mí.
Peiné mi cabello una y otra vez, hasta que sentí que mis brazos comenzaban a cansarse y mi cuero cabelludo dolía. Pude desenredarlo luego de varios intentos y me sentí más aliviada por ello.
Todo estaba completamente aburrido, y no había nada que mirar en la TV de la sala de estar. Así que, decidí ir a la cocina por un vaso de agua. Al entrar, me di cuenta de que mis padres se encontraban charlando con Lori alegremente, lo cual me hizo sentir totalmente extraña a ellos.
—Moira— Llamó mi madre con una sonrisa.
Sé que podía ser algo frívola muchas veces, porque así era ella, pero también debía admitir, que mi madre tenía momentos de felicidad y bondad, que nadie en el mundo podía borrar de mi memoria. Solo que muchas veces, yo no lograba esa faceta en ella.
—¿Mm?
—Siéntate, hija.
Su tono era distinto, había un chispa en ella y mi padre que podía distinguir desde muy lejos, y eso era felicidad pura.
Me senté entre mi madre y Lori, sintiéndome algo fuera de lugar.
—Debemos darte la noticia, ya que Lori ya lo sabe, y tu tambien debes saberlo. La familia Lawrence volvió a contratarnos para otras sesiones fotográficas para su empresa.
Mi estómago se revolvió al pensar en lo que sería verle nuevamente a esa horrenda mujer y en lo insufrible que sería otra reunión con ellos.
Pero lo cierto era que, mis padres trabajan con ellos desde algún tiempo atrás y eran buenos clientes. Así que, entre más trabajo, más ingresos para nuestro hogar.
—Y cabe recalcar, que tenemos una cena nuevamente con ellos para cerrar el trato como es debido, y acordar algunas cosas para las sesiones— Añadió mi padre con una sonrisa en su rostro, esperando que yo me sintiera igual de feliz que ellos.
Solo pude darles una pequeña sonrisa y asentir.
—Felicidades.
—Entonces, acordamos también ir en familia hoy a cenar junto a ellos. ¿Que les parece?— Mamá sonrió con ternura, esperando que nuestra respuesta fuera afirmativa.
—Estoy de acuerdo— Dijo Lori, seguramente recordando al joven Gin— Que buena idea la de ir a cenar, ¿a dónde iremos?
Yo bufe en cuanto ella preguntó. No podía creer que mi hermana menor se convirtiera en alguien desagradable en estos momentos.
—Hicieron una reservación en el restaurante Mainor's para las siete, así que ya sabes Moira— Mi padre me miró con excepción— Tienes que ir acorde a la velada. Es necesario que luzcas un poco más arreglada, o elegante.
—Pero esto es injusto, no hay nada más cómodo que unos jeans y una sudadera.
—Moira, tienes que usar vestido— Se atrevió a hablarme Lori, como si estar en familia quitara el hecho de que ella y yo no nos hablábamos por los momentos.
No pude evitar sentir algo en mi pecho al escucharla reír y platicar como si fuéramos la familia feliz, así que preferí no responderle.
—Celine, Fredick. Haré lo que pueda, lo prometo.
Luego salí de allí sintiéndome asqueada por lo que tenía que hacer aquella noche.
Tranquila, Moira. Saldrás de ésta rápido.
🌙
Decidí ir a pasar un rato con tía Agatha y ver si ella podía prestarme algo de ropa para "la ocasión".
Tomé la patineta que siempre me llevaba de allá para acá, y patiné en ella algunas cuadras abajo, hasta llegar a la linda morada de mi tía. Donde todo era tranquilidad, sonrisas y silencio.
No había rastros de mi tía por ningún lado. La puerta de entrada se encontraba semi abierta, y un rastro de incienso inundaba el lugar. Entré con cuidado de no hacer tanto ruido. Quizás tía Agatha estaba haciendo algo, y había que admitirlo, ella era una persona asustadiza.
La casa estaba como siempre, con sus particulares plantas de sombra, hasta que llegabas al patio trasero, donde encontrabas más vida verde. Mi tía reposaba en un chinchorro de tela bajo un árbol. Las ramas sostenían su peso y se mecía con poca fuerza. Estaba dormida, así que no esperé su saludo, y busqué un banco en el cual sentarme.
Conseguí uno de madera y me senté frente a ella.
—Tía Agatha— Susurré.
Ella se removió un poco pero no se despertó.
—Tía, despierta— Le hablé nuevamente en voz baja.
—Gas... ton— Sus palabras eran adormiladas, y arrastraba lo que parecía ser un nombre.
Me exasperé por completo al ver que ella no reaccionaba a mi gentil llamado, así que tenía que optar por ser más ruda y despertarla.
Me levanté de mi lugar, y le moví el chinchorro con poca delicadeza.
—¡Tía Agatha! Despierta ya.
Mi tía saltó de donde estaba y se exaltó ante mi grito. Tenía las mejillas ruborizadas y los ojos extremadamente abiertos.
—¿¡Que ocurre!?
—Nada. Te has quedado dormida y tu hogar, dulce hogar, se encontraba como oro para ladrones— Le eché en cara aquello a modo de broma.
Mi tía Agatha rió y me observó como si dijera la cosa más ridícula del mundo.
—Pero pequeña, estamos en una de las ciudades más pacíficas del mundo, ¿quién le robaría algo a éste vejestorio?
No pude negar eso, pero igualmente defendí mi postura ante ella, mientras bostezaba abiertamente.
—Que tonta eres.
—¡Pero que descarada, niña! Recuerda que yo le ayudé a Celine a cambiar tus sucios y asquerosos pañales.
Entramos a la casa con Agatha a regañadientes, y luego se dirigió a la pequeña cocina para poner a calentar un poco de agua para un té para ella y un café para mí.
Ella no consumía cafeína, solo tés que la ayudaran a mantenerse tranquila, ya que era un tipo de persona muy nerviosa. Normalmente, mantenía el café por mí y para mis extraños desvelos. Desde niña siempre me regañaba por tomar café, y me recomendaba cualquier té de su repertorio.
—¿Que me cuentas, pequeño cactus?
Suspiré al recordar tantas cosas, y muchas más que tendría que contarle con calma.
—Primeramente necesito un vestido para ésta noche— Ella me miró con horror, pensando que era una broma— Mamá y papá tienen un contrato nuevamente con la familia Lawrence, y tendremos una cena. Así que ese es el fin de la historia. Esperaba que tuvieras algo que pudiese ponerme.
No pudo contener su mirada de asombro, hasta que pareció reflexionarlo un poco. Sin decir nada, se levantó hasta la cocina, preparó su té y un café instantáneo para mí, y me lo entregó.
—Increíble como crecen los jóvenes de ahora.
Sabía que no me estaba tomando en serio, así que tendría que presionarla.
—Es en serio— la miré fijamente y su sonrisa pícara se desvaneció, por una mueca totalmente sería.
—Entendido, capitán. Revisaré en un momento que hay en mi armario.
No pude contener una carcajada por su manera tan peculiar de hablar en momentos serios, pero así era ella, tan risueña como nunca.
Tomamos de nuestras bebidas en un largo silencio que pareció no incomodar a ninguna de las dos, y luego ella me miró de esa manera en la que sabes que tienes que hablar aunque no lo quieras.
—¿Cómo te has sentido desde aquello?
No pude contar los segundos en los que estuve en un trance, observando fijamente mi taza, pero a decir verdad, parecían horas, y hasta días. No me sentía cómoda hablando sobre lo ocurrido, mucho menos después de todo lo que había pasado estos últimos días.
—Creo que me siento igual que siempre.
—Entiendo— Dijo ella con ese tono que me hacía querer abrazarla.
—Si. Aunque últimamente han ocurrido cosas raras.
Me miró como si hubiese dicho la sinopsis de una novela que está por estrenar.
—Es mejor que me lo cuentes todo.
Le conté sobre Lori, y sus amigos, como había sido una idiota y no los había callado. También sobre Colin y su repentino interés. Y sin más, también le hablé sobre Eros.
Le hablé de cómo conversamos tan fluidamente en aquel café. Como me salvó de un castigo y como apareció tan de repente en el colegio siendo el chico más misterioso.
No conocía la razón por la que se había transferido, y mucho menos esperaba conocerla. Tampoco entendía como podía hablarme o acercarse a mí luego de que uno de los profesores le dejara tan claro que no era una amistad indicada, y mucho menos una buena compañía; aparte de que también me había salvado y conocido de la peor forma.
—No puede ser, pequeño cactus.
—Pensé lo mismo.
Tía Agatha me miraba con impresión, tratando de asimilar lo que le había contado.
—Parece la historia perfecta para un libro de romance.
—Pero no lo es. Además de que nunca he tenido amigos en el colegio, mucho menos podría conseguir un amor como en los libros. Son sólo cuentos aburridos.
Ella rió y pareció pensarlo dos veces.
—¿Y que hay de ese tal Colin?— Preguntó, entrecerrados sus ojos.
No había parado a pensar en Colin y en lo tan normal que se había comportado conmigo durante el poco tiempo que llevábamos tratandonos. No pretendía ser grosera, pero tampoco estaba desesperada por encontrar a alguien que me quisiese. Solo necesitaba estar bien.
—¿Sinceramente?— Pregunté, a lo que ella asintió como una niña— Es tierno, con un carácter bastante social, pero al fin y al cabo, me ha tratado con amabilidad.
—Y eso es lo que importa, mi pequeño cactus. A veces olvidamos que somos humanos, y que por ello cometemos errores y somos imperfectos. Las personas piensan que tienen el derecho y el pie para juzgarnos, pero es todo lo contrario; buscan juzgarse a sí mismos reflejándose en tí.
Mi tía parecía ida a otra línea temporal, por lo que moví mi mano al frente de su rostro para traerla de vuelta. Su pupila se había dilatado, hasta que volvió con su risa risueña y enchinando los ojos más amorosos que había conocido.
—Disculpame, pequeña. Sabes que a veces suelo distraerme.
—Si, pero lo que dijiste no tiene alguna pizca de mentira.
—¿Por qué mentiría?— Rió con ironía.
Luego de tomarnos nuestras bebidas, hablamos un poco más y terminamos por averiguar que estropajo usaría para ésta noche.
Agatha se encontraba de pie frente al armario, desordenando todo en su interior. La verdad mi tía conservaba ropa que no usaba desde hace mucho tiempo, y lo sabía porque hacía años que venía a su casa y tenía el armario tal cual estaba ahora, solo que con un poco de ropa nueva. Ella no era de actualizar mucho su modo de vida, y eso era algo que me gustaba; podía ser ella misma sin importar la noción del tiempo.
Rebuscó en sus atuendos viejos, y entre el montón, pudo sacar un vestido color verde olivo, de tiros finos y con escote moderado. Era un vestido bonito, y quizás acorde a la situación, pero definitivamente era todo lo contrario a mí, porque ni siquiera usar vestido era alguna de mis opciones si dejaban que lo decidiera así. Pero iba a tratar de ser un poco más receptiva y comprensiva con mis padres, y lo duro que era soportarme a veces.
—Este podría quedarte muy bien por tu tono de piel— Tía Agatha observaba el vestido como si de una joya en exhibición se tratase— Nunca llegué a usar este vestido.
La miré con atención, percibiendo que había algo más allá de lo que había dicho, y por alguna razón, su mirada de apego hacia el vestido lo hacía más que evidente.
—¿Por qué?— Me atreví a preguntar.
Ella se tomó una pausa para recordar porqué no lo usaba, o quizás para meditar lo que iba a decir.
—Nunca lo usé porque la oportunidad nunca se presentó. A tu madre, Celine, siempre la invitaban a bailes, salidas nocturnas y esas cosas. Pero yo, a diferencia de ella, prefería leer y también estudiar botánica. Pasaba mis tiempos en la biblioteca o cualquier cosa que no conllevara a emborracharse— Dijo, riéndose por el recuerdo.
—¿Mamá era popular? Nunca habías contado como habían sido de adolescentes, tía Agatha.
Ella soltó una gran risa, haciendo que resonara en el lugar. Me había parecido que lo había hecho con ironía, pero esperaba una respuesta.
—¿Tu madre?— Inquirió ella, a lo cual asentí— Ella era totalmente impulsiva, y rebelde; la verdad me recuerdas mucho a ella cuando tenía más o menos tu edad, solo que ella simplemente era rebelde sin motivos, sin ninguna causa. Solía escaparse en las noches, y hasta llegar a responderle a tu abuela como le diera la gana— Mi sonrisa se hizo evidente por lo que Agatha relataba sobre mi madre, y como nos parecíamos más de lo normal— No era una chica popular, era la más conocida por las grandes fiestas que daba y por beber cerveza más rápido que cualquier chico en aquel momento.
Las palabras de mi tía me dejaron realmente sorprendida. No podía creer que mi madre tuviera un lado salvaje, de esos que tanto renegaba en mí.
—No tenía idea de que tenía un lado oscuro.
—¡Claro que lo tenía! No era una chica tranquila. Siempre estaba convirtiendo un momento malo en algo bueno— Agregó— Y es que ella siempre fue espontánea y mágica. Por eso tu padre se enamoró perdidamente de ella.
Era lindo, en cierto punto, lo del enamoramiento de mis padres, pero no quitaba el hecho de que quizás ya no eran las personas felices que eran antes. También porque yo he hecho muchas cosas que ellos desaprueban. Como salir todo el tiempo mal en el colegio. Siempre peleaban conmigo por no ser académicamente responsable, y es que tampoco tenía mucha responsabilidad, o al menos nunca aprendí a tenerla.
Mis padres eran personas que se desgastaban en el trabajo. No paraban desde el día hasta el final de la noche hasta obtener los resultados que querían, y conseguían todo lo que se proponían, cosa que yo no hacía. Siempre dejaba las cosas a último momento, y a veces ni siquiera llegaba a hacerlas, solo lo dejaba así.
Una de las razones por las cuales he pasado todos estos años sin repetir, es porque la directora ha sido comprensiva y en los últimos momentos comienzo a entregar algunos trabajos o tareas para no quedarme en el año, y también, habían veces donde solo pagaba por mis tareas a algún idiota del colegio.
—Tu padre siempre amó a tu mamá- Agatha estaba como en alguna clase de recuerdo, por lo que se veía un poco risueña.
—Si, se nota.
Luego de entregarme el vestido, pude sentir la textura suave en mis manos. Se percibía cómodo, aunque aún no me lo había probado.
—Tienes que peinarte, Moira.
—Lo sé, estoy mejorando eso.
Ella me miró con alegría. Sabía que esa mirada significaba orgullo, y ella sabía que yo me sentía un poco mejor cada que me miraba con esos ojos.
🌙
Estuve hasta tarde en casa de mi tía, y tuve que volver rápidamente a mi casa para poder cambiarme e ir con ellos al restaurante.
Dejé mi patineta en la entrada, sin importar que el piso estuviera demasiado pulcro. Subí escaleras arriba con el vestido en brazos, y podía escuchar como había alboroto en el piso de arriba. Eran mis padres, que siempre se preocupaban por la buena presencia y parecer totalmente perfectos.
—¡Moira! ¿Eres tú?— Gritó mi padre desde su habitación.
—¡Si!
—¡Apurate! ¡Tenemos que irnos en unos minutos!
No me había dado cuenta que ya se había hecho tarde, y como siempre, hacía las cosas con apuro.
—¡Ok!
Corrí a mi habitación y pensé en si bañarme o solo vestirme. Me ví tentada a hacerlo, pero decidí oler sí mi cabello o yo oliamos mal, y efectivamente no percibía algún olor raro. Por lo cual me retiré los pantalones y la camisa, dejándome las converse, y procedí a medirme el vestido, ya que no lo había hecho en casa de mi tía. Al ponermelo , decidí observarme en el espejo que estaba en mi habitación, dándome cuenta de que se veía algo extraño con las converse, pero ellos nunca especificaron que calzado debía llevar.
Medio peiné mis cabellos con los dedos de mis manos y traté de quitarme el poco sudor del rostro con mi palma. Debía usar desodorante si o si, así que, rebusqué entre mis cosas que se encontraban en mi baño, y saqué mi desodorante para luego echarmelo, sin importar que el vestido se humedeciera un poco cerca de esa zona. No tenía algún perfume que yo recordará, y por eso, me miré por última vez en el espejo, tomando un lápiz negro y colocandome un poco en la zona debajo de mis ojos, haciendo que resaltaran, para luego salir de mi habitación.
Luego de salir, mi madre se encontraba perfectamente peinada en un vestido negro ajustado, con un chaleco del mismo color, dándole así un toque de formalidad. Sus labios estaban pintados de rojo y sus ojos parecían los de un gato. Era preciosa.
Ella me observó de arriba a abajo, con una mirada reprobatoria.
—Dime que no irás con esos zapatos— Dijo con reproche.
Yo, por mi parte, me encogí de hombros, restándole importancia.
—Es un paso que hayan conseguido que yo me pusiera un vestido, creo que no hay que exigir, mamá— Le respondí.
Mi padre apareció junto a Lori, quién me miraba divertida, intentando que mamá no la observará. Mamá estaba que perdía el control, pero decidió no hacerlo.
—Fredrick, tenemos que irnos.
Papá asintió, y todos caminamos hasta el auto de mis padres.
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