Capítulo 7: Eros Sallow no es dormilón

Luego de estar un rato conversando con Eros, patiné a casa como a eso de las siete. Habíamos conversado menos de lo convencional, pero aquellos silencios que había entre palabras, no tenían ni una pizca de incomodidad. Todo lo contrario, me hacía sentir en paz por una vez en mi vida.

Mis padres se encontraban en la sala de estar, sentados en el sofá más grande viendo una película de comedia. Entré con sumo cuidado, y me detuve a observarlos, mientras que mi padre mantenía el brazo tras los hombros de mamá. Se veían contentos y tranquilos. Pude divisar que, frente a ellos, en una mesa de cristal se encontraban un par de copas y una botella de vino destapada.

—Moira.

Mi padre habló en mi dirección a modo de saludo. Se les notaba sumamente felices.

—Hola— Dije con una pequeña sonrisa.

—¿Que ha pasado?— Preguntó mamá.

Me acerqué un poco más a ellos, y noté que se encontraban en un estado decente de ebriedad, lo cual me causó mucha gracias, ya que mis padres no eran el tipo de personas que tomaban por distracción o porque lo disfrutaran.

—Nada.

—Yo he de reconocerte en muchas facetas, y esa sonrisita que te cargas delata muchas cosas.

Mi mamá era una persona sumamente intuitiva, y aunque no estuviera completamente en todos sus sentidos podía percibir que, era una de las pocas veces que llegaba con buen humor a casa.

—Sonrio porque están ebrios, viendo una película de Adam Sandler. Eso es lo que me causa tanta gracia—Dije riendo, mientras papá parecía ofenderse por lo que había dicho.

—Jovencita, las películas de Adam Sandler son una mierda pero el hecho de que estamos contentos nos hace verla— Papá arrastraba cada palabra con su borrachera, y aquella grosería me había dejado impactada, porque mis padres tampoco maldecian.

—Si, claro.

No les presté tanta atención y decidí ir a la cocina a revisar el refrigerador. No tenía mucha hambre, pero lo mejor era que comiera algo. Encontré la mitad de un sándwich de mermelada y mantequilla de maní. Seguramente Lori lo había preparado y lo había dejado allí esperando comerlo luego. Pero yo, como toda una glotona antojosa, decidí tomarlo e irlo comiendo de camino a mi habitación.

Subí escaleras arriba y mientras caminaba pasando por la habitación de Lori, noté que la puerta estaba semiabierta, por lo cual eché un rápido vistazo, deteniendome. Lori no se encontraba sola. Estaba sentada con una muy amiga de ella, llamada Dorothy Lamdber.

Estaban muy entretenidas hablando sobre cosas que no pude escuchar, solo hasta que me acerqué un poco. Lori pareció darse cuenta de aquello y me observó con una mirada tímida, haciendo que su amiga posara su mirada en dirección a donde yo me encontraba. Dorothy solo me miró asqueada y llamó la atención de Lori nuevamente.

Yo no les presté mucha atención, pues estaban hablando de chicos, y eso a mi no me importaba mucho. Por lo cual seguí mi camino hasta mi habitación.

Ya me había comido el sándwich, así que decidí tomar mi celular y hacer una llamada rápida. Marqué el nombre de Hellboy y decidí llamarlo.

Quería saber como se encontraba.

Uno, dos, tres y cuatro tonos pasaron y Bill no respondía, por lo cual decidí cortar, pues quizás podía estar haciendo algo o simplemente no quería hablar ahora.

Rebusqué en una de las gavetas de mi mesa de noche, una bolsita de marihuana y papel que se había arrugado con el tiempo por todo el desorden que tenía. Coloqué un poco y lo enrollé, sellando con mi lengua para que compactara mejor y no se desarmara. Lo llevé hasta mis labios y lo encendí con un encendedor que siempre llevaba conmigo. Le dí algunas caladas y luego lo observé.

Me sentía más relajada de lo que había llegado y comencé a tener pensamientos bastardos.

Eros había sido dulce y divertido, pero me costaba creer que alguien era tan amable y gentil como él lo era. Había tenido tantas decepciones, que me entristecía pensar que él fuera como el resto de los jóvenes. Algo de él llamaba en mi la atención. Sin dudarlo era atractivo, pero también tenía gestos que no había distinguido en nadie más, y eso me daba muchísimo miedo. No quería encariñarme con alguien que sabría que no sería mi amigo.

Dí otra calada, y sentí mi celular vibrar entre mis dedos.

Era un mensaje de un número que desconocía.

Desconocido: Que tengas linda noche, guapa.

El mensaje me había tomado por sorpresa, dejándome desconcertada. La verdad ya sabía de quien se trataba, pero me intrigaba la idea de que Colín había decidido escribirme ese mismo día.

Contesté a los segundos de haberlo leído.

Yo: Igualmente, Colin.

Seguí fumando, y recibí otro mensaje de su parte.

Colin: Estoy pensando seriamente en invitarte a salir.

No pude evitar reír ante aquello que había escrito.

Yo: Estás loco.

Colin: Por qué lo estaría?

Yo: No soy una chica de citas.

Colin: Nunca mencioné una cita, solo salir.

Yo: Eso lo veremos.

Colin: Espero que sea pronto.

Yo: Adiós, pesado.

Colin: <3

Podia admitir que esa pequeña muestra de interés de su parte me había causado una sonrisa, pero lo cierto es que no podía confiar en chicos que tenían por amigos a personas tan malas, como lo eran sus amigos. Colin era agradable, guapo y sonriente. También carismático y un poco enérgico para mí gusto, ya que yo era una persona más pasiva y relajada.

No demostraba tener malas intenciones, pero, ¿quién lo demostraría?

Terminé de fumar y decidí buscar en mi bolso el bloc en el que tanto me gustaba dibujar. También saqué un lápiz desgastado, y abrí el cuaderno.

Tenía cientos de dibujos, algunos completos y otros simplemente sin terminar. Solía dejar dibujos a la mitad cuando no sentía que eran buenos, o cuando mi inspiración se hallaba más que todo en otra cosa.

Mis dedos recorrieron las páginas hasta llegar al dibujo de Eros. Algunas cosas no eran correctas en su dibujo, por lo que decidí reparar todos aquellos detalles errados. Su nariz sin duda alguna era recta y afilada, y sus mandíbula era dura, como una escultura. Pero a pesar de eso, el rostro de Eros era precioso y delicado, sus ojos eran brillantes y sumamente grisáceos. No tenía labios carnosos, sino unos finos y pequeños, que lograban encajar bien con sus blanquecinos dientes. Sus líneas de expresión se marcaban cada que sonreía, y conseguía que las cejas se fruncieran con sólo inclinarlas un poco, ya que eran abundantes y oscuras.

En fin, todo Eros era una odisea.

También imaginé un cielo estrellado, sin luna. Como el día que nos conocimos, bajo el escrutinio de miles de estrellas sofocando mi existencia por lo trágico que había sido mi intento de morir.

Sentí más vergüenza que nunca al recordarlo, y mis manos viajaron a mi rostro para apretarlo con fuerza. No quería recordar aquel evento tan desafortunado, porque me traía tantos malos recuerdos, y aquel sentimiento en el estómago que no lograba sacar cada vez que volvía a mi mente. No sé sentía bien, me sentía apenada y sumamente idiota.

🌙

—¿Te puedo preguntar de nuevo si irás a la fiesta de Bryan del sábado?

Colin no se había despegado de mi últimamente, seguía como un perrito faldero a mis espaldas. Y no quiero malinterpretarme, pero es que sentía que no podía respirar con sus constantes mensajes y saludos en el colegio.

—No estoy segura— Dije, cerrando mi casillero y caminando junto a él.

—Deberías ir. Podríamos estar juntos y ya sabes, conversar y eso, ya que no te gustan las citas— Agregó, encogiendose de hombros.

—Lo pensaré.

—Bien.

Sentía que Colin era un poco intenso con respecto a las salidas, y eso solía aburrirme. Ciertamente nunca me habían invitado a una cita, pero tampoco creo que me emocione la idea de asistir a una. Colin no paraba de hablar, y yo sentía que mis ojos se cerraban. No había podido dormir nada la noche anterior, ya que me terminé acostando demasiado tarde.

—Entonces como te seguía contando. Mis padres no suelen ser el tipo de padres que dan un tiempo perentorio para cualquier cosa, pero quieren que de verdad me adelante con respecto a lo de las universidades... — Sentía que no podía aguantar más, aunque él estuviera hablando. Me sentía mal por no prestarle mucha atención pero era lo poco que podía hacer en mi condición— Entonces, creo que debo concentrarme mas.

Yo asentí, con la cabeza baja, caminando en dirección a uno de los salones de clase. Pero para mi mayor y gran sorpresa, mi dura cabeza chocó contra un pecho huesudo, dejándome un poco desconcertada y mareada por el sueño que sentía y el impacto que había tenido.

—Moira ¿Estás bien?— Escuché decir a Colin.

Mi cabeza subió, en dirección al dueño del pecho que me había salvado de no desmayarme del sueño, aunque volvía a sentirlo nuevamente. Mis ojos cruzaron con una mirada llena de nubes grices, y sentí una calma inimaginable.

—Disculpa, Moira— Dijo Eros, sosteniendo uno de mis hombros. Justo del lado donde me acompañaba Colin.

—Esta bien...

Por un momento me olvidé de que Colin seguía a mi lado, pero rápidamente volvió a repetir:

—¿Te encuentras bien?

Yo volteé en su dirección y sonreí con inocencia. A veces me sentía muy cruel por cómo llegaba a desechar a las personas, aunque no me trataran mal, pero en ésta ocasión mi sueño estaba ganandome.

—Si, Colin. Muchas gracias por preocuparte— Eros seguía mirándome como sí Colin no estuviese allí, así que me aseguré de que lo conociera— Ah, Eros, él es Colin— Lo señalé, y luego volví hacia el rubio que me miraba un poco escéptico— Y Colin, él es Eros. Es un poco nuevo por aquí.

—Un gusto, Colin— Saludo Eros, con su característica sonrisa pacífica y un saludo de manos.

—Igualmente.

Eros me miró nuevamente y sonrió con ternura.

—Moira te he estado buscando para hablar sobre lo del café, ¿te parece si hablamos ahora?

Sentí que mi presión subió y bajó a los subsuelos, conociendo el infierno, ya que Colin respiró y tragó hondo aquello. Había pasado todo este tiempo diciéndole que no saldría con él, y escuchar eso de un chico nuevo le había caído como balde de agua fría. O es lo que yo creía y no se lo había tomado tan mal, quizás.

—Yo... — Sentí mi voz temblar, y mis ojos pesar. Nuevamente esa sensación adormilada apareció— Si, está bien— Miré a Colin, quien no podía creer lo que veia— Hablamos luego, Colin.

Él no dijo nada y yo no pude evitar irme con Eros.

Caminamos por los pasillos, y nos encontrábamos saliendo al patio de la preparatoria. Necesitaba respirar.

—Gracias— Dije.

Eros rió por lo bajo.

—¿Por qué?

—Por salvarme.

—Pero si él no es un monstruo, Moira— Agregó entre risas— Además de que te estabas durmiendo allí parada, no podía permitirlo.

No contuve mi risa, y el sol se reflejó en sus cabellos desarreglados.

—Conque soy tan notable con mi sueño.

—Pues, si lo eres.

Reímos, y observé como el pasto bajo mis pies se miraba cómodo. Así que sin pensarlo mucho me tiré en él, cerrando mis ojos, sintiendo como el sueño me ganaba la batalla.

—¿Que haces?— Preguntó Eros un poco desconcertado.

El sol no dejó que abriera mis ojos, para ver como Eros estaba muy arriba de mi, mirándome como un bicho raro.

—Recuperando las horas de sueño. ¿Te unes?

Lo escuché carcajear, y segundos más tarde, percibí un calor a mi lado. Sabía que había hecho caso a mi actitud, y eso sacó en mí una sonrisa.

Olvidé que era el patio del colegio, y también que aquel chico de cabello negro me acompañaba en mi aventura, dejándome llevar por el sueño.

🌙


Sentí como alguien comenzaba a gritar y a perder los estribos. No era una voz de algún joven, no. Era la voz madura de un profesor al que yo no le terminaba de caer bien por completo.

—Señor Sallow, señorita Spellman ¡Levantense inmediatamente!

Abrí mis ojos recibiendo el sol con desprecio. Me levanté con mis codos y noté que Eros estaba igual de desconcertado que yo. Nos habían pillado durmiendo en el césped y lo peor de todo, es que había sido uno de los profesores más mierda que había.

—Ya, ya estamos en eso— Dije yo, con un bostezo a medias, levantándome del cómodo suelo.

Cuando estuvimos de pie, la mirada que nos dedicó el profesor Wibbern era extremadamente acusadora. Tanto que parecía que uno de sus ojos explotaría de la rabia. Por el rabillo del ojo pude divisar como Eros se ponía totalmente serio, y sus cejas recaían, haciéndole lucir aún más serio que antes.

—¡Estoy tan acostumbrado a que usted, señorita Moira, haga de las suyas e irrespete las leyes de la institución! Pero usted, joven Sallow— Dijo el hombre de canoso hacia Eros— No pensé que con su conducta impecable, notas perfectas y situación actual se encontrara una compañía tan dispareja como la señorita Spellman.

—Profesor, yo... — Intentó hablar Eros, pero no tuvo resultado.

Pude percibir como su cuerpo se tensaba y sus labios se fruncían levemente.

—¡Nada de nada! ¡Señorita Moira, a dirección! Y espero, señor Sallow, que no se vuelva a repetir algo como esto, porque créame que esto no lo volveré a perdonar.

Esas fueron las injustas palabras del profesor Wibbern, para llevarme a dirección y a Eros dejarlo ahí plantado. Mi cara se descompuso y sentí mucha impotencia.

—¡Oiga!

—¡Sin rechistar, Spellman! O será mucho peor para usted.

Éste profesor de verdad que me odiaba. Y la verdad, es que todos lo hacían y por eso me trataban como una excluida. No entendía en que situación se encontraba Eros, y mucho menos si era o no buen estudiante, pero solo vi como su expresión seguía algo seria en el mismo lugar.

El profesor esperó que yo caminase, y así lo hice. Llegamos a la dirección. Era una habitación blanquecina, con trofeos, fotografías enmarcadas y una que otra estatua miniatura algo abstractas. Ya me lo conocía de memoria, por tanto tiempo que había pasado allí hablando con la directora.

Tocó tres veces, y al instante escuchamos cómo la directora Milena Ovalles, daba la orden de que podíamos pasar a su oficina. Todo estaba igual a cómo lo recordaba, un escritorio lleno de papeles, bolígrafos en un vaso inservible y una mujer cansada detrás. La directora hizo una señal para que el profesor se retirase, pero sin antes mencionar algo.

—La encontré durmiendo en el césped del patio. Ésta chica está fuera de control, señora Ovalles.

—Ya puede retirarse, señor Wibbern.

La señora Milena era una mujer de cabello castaño, con lindos ojos negros y una altura asombrosa. Esa mujer era realmente atractiva por todo lo bonita que era, lo amable e inteligente que también podía ser. Nunca había sido mala persona, o por lo menos no conmigo. Siempre procuraba que mis notas mejoraran o que a veces no faltara a clases, pero sin duda, siempre lograba ver la decepción en sus ojos cada que llegaban con un reclamo sobre mí a su oficina.

—Puedes sentarte, Moira.

Hice lo que dijo, fatigada. Me sentía molesta porque a Eros no lo habían citado a dirección como a mí, solo por ser yo.

—¿Que hemos hablado sobre hacer este tipo de cosas?

—Pero es injusto, si usted... — Me detuve antes de delatar a Eros. Me sentiría muy culpable si lo hacía, ya que como él profesor Wibbern lo había dicho, él era prácticamente perfecto.

—¿Si yo qué, Moira?

Bajé mi mirada, con resignación.

—Nada.

Mis dedos se entrelazaban, y yo no podía dejar de ver como jugaba con ellos a enredarlos y desenredarlos. Sentí como la directora Ovalles me miraba con insistencia y disciplina.

—No puedo permitir que sigas desarmando tu vida solo por el capricho de ser rebelde, Moira. Tienes que madurar y aceptar que ya no estás en la escuela, y que puedes hacer lo que te da la gana cuando quieras, porque has crecido, y crecer implica madurar.

No me sentí bien con las cosas que decía. Tampoco me sentía bien al estar encerrada con ella ahí. Mis manos comenzaron a sudar y mis ojos a picar. Sentía que entraba en una crisis de ansiedad, y no quería que ella me viera de esa manera, porque cuando caía en aquel agujero, no había quien me sacara de allí. Me volvía realmente grotesca.

—Nadie cree en qué puedo mejorar. Hasta usted ha dejado de creerlo— Dije, con un nudo en mi garganta.

—No puedo decirte que he dejado de hacerlo, pero si me has decepcionado muchísimo últimamente.

Un pedacito de mi corazón cayó a lo más bajó del suelo, estropeandose por completo. No contuve una lagrima, y la limpié con rapidez.

—Moira, te he notado últimamente más decaída, con ojeras y ojos rojizos. Tu aspecto también ha deteriorado, y me he estado preguntando que te tiene así. También noto cortes en tu cuerpo y algunos moretones de vez en cuando— Mencionó, y no pude negar nada de ello— ¿Alguien te está haciendo daño? — Mi mirada subió, y la miré con extrañeza. Negué con la cabeza lentamente y ella no dejó de mirarme— ¿Entonces? No encuentro nada más. ¿Te estás drogando? ¿Alguien te impulsa a hacerlo?

Mi rostro se volvió pálido y ahora si sudaba a cántaros. Un leve temblor apareció en mis manos, así que traté de controlarlo para que ella no se diera cuenta de mi nerviosismo. Mi ansiedad aumentaba con cada palabra y pregunta que salía de la boca de la directora.

Un estruendo nos llamó la atención, y gracias a todos los cielos alguien abrió la puerta de un azote muy grande. La directora Milena se levantó de su sitio, indignada por aquella intromisión, colocando una pose demandante.

No podía creer quien había sido, y por qué lo había hecho, pero eso logró hacerme reír un poco, tratando de que nadie se diera cuenta de ello. Eros había abierto la puerta a la par de la pared y se encontraba un poco agitado. Dirigió su mirada hacia mí y se me hizo tan extraña su manera de verme que sentí algo de miedo.

—¡Por Dios! ¿Qué es ésta intromisión de su parte, señor Sallow?

—Discúlpeme, directora. No debí hacerlo, pero realmente estaba algo preocupado— No paró de mirarme con aquella chispa que siempre tenía— Moira ¿Estás bien?

Yo no pude responder, pues la directora estaba muy enojada con Eros.

—¿Cómo que si está bien? ¿A qué juegas, joven? —Preguntó la directora casi al borde.

—Es que Moira se había desmayado en el medio del patio, y justo cuando fui a ayudarla, el profesor Wibbern malentendió todo— Respondió el joven.

La directora pareció analizar las palabras del chico, y luego me miró a mí.

—¿Es cierto eso?

Yo asentí algo confundida, pero agradecida de que estuviera salvandome.

—Vaya, con razón la veo un poco pálida. Creo que lo mejor es que vayas a enfermería, Moira.

—Seguro que irá. Yo la acompañaré por si sus malestares se presentan nuevamente. De verdad que estuve muy preocupado.

La señora Milena sonrió, y se calmó. Volvió a sentarse en su silla y miró a los ojos a Eros.

—Que buen chico eres, Eros— Sentí repulsión por aquellas palabras, como sí solo pudiesen creer en su palabra y no en la mía— Ya pueden retirarse— Dijo pero al instante me detuvo— Moira, aun queda pendiente nuestra conversación.

Yo no pude responderle porque estaba completamente hecha mierda, así que asentí con la cabeza y salí sin fingir el malestar que se había formado en mi estómago ante sus últimas palabras. Eros me acompañó y caminamos fuera de la dirección juntos.

—Sé que fue precipitado, pero te lo debía— Mencionó él— Fue injusto que no me castigaran a mí también.

—No importa. Siempre ha sido así con el tema de mi conducta.

—Aunque no hiciéramos nada malo.

Callé y seguimos caminando hasta la enfermería para hacer constancia de que si había asistido.

—Gracias por ayudarme, Eros.

Me observó con una mirada cálida y a la vez tan tormentosa, que me sentí un poco mejor en ese momento. Menos nerviosa, menos ansiosa.

—Para eso estamos.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top