Capítulo 21: Lágrimas
“Hazme pedazos de todas las formas posibles. Porque algo es seguro, y es que tu sonrisa lo arregla todo”
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Domingo en la tarde, y lo único que había hecho en todo el día había sido dormir y hablar con mi tía.
Con ella nada era malo. Ni siquiera los momentos donde podíamos estar tan aburridas que no encontrábamos que más cosas contar. Todo lo contrario, nos encantaba estar sin hacer nada y hablar sobre cosas insignificantes.
Ella me había apoyado toda la noche. Me ayudó a limpiar mi rostro y todas las lágrimas que había llorado. Tía Agatha siempre se mantuvo tranquila, aunque sabía muy bien que la mortificación se la comía por dentro. Me sirvió café y esperó a que le contara la parte de la pelea; aunque no pude contarle porqué sustancias me veía influenciada. No quería que se decepcionara de mí. Hablamos sobre mis sentimientos, y los pensamientos intrusivos que había tenido toda la noche mientras pensaba en lo que había causado.
Justo ahora, ella se había dormido en el sofá de su sala, y yo solo me disponía de verla ahí dormida.
Anoche Eros había llamado un par de veces, pero no quería hablar con él. Y no era por el hecho de que no lo quisiera o simplemente fuese un estorbo para mí; era porque mi cargo de consciencia era superior, y la vergüenza que sentía por como me había encontrado la noche pasada era gigante.
Él había sido muy tierno conmigo, y también había sabido comprenderme en todo momento. Nunca me presionó, y mucho menos hizo preguntas fuera de lugar. Él sólo esperaba que yo me abriera por mí cuenta con él.
En el reflejo de mi celular, que tenía la pantalla apagada, pude notar como mi nariz se veía un poco jodida, mi labio tenía una cortada que había hecho un poco de cicatrización, y un golpe en el pómulo que hacía lucir un hematoma morado y verde. Me veía de la mierda, y mañana tendría que ir a la preparatoria nuevamente.
Si así lo hubiese querido, no hubiese estudiado éste año y continuaba con el que si había pasado anteriormente. Éste año era como para preparar muy bien a los nuevos adultos-adolescentes. Y era una idiotez, no quería seguir con esto. No me gustaba la preparatoria para nada, y menos estudiar un año más con la opción de no hacerlo.
Pero ya qué, si así lo había elegido, ahora sí era obligatorio pasarlo, o tendría que seguir eligiendo si cursarlo nuevamente o irme a la mierda.
Eros volvió a llamar y sentí que algo dentro de mí se removió. Por un segundo pensé en contestarle, pero no podía hacerlo. Él estaría mejor de ésta manera.
Pasé el resto de la tarde en casa de tía Agatha, pero al fin, tenía que volver a casa.
Así lo hice, y nadie me hablaba. Mamá no me miraba a la cara, y tampoco dirigía sus palabras hacia mí. Papá se sentía un poco incómodo por como lo veía, y podía intuir que estaba triste por la situación. Pero aún así no me hablaban. Lori si me daba rápidas miradas furtivas. Me tenía lástima, pero ahora que yo sabía su secreto, yo sentía mucha más compasión por ella y por como no podía expresarse libremente ante su círculo homófobo de amigos.
No quise llamar a Eros en la noche, pero ello no significó que no me durmiese releyendo nuestras conversaciones.
...
Lunes en la mañana y había fumado un cigarrillo antes de salir de casa. Traté de irme lo más rápido posible, sin desayunar, tampoco quise arreglarme demasiado. Solo quería salir de casa.
Pero antes de salir, papá llamó a mi nombre y sentí mi estómago volcarse. No quería hablar ahora, y mucho menos con ellos. Giré y caminé hasta donde se encontraba papá, y le hablé:
—¿Qué pasa?
—Espera— Dijo, rebuscando en los bolsillos de su pantalón su cartera, para luego sacar algo de dinero y extendermelo— Ten. Desayuna, y quédate con lo sobrante.
Yo observé el dinero, y sabía que lo necesitaba. Así que lo tomé sin decir gracias, y sólo salí de casa en mi patineta.
Papá debía sentirse muy decepcionado de mí, porque muy en el fondo, yo sabía que siempre había querido verme como una gran mujer. Independiente, viviendo su vida y sana. Yo solamente había resultado todo lo contrario, porque ahora dependía de cosas que sabía que eran una total mierda.
Patiné hasta la preparatoria, dónde veía como los chicos y las chicas murmuraban cosas, y me observaban cómo alcones esperando a su presa. Me sentí un poco incómoda, pero caminé como siempre. Anduve con la frente en alto aún cuando escuchaba comentarios como: “¿Qué le habrá sucedido?” “Seguramente estuvo en una pelea”. “¡Mira lo sucia que se ve!”
Quería partirle la cara a todos para no tener que lidiar con ellos. Escuché risas, murmullos y comentarios que decían que había una posibilidad alta de que estuviera drogada cuando me golpearon. Y no mentían, yo me había buscado ésto. Seguí caminando, hasta que tropecé con la persona que menos quería toparme ahora.
Selina Speelbert me miraba con cara de bicho raro. Era seguro que odiaba encontrarme en los pasillos, y mucho más por como me encontraba.
—¿Qué mierda, Spellman? Quítate de mi camino— Ella me empujó con furia. Yo estuve al borde de caerme, pero mantuve el equilibrio como pude— Perra desquiciada— Susurró escupiendo cada una de las palabras con desprecio.
Lo cierto es que, nunca entendí porqué Selina me odiaba desde que comenzamos la secundaria. Ella había Sido indiferente conmigo antes, pero luego de un momento a otro su indiferencia se torno en desprecio, y el desprecio en un constante bullying del cual no quería participar como la víctima.
Yo solo dejé que se fuera. Hoy no iba a discutir con nadie.
Busqué entre las personas, encontrándome en un pasillo solitario al chico al que podía comprarle cocaína sin problemas. Pasé por su lado lentamente, y él colocó en la palma de mi mano lo que yo esperaba; y a cambio, yo le tendí el dinero en la suya.
Faltar a clases no era un problema para mí, y como ya había comprado lo que necesitaba, podía escurrirme en cualquier salón vacío y probarlo.
Caminé buscando algún salón vacío, y para mí sorpresa, no había ninguno dónde pudiese ir y hacerlo.
Con el contenido en mis bolsillos, me dirigí hacia el baño de chicas, dónde sabía que sí tendría soledad absoluta. Entré, y efectivamente, no había nadie, ninguna chica en el baño que pudiese molestarme. Me encerré en uno de los cubículos, pasando el pestillo de la puerta.
Volqué un poco del polvillo en la parte externa de mi mano, e inhalé con fuerza, sintiendo mis fosas nasales quemarse, y a la vez un alivio entraba en mi cuerpo.
El sentimiento de mareo no paró hasta que pude estabilizarme un poco.
Inhalé otro poco más, y tuve que sentarme encima de la tapa del vater para poder recuperarme de la droga.
Me sentía bien, pero sabía que al paso de las horas todo se iría a la mierda, porque ésta jodida cosa estaba gustando me más de lo que quería que me gustara.
...
Llegué veinte minutos tarde a la clase, y sabía que debía verme patética. Sentí muchas ganas de hablarle a todos, y decir muchas cosas que siempre quise, pero no debía. Al entrar, el profesor Bredford alzó las cejas con un poco de preocupación, y carraspeó un poco.
—Ha llegado quince minutos tarde, señorita Spellman— Habló, con un tono de reprimenda.
Yo solo pude sonreírle, encongiendome de hombros con un poco de vergüenza.
—Sientese, por favor— Pidió el hombre un poco cansado de mi conducta.
Todos los chicos del salón comenzaron a cuchichear sobre mí, y yo como estaba completamente drogada no podía prestar mucha atención a lo que decían, pero seguramente era algo malo.
—Bien. Seguimos con la clase, jóvenes— Y así Christian Bredford siguió con su clase de historia.
Mis ojos se sentían pesados, y me resultaba difícil mantener la vista en cualquier punto.
Paige Elliot me observaba con recelo, y cómo no lo haría. Ella se encontraba junto a Eros, mientras que éste también mantenía su mirada en mí, pero en una manera distinta. Yo por otro lado, decidí sentarme muy lejos de ellos dos, pero ninguno me bajaba la mirada. Paige parecía incómoda y molesta; pero en ese justo momento, solo me valía un comino lo que pensara de mí, y el como me mirara. Paige Elliot para mí era insignificante.
Aunque eso sonara horrible.
Mientras estaba sentada, podía sentir la mirada de Eros sobre mí. Él me observaba con cuidado y detalle. Al parecer mi rostro malogrado y mi look más desordenado de lo normal había llamado su atención.
Mi cabeza pesaba y traté de prestar atención a la clase de historia, pero no podía. Era algo casi imposible. Sentí como el celular en mis bolsillos vibraba y lo saqué con premura. Un mensaje había llegado, y ya sabía de quién se trataba.
Eros: Cómo te sientes?
Yo reí ante su pregunta. Se me hacía tan tierno que no podía controlar una pequeña sonrisa tonta. Tuve que tratar de esconder el celular para poder responderle, y asegurarme de que el profesor Bredford no me pillara con el aparato en mano.
Yo: Me siento como una jodida mierda. Mi cuerpo duele mucho.
Eros: Hablaremos de lo que ocurrió?
Lo miré por un segundo, tomando en cuenta que sí llegaba a contarle lo que había hecho, quizás se puediese decepcionar de mí. Y justo ahora la droga en mi sistema no ayudaba en ésto.
Eros: Te estuve llamando, pero nunca respondiste. Ni siquiera escribiste, estuve muy preocupado.
Yo: Estuve con mi tía.
Yo: Y luego te explico que ocurrió.
Eros: Entonces esperaré por ti.
Yo: Gracias.
Eros: Tu cara se ve un tanto misteriosa con todos esos golpes xd.
Yo: Eso no suena a cumplido.
Eros: Piénsalo bien.
Nuestra conversación se vió interrumpida por un fuerte carraspeo de garganta. La directora Ovalles había irrumpido en el salón, y algunos chicos parecieron erguir sus espaldas seguidamente. Los ojos negros de aquella mujer parecieron quemar cada centímetro de mi piel, y sabía yo que eso significaba algo: Tener que ir a dirección junto a ella.
—Moira Spellman. Necesito que vengas a mi despacho, por favor.
Tuve que tomar mucha fuerza, y como pude me puse de pie para seguir su paso.
—Disculpe la molestia, profesor Bredford. Puede seguir en lo que estaba.
—Bien...
Todos me observaron salir del salón con cara de pocos amigos. El profesor estaba más que preocupado por como me había visto antes de salir, e imaginaba que ya todos se encontraban hablando del por qué iría a dirección ésta vez.
La espalda de la directora Milena era tan imponente, igual que su estatura. Caminaba perfectamente con tacones que con una gran posibilidad podrían sacarte un ojo. Su cabello se movía con entusiasmo en ondas. Yo la seguí en silencio, parecía algo apurada por el paso que llevaba. Y como no estar apresurada, si todas las veces que yo hacía algo ella tenía que salir a mi rescate.
Entramos a su despacho, y ella tomó asiento. Yo hice lo mismo, y jugué con la hebilla de mi viejo bolso. Estaba nerviosa, y mucho. No sabía que razón me traía nuevamente aquí, y tampoco quería averiguarla. Tengo entendido que aún no he hecho nada.
—No tengo ningún motivo por el cual regañarte por los moretones en tu rostro— Comenzó, y algo en mi estómago se revolvió con profundidad— Tampoco quiero saber porqué motivo te ves como te ves ahora. Pero lo único que diré, Moira. Y puedes estar muy segura de eso. Vas a aplazar, y tendrás que decidir si conformarte con el año pasado que cursaste o repetir éste. Y créeme que no querrás entrar a una universidad con el grado pasado.
No supe que responder a eso. Sabía que tenía posibilidades de ir a una universidad, y que solo éste año era para mejorar, y demostrar a mejores universidades que podíamos cursar un año más de bachillerato sin problema alguno, solo por gusto. Pero no era suficiente si quería estudiar artes.
No era suficiente nada de lo que llegaba a hacer lo era.
—Estás aplazada. Tampoco tienes influencias, cartas de recomendación y mucho menos estás en algún club y academia. ¿Qué esperas hacer cuando seas mayor y te des cuenta que no aprovechaste suficiente las oportunidades que te dieron?
Touché.
—Lo sé— Respondí solo eso.
—No, Moira. No lo sabes. Y no porque éste instituto sea público significa que deje de ser el mejor en toda la ciudad. Mucho menos que tengas que venir como vienes, y cuando quieras.
Me enterraba las uñas en las palmas de las manos. Odiaba sentirme regañada y tan pequeña. Odiaba no poder ni querer cambiar ésta mierda.
No quería que nadie me recordara todos mis malas decisiones.
—Eres una chica preciosa. Llena de ideas creativas y con un futuro que quizás pueda ser prometedor, pero solo si así te lo propones— Mencionó con algo de tristeza en su mirada. Irguió si espalda, y se acomodó más en su gran sillón— He visto que has pasado bastante tiempo con el joven Sallow. Aprende de él, de como sus calificaciones no bajan por muchos problemas que tenga. Tienes que ser alguien, Moira— Dijo, golpeando su dedo índice en el escritorio con molestia— Y no quiero que lo arrastres a él a los tuyos. No quiero que lo desvies del camino correcto.
Algo en mí se rompió aquella mañana. No sabía si era el hecho de ser tan idiota como para no mejorar mis calificaciones y conducta en la preparatoria. O pudo ser mucho más que me recordaran el daño que lograba hacerle a Eros.
Me levanté sin esperar que dijera o me recordara otra cosa que hacía mal. No iba a soportar que me dijeran aquella sverdades tan de frente, y mucho menos así.
Yo no era tan mala, o eso quería creer.
Quería creer que era un chica divertida, que mostraba intereses múltiples y quería pasarla bien. Que la escuela y los amigos le aburrían. Pero no, Milena Ovalles me recordó nuevamente que soy una chica problemática.
Tomé mi bolso como pude y me largué de ahí. Ella tampoco dijo algo más, así que ese era el fin de la conversación. Azoté con rabia el casillero a la hora de buscar mi patineta que se encontraba dentro de éste.
Me fuí al único lugar que conocía.
...
Había pasado todo lo que restaba de mañana y parte de la tarde en el risco de la playa. La vista era increíble desde aquí. Ya casi el sol descendía, y podía ver cómo aves volaban con fulgor en el cielo. Las olas golpeaban contra la pared de piedra del risco, y el océano olía como nunca.
No me sentía bien, quería gritar y llorar. Me sentía hecha una mierda.
Entonces recordé que me habían mentido, y jugado con mis sentimientos; cómo lo había hecho Colin conmigo. También habían roto mi corazón y dicho cosas que para mí eran una daga en el pecho; como todas las cosas que dijo mamá. Se habían burlado a mis espaldas y dejado que me atacaran siempre; como Lori, que se había convertido en alguien hipócrita consigo misma y con los demás. Luego estaban los profesores, la directora y todos los que solían burlarse de mí en la preparatoria. Ya no quería asistir más.
No quería escuchar más regaños y más burlas. No desea ver a nadie en estos momentos.
Un pensamiento cruzó mi mente, y fue el hecho de que la directora Ovalles quizás había tenido razón en todo lo que dijo, y mucho más en la última parte. Chicas como Paige eran las que tenían que estar con chicos como Eros. Estaba cansada de fingir y mentalizarme de que podía llegar a ser eso que esperaban para él.
Estaba cansada del mundo y de todo lo que tenían que decir sobre mí.
Subestimé las palabras que podían convertir tu corazón en pequeños pedazos de nada. No tuve precaución a la hora de ser quien era, en una vida que no llegaba a ser mía. Querer encajar en dónde no encajaba no era lo mío, tampoco podía pretender que lo fuese.
Me fumé un cigarrillo más, y el mareo se hacía presente cada vez más. No había comido nada.
Las llamadas de Eros no cesaban, y mucho menos sus mensajes. Revisé una vez más el chat de nuestra conversación con el cigarrillo en la mano, y sintiendo como mi cuerpo temblaba.
Eros: Dónde estás? No te vi al salir de clases.
Eros: Estás bien? Escuché que saliste molesta del despacho de la directora.
Eros: Moira?
Eros: Sé que quizás no quieras hablar, pero la verdad no sé que pasa por tu cabeza ahora mismo.
Eros: Quieres que charlemos en el mismo café de siempre?
Eros: Pase por tu casa y no estabas. Creo que tengo una idea de dónde puedas estar.
Ese último mensaje fue enviado hace diez minutos. No quería que supiera que estaba aquí, y menos de ésta manera.
Recogí mis cosas, y traté de caminar cuesta abajo, pero un mareo repentino hizo que me tambaleara. Mi estómago rugía con fuerza, puesto a qué no había comido nada.
Seguí caminando, con mucho dolor de cabeza y lágrimas en las mejillas.
Un mensaje me llegó de repente, y lo abrí, viendo que era de Eros.
Eros: Ahí estás.
Mis piernas se debilitaron, y comencé a caminar más rápido. Él se encontraba en la minivan de sus padres, sentado, pero al ver que yo prácticamente corría al lado contrario de la carretera, decidió correr tras de mí. Sin importar que la minivan estuviese mal aparcada.
Caminé lo más rápido posible, pero mi visión fallaba. No había ingerido ni siquiera agua, y comenzaba a sentirme mal. El haber llorado me deshidrató mucho más.
—¡Moira!— Gritó Eros a la lejanía, siguiendo mis pasos.
—¡No te acerques, Eros Sallow!
Él avanzó mucho más, y tomó mi brazo con fuerza. Fuerza que jamás creí que Eros ejerciera, por lo delicado que se veía. Hizo que yo observara su rostro. Estaba preocupado. Su cabello se encontraba un poco despeinado por el viento, y sus pupilas estaban dilatadas.
—¿Que te he hecho?— Preguntó algo dolido por como le hablé.
Las lágrimas abandonaron mi rostro, llenado mis mejillas de agua salada. No quería llorar más, ya mis ojos ardían. Él me miró con detenimiento, y por un instante creí que podía sacarme una cabeza y media de altura. Pero solo me sentía pequeña con su presencia.
—¡No es justo, Eros! ¡Yo solo sé ser un problema para tí!— Solté entre lágrimas. Tenía un sabor amargo por el hecho de gritarle con éste dolor que no me aguantaba un poco más. Tenía que desahogarme ahora— ¿Que tengo que hacer para ser como cualquier chica buena? Llena de sonrisas y reputación perfecta. Sin tanta mierda en que pensar, sin tanta mierda que le duele.
—Moira...
Yo lo detuve antes de que dijera algo que pudiese detener mi corazón en un milisegundo.
—No, Eros Sallow. Solo te hago mierda la vida. ¡No puedo hablarte! ¡No puedo hacerte el daño que me he hecho yo misma?
—¡Y quién dice que me has hecho daño!— Eros comenzaba a ponerse un poco rojo. Su rostro estaba carmesí por la molestia, y su mirada grisácea ahora era plomo— ¡Nunca dije que no me gustara estar a tu lado! Todo lo contrario, Moira. ¡Me has hecho recordar el sentido de vivir!
No tenía palabras para lo que decía.
—¡Llegué aquí con una depresión que sobrepasaba mis ganas de vivir! Y no sabes lo que tu amistad y todo lo que implica tu sonrisa ha mejorado mis días...— No supe responder a sus palabras. Pero algo era seguro, había llenado aquel hueco en mi pecho, y ahora las lágrimas eran menos agresivas— No me había sentido tan bien hasta que te conocí, y justo aquí. En un momento similar.
—No quiero hacerte daño.
Eros rió con ironía, abriendo completamente sus ojos. Esos ojos que me conmovían con solo mirarme de frente.
—Moira, ¿Aún no te entra en la cabeza que puedes hacerme todo el daño que quieras, y siempre repararás lo que has roto y lo que no?
Yo sonreí ante todo éste escenario. Al fin y al cabo, él sabía cómo reparar y animarme en todo momento. Era como mi mejor amigo y mi mejor compañía.
—Eres un idiota.
—Un idiota que disfruta tu buen gusto por la música, y un idiota que estará hasta el día que la luna baje a la tierra— Dijo bajando la voz— Un idiota que no dejará que te vayas a dormir triste, y que le alegra cada tarde de café junto a tí.
No podía alejarme de él.
Antes de él, todo era simple. Todo era drogas, fiestas, y regaños por parte de todas las personas que me querían. Pero ahora que lo tenía, y que sabía que no muchas cosas serían distintas, él podía mejorar cada una de ellas. Podía mejorarme después de cagarla miles de veces.
Dios santo, cómo quería cambiar para que esto no terminara.
Eros era un chico bueno, y quizás yo había sido la tormenta que lo había sacado de su burbuja.
—Me has quitado la tristeza, Moira. No sabes cuánto.
Y fue así como me fundí entre sus brazos, atrapandolo entre los míos y tomándolo por sorpresa.
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Capítulo con dedicatoria pero no les diré para quién JAJAJAJA
¿Quién siente que la amistad de Eros y Moira debería avanzar?
Manito arriba, porque yo si lo pienso😭💔
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