Capítulo 18: Polaroid
Después de llorar un muy buen rato, Eros y yo destapamos la botella de vodka que no habíamos abierto aún. Él no era de tomar tanto, por lo que me había contado. Solo en ciertas ocasiones. Pero yo iba a cambiar aquella noche, porque seguramente nos embriagaríamos y nos reiríamos de éste recuerdo.
—Tenemos que tomarnos una foto juntos antes de nuestro primer trago— Mencioné.
—Está bien— Eros comenzó a sacar su celular del bolsillo, pero yo lo detuve con mi mano.
—Nada de celulares— Ordené ante lo que él estaba a punto de hacer.
Él me miró dudoso, y yo rebusqué entre mis cosas la cámara Polaroid que había guardado. Quería fotografías de éste momento. Le enseñé la cámara en mi mano, moviendola de un lado a otro, y él solo rió.
—Te la has ingeniado en prácticamente todo.
—Tengo que tener recuerdos de ésto.
Tomé la cámara y la volteé para que apuntara hacia nuestros rostros. Eros se colocó cerca de mi rostro, alzando la botella en mano a modo de broma. Yo presioné el botón y tomé la fotografía con una gran sonrisa en mi cara. El papel fotográfico salió con lentitud, mientras que yo lo tomaba en mis manos y lo mecía al aire para que pudiese secar más rápido. Cómo sabía que aún no lo tendríamos, la dejé a un lado, dónde no se dañara.
—Tomemos otra— Dijo él, emocionado.
—Vale.
Volví a apuntar hacia nuestros rostros con la cámara, y cuando estuve a punto de presionar el botón, Eros me besó en la mejilla, posando así para la fotografía que ya había tomado por la sorpresa. Sentí sus labios tibios en mi mejilla, y un cosquilleo recorrió todo mi cuerpo como sí tuviese hormigas en éste. No sabía cómo reaccionar a aquella acción suya, me había tomado desprevenida.
La fotografía salió con lentitud, y bajé la cámara poco a poco, tomándola en mi mano. La sacudí y luego la coloque al lado de la otra fotografía.
—Vaya... Quiero tener una de esas fotos— Dijo él, con una sonrisa inexplicable.
—Podemos tomar muchas más.
—Esa es una buena idea.
Eros tomó la botella con timidez, y bebió de ésta arrugando el rostro de manera tierna. Se veía que no bebía alcohol puro, y mucho menos de aquella manera. Él me pasó la bebida, y dí un largo trago, sintiendo como el vodka hacía arder mi garganta y el sabor a fresa se hacía presente en el último instante.
—Definitivamente, esto me hace recordar a Outville— Mencionó.
Eros tocaba su cabello con frecuencia, y no hacía más que observar el inmenso mar frente a nosotros. Yo volví a sacar otro cigarrillo, y ésta vez él sí me observó con asombro.
—Quiero probar uno.
Su querer me había dejado un poco impactada, puesto a qué él no era de esos chicos que fumaba, o hacía cosas como esas.
—¿Estás seguro de lo que quieres?
—Completamente seguro, Moira.
Yo sonreí en su dirección, encendiendo el cigarrillo en mi mano para luego pasarselo. Tomé otro, para fumar junto a él, y repetí la misma acción, dando una calada y exhalando el humo.
Eros se llevó el cigarrillo a los labios e inhaló todo el humo que pudo. Segundos después, Eros tosia con un poco de asfixia por aquel humo desconocido que se llevaba a los pulmones. Solo reímos de aquella accion tan inocente de su parte.
—Esto es más pesado de lo que creí— Dijo, aún con sus mejillas rojas. Le dió otra calada, pero ésta vez no se había ahogado. Exhaló el humo lentamente, viéndose un poco infantil en el cuerpo de un chico tan grande— Creo que lo hice bien ésta vez.
Yo reí, porque de verdad aquello me parecía la cosa más tierna del mundo.
—Si lo has hecho bien la segunda vez— Bromeé.
Tomé la cámara y nuevamente tomé una fotografía, pero ahora era solamente de Eros, fumando su primer cigarrillo y junto a la botella de vodka.
Definitivamente todo un chico malo.
Eros parecía desprevenido, pero sabía lo que yo hacía. Luego de tener la foto, la coloqué junto a las demás. Ya las otras dos estaban listas y se había revelado.
—Mira que tal han quedado éstas— Le mostré las dos fotos que tenía en mano.
Habían salido muy bonitas y la verdad me emocionaba tener una junto a él. Él tomó una entre sus manos, la del beso, y se la llevó al bolsillo del jogger. Trataba de no dañarla, solo guardarla.
—Ten cuidado.
—Esa será la que me llevaré a casa. Puedes guardar las que quieras, pero esa ya me pertenece.
Había olvidado que el humo todavía estaba dentro de mí por el jalón que le había dado a aquel cigarrillo. Pero su voz. Lo que me decía, me dejaba en un vaivén de sentimientos descontrolados.
—Está bien— Le respondí sin objetar— Pero guárdala muy bien. Que pueda durar mil años si es preciso.
—Creeme que lo haré.
—Entonces, sigueme contando sobre tu antigua ciudad...
Y así fue nuestra noche.
...
Pov's Eros
Me encontraba en casa y Moira había ido por mí. De verdad que ella no era de las personas que se cohibía de hacer ciertas cosas. Simplemente era tan espontánea y creativa, aunque también a la vez era indiferente y un cubo de hielo. Pero a pesar de aquello, Moira llegaba a ser muy tierna en ocasiones.
Me había sacado de casa, en un día de semana. Habíamos comprado cigarrillos y alcohol. También nos tomamos fotografías que, a decir verdad, guardaría por mucho tiempo. Y ahora, justo ahora, solo hablábamos de mi antigua vida y de como extrañaba los momentos al lado de mis viejos amigos.
-Será increíble como siempre podíamos hacer fogatas, y conversábamos tantas cosas- Comenté. Ella me observaba con aquella mirada que gritaba interés. Sus ojos azules me hacían olvidar algunas cosas, y creo que eso se podía notar a la hora de hablar. Ella me prestaba toda la atención que podía y yo solo sabía desconcentrarme mirandola- Cómo decía- Carraspeé un poco- Quizás siempre la pasábamos bien porque nos conocíamos desde que éramos muy pequeños. Todos nuestros padres eran amigos y eso nos hacía caso hermanos a todos.
«Solíamos comprar malvaviscos y asarlos en una fogata improvisada. También amabamos mucho ir a surfear y acampar en la playa. Esa era la mejor parte de ello.»
Tomé aire y ella seguía con su rostro intacto. Sonreía de vez en cuando, pero su mirada. Maldita sea,- y yo no era de maldecir- era lo que hacía que yo estuviera un poco nervioso todo el rato. Ella podía estar todo el tiempo callada, y solo expandir sus ojos como solo ella podía. Su iris se encontraba dilatado, y sabía que no había consumido nada más que alcohol y un par de cigarrillos. Proseguí, y sabía que, si mis viejos amigos la conocieran, sabrían la dicha que tengo al conocerla.
—Te digo que, mis amigos sí te conocieran estarían encantados contigo. Creo que les caerías estupendamente bien.
Moira sonrió, y visualicé en su rostro como sus ojos se achicaban y unos pliegues a los lados de su sonrisa se hacían presentes.
—Deberíamos escaparnos un fin de semana a Outville, y conocer a tus amigos. Ya nos hemos escapado a la playa, no creo que sea tan mala idea— Dijo con un entusiasmo que me hacía observarla con una fijación extraña.
Sentí una punzada en el pecho al escuchar su deseo. Ella no tenía culpa del por qué yo no quería volver. Pero a pesar de sentir aquel pinchazo en mi corazón, solo le sonreí y respondí:
—Tenemos que ponernos en marcha entonces.
La chica de cabellos negros y piel tan pálida como la nieve, solo supo saltar con energía.
—¡Levantate, Eros!
—¿A dónde vamos?
—¡Tenemos que entrar a bañarnos!— Gritó ella, dándole un trago grueso a la botella.
Moira estaba loca. No había segundo que no parara de pensar eso sobre ella. Pero era una locura a la cual yo no estaría dispuesto a alejarme o correr de ella. Todo lo contrario, Moira tenía una locura que te impulsaba a ser igual que ella.
Ella empezó a desvestirse rápidamente, y yo solo sentía vergüenza de verla. Me pasó la botella, y bebí de ella, volteando a otro lado para no tener que verla desnuda.
—¡Vamos, Eros! Levantate y báñate conmigo.
Yo aún miraba hacia otro lado, pero por el rabillo del ojo sabía que ella estaba quitándose el pantalón.
—¿Con qué me voy a bañar, Moira? El agua seguramente está muy fría.
Ella dió una carcajada que había salido desde sus entrañas. Lo sabía porque parecía divertida.
—Desnudate. Igualmente puedes voltear. Estoy en ropa interior, nada del otro mundo.
Yo estuve a punto de levantarme, cuando escuché un grito desenfrenado de Moira. Tuve que voltear a verla, y no estaba a mi lado. Moira se encontraba corriendo y gritando, con la botella en mano, hacia las olas. Había entrado al mar, llenando su cabello de agua salada y brincando junto al agua que se movía a su alrededor.
—Diablos— Maldije por lo bajo, y le seguí el paso— ¡Espero que no me dé una hipotermia!— grité.
—¡Cobarde, Eros Sallow!
Y esa era mi señal para saber que tenía que apurarme en desvestirme y entrar al agua con ella. Pero antes de ello, la veía feliz y como nunca. Me gustaba esa Moira. La Moira que podía ser ella misma sin que los demás la estuviesen juzgando.
Tomé la cámara sin su permiso, y mientras me acercaba tomaba muchas fotografías. No me importaba dónde las dejaba. Sabía que las encontraríamos cuando saliéramos del agua, y mucho mejor, porque ya estarían reveladas. Ella sonreía y bebía trago por trago, y yo solo sabía fotografiarla. Luego de estar cerca de la orilla, dejé la cámara en un lugar seguro, dónde no pudiera mojarse o algo por el estilo.
Me desvestí con premura. Me quité el sueter, y a la vez dejaba mis zapatos tirados por dónde pudiese. Escuchaba sus risas, y sabía que la noche iba de mejor en mejor, aunque mañana tuviese que pagar las consecuencias de mis actos liberales.
Terminé por quitar mi jogger y las calcetas que traía puestas. Tiré toda mi ropa a un lado, de manera desordenada, y entré al agua.
Creí que estaría más fría el agua, pero no era así. O quizás, muy por dentro de mí, quería tanto estar junto aquella chica de sonrisa resplandeciente y me olvidaba de cosas tan estúpidas como el frío y el agua. Y creo que era más lo segundo, que lo primero.
Llegué nadando hasta ella, y le quité la botella de la mano. No estábamos en un sitio muy hondo, pero tampoco estábamos tan cerca de la orilla. La marea no se mantenía tan alta, y aunque sabía que esto podía ser peligroso, era el momento perfecto.
Tenía mucho tiempo sin pasarla tan bien como ésta noche.
Al darle un trago a la botella, Moira me observó con ironía. Típico en ella. Y es que, yo tampoco tomaba de ésta forma, pero hoy sería la excepción.
—Juguemos algo ahora que estamos aquí— Dijo ella, tomando nuevamente el mando de la botella— Juguemos yo nunca nunca.
Sentí un hormigueo por todo el cuerpo, pero no me negué.
—Vale, por mí perfecto— Le respondí— Entonces comienza tú.
Ella parecía pensarlo mucho, y luego sus ojos brillaron con fulgor al pensar en algo.
—Yo nunca nunca he tenido novio— Soltó de repente.
Yo reí al ver que aquello era algo muy chistoso. Era algo que de verdad esperaba de ella.
—¿Cuenta una novia de la primaria?— Inquirí con dudas.
—No vale. Seguramente eras muy chico en ese entonces.
—Entonces yo paso— Le dije. Luego observé que ella no bebió y me extrañó mucho mas— ¿Tú no deberás?
—Nunca he tenido novio.
Mi estómago se revolvió un poco, y mis latidos comenzaron a acelerarse cada vez más.
Vamos, Eros. ¿Qué te ocurre? Solo es un juego.
Pero éste juego terminaría haciendo de mí un mar de nervios.
—Vas tú.
—Bien... — Alargué la palabra pensando en algo que sí funcionara e hiciera a Moira tomar un trago— Yo nunca nunca he sentido algo por alguien.
Ella bebió rápidamente de ahí, como si no hubiera un mañana.
Auch. Fue lo único que mi interior pudo sentir.
No quería admitirlo, pero ella se me hacía demasiado linda.
Tomé también un trago de la botella, siguiendola.
—Pero qué tenemos aquí. A Eros le gusta alguien— Bromeó ella, con una sonrisa gigantesca, y empujando un poco mi hombro con su pequeña mano— Ahora voy yo. Yo nunca nunca he pasado la peor vergüenza del mundo.
—Todos lo hemos pasado— Reí.
Los dos bebimos, y ya podía sentir como los tragos hacían de mí un Eros más suelto y divertido.
—Yo nunca nunca he dado mi primer beso— Dije, y luego tomé de la botella.
Tenía que aceptarlo. Mi primer beso había sido Elina cuando teníamos unos siete u ocho años. No lo recuerdo con exactitud. El recuerdo rozó mi memoria y me causó tanta gracia.
Moira no bebió. Y ahí entendí que, la fama que aquella chica tan pequeña, frágil pero a la vez ruda, y de carácter fuerte tenía, solo era imaginación de la gente. Todas las veces que las personas me habían dicho que era una promiscua y que muchos chicos habían estado con ella, solo me hacía querer sacarles el dedo medio.
Nunca me importó aquello que decían. Porque en realidad, la única que siempre me importó por sobretodo era ella.
—Nunca he dado mi primer beso a alguien. Simplemente no he querido hacerlo. Los chicos son una mierda.
—Exceptuandome.
—Exceptuandote— Repitió ella, riendo.
Así pasamos toda la noche. Riéndonos de la vida, caminando y bañándonos en la playa de Gashfield. Las olas nos hacían rozar nuestras piernas, o quizás solo era el hecho de que era lo que realmente queríamos. Jugabamos y nos divertíamos. Nos contamos cosas que a lo mejor, nadie más sabría, solo nosotros dos.
Moira no era distinta. Tampoco brillaba entre todas las chicas que habían en el mundo.
Pero ella tenía un no sé qué, algo que me hacía querer girar mi mirada y tenerla en ella. Solo en ella.
Pasamos la noche como nunca antes, y recuerdos de mi vida pasada por fin dejaban de atormentarme. Ahora solo recordaba con el pecho lleno de felicidad.
...
Entré a casa con pasos silenciosos, y el celular junto a las fotografías que me había traído de Moira junto a mí. Pero yo sabía que a esa hora mi padre rondaba por toda la casa, tomándose un té para relajarse en las noches que no dormía.
Moira y yo nos habíamos ido de la playa muy tarde. Yo la había acompañado a su casa, porque obviamente no la dejaría ir sola. Su sonrisa y su voz había hecho que toda la noche estuviese como un idiota aguantando una sonrisa. Eso se acabó luego de que escuchara la voz de mi padre hablándome a mis espaldas.
—Llegaste tarde a casa. Y por lo que veo también empapado de agua.
No supe que decirle a mi padre, ya que sentía una vergüenza grande. Él se acercó a mí, visualizando entre mis manos las fotografías que traía, y tomó una de ellas, analizandola. La fotografía era de Moira en la playa, dentro del agua y con el rostro tiritando del frío que sentía. Se veía muy tierna, pero por la expresión de mi papá, sabía que tendría algo que decir.
—¿Quién es ella?— Preguntó sin dejar de ver la foto.
—Es una amiga mía.
—Se me hace conocida de alguna parte.
Mi padre inspeccionaba la foto como si quisiera encontrar algo perdido en ella. Yo lo dejé, no quería que se enfadara conmigo por ser grosero.
—Se parece muchísimo a alguien.
Me pareció tan extraño, ya que éramos nuevos en Gashfield y no creía que papá conociera muchas personas aquí.
—Olvidalo, hijo— Dijo, frotando sus ojos con los dedos pulgar, índice y medio. Se veía cansado— Será mejor que te duches y te quites muy bien ese olor a alcohol. Apestas, Eros.
Mi padre tenía razón. Apestaba, pero me iría a la ducha con una sonrisa de oreja a oreja por culpa de Moira Spellman.
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