Capítulo 17: Reparame

¿Que mierda había hecho?

¿Que mierda me pasaba?

¿Que mierda me había llevado a hacer eso?

Esas eran las únicas preguntas que me repetía en mi interior para asegurarme de que no me estaba volviendo loca, o a lo mejor sí.

Eros había aceptado mi solicitud y ahora no tenía escapatoria. No quería ni imaginar lo que debía pensar de mí.

No teníamos amigos en común, ni siquiera publicaciones o algo lo cual yo pudiera usar de excusa. No. La tonta e idiota de Moira tenía que meter la pata justo como ella sabía hacerlo.

Luego de un rato de negación, pasé a mi fase de aceptación. Tenía que aceptar lo que había hecho y las consecuencias que traía con ello, cómo lo era el que justo luego de un rato Eros había mandado un mensaje al privado.

Mi corazón dió un vuelco y casi muero con ello. No esperaba eso, no esperaba que él diera un paso hacía mí, pero no podía parecer desesperada, debía hacerlo esperar un poco.

Aunque también, pensaba en mí, y en lo tonta que me veía. Eros y yo, podía decirse que nos llevabamos bien, y quizás yo lo veía de una manera muy diferente a como él me miraría a mí.

Eros: No pensé que usaras Facebook.

Las puntas de mis dedos cosquillearon de una manera única, dejándome un poco inmóvil por su mensaje. No tenía idea de lo poco sociable que llegaba a parecer, pero lo cierto era que no le veía mucho sentido a ello. Las redes sociales no eran lo mío, y eso lo notaba mucha gente. Al cabo de unos minutos de pensarlo muy bien, decidí responderle.

Yo: No lo hago. Hice una excepción esta vez xd.

Segundo tras segundo mis nervios seguían aumentando, y un escribiendo aparecía en pantalla.

Eros: Entiendo.

Comencé a sentir que no tenía un tema de conversación, y observaba con detalle el último mensaje sin saber que responder. Era muy difícil para mí esto de la comunicación.

Recibí otra notificación de su mensaje justo al salirme de messenger, así que lo abrí de inmediato.

Eros: Que tal estás? Digo, sé que nos vimos hoy, pero es bueno preguntar.

Yo: La verdad no tan bien. Fue un día duro.

Y sí que lo había sido. Bill me había dejado pensando muchas cosas, y en otras solo no podía pensar. Mi cabeza daba vueltas de solo recordar su rostro cansado y su aspecto más descuidado de lo normal. Yo quería a Bill, y todo lo que habíamos vivido juntos era algo que no cambiaría por anda en el mundo.

Eros: Oh, entiendo.

Eros: Si quieres podrías darme tu número, y yo podría llamarte y alegrar tu día.

Mi mente voló por los aires y sentí un cosquilleo extraño en mi estómago. No me esperaba esto, no esperaba que él se convirtiera en alguien tan cercano a mí y eso yo lo disfrutara. Era extraño, pero me agradaba en lo absoluto.

Procedí a anotar mi número como una confirmación, y luego lo envié, con mis nervios a flor de piel. Esperé con impaciencia su respuesta, pero solo me había dejado en visto. Supuse que Eros no llamaría justo ahora, y que tampoco podía sentarme a esperarlo. Entonces revisé entre los bolsillos de mi pantalón en busca de un cigarrillo y encendedores.

Ya no tenía provisiones de marihuana desde que Bill se había metido en aprietos con esos tipos raros. Tampoco podía decirle que me consiguiera sabiendo lo mal que la estaba pasando. Es por eso que solo encendí un cigarrillo e inhalé el humo en busca de tranquilidad y paciencia.

Cómo si yo manifestara cualquier cosa como mi tía Moira; creyente de la luna y estrellas, recibí una llamada de un número desconocido a mi celular. Una llamada entrante, y ya sabía de quién provenía.

Contesté con premura, y escuché su respiración al otro lado de la línea.

—Hola, Moira.

—Hola.

Me sentía extraña al escuchar su voz desde aquella línea telefónica. Sentía que estábamos muy cerca, pero a la vez tan lejos. Era la primera vez que hablaba con algún amigo por celular, o que alguien quisiera hablar por llamada conmigo. Nunca había sabido de esa sensación de nervios al saber que alguien que te importa llamara en cualquier momento, y ahora, con un gusto enorme en el pecho podía decir que lo sabía. Sabía lo que se sentía.

—Dime ahora ¿Que estás haciendo en este preciso momento?

Yo reí internamente, pero no evité que una sonrisa brotara en mis labios. Fumé el cigarrillo que estaba entre mis dedos, y lo observé fijamente para luego responderle.

—Me matarías si te dijera.

—¿Por qué?— Inquirió con una carcajada sutil.

—Porque quizás te disguste.

—No creo que pueda disgustarme contigo.

Sentí una punzada de emoción en mi pecho. Me sentía como una colegiala, enamorada de una persona que sabía que no podría tener. Aunque yo no estuviese enamorada de Eros.

—Estoy fumando. ¿Tu que haces ahora?

—Que fumes no me disgusta, hasta has llegado a verte guapa haciendolo— No supe que responder a ello. Mi corazón comenzaba a acelerarse aún más, y las palabras no salían de mi boca. Di una calada, tratando de disipar el humo en el aire con lentitud. Escuché una risita al otro lado de la línea, y mi sonrisa creció aún mas— Seguramente te hice rodar los ojos. Eres muy irónica.

Eso sí me había tomado por sorpresa. Él no sabía que me estaba muriendo con una sonrisa en el rostro por su culpa.

—No respondiste a mi pregunta.

—Pues, estoy acostado, Moira. Ya he hecho los deberes y merezco descansar un rato. También hablo con una chica que probablemente se esté terminando un cigarrillo en estos momentos.

—Ahora sí rodé mis ojos por tí— Bromeé.

—¡Vaya! Créeme que no lo esperaba- Respondió con ironía— Veo que te llevaste bien hoy con Christine.

Si me había sentido cómoda con la chica Elliot, la otra solo era odiosa y petulante. Sentí rabia por un momento al recordar lo irritante que era Paige, y lo junta que siempre estaba con Eros. Ella presumía sus buenas notas, buenos hábitos, conducta limpia, y todo solo para hacer rabiar a las personas que no podían ser como ella.

—Si, la verdad Christine me cayó muy bien.

—Veo que Paige no.

—No.

¿Para qué mentirle a Eros? Ya todos sabíamos algo que era muy obvio.

—Entonces, ¿Tus padres saben que fumas?

—Creo que lo sospechan, por el olor de mi ropa y cabello. Ellos no están muy contentos con mi conducta, así que ya deben esperarselo— Respondí con simpleza.

—Cambiando de tema ahora que lo recuerdo. Te ha ido muy mal últimamente en los deberes.

Eros parecía preocuparse más que yo por mis notas. No le gustaba que mis calificaciones estuvieran tan bajas, y eso era justo lo que yo obtenía por no prestar atención suficiente a las clases, y mucho menos hacer los trabajos que se me asignaban.

—Si, pero aún puedo mejorar. Lo prometo.

—No tienes que prometerlo. Solo tienes que hacerlo.

Suspiré por lo bajo. Sabía que él tenía razón, pero para mí era completamente difícil.

No sabía que más decirle a Eros, solo pensé en algo que quizás se consideraría una locura. Y esperaba que Eros aceptara lo que tenía que proponerle.

—¿Eros?

—Dime.

Sentía un poco de vergüenza, y mucho más porque era demasiado espontánea con respecto a lo que me gustaba y lo que quería hacer en el momento. Es por eso que quería que Eros saliera conmigo justo ahora.

Y sabía que había llegado tarde, pero al fin y al cabo, mis padres nunca se van a preocupar lo suficiente si estoy en casa o si no lo estoy.

—¿Tienes algo importante que hacer justo ahora o en el transcurso de la noche?

Escuché un pequeño suspiro, y sentí ansiedad al esperar una respuesta de su parte.

—No creo que ver el techo de mi habitación sea algo importante.

Eso para mí era una afirmación de que estaría libre toda la noche, y más para estar junto a mí.

—Bien. Necesito que me pases tu ubicación justo ahora.

—Bien... Espera poner el altavoz y lo hago— Dijo, mientras hacía lo que me decía. Recibí un mensaje con su ubicación exacta y revisé en que sitio de la ciudad vivía Eros, y no me quedaba muy lejos— Espero que no hagas ninguna locura.

Yo solo reí porque la verdad era una completa locura lo que planeaba.

—Eros, escúchame con atención. Tendrás que escapar esta noche, porque te necesito hoy, y ahora. Así que, espero que cuando llegue estés listo para irnos.

Y sin más colgué la llamada, sin esperar que él respondiera a mi orden tan demandante. Me sentía bien. Eros me hacía sentir así, y no quería ocultarlo cómo siempre lo hacía. No quería seguir siendo Moira la indiferente. Quería demostrar lo que era y lo que quería.

Tomé una cámara Polaroid que tenían mis padres como una de sus cámaras de viajes. Metí mis cosas junto a la cámara, un poco de dinero que tenía de la mesada, y tomé mi patineta para luego irme de casa sin avisar.

Hoy sería una buena noche.

...

Patiné hasta la casa de Eros con premura. La ubicación en GPS que dictaba la aplicación de mi celular, indicaba que estaba en el lugar indicado. Le había escrito un mensaje a Eros que ya estaba esperándolo afuera, por lo que procedí a esperar con un poco de inquietud.

«Vaya» fue lo único que pensé al observar la casa impecable de Eros. Mis padres conocían algunas personas de aquella calle, pero se me hacía tan distinto el mirar esa calle como por dónde vivía Eros y sus padre. Aún se sentía extraño tenerlo nuevo aquí.

Luego de unos segundos de esperar a Eros, salió por la parte trasera de la casa, lo cual me hizo elevar la ceja con algo de diversión en mi rostro. Él lo sabía. Sabía que yo me burlaba por la forma tan inocente de escapar de casa.

—¿Has dejado almohadas debajo de tus sábanas?— Bromeé cuando estuvo cerca de mí.

Vestía un suéter negro, junto a jogger gris, y Vans negras. Se veía tan extraño al vestir así, tan descuidado, pero a la vez se veía tan guapo. El perfume que se había colocado podía llegar a mis rosas nasales con facilidad. Ese chico si que sabía tener presentación. Era toda una tentación.

—Muy chistosa, pero ya te he dicho que mis padres son estrictos— Respondió en defensa propia.

—Bien, entonces tendremos que apurarnos antes de que noten que no estás en la cama.

Eros rodó los ojos, divertido, y yo monté mi patineta yendo al paso de Eros.

—¿Hacia donde tienes pensado ir?

—Será una sorpresa. No puedes hacer tantas preguntas.

Los dos andábamos, contando cosas triviales y a la vez muy graciosas y curiosas. Eros no paraba de sonreír con aquel brillo que me hacía desear no dejar de observarlo. Era un momento inolvidable y no quería que pasara el tiempo. No quería que fuera mañana y Eros no estuviese así conmigo.

Nos detuvimos en un minimarket para comprar algo de alcohol y cigarrillos. Yo no quería decirle que iría a comprar aquello, porque sentía que podía juzgarme, aunque ya había dicho que no lo haría.

Entramos y había un chico en la caja atendiendo. No parecía muy animado. De hecho, se veía un poco cansado y apagado.

—¿Que necesitas?— Preguntó Eros, tratando de ayudarme.

—No quieras saberlo.

Él se encogió de hombros con una sonrisa en su rostro. Yo observé mi celular y ya eran pasadas las diez y media de la noche. Mejor así, la noche sería más larga.

Caminé entre el pasillo de licores, con la mirada de Eros expectante en mi espalda. Quizás le causaba curiosidad, o simplemente no sabía muy bien que hacer en aquella situación. Fui a la sección de vodka, escogiendo uno de fresa, bastante rico y barato para mi bolsillo.

—¿Cómo sabes que licor escoger para estos momentos?— Inquirió él, dubitativo.

Yo me detuve con la botella en la mano, observando cómo Eros fruncía el ceño y me miraba con duda.

—La verdad solo es licor. No debes tener alguna ocasión para escogerlo. Solo lo escoges y ya.

—Vale, ¿Y como harás para compralo?

Yo reí ante aquella pregunta porque era algo más que obvio. Yo tenía todo sumamente planeado, con lujos de detalles.

—Presta atención, querido Eros Sallow.

Caminamos hasta la caja, dónde también se encontraban los cigarrillos en un vitral pequeño. El chico nos miró a Eros y a mi, para luego tomar la botella que yo había colocado en el mostrador, y luego decir el precio de ésta.

—Tambien añade unos cigarrillos de menta— Comenté, señalando los que mas me gustaban.

Eros se acercó a mí, olocandose detrás de mi cabeza sin disimular frente al chico.

—No eres tan ruda como pareces si fumas cigarrillos mentolados— Susurró en mi oído.

Una oleada de nervios me atacó cuando se acercó tan de pronto, con aquellas palabras que me dejaban sin nada que decir. No era lo que había dicho, era la manera tan tranquila y pasiva de decirlo.

—Un total de siete con noventa y cinco— Dijo el chico— Más la identificación— Observó con recelo.

Yo por mi parte, actué con normalidad. Porque la verdad era que ya estaba más que acostumbrada a hacer esto y más con Bill y los muchachos. Así que, saqué de mi bolso el dinero que pedía y la identificación falsa que Bill me había hecho sacar. Le extendí todo junto al chico, y él, con un rostro examinante, observó la identificación, contó el dinero, y al no tener nada que objetar nos dió la compra que había hecho.

—Muchas gracias— Le agradecí con un guiño, y aquel chico castaño solo pudo suspirar de vuelta.

Eros se reía sobre como había mentido con mi edad, y sobretodo como había actuado como si nada.

—¿Que te pareció?— Le pregunté con una sonrisa, y la botella elevada.

—Creo que realmente eres muy inteligente y precavida—Sonrió.

Seguí patinando a su paso, y de vez en cuando el tomaba mi mano de manera ligera para impulsar un poco mi patineta. Era un momento perfecto. No esperaba que él fuera menos que dulce, porque era cierto. Eros era el chico más dulce que yo, Moira Agatha, había conocido en toda su puta existencia. Y eso me fascinaba de él. Podía ser alguien tranquilo, pacífico y a la vez tan divertido y lleno de ideas.

Me estaba encariñando de la manera en la que me miraba con sus ojos grises. No había mejor cosa que aquella para mí.

—Conozco éste camino—Dijo él, luego de mantenernos en un silencio cómodo.

—Yo lo conozco a la perfección.

-—Lo sé.

La noche se veía tan distinta. No era como acostumbraba a verla. Era tranquila, armónica. Me traía un mejor ánimo ésta noche, y más porque estaba con el único chico que podía cambiar mi estado de humor con una sola mirada. La luna se encontraba en su máximo esplendor y todo a nuestro alrededor era silencio. Un silencio extraño, pero gustoso.

—Queria invitarte porque yo nunca había hecho algo así, y quería hacer algo distinto— Confesé.

—¿Cómo distinto?

Él me observó con cautela. Sentí que su mirada tenía que bajar mucho por la diferencia de estatura, y eso me hacía sentir tan intimidada por él, pero también a su vez, me sentía segura por primera vez.

—Yo sólo voy a fiestas. Estoy con amigos solo cuando salimos en una noche. Pero, ¿Sabes que es lo más irónico?— Le pregunté mirando al cielo— Nunca tuve a alguien como tú— Puntualicé—Nunca había salido con alguien de manera tan tranquila, solo para sentirme en paz y a la vez tan divertida. Porque creeme que desde que te conozco no paro de sonreír.

Aquello había escapado de mi boca como sí no estuviese hablando con Eros. Cómo si yo solo estuviese dialogando conmigo misma y él no estuviese ahí. Eros, en cambio, solo sonrió para hacerme sentir segura, o así lo creía yo.

—Entonces soy el único motivo por el cual Moira sonríe— Rió— Eso sí que es una novedad grandiosa.

Él me observaba de reojo, y yo podía detallar su negro cabello a la luz de la luna. Se veía tan despeinado por las veces que se había pasado la mano por el pelo, que aún así, no dejaba de verse perfecto. Sus labios creaban la sonrisa más preciosa, y si, ya lo había dicho muchas veces pero así era. Las manos las tenía dentro de los bolsillos del jogger, haciéndolo lucir despreocupado y más relajado de lo habitual.

Eros no era un chico malo. Todo lo contrario.

Era por ello que con seguridad, y con el cielo estrellado encima de nuestras cabezas, puedo decir que Eros Sallow me gusta sin reparo.

Llegamos justo a nuestro lugar. El lugar donde él me había salvado, y dónde por primera vez detalle sus ojos grises.

La playa estaba en calma, y a lo lejos podía divisarse el risco donde yo había intentado quitarme la vida. Las olas se rompían con fuerzas, y la espuma del mar era totalmente notable. El olor a mar era inconfundible, y nuestros pies ya se mezclaban con la arena que comenzaba su paso hacia la playa. Caminamos hasta estar frente al mar, y yo tomé la iniciativa de sentarme en la arena, haciendo que Eros repitiera mi acción.

—Me gusta éste plan tuyo.

Yo escuché atenta aquellas palabras, sintiendo mi corazón desbocarse y mis manos sudar. Abrí la cajetilla de cigarrillos y tomé uno entre mis labios. Busqué un encendedor en mi bolso y lo conseguí, encendiendo con nerviosismo el cigarrillo. Eros me observaba mientras hacía lo que hacía. No parecía incómodo con aquella imagen, más bien una pequeña sonrisa se asomaba en la comisura de sus labios.

Di una larga calada, mirando hacia el océano extenso. El humo se esparció por el ambiente, igualmente que el olor.

—Me gusta la playa— Dije, mientras daba otra calada- Es por ello que...— Lo que iba a decir era muy fuera de lugar, pero necesitaba de alguien aquella noche, y nadie más correcto que él— Aquella tarde me sentía muy sola. Nunca tuve alguna amiga con la cual contar. Solo contaba con mi amigo Bill, el que estaba junto a mí en la fiesta de Bryan.

«Yo había decidido que esa era la mejor opción, y siento una vergüenza terrible de hablar sobre esto y que me hayas visto de aquella manera. Pero realmente, no me sentía para nada bien. Mis problemas se habían mezclado, y cuando te ví... Créeme que cuando te digo que no puedo estar más agradecida contigo es porque de verdad no sé cómo agradecerte.»

Mis ojos se llenaron de lágrimas por los recuerdos, pero aún así, no dejé de observar la playa. Sabía que el chico junto a mí no paraba de verme, y es por ello que yo no podía quitar mi vista del frente. Me sentía tan apenada que no quería verlo. Otra calada gobernó mis pulmones, y luego exhalé, dejando salir el humo.

—Siento que te debo tanto, pero no sé cómo pagarte. Eres tan bueno, cuidadoso, grandioso, y yo soy todo lo contrario a ti. Solo sé traer problemas a la vida de los demás, y no quiero eso para tí— Gimoteé por mi llanto, sintiéndome aún más estúpida— Quisiera ser cómo Christine, o Paige, que son chicas asombrosas, como las que quizás, tus padres no pensarían que son malas para tí. Porque creo que sí me conocieran, no te querrían junto a mí.

«Me siento tan insuficiente que no se que hacer para que esto pare. No quiero tener que llorar cada vez que recuerdo que hago muchas cosas mal, y los demás lo notan mucho más que yo. No quiero tener que alejarme de las cosas que me gustan solo por miedo a dañarlas. No quiero ser mala, ni dañina. Tampoco un completo fracaso.» Dije entre llanto.

No pude seguir hablando pues era un mar de lágrimas. Me hice un ovillo, aún con el cigarrillo entre mis dedos, casi acabándose. Sentí como Eros se acercaba y me abrazaba con fuerza. Su abrazo me reconfortó tanto que solo pude llorar lo que no había llorado en todo éste tiempo.

Escuché como su corazón latía con fuerza, ya que mi cabeza reposaba en su pecho. Me sentía más aliviada llorando en sus brazos.

—Cuando te sientas así, solo llámame. Y recuerda algo, Moira— Él sostuvo mi rostro en sus manos, con una ternura que nunca sabría explicar. Sabía que observaba mis ojos rojos y mi rimel corrido. Era patética, pero él no me veía así, sabía que no— Recuerda que así nadie te quiera junto a mí, y el poco tiempo que llevamos conociéndonos te haga frenar. Yo siempre estaré para tí, y es una promesa. Así que puedes sentirte segura conmigo.

Mi corazón se detuvo en ese momento, y no supe que responder a ello. Solo lo abracé hasta que mi corazón se sintió un poco mejor.

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