Capítulo 12: Facebook
Eros y yo habíamos estado riéndonos todo el rato, hasta que mamá nos llamó al patio trasero donde una mesa larga con sillas nos recibía. Tía Agatha apareció detrás de nosotros, haciéndome muecas de besos.
La mesa tenía el almuerzo servido y una limonada nos acompañaba. Era un día caluroso hoy, así que era mejor beberlo que despreciarlo, aunque nadie rechazaría una limonada fría.
El chico se había sentado frente a mí, y papá a duras penas llegaba a nosotros con cara de enfermo.
—Buenas tardes— Dijo papá, a lo que Eros se levantó de su asiento para presentarse.
—Fredrick, él es un amigo de Moira que ha venido a visitarnos hoy.
—Mucho gusto, señor. Mi nombre es Eros.
—El gusto es mío. Fredrick.
Todos nos sentamos, y Lori entró de última con una cara de incomodidad. Ella se sentó al lado de mamá, y mamá le hizo una seña para que saludara a Eros.
—Hola— Dijo ella.
—Oh, hola. Moira, no sabía que tenías hermana— Dijo Eros.
No pude hacer que la sonrisa que estaba intentando dar saliera totalmente perfecta, por lo cual parecía una muñeca horrenda. Asentí afirmando y me dispuse a comer.
Todos comenzaron a comer, y mi padre, madre y Eros compartían una charla grata. Tía Agatha me miraba como si no pudiera creerlo.
—Quién diría que tus dibujos no fueran cien por ciento certeros— Dijo ella.
—¿A qué te refieres?
—Ya sabes a qué me refiero— Susurró haciendo señales para que viera a Eros— El chico del dibujo, es él.
—Callate.
Ella no dejaba de abrir los ojos a todo lo que le permitía su párpado. Estaba exaltada y sabía que quería hacerme pasar una gran vergüenza.
—Estudiaré medicina este año. Ya he visto una universidad y he quedado maravillado con todo.
—Que increíble suena eso— Dijo mamá, embelesada.
Eros metía un tenedor con pasta en su boca, mientras yo hacia lo mismo.
No tenía ni la más remota idea de que estudiaría medicina. Tampoco parecía de los chicos interesados en ello, todo menos eso.
—Tus padres deben estar muy orgullosos de ti, Eros.
—Si, bueno— Él se removió en su sitio con un poco de incomodidad— Mis padres son igual de exigentes que la carrera que he elegido. No esperan menos de mí.
Mamá y papá rieron ante lo que había dicho mi amigo. Yo, por mi parte, había entendido perfectamente que sus padres eran jodidos, mucho más que los míos. Mis padres eran estrictos con respecto a los estudios, pero no elegían lo que yo haría en la universidad (si es que asistiría a una). Traté de llamar la atención para que la situación no se volviera incómoda para él.
—Eros ¿Cómo era tu vida en tu antigua ciudad?— Pregunté con interés.
—Bueno. La verdad es que era buena la vida allá, un tanto pequeña pero nada completamente malo. Siempre solía ir a acampar y también a un sitio de bolos que era bueno. También mi promedio era bueno en mi antiguo colegio, pero por algunas razones tuvimos que mudarnos.
—Vaya. Suena prometedor— Dijo papá— ¿En qué ciudad vivías anteriormente?
—En Outville, a ocho horas de aquí a buena marcha— Eros sonrió como si recordara su viejo hogar con nostalgia.
Mamá se emocionó al escuchar donde había vivido Eros. Sus ojos se notaban entusiastas, y sabía que tendría algo que opinar con respecto a ello.
—¡Ay! ¿Ese no había sido el lugar donde te había dicho tu amigo Andrew que había pasado sus vacaciones? Suena maravilloso. Le relató cientos de cosas buenas de Outville a Fredrick. Estoy convencida de que sería una buena idea pasarnos por allá algún día de vacaciones.
Todos siguieron conversando. Observaba a Eros por lo bajo, y él devolvía miradas furtivas y sonrisas secretas, dónde solo él y yo podíamos darnos cuenta de aquel lenguaje tan peculiar. Podía percibir que él no se molestaba por las millones de preguntas que hacía mi madre, y el agrado que mi padre había sentido por aquel chico de ojos grisáceos.
—¿Tu cabello es negro naturalmente?— Inquirió mi tía, cortando la conversación— Digo, es igual de negro que el de Moira. Son demasiado pálidos y siniestros.
Mamá estaba a punto de estallar de la vergüenza, y por su rostro enrojecido, sabía que le iría muy mal a tía Agatha.
—¡Agatha!
—No, está bien— Eros tranquilizó a mi madre con una mirada tranquila. Esa era su ventaja, él podía transmitirte paz con solo su voz o sus ojos— Definitivamente si es negro natural, o eso creo yo, y mis padres no me lo habrán pintado de niño, y así engañandome toda mi vida— Le tomó el pelo totalmente. Tía Agatha rió fuertemente mientras le dió un pequeño golpecito a la mesa.
Lori estaba en su sitio, un tanto incómoda. Sabía lo que significaba para ella esto, el que nadie le prestara atención le resultaba seguramente algo desagradable. Pero para mí, era la primera vez que compartía tan gratamente con mis padres, en una forma pacífica, con un amigo mío en la mesa. Ellos hacían de todo por ignorar a Bill, y hacer como si nunca hubiese sido mi amigo.
—¡Eres genial, chico!— Dijo Agatha.
Celine, mi madre, se había relajado y continúo investigando y urgando en la vida de Eros Sallow, cómo si fuese una detective en medio de algún caso. En cambio yo, revolvía la comida en mi plato con un malestar en el estómago.
Esto nos pasaba a todos con algún nervio. A algunas personas quizás le pasaba con el chico o chica que les gustaba, o la espera de su primer beso, pero yo, definitivamente estaba nerviosa por el simple hecho de que quizás mis padres fueran muy entrometidos en la vida de la única persona que no me veía con rareza en el colegio.
Luego de charlar un buen rato, y repetir todos los presentes el plato de comida (menos yo), Eros fue desprendido de las preguntas tan tortuosas de mis padres. Ciertamente él no parecía disgustado, pero era mejor prevenir que lamentar.
Caminamos juntos hasta la sala, sabía que tenía que irse y de verdad yo la había pasado bien a pesar de que los nervios me carcomian por dentro. Mi familia ya se había despedido de él, y lo invitaron a una próxima comida donde mi padre sería el chef especial, Eros no se atrevió a negarse y solo rió, aceptando aquella invitación. Yo solo observaba cómo caminábamos hasta la entrada, él lucía feliz, aunque siempre se veía de esa forma. Era alguien tan pacífico.
—Parece que la pasaste bien— Le comenté.
—Estuvo increíble. Tus padres son adorables.
Su sonrisa era espléndida, sus dientes eran demasiado blancos y no se veía alguna imperfección en ellos. Y sin importar cuan trasnochado estuviese por la fiesta de anoche, aún se veía saludable. No como yo, que mis ojeras podían tapar mi rostro y mi piel grisácea podía darte náuseas por su tonalidad tan triste.
—Son un poco extrovertidos algunas veces, y eso quiere decir que son pocas. Les has caído de maravilla.
—Tendré que invitarte a almorzar en mi casa algún día, para estar a mano.
Con esas simples oraciones pudo descontrolar una pequeña parte de mí. Nunca me habían invitado a comer, nunca. Ni Bill se había atrevido acompañarme a comer en algún sitio. Era la primera vez que me sentía tan nerviosa en mis dieciocho años de vida y no sabía que responder a ello.
—Vaya... Estaría bien, supongo.
Supongo. Una palabra desalentadora para muchos que piensan en llegar algo más con chicas, pero para Eros, eso le había causado una sonrisa divertida. Él desordenó con atrevimiento mi cabello, haciéndome lucir tan pequeña frente a él.
—Hasta luego, Moira— Dijo alejándose, mientras movía su mano en forma de despedida.
—Adiós, Eros.
Era imposible que él lograra que mi corazón volviese a la vida. Era tan extraño y tan inesperado, que sin duda podía decir que Eros físicamente me atraía.
🌙
No había hecho nada en la tarde luego de la visita de Eros. Era una desgracia el pensar que después de haber pasado un buen momento junto a él, ya parecía aburrirme todo. Simplemente su compañía era pacífica, siempre recalcaba que él llevaba paz a dónde quiera que fuera, pero era así, era intensamente tranquilo, armónico, calmado. Eros podía darte tranquilidad con solo mirarte a los ojos, y por eso el tiempo con él para mí no era desagradable.
Eros se había convertido en algo bueno para mi vista.
Estuve pensando mucho rato en las cosas que había hecho anoche, y no estaba muy orgullosa de algunas de ellas. Sobretodo el probar algo que sabía que no era muy bueno.
Ya había escuchado sobre algunas personas que se volvían adictas, pero por probar una vez no creo que me vuelva adicta de la noche a la mañana. Era un tema delicado, y del cual no me gustaba saber mucho, era demasiado crudo para mí. Aunque mi vida, y la de los que me rodean también lo eran, seguía siendo incómodo pensarlo.
Encendí un cigarrillo, y abrí la ventana de mi habitación. No quería que el humo se encerrara sofocandome. La noche ya se hacía presente con tonos azules, morados y naranjas. La oscuridad se llevaba a el día como sí no lo quisiera en ese momento, y mucho mejor así, la luna era preciosa. Me senté en mi cama, tomando una laptop vieja que poco usaba, y decidí entrar a facebook un rato.
Las cosas que las personas de mis redes posteaban, eran absurdas, aunque de vez en cuando me sacaran ciertas sonrisas con memes. Vi imágenes de la fiesta de anoche, y de personas en distintas partes de fiesta. Había muchas fotos de amistades de Lori que me aparecían en etiquetas de gente que tenía agregada.
Era extraño que yo entrara en esto de las redes, porque la verdad nunca me llamó tanto la atención. Aún conservaba una foto de perfil "hipster" del dos mil dieciséis, dónde posaba de manera extraña. No tenía muchos likes, tampoco me habían comentado lo bonita que estaba o lo linda que podía ser.
Decidí stalkear a Lori, así que la busqué y su perfil fue el primero en aparecer en de la lista de búsqueda. Le di click a su perfil y comencé a bajar para ver qué cosas tenía en su muro.
Compartía frases motivacionales y algunos de sus amigos reaccionaban y comentaban cosas positivas o graciosas. También había imágenes de ella; fotografías en el espejo del baño, en su cuarto, en sitios con amigos y post contando cosas de su día. Ella era sociable al mil por ciento, y por un segundo sentí envidia.
Revisé sus fotos, y noté como usaba filtros que mejoraban su piel, haciéndola lucir más hermosa de lo que ya era. Su cabellos siempre estaba arreglado y sus ojos brillaban ante la cámara como dos luceros. Mi hermana era preciosa, y cuidaba mucho su aspecto, eso era algo de admirar.
Salí de su perfil, y no sabía ya que hacer.
El cigarrillo entre mis dedos estaba volviéndose más pequeño cada vez, entonces decidí apagarlo y dejarlo en la cigarrera artesanal de mi mesita de noche. Volví mi mirada a la computadora y pensé que podía hacer.
Entré en Youtube colocando algo de Sixpence None The Richer para alivianar el ambiente y poder relajarme. Mi mente volvió a pensar en Eros, recordando su apellido y su rostro, así que la maravillosa idea de buscarlo apareció en mí.
Coloqué el nombre de Eros Sallow en la barra de búsqueda y le dí click a buscar. Aparecieron varios perfiles con ese nombre, pero no era su rostro. Bajé con esperanza de encontrarlo y no había rastros de él, era como si no existiera. Y como por arte de magia, decidí colocar nuevamente Eros Sallow Outville, entonces busqué y si apareció un perfil con su foto. Entré de inmediato, teniendo precaución de que no se me fuese un like por equivocación.
Eros tenía una foto de perfil en una playa, sonriendo y sin camisa. Su piel lucía resplandeciente ante la luz del sol que caía sobre él. No parecía tan enigmático cómo ahora, parecía muy feliz.
Seguí viendo el perfil de Eros. En sus datos decía que era soltero y estudiaba en la Outville High School. No decía alguna otra cosa. Bajé poco a poco encontrando fotos de su antigua vida, con chicos que aparentaban tener la misma edad que él. Habían fotografías de ellos acampando, en fogatas y saliendo a playas. Eros sí que había tenido una vida llena de aventuras en su ciudad natal.
En las fotografías siempre aparecía una chica rubia, de ojos negros y piel bronceada. Tenía una sonrisa espléndida en aquellas fotos, y una chispa de alegría que nadie se la quitaba. En todas aparecía ella junto a Eros, por lo que como toda una fisgona, revisé los nombres en las etiquetas, buscando el único nombre de mujer qué debía haber.
Se llamaba Elina White.
Habían algunas publicaciones donde ellos se trataban de forma muy cariñosa y graciosa a la vez, parecían buenos amigos o quizás, ella había sido su novia anteriormente. También habían fotos donde él la cargaba alegremente y eso hizo que mis dudas se esfumaran, ella era la novia de Eros.
Porque era totalmente ilógico tener fotos con una chica que parecía haber sido su supuesta novia y no borrarlas, así que había llegado a esa conclusión de que aún tenían algo a pesar de la distancia.
O quizás yo estaba equivocada y ella lo visitaba de vez en cuando.
Entré en el perfil de ella pero no había muchas cosas, solo su foto de perfil y la de portada.
Se notaba cuánto les gustaba la playa, pues tenían tantas fotos y recuerdos en ellas que me parecía que vivían ahí. Se veían felices en aquellas fotografías, y gracias a ello sentí una punzada de celos.
Si, era normal sentir celos de una chica tan bonita como lo era la tal Elina, pero lo que no me parecía normal era que yo pensara tanto en él, y en la forma en la que quizás la miraba a ella.
Volví de mis pensamientos, dándome cuenta que ahora sonaba una canción de Nickelback de fondo. Me había consumido un poco espiando el perfil de las personas, ya parecía toda una acosadora. Luego de despabilarme, caminé lentamente a mi espejo completo, observandome detalladamente.
—Mierda.
No subía tanto de peso, pero tenía la piernas igual de gruesas gracias a la genética de mi padre. Su familia eran personas robustas y cuerpos gruesos. No me desagradaba mucho, pero el observar como mi piel se oscurecia en áreas como la entrepierna y las axilas era un poco desagradable.
Entendía que era normal y natural, pero me han dejado tantas malditas inseguridades con respecto a los cuerpos que me he cohibido de ponerme cosas que me hagan mostrar un mínimo de piel. Muchas veces las personas pensarían que yo, Moira Spellman, preferiría usar cosas como tops y pantalones a la cadera, pero la realidad era que prefería usar ropa vieja de papá o comprar tallas mucho más grandes para no tener que lidiar con ver mi propio cuerpo.
Dí media vuelta, tenía marcas de cortadas y cicatrices curadas. Eso también me daba cierta inseguridad. El pensar que todos se burlaban de mi por las cosas que hacía, como pensaba y actuaba, hasta la forma de vestir y mi horrible físico, era un horror.
Traté de olvidar que me odiaba cada vez más, y que me sentía vacía. No podía hacer nada bueno por mí o por los demás.
¿Llegaría alguna vez a ser como una de esas chicas que iluminaban un sitio con su presencia?
No. Tenía que olvidarme de esa idea y darme por vencida.
Las otras chicas eran demasiado para mí.
Al cabo de unos minutos terminé llorando por lo insuficiente que me sentía y lo horrible que podían ser las inseguridades en la adolescencia.
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