Capítulo 11: Todo mal

Caminé por toda la casa buscando un baño en el cual esconderme. Por suerte uno de los de arriba no estaba ocupado, así que entré y pasé el pestillo.

Era una mierda y lo sabía. Había hecho todo mal.

El pensar que uno de los amigos de mi hermana sería bueno y amable conmigo era una locura. Tenía que lo sospecharlo, tenía que saberlo. Todo era una mierda por mi culpa, las cosas me las había buscado yo sola.

Pero ahora que lo pensaba.

Estoy drogada, borracha y él intentó obligarme a hacer algo que no quería. Sino hubiera sido por la fuerza que ejercí y el valor, pudo haber pasado algo peor. Pero la cuestión era la siguiente: ¿A cuántas chicas más le habrá hecho la misma mierda que había pasado conmigo o hasta incluso peor?

Porque se notaba lo manipulador y enfermo que estaba ese tipo, y yo, como una estúpida había caído en sus garras.

Me sentí con muchas ganas de llorar y explotar. Deseaba con todas mis fuerzas gritar, así que lo hice. Lo hice muchas veces, dejando caer lágrimas de mis ojos por la frustración del momento. Estaba más que drogada, sola y me sentía una idiota por confiar en que Colin era un chico increíble y que sería diferente al resto.

Luego de desahogarme, me limpié el rostro y decidí salir del baño. Era momento de buscar a Bill y Paul.

Bajando las escaleras, me encontré a Eros con las chicas Elliot. Mis ojos estaban hinchados, rojos y quizás también dilatados. Él no debía verme así, porque seguramente preguntaría y las preguntas no me gustaban para nada. Estaban justo al final de las escaleras, así que tendría que pasar muy rápido para que no me viera.

Justo cuando iba a caminar más rápido, Eros cruzó sus ojos con los míos, sorprendiendose nuevamente por encontrarme. Yo fingí estar alegre y le sonreí.

—¡Estás sonrojada!— Dijo alzando la voz, ya que la música estaba resonando por todo el lugar.

Me sorprendió que lo notara, porque la verdad que yo nunca me sonrojaba, era extraño que me sucediera. Mi piel era pálida, pero no de esas bonitas, sino más bien de esas que parecían grisáceas.

—Ni me lo digas— La idea de que él estuviese viendo mi rostro en una de sus peores facetas era inquietante, pero la adrenalina corría tanto por mi cuerpo aún que me sentí a estallar.

Paige y Christine me observaron con detenimiento, y percibí que no era muy bienvenida a su grupo por parte de Paige.

—Me quiero ir— Dijo Paige Elliot.

—No seas aguafiestas— Le respondió Christine dándole un pequeño golpe en el brazo.

Christine se veía un poco más relajada y abierta, aunque no perdía esa dulzura tan particularmente suya.

—Puedes quedarte con nosotros si no tienes nada mejor que hacer— Me invitó Eros.

Por la mirada rápida y poco disimulada de Paige, entendí que no quería que los interrumpiera. Pero ¡al diablo! Estaba totalmente drogada, había sido traicionada y manoseada por un idiota, unos matones me hicieron esnifar coca y ahora merecía divertirme un poco más.

—De acuerdo— Le respondí mirándolo a los ojos— ¿Es demasiado raro que les pregunte por qué decidieron venir?— Me dirigí a las primas, ellas ciertamente no eran de este tipo de reuniones y verlas aquí con Eros, un chico bueno, era extraño.

Paige entorno sus ojos con fastidio y decidió darse media vuelta. En cambio Christine, sonreía con amabilidad y entendió mi punto.

—Nos han invitado a ésta fiesta, y como nuestro nuevo amigo quería asistir, estamos aquí por él— Respondió.

Yo observé a Eros, incrédula.

—¿Te gustan este tipo de fiestas?— Le hablé a él.

Él se encogió de hombros, restandole importancia al asunto.

—En mi antigua ciudad muy raro asistía a fiestas, pero no me desagradan en absoluto— En su mano yacía un vaso, del cual tomó un trago rápido— Y puedo notar que a tí si te gustan.

—Podría decirse. En las fiestas hay muchas cosas divertidas.

—Como drogas ¿No?— Preguntó Paige, dirigiéndose directamente a mí. Parecía fastidiada, y mucho mas de lo normal.

No evite reírme a carcajadas en su cara, ya que parecía celosa de que estuviera hablando con Eros. Su mirada gritaba que le había llamado la atención.

—Correctamente, Paige. Las drogas en las fiestas son esenciales— Le respondí, guiñándole un ojo con cinismo. Tomé el vaso que Eros tenía en su mano, y bebí un largo trago para luego devolverlo a él, llena de rabia e impotencia por el comentario— Y es por eso que no asistes a ninguna.

Eros quedó impactado por mis palabras, así que no dijo nada ante aquello. Paige estuvo por decir algo, pero yo la interrumpí rápidamente.

—Adiós, chicos.

Me despedí lo antes posible y dí media vuelta para irme de allí. No me sentía cómoda por la mirada de Paige, y mucho menos estando demás en un grupo donde no me llamaban.

Esa noche me sentí culpable de haber tratado de la mierda a Paige, pero también se sintió satisfactorio.

🌙

Esa noche, o mejor dicho casi día, volví a casa caminando. Había bajado un poco la droga y el alcohol que había consumido, porque déjenme decirles que la casa de Bryan estaba muy lejos de la mía.

Agradecía que la ciudad de Gashfield no era peligrosa en sus noches. Todo era tranquilo, y aunque no era una ciudad grande uno podía caminar mucho. La noche era preciosa y todo el sitio se alumbraba con la luz de la luna.

Entré a mi casa con sumo cuidado al llegar, para así no despertar a mis padres, pero para mí sorpresa la luz de la cocina estaba se encontraba encendida. Sin dudarlo, me acerqué para ver quién estaba en la cocina a tan altas horas de la madrugada.

Mi rostro se descompuso al ver a Lori tomar un vaso de agua, sentada frente al gran mesón de la cocina.

No dije nada, tampoco me dirigí a ella. No quería hablar después de lo que había ocurrido con Colin, y el saber que mi hermana sabía sobre lo que él verdaderamente quería conmigo, era aterrador y triste. No pude contener las ganas de llorar, y sabía que ella podía escuchar mis sollozos a mi espalda.

Me encontraba tomando un vaso de agua de la nevera, dandole la espalda y con las manos temblando de la impotencia. Tenía muchos sentimientos encontrados. Sentimientos que, en mi interior y exterior, querían arrasar con todo lo que se encontrara a su paso.

Mis ojos ardían, igual que lo garganta. Había aguantado mucho ésta noche, y sentir, que una de las pocas personas en quién quería confiar plenamente (como quería confiar en Lori) no era de fiar, me dejaba con el corazón en un hilo.

No aguanté más, y tuve que hablarle a Lori. Sabía que ella estaba prestando atencion a mis movimientos. Me giré abruptamente, y ella dió un pequeño respingo en su sitio.

—¿Por qué?— Le pregunté entre sollozos.

—¿Que pasa, Moira?

Mi corazón no podía aguantar otra decepción más.

No sé si habían sido las drogas, el alcohol o ver cómo todos eran tan idiotas conmigo, pero de algo estaba segura, fuera lo que fuera que me causaba tal explosión de emociones, era lo que necesitaba para desprender un poco la pena que sentía.

Ella estaba desconcertada. No entendía muy bien mi punto, pero yo tenía que dejarle claro todo.

—¿Por qué se empeñan en hacerme mierda una y otra vez?— Moví mis brazos con fuerza cada que hablaba, y ésto hizo que Lori se asustara.

—Moira, no es...

Pero la interrumpí. Ella necesitaba escuchar todo lo que yo guardaba.

—Por años te cuidé. Quería que fueras buena. Una buena hija, una buena amiga, una buena hermana— Esto último me dolió demasiado— Tomaste todo de mí para burlarte con tus amigos. ¿Querías verme la cara de idiota con ellos? Pues, me has tomado por sorpresa, porque lo has logrado.

—¡Yo nunca quise hacerte daño!

Nuestras voces comenzaban a aumentar con furia. Lori estaba tan molesta como yo.

—¡Hiciste que Colin me hablara para luego burlarte en mis narices!

—¡No sé que diablos te hizo Colin, pero no es mi culpa lo que te haya hecho! Eso te lo puedo asegurar.

—¿Cómo? ¿Juntandote con chicos que tienen un maní por cerebro y se burlan cada vez que pueden de tu hermana? ¿Eso es no hacerme daño?- Inquirí enojada— ¿No hacerme daño es estar con personas que le hacen la vida un infierno a la persona que siempre te cuidó y apoyó?

—No todo es como crees.

—No. Es peor de lo que esperaba. Tu siempre tuviste personas que dijeran “Bien hecho, Lori. Eres increíble” o “Lori ¿Necesitas algo? Pide lo que quieras, estamos para ti”, cuando yo solo tenía que conformarme con que la gente me mirara por encima del hombro.

Ella guardó silencio y observó sus manos, pensativa.

—¡Siempre tuviste todo lo que yo nunca pude tener!— Le grité— Un padre amoroso, una madre que te adora, amigos que te idolatran— Mi corazón latía a mil por hora. Me sentía culpable de todo lo que decía pero era así. Siempre lo fue— Moira siempre tuvo que quedarse con las sobras. Con lo que Lori ya no quería y pensaba en desechar.

Caminé hasta quedar frente a ella, colocando mi vaso encima del mesón. Ella estaba atónita, sus ojos estaban cristalinos por las lágrimas, pero no podía soltar ninguna.

—Yo nunca fui tan especial como tú, y aún así nunca te importó ayudarme.

Dije esto último, y no pude más.

Corrí hasta mi habitación para encerrarme.

Esa noche lloré como todas las demás, pero con una molestia en mi pecho diferente.

🌙

A veces algunas decepciones son peores que otras, y mucho peores. El mundo se nos viene abajo con un sinfín de recuerdos y momentos estúpidos que se nos cruzan por la mente justo antes de desmoronarnos por ello.

Yo había recordado mi intento de suicidio y había sido mucho peor. La idea retomo nuevamente mi mente como si no hubiera sido un intento fallido al máximo. Cómo si no me doliera el pensar que dejaría a una tía a la que nunca le había hecho algún bien sino solo existir.

Tambien pensé en las veces que decidí autolesionarme a raíz de mi adolescencia por problemas que yo creía sin sentido, pero que tenían todo el sentido del mundo y nunca recibí ayuda.

Todo esto me llevaba a pensar que, mis padres habían estado en un modo tan intermitente que me tenía un poco la mente confusa. También pensaba en la manera que mi tía Agatha (siendo la única persona interesada en mi bienestar) no conocía a fondo todos mis problemas e inquietudes, y que nunca estaría de acuerdo con contarle todo lo que me sucede. Eso la terminaría destruyendo.

Mucho más de lo que me destruye a mí.

Es por eso que, luego de pelear con Lori y continuar lamentando mi existencia, arrojeymuchas cosas de mi habitación, dejándola más desastrosa de lo que habitualmente era. Fumé cuatro cigarrillos luego de un rato, y para culminar, terminé por mirar el techo con lágrimas en los ojos.

Mis lágrimas eran pocas. Sentía que ya no tenía más para llorar, y que mi garganta se cerraba sin poder dejarme respirar con normalidad. Mi nariz estaba tapada y el aire que entraba por lo ventana solo empeoraba la situación.

Me acerqué a la ventana y la cerré con fuerza. Ya se estaba haciendo de día, era domingo. No tendría nada que hacer en un día tan flojo como ese. Así que sin más, me tumbé en mi cama y esperé a que el sueño llegara con pesadez.

🌙

Los recuerdos de la noche anterior llegaban a mi con lentitud. Sabía que había hecho cosas malas e imprudentes, también comprendía que nunca debí desahogarme con Lori cómo lo hizo, porque a pesar de todo, ella no merecía escuchar mi dolor.


Nunca me comprendería, y yo tampoco a ella.

Decidí levantarme y sentí una profunda flojera por cepillarme los dientes. Tenía mal aliento, si. Pero levantarme para ir al baño se me hacía imposible. Y como no hay nada tan imposible, me levanté y me dirigí hacia el baño cepillando mis dientes y haciendo mis necesidades.

Me quité el vestido que llevaba desde anoche, ya que la chaqueta me la había quitado en mi crisis existencial de ayer. Me vestí con lo primero que encontré en mi baño. Una camiseta ancha y un pantalón de pijama negro con cuadros rojos. Hice un esfuerzo muy grande por peinar un poco mi cabello. Estaba demasiado enredado y no soportaba el dolor de cabeza. Me sentí un poco mejor cuando pude verme en el espejo un poco más arreglada de lo que había amanecido.

Salí de mi habitación descalza. Mamá siempre dejaba la casa lo suficientemente limpia como para caminar sin ensuciarte ni un mínimo los pies. Parecía como si el piso lo puliera todos los días de su vida.

Escuché como alguien movía cosas en la cocina y un olor a comida inundó mis fosas nasales. Caminé para averiguar que estaban cocinando, porque de verdad que sentía mucha hambre.

—Moira, por favor, pásame la salsa de tomate— Dijo mamá al verme entrar en la habitación.

Hice lo que me pidió y me senté frente al mesón, observándola.

—¿Que estás cocinando?

—La pasta que tanto le gusta a tu padre. Ha amanecido con un poco de temperatura alta.

—Oh, entiendo.

Mi madre movía un cucharón de madera en una olla, mezclando la salsa que se cocinaba. Ella se giró en mi dirección un poco.

—Anoche escuché voces.

Mi cabeza dolió mucho más.

—Eramos Lori y yo.

—Parecías disgustada.

—Lo estaba.

Mamá a veces no podía entenderme por completo, y yo sabía que eso la hacía enojar muchísimo. No podía comprender algunos de mis problemas, o es mejor decir que todos.

—¿Cómo estuvo la fiesta? Lori me dijo que fuiste a casa de Bryan. Es extraño.

Me removí en mi sitio con incomodidad y traté de disimular mis nervios. Que Celine preguntara por este tipo de cosas me ponía algo inquieta. Nunca ha sido de interesarse por las fiestas a las que voy, o cosas así.

—Nada fuera de lo común. Hubo mucho alcohol, y gente idiota.

—¿Gente idiota?— Mamá se detuvo y me miró detenidamente— No habrá pasado algo más, ¿Cierto?

—No.

Yo me encongí en mi sitio, y ella volvió a cocinar nuevamente.

El timbre de nuestra casa sonó. No esperábamos visitas, o por lo menos yo no sabía nada sobre alguna. Miré a mamá y ella pareció recordar algo.

—Invité a tu tía Agatha a almorzar.

Asentí, algo confundida ya que mi tía no venía mucho a casa. Mamá y ella no eran muy compatibles.

Me dirigí hacia la puerta de entrada y la abrí, para encontrarme con mi tía Agatha de brazos cruzados y con una sonrisa ancha. Alzó sus brazos hacia mí y me abrazó con fuerza.

—Tia, estás ahogandome— Le dije con voz entrecortada.

—Lo siento— Se disculpó mientras se separaba de mi— No quería ser tan brusca, pero te ves muy tierna en pijama.

—Tranquila. Pasa.

Pasamos y mi tía se fue hacia la cocina para estar con mamá un rato. Yo subí nuevamente a mi habitación sin nada que hacer. Estaba aburrida. Los domingos nunca se hacía nada bueno.

Ya en mi habitación, me senté en la cama para mirar hacia la puerta. Recordé que aún tenía el número de Colin, por lo cual decidí borrar su contacto.

Y pensado como hecho, borré su número sin sentir remordimiento o aflicción. Él era un idiota, y yo debía olvidarme de personas más idiotas de lo que yo era.

Después de un rato de pensar y pensar sentada en mi cama, mamá llamó a la puerta y luego la abrió. Su rostro no parecía muy contento al ver mis cosas tiradas y una cenicera.

—¿Que pasa?

—Alguien está buscándote abajo.

—¿Qué?

Mi cara era de total incredulidad. Así que corrí rápidamente descalza por toda la casa, para bajar hacia la entrada. No me sorprendía el hecho de que alguien llegara, pero si de que llegara por mi. No era muy sociable que digamos.

Cuando me asomé por la puerta no había nadie. Me imagino que le jugaron una broma a mamá, porque era imposible que alguien estuviera buscándome en la puerta de la casa.

—Estoy aquí.

Esa voz. Se me hacía tan familiar, y a la vez era varonil. Yo reconocía esa voz.

Caminé hasta la sala, de dónde provenía la voz, y me encontré con Eros parado en un rincón de la sala. Mamá apareció con tía Agatha poco después de que casi se me cae la quijada.

—¿Que haces aquí?- Solté de repente.

Él pareció sorprendido por mi pregunta tan ruda, y se encongió de hombros para luego tratar de responder.

—¡Moira! No seas tan grosera con tu invitado.

—Disculpen, de verdad que no quería ser imprudente al venir— Luego de decir esto, giró su mirada hacia mí— Estuve preocupado luego de que te fuiste anoche. Pensé que estarías molesta.

—¿Molesta? Para nada— Respondí.

Mamá y tía Agatha estaban de espectantes viendo cómo por primera vez un chico que lucía limpio, guapo y educado había venido a verme a casa.

—Ella siempre está molesta por todo. Mi nombre es Celine, soy su madre— Se presentó mamá con una sonrisa, para darle la mano educadamente.

Tía Agatha se acercó con precaución, como si no creyera que Eros estuviera frente a ella.

—Un gusto. Mi nombre es Eros Sallow.

—Un bonito nombre— Rió mamá.

Parecía otra persona tratando Eros, y en definitiva se había convertido en otra. Conocía cuando a mamá le caía bien alguien a primera impresión.

—Yo te conozco— Dijo tia Agatha, incrédula.

Yo no pude aguantar más y quería callarla.

—Ella es mi tía Agatha, alucina un poco de vez en cuando.

—¡Hey!

Estabamos un poco inquietas las tres. Mamá por la emoción, tía Agatha por la sorpresa de ver al chico que yo había dibujado y yo porque no creía que él estuviera aquí en mi casa.

—Eros, puedes quedarte a almorzar con nosotros. Almorzaremos en el patio trasero, al aire libre.

—No querría ser inoportuno.

—No, para nada. Eres el primer amigo que le conocemos a Moira, no puedes irte de aquí sin probar mi especialidad.

Eros sonrió con esa preciosa sonrisa que siempre tenía. Con eso sabía que él se quedaría.

—Está bien.

Mamá también sonrió con alegría, y arrastró a tía Agatha nuevamente a la cocina para terminar todo cuánto antes.

—Entonces...— Dijo él, un poco incómodo.

—¿Cómo conseguiste mi dirección?

—Christine sabe tu dirección y me la había dado. Estaba preocupado por ti anoche.

—Tranquilo.

Me senté en uno de los muebles de la sala y lo invité a hacer lo mismo. Él con gusto se sentó a mi lado, contemplando toda la sala.

—Tienes una casa bonita.

—Si, mi mamá y mi papá lo limpian y mantienen muy bien.

Estábamos un poco callados, pero no era tan incómodo como se creía. Solo era un silencio tranquilo.

—Entonces, lo de que nunca traje a un amigo es algo cierto, pero no quiere decir que no tenga— Me escudé. Era la verdad, tenía a Bill.

—No pienso hablar sobre eso— Rió— Yo tampoco tengo muchas amistades. En mi antigua ciudad si...

Su voz se fue apagando hasta que carraspeó para erguirse.

—Tu madre es encantadora.

—Y obsesiva— Completé— No te asustes con mi tía. Está un poco chiflada.

—Me gusta su estilo. Parece una hippie de los ochentas.

—Realmente lo es.

Nos reímos por lo que había dicho, y él me miró de una manera extraña. Cómo si le recordara a algo o alguien.

—¿Que consumes?

Su pregunta me tomó por sorpresa y las palabras no querían abandonar mi boca. No entendía a que venía tal cuestión, pero fuese lo que fuese no podía ser nada bueno.

—No entiendo a qué te refieres.

—En la fiesta admitiste que te drogabas, por eso te pregunto que es lo que consumes— Respondió con simplicidad— No te juzgo, solo me da curiosidad.

—Bueno... —Me sentí realmente incómoda con esa pregunta, ya que nadie nunca me lo había preguntado, ni siquiera mis padres— Solo marihuana, a veces éxtasis. Y como lo has notado me gusta fumar cigarrillos.

—Entiendo.

Él no puso alguna mueca cómo lo hace la mayoría de personas. Actuó con normalidad. Sin prejuicios por lo que acababa de decirle.

—Es gracioso como puedes entenderme, siendo alguien tan correcto— Ironicé.

—¿Cómo sabes que me conoces? Podrías simplemente no conocerme en absoluto.

—Se te nota que eres un chico bueno. De esos que solo tienen citas en el cine, que les encanta decir cumplidos y que nunca han tenido una mala nota en el colegio.

—La verdad no soy de los dos primeros, pero también puedo ser tan rebelde como tú.

—Si, ajá.

—Claro que si. Quizás soy un asesino en serie que ha decidido hacerse el bueno para matarte. Piénsalo.

No lo pude aguantar más, y solté una carcajada. Éste chico era toda una odisea.

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