Capítulo 1: Morir

     Juramos que la vida comienza a cobrar sentido cuando hallamos el motivo de felicidad absoluta. También cuando algo tan impactante, tan inconmensurable, hace que todo se convierta en una especie de tortura maligna. Por eso dejamos la culpa en hombros de un ser imaginario, un ser vago, un mito.

     La vida cobra dos tipos de sentido: El que sólo es para priviligiados, el más maravilloso en todas sus partes, como una epifanía de Dios tocando el corazón de la gente y volviendo todo color de rosa. Y el otro es el más cruel, la dura realidad y  el gusto amargo del cuento, es cuando nos damos cuenta de que estamos ahogados, desorientados y apunto de perder la razón.

     Así me encontraba yo, había optado por la segunda percepción de la vida. Eso hacía que el ambiente fuera espeso, lleno de incomodidad e inseguridad. No era porque estuviera en un risco, ni mi miedo al mar que se abría bajo mis ojos. Tampoco el arrebol que me despedía de todos mis días. Eran mis pensamientos tortuosos los que hacían de éste momento el más duro para mí. Tantas preguntas venían a mí en ráfagas, ¿era lo correcto? ¿mi alma estaría en paz?, ¿por qué no fue todo más fácil antes? Y aunque no tenía respuesta alguna sabía que no perdería mucho con intentarlo.

     —Dios— Le hablé al ser mitológico en voz alta— Si existes... Si en verdad existes, dejame ir— Miré las olas moviéndose bruscamente contra la parte baja del risco. Algo en mí quería arrepentirse y llorar por ser una cobarde, pero estaba aquí y ya no debía volver atrás—Si eres dueño de la vida, sí sólo tú tienes los grandes dotes de ella, ¿por qué decidiste hacer de la mía un infierno?

     La luna se hacía presente cada vez más, no me había dado cuenta de que ya era algo tarde, y debía hacerlo. Mis manos sudaban y temblaban, tenía los nervios de punta. Busqué el impulso más grande que tenía para saltar, y lo hice, por todo lo agria que había sido conmigo misma. Salté.

     Al caer sentí dolor, dolor en todo mi cuerpo, y poco a poco me hundía, no sentía ni quería sentir. Mis ojos pesaban cada vez más, y podía visualizar la luz que provenía de la superficie. Pero todo fue oscureciendo y ya no me importaban los cuentos de monstruos marinos, ya no sentiría nada parecido.

🌙

      —¡Hey!

     Una voz gritaba a lo lejos.

     ¿Así era el cielo? ¿Sería ese el lugar en el que estoy ahora?

     —¡Despierta!

     La voz gritaba cada vez más fuerte, así que decidí abrir los ojos.

     Atónita. No había mejor palabra que describiera mi expresión en este momento.

     Un chico se encontraba encima de mí, viéndome con detenimiento. Sus ojos me miraban con sorpresa, y más sorpresa para mí fue ver el risco detrás de él y mi cuerpo sobre la arena.

     —¿Por qué saltaste de ahí? ¿Estás loca?— Se exaltó el chico de ojos grises.

     Yo no podía responder, al observar su cabello me di cuenta que estaba húmedo, igual que su camisa y pantalón, lo que me dió a entender que me había sacado del agua al instante en el que me desmayé. No sabía cuánto tiempo había pasado de eso, pero imaginaba que no había pasado tanto. El chico me miraba aún con paciencia esperando mi respuesta, y aunque yo trataba de hacerlo mi lengua estaba algo enredada, metafóricamente.

     Mis ojos se llenaron de lágrimas instantáneamente, ahora estaba algo confundida. Mi mente se encontraba trabajando arduamente para descifrar el por qué tomé esa decisión, y no sólo por el hecho de decir y afirmar que mi vida era una mierda, sino algo más allá de eso.

     —¿Por qué salté?.— Dije entre llanto, y el chico mirándome con compasión me abrazó fuertemente, haciendo que yo sollozara mucho más.

     Sentía dolor, y mucho. Un lateral de mi cabeza dolía como el demonio, tenía algunos rasguños vivos que me había hecho antes de tomar la iniciativa de ir al risco.

     Una decisión fuerte. Nunca había pensado en hacer algo así, pero lo había hecho sin un resultado efectivo. Mi vida, aunque no fuera la más triste y problemática, no es lo que hubiera querido, tengo padres que he llegado a creer que me odian en secreto, una hermana perfectamente maravillosa con cada cualidad, y una tía que me adora con la fuerza de mil soles ardiendo. Mi vida podría verse como algo normal en una adolescente de cierto modo, pero hay algo en mi historia que la hace decepcionante: Depresión, mezclado con problemas de conducta y ansiedad.

     Pero no hay que pensar tanto en eso.

     El dolor en mi cabeza fue mucho más grande así que me alejé de los brazos del chico.

     —¿Por qué tienes tantos rasguños?

     —Tuve un momento de histeria.— Respondí, y me dí cuenta de una cosa, así que procedí a preguntar. —¿Quién eres? ¿Cuál es tu nombre?

     —¿Disculpa?

     —Que quiero saber tu nombre, por lo menos para agradecerte acompañado de él.

     El chico sonrió, haciendo que se le marcasen unas líneas a los lados de su sonrisa y pequeños hoyuelos. Sé que lo pensó un poco, yo tampoco le diría mi nombre a una loca que acaba de saltar de un risco.

     —No soy de decirle mi nombre a completas desconocidas, ¿Sabes?

     —No lo sabía, pero quiero saber tu nombre para agradecerte, o quizás maldecirte— Rió aun más dejándome con un poco de confusión.

      —Hagamos algo— Acomodó su cuerpo cómodamente en la arena de playa— No sabrás mi nombre, y yo tampoco el tuyo, eso hasta que sea el momento correcto.

     —¿Que te hace pensar que volveremos a vernos?— Lo reté.

     —¿Y que te hace pensar que no?

     La verdad la ciudad de Gashfield era algo pequeña, casi todos se conocían en este lugar, así que por una parte tenía razón, podríamos encontrarnos en cualquier lugar solo por coincidencia.

     —Está bien.

     Me levanté de la arena y limpié un poco mi pantalón. Volvió a punzar mas el dolor en mi cabeza y ya me preocupaba cada vez que sentía aquello, hasta que noté algo que me asustó.

     —¿Por qué tu camisa tiene sangre?. — Le pregunté al chico. Llevaba una camisa de vestir blanca algo desabotonada, con pequeñas manchas de sangre.

     —Te golpeaste la cabeza. No tan fuerte, pero si estás sangrando.

     Toqué mi cabeza ocasionando más dolor, y efectivamente, mis dedos tenían un toque carmesí por lo que me puse algo nerviosa.

     ¿Que dirán mis padres al verme llegar a casa así? Ni para intentar matarme sirvo.

     —Tengo que irme.— Le comenté y él se levantó apresurado.

     —Pero si es temprano aún. Quédate— Tomó mi muñeca.

     Miré su mano en mi muñeca y me impresionó por la palidez de ésta, se le marcaban venas azules por la claridad de su piel. Era extraño, nunca lo había visto en Gashfield, conocía a casi todos los chicos de la ciudad por mi hermana; ella era muy sociable, y aunque yo también lo he sido, he tratado de alejarme por mi bien de las personas.

     —Debo irme.

     Me solté de su agarré y corrí sin fuerzas. Aquel chico quedó en la oscuridad de la triste noche, y yo con el remordimiento de haberlo dejado solo cuando había salvado mi vida.

🌙

     Llegué a mi casa entrando en silencio, la parte más difícil sería el encontrarme con mis padres, aunque eso implicara muchos gritos.

     El piso relucía, podía verme en él. Mi madre mantenía la casa impecable en cuánto pudiera, y yo, con mi ropa desordenada, mojada y llena de arena, había ensuciado toda una parte creando un rastro hasta las escaleras. Mi mochila, que había llevado conmigo, se arrastraba junto a mí en mi soledad, creando un sonido impaciente ante mis oídos.

     —¿¡Qué!? ¿Pero que es esto?— Se preguntó mi madre Celine Spellman al ver los charcos de agua que se habían formado en el suelo por mi culpa. Luego dirigió su mirada y sentí toda su furia caer sobre mis hombros— ¿¡Que has hecho, Moira!? Eres un desastre. Ni siquiera preguntaré donde estabas porque solo con mirarte lo deduzco.

     Le sonreí con toda la falsedad que podía salir de mí. No diría ni una palabra, no merecía mis explicaciones o algo parecido. Seguí con mi camino escaleras arriba y eso hizo que ella colapasara.

     —¡Moira Agatha Spellman Answorth! Estoy hablando contigo ¿Ni siquiera tienes la decencia de mirarme a los ojos?

     Yo solo seguí mi camino hasta mi habitación, dejándola sola con aquel desastre hecho por mí, y lanzando maldiciones que creí nunca haber escuchado en mi vida hasta ahora.

     El calor de mi alcoba me recibió sin muchos conflictos. El olor a cigarrillos y marihuana habían dejado de ser problema y se habían convertido en tranquilidad, y mas la luz tenue de mi habitación, podía sentirme realmente en casa.

     Caminé hasta mi escritorio y visualicé mi cenicero lleno de cigarrillos. Me aproximé, inclinandome hasta uno de los rincones donde se escondían una de mis tantas cajetillas. Los tomé y cogí uno, encendiendolo.

     Miré el cigarrillo y luego mis brazos. Había estado cortandome pero esta vez lo hice antes de salir a saltar ese risco. Y aún la duda me carcomía; nunca había visto a ese chico, ni tampoco había conocido uno con tantas agallas como para sacarme de mi propio martirio.

     Era extraño lo que había ocurrido. Estaba dispuesta a acabar con mi desastre de vida, pero todo cambió en el momento de mi aterrizaje en el agua. Sentí algo de ansiedad, y aunque casi perezco ahí en ese instante, tuve la leve sensación de que el miedo quizás hubiese podido conmigo para salir de el agua, solo que llegó muy tarde y ya había desvanecido.

     Una, tras otra y tras otra calada conservaban el ambiente con su olor impregnado.

     Caminé ansiosa por toda la habitación, observando mi ropa en un espejo de cuerpo completo que poseía al lado de mi armario, y reprochaba el hecho de que no tenía fuerzas para cambiarme de ropa a una seca y limpia.

     Encendí mi computadora y conecté las bocinas en ella. Coloqué un playlist al azar en mi laptop y de pronto sonó She de Green Day.

     Comencé a desvestirme y dirigirme a darme una ducha rápida. Conteniendo las ganas de mover mi cuerpo de lado a lado, para no resbalarme con la loza del baño. Abrí la llave y el agua corrió por mi cuerpo, llevándose el agua salada y trayendo tranquilidad a mí. El jabón Y shampoo hicieron parte de mi baño, complementandose tan bien que el aroma a avena y el de manzana y manzanilla cumplían una buena función en mi cuerpo, dejándome limpia y con un olor agradable.

     Al terminar me sequé y sequé mi cabello con el secador, desenredando mi cabello con la mano libre.

     Nuevamente el chico de ojos grises apareció en mi mente. Pensé en el lugar donde se encontraba a la hora de mi salto, pero nunca lo vi llegar o estar. Ni siquiera gritó mi rescate, solo apareció en el momento justo salvando mi marginada vida.

     Si por mí fuera, desviaría el tema contándoles mi historia. He llegado a concluir que es la más aburrida y triste del mundo, pero a pesar de ello he llegado a tener buenos momentos, y eso es solo cuando compro hierba, porque nada aparte de eso me hace feliz.

     He sido vulgar e indecente para mis padres toda una vida, y he de admitirlo, lo disfruto muchas veces. Hacerlos rabiar era mi pasatiempo, igualmente molestar a mi hermana menor, quién creía que el mundo estaba bajo sus pies, y yo muy por debajo de ellos. Nunca construí mi personalidad, y ni siquiera he intentado limpiar mi reputación; todos me conocen como la chica que nunca hizo ni hará nada por su vida.

     Esa siempre sería yo. Moira Spellman.

     Tampoco creía que mi nombre fuera tan popular, pero al parecer era suficiente mencionarlo para que muchas personas cambiaran su expresión por una de asco u odio.

     —¡Moira Spellman!— Gritó mi padre, abriendo la puerta de inmediato.

     Y así comenzaba una buena historia, con mi padre irrumpiendo mi habitación.

     Mi padre, Fredrik Spellman, me miraba molesto desde la entrada, sintiendo la dureza de sus palabras.

     —¿Qué?— Contesté con simplicidad.

     —Disculpate con tu madre por ensuciar el piso y llegar a esta casa como una indigente.

     —No. No lo haré— Respondí incrédula ante su orden.

     —Si. Si lo harás. Y espero que sea antes de la cena de esta noche, porque todo tiene que estar perfecto, Moira.

     Y para no darle más vueltas al asunto y escuchar un reproche mayor, hice con mi mano un movimiento, restándole importancia.

     —Si lo haré. Ya.

     Mi padre resignado estaba a punto de salir de mi habitación, hasta que giró nuevamente entre sus pasos y me observó con cansancio.

     —Ah. Moira.

     —¿Que pasa?

     —Para la próxima mantente con ropa.

     Yo sólo solté una risotada fuerte y él cerró la puerta negando con la cabeza gacha.

     Esperé que se fuera y prendí otro cigarrillo, dándole caladas cortas y poniéndome ropa interior negra para la buena suerte, o algo así se suponía que debía ser. Me acerqué nuevamente a la laptop y cambié de canción, igualmente que de ánimo.

     Hoy sería diferente, no arruinaría las cosas, o eso quería creer. Me había centrado tanto en lo que había hecho, que no había pensado en todos mis desorganizados sentimientos.

     —Eres una tonta, Moira— Me dije a mi misma.

     Perfect de Simple Plan comenzó a sonar en los altavoces y comencé a cantar, sintiendo que la letra y melodia podían consumirme, igual que yo al cigarrillo entre mis dedos.

     —... I just want to make you proud. I'm never gonna be good enough for you. Can't pretende that I'm alright, and you can't change me. 'Cause we los it all. Nothin' lasts forever. I'm sorry, I can't be perfect...

🌙

     Había descansado un poco, quizás una media hora o menos, pero era suficiente para soportar la terrible noche que se avecinaba ante mí. Me arreglé lo más decente que había podido ya que saldría a pasear más tarde y no tendría que cambiarme nuevamente. Un jean roto por su desgaste, camisa manga larga negra hasta el ombligo y unas encantadoras converse.

     Bajé cuando mi madre lo indicó apropiado, llevándome una mirada desaprobatoria de mi padre y una mirada horrorizada de mi madre. Pero sabían que no iba a volver a subir y cambiar de ropa por dos sencillas razones: Uno; no había tiempo ya que habían tocado el timbre justo cuando bajé las escaleras. Y dos; sabían que haría caso omiso a sus órdenes.

     —Buenas noches, señores Lawrence. Pasen— Escuché a mi madre decir, mientras pasaba a nuestros invitados al comedor y yo los saludaba cordialmente como me habían enseñado.

     La noche sería mas larga de lo pensado.

🌙

     Todos nos encontrábamos cenando junto a las grandes amistades de mis padres. Era demasiado tarde como para ser una cena pero ellos preferían este tipo de reuniones poco casuales.

     — Y como te decía. Hicimos muy buenas sesiones, confeccionaron buenos trajes para las fotografías y todo fue maravilloso. Fredrick y yo estamos muy orgullosos de lo que hemos logrado con esta sesión— Dijo mi madre con felicidad en cada una de sus palabras.

     Mis padres eran los mejores fotógrafos de la zona. Tenían un estudio profesional y eran los más reclamados en la ciudad.

     Habían tenido un trabajo últimamente tan duro que no llegaban tanto tiempo a casa, los veíamos muy pocas veces. Habían sido buscados por una compañía de ropa demasiado cara, que al fin y al cabo no era tan especial como esperaban, pero mis padres hicieron ese sueño realidad para ellos e hicieron lo mejor que pudieron, convirtiendo sus trapejos en arte singular.

     —Estamos tan orgullosos de que todo haya salido como esperaban, amigos míos. Estaremos encantados de dejar nuestro trabajo en sus manos— Mencionó con honor el señor Lawrence.

     —Oh, sin duda. Podemos sacar algo tan espontáneo de ello que estarán enamorados.

     —Eso esperamos— Habló ahora la señora Lawrence, para luego llevar un bocado a su boca— Y tú, Lori. Escuché que querías dedicarte al derecho, y creo que es una idea fantástica hacer lo que te gusta. Además de que es una carrera que en éstas épocas genera buenos frutos— Se dirigió hacia mí hermana, quién no dejaba de ver con ojos soñadores a Gin, el hijo de los señores Lawrence.

     —Si. Bueno, he pensado en muchísimas universidades por los momentos, y aunque no necesitaré una beca, mi promedio en la secundaria es el mejor de todos— Comentó Lori, acomodando su cabello claro discretamente.

     Ellos siguieron hablando y yo recibí un mensaje a mi celular, reconociendo el número de inmediato, gracias al apodo tan jodido que había puesto para caracterizarlo.

     Hellboy: Estamos fuera de tu casa. Espero salgas ahora mismo o tendré que ir yo y derribar tu puta puerta.

     Mierda.

     Escribí de vuelta por debajo de la mesa, tratando de que nadie se diera cuenta de lo que hacía.

     Yo: No es el mejor momento, Bill. Tendrán que ir sin mí y los alcanzó al rato.

     Hellboy: No no no. Tendrás que venir en este justo momento.

     Yo: No puedo, Bill. Estoy en una cena importante.

     Hellboy: ¿Desde cuando nos importa eso? Al diablo. Te doy dos minutos.

     Y entendí que la conversación no iría a otro lugar que no fuera Bill obligandome a asistir a la Damn Party.

     —¿Y tú, Moira? ¿Que piensas hacer con respecto a tu futuro?— Eso había sonado un poco brusco hasta para mis padres, que me veían con nervios por mi respuesta.

     Respiré profundamente tratando de tranquilizarme.

     —Estudiaré artes.

     —Suena tentador eso— Respondió Gin, dedicándome una sonrisa compasiva por la abrupta pregunta de su madre.

     —Lo es— Le dije, devolviéndole la sonrisa.

     —No lo creo— Respondió la señora Lawrence entrometiendose, y borrando todo rastro de alegría en mí.

     Mis humos bajaron de un sopetón y corrí a levantarme de mi asiento.

     —Si me disculpan, tengo una salida pendiente. Espero me perdonen y sigan disfrutando de su linda cena— Hice una reverencia en burla para terminar y Lori reprimió una carcajada en sus palmas, mientras yo le guiñaba un ojo cómplice.

     Mi madre se levantó furiosa y mi padre se paralizó.

     —¿A dónde vas, Moira Agatha?

     —A salir por ahí.

     Y sin más abandoné la casa, sintiéndome libre y divisando el auto de mis locos amigos frente a mi propiedad.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top