EL QUE MENOS HABLA ES EL QUE MÁS SABE

15 de Enero de 2017, Sevilla, Instituto Góngora

El inspector Rodrigo Limones entró por la puerta del Góngora a paso acelerado, era el séptimo muerto, Fernando Jota se había desplomado en pleno patio de recreo. El chico estaba jugando al fútbol y cayó de repente en medio del tumulto, creando una situación de preocupación generalizada en el Instituto.

También era la séptima llamada que hacía Alberto Galileo, el director del Instituto, al que se le estaba cayendo poco a poco el pelo por estrés. El hombre estaba disperso, se atusaba la barba, desordenaba con sus dedos las gafas, miraba hacia todos lados y a ninguno al mismo tiempo, en definitiva, uno de los hombres más precavidos y responsables de todo el Instituto se encontraba en tierra de nadie, sin saber hacia quién dirigir toda su frustración. Había llamado de nuevo a la policía, que seguían investigando sin éxito esta extraña variante de la varicela que no dejaba rastro de pruebas ni síntomas presentes.

Rodrigo llegó el primero, antes que todos sus compañeros, se encontraba ayudando a una amiga en uno de los pisos colindantes con una mudanza pesada, había sido en ser informado y el primero en correr hacia la escena donde la víctima yacía con la frente contra el suelo, los ojos en blanco y miles de puntos parecidos a pecas recorriendo su cuerpo de arriba a a abajo. Frustrado, el Inspector Limones, empezó a caminar de un lado hacia el otro, observando cada detalle, por si se les había pasado algún aspecto por alto. Tras quedar nuevamente insatisfecho con su búsqueda, el inspector regresó de nuevo al despacho para seguir buscando pruebas que despejaran el enorme enigma que se encontraba ante ellos.

Todavía, pendientes de que analizaran los cuerpos a fondo por medio del equipo forense, la policía hizo un decreto de que se tomaran precauciones en el Góngora hasta que se desvelara el misterio.


Mientras todo esto sucedía, al fondo de la sala, se hallaba Teide, observando la escena donde la víctima se encontraba hace unos segundos, algo no le encajaba, ¿la policía no lo había visto? Se acercó para confirmar sus sospechas, y efectivamente, en las víctimas que había observado de cerca habían coincidido todos con lo mismo, empezó a sospechar que era un patrón tras la tercera víctima con el mismo comportamiento. Había dos compañeros suyos que habían sido ingresados de gravedad, pero que habían conseguido "sobrevivir", aunque ambos se encontraban en coma. Teide no podía vivir con la sospecha que rondaba por su cabeza, antes de empezar a interrogar a personas que hubieran estado en las escenas donde se encontraban los fallecidos, el chico tenía que resolver ese problema que no le dejaba investigar otros aspectos y que al mismo tiempo nublaba su objetividad.

Ya había hablado con compañeros anteriormente, él y la policía, pero ninguno había conseguido encontrar un comportamiento sospechoso, todos eran alumnos normales, no tenían un expediente intachable, pero tampoco habían pecado en temas ilegales nunca. Teide, con la duda candente, se acercó a su maestra de biología, Noelia Pratt Orta. La amable profesora en alguna que otra ocasión había conseguido resolverle las dudas, de ahí que tuviera fe plena en ella para despejar sus dudas.

— Profesora—dijo el chico educadamente tirando de la camisa de la joven maestra. Noelia era castaña, tenía unas gafas enormes de pasta negra cubriendo sus ojos marrones y la piel blanca como las paredes del Instituto, lo que hacía que en ocasiones se le pudiera ver camuflada entre los colores claros de los muros del Góngora.

—Dime Teide—Noelia sonrió y se acarició la montura de sus gafas de forma acompasada.

—Hay algo que me tiene inquieto, ¿usted sabe a qué se deben las estrías en los brazos de todos los chicos que han fallecido por el caso de "varicela"?—Teide se había fijado, desde el primero hasta el último, todos, tenían estrías que habían sido camufladas bajo las pecas.

—¿Estrías? Noelia se puso a reflexionar—. Había visto algo de eso en su carrera, y de repente, la respuesta tras debatir unos segundos con su mente le vino a la cabeza como un rayo—¡Ya está! Las estrías son zonas que se suelen desarrollar en los drogadictos cuando han consumido repetidas veces—explicó la profesora argumentando que en neuropsicofarmacología, una optativa, habían dado que la piel no aguantaba las dosis y podía desgastarse con facilidad.


Teide tras la confirmación de sus sospechas, hizo interrogatorios por los alrededores para enterarse de lo que había sucedido en esta ocasión, y con el trabajo hecho y un cuaderno lleno de anotaciones con matices de todos los pasos de la víctima, el chico se marchó a su casa. Estaba tan inquieto que se olvidó de entrenar y fue directo a su habitación. 

El castaño entró sin saludar a nadie, corrió a su habitación, sacó el cuaderno de notas de la mochila y dejó la bolsa del colegio en una esquina mientras empezaba a mover las páginas del cuaderno con celeridad. Eran las 18:30 de la tarde, se había pasado el tiempo, entre series en el móvil y Youtube se le echó la tarde encima. En el Twitter oficial de la policía se confirmaba que en la autopsia de las víctimas, que había sido permitida horas antes por un juez, se había encontrado sustancias ilegales, drogas, y lo que antes era un caso sin resolver, empezó a tomar forma, y a volverse un conflicto de contrabando.


Teide, una vez descubierta la causa, tenía la mente más despierta y comenzó a analizar los argumentos de los testigos uno por uno:

Fernando había muerto al mediodía, pero no había parado de moverse y algunas personas lo habían visto.


-María Valiente: Lo acababa de dejar con su novio porque la estaban engañando y para que nadie se enterara de lo que había sucedido, María se escondió en el baño de chicos, tras la segunda puerta a la izquierda. Una vez dentro desahogó sus penas llorando a moco tendido. En ese preciso instante, entrando por la puerta de los baños del Góngora se encontraba Fernando, que entró al baño, se miró un par de veces al espejo para revisar su flequillo y luego se volvió a marchar. María se limpió las lágrimas de ambas mejillas y salió del baño, ahí acabó todo.


-Marta Ibáñez: Se encontraba descambiando un libro de historia de la biblioteca, cuando su acción se vio interrumpida, haciendo que ésta dirigiera su mirada hacia el fondo de la sala. Donde se encontraba Fernando de puntillas, tratando de alcanzar un libro cuyo título estaba borroso para la interrogada.


-Fausto Triana: Estaba haciendo chuletas del examen de matemáticas de dentro de dos días, cuando Fernando, desde la silla del otro lado de la mesa, al final, le miró con cara de desagrado y dirigió su mirada hacia la nada.

-Ádam: Ádam no es muy hablador, pero respondió a todo lo preguntado. Fernando era amigo suyo.

—Alma Núñez: Entró en una clase para cargar su móvil sin que nadie la viera, pero a la salida, chocó con Fernando, que no iba mirando por dónde pisaba y cayó al suelo.

Teide se disponía a repasar las conversaciones mentalmente que había tenido con cada uno de los interrogados, cuando la pantalla de su móvil se iluminó, se trataba de Silvia:

—Teide, ¿estás?—estaba implícito en ese mensaje que tenía algo que decir.

Teide no sabía si ignorar el mensaje y seguir dejando un espacio entre él y sus amigas, o responder a la llamada de atención. Finalmente, en un impulso, cogió el mensaje y contestó:

—Sí, dime.

—¿Te pasa algo conmigo? Desde que te dije lo que sentía no hemos hablado...

—Estaba con el caso de la varicela, he estado haciendo mis indagaciones—dijo Teide mientras recolocaba su almohada. A veces el chico, cuando tenía la necesidad de pensar, se colocaba en su habitación y miraba hacia el techo, cuando era pequeño soñaba con ser detective, y mientras que sus compañeros soñaban con emprender la medicina o ser jugador profesional de algún deporte, él soñaba con convertirse en un buen detective, como sus ídolos. En el techo de su habitación, se había colocado tiras de periódicos con los asesinatos que nunca habían sido resueltos por el mundo, y de vez en cuando le gustaba leer los argumentos y los hechos, le ayudaba a activar su mente.

—¿Has descubierto algo? ¿Te gustaría quedar y me cuentas cómo vas?—lo cierto es que echaba de menos a su mejor amiga, pero no sabía si eso ayudaría a que hubiera una distancia prudencial entre ellos. Aun así, decidió aceptar la oferta, comentar sus descubrimientos con otra mente diferente a la suya podría darle perspectiva a sus pensamientos.

—¿Dónde quedamos?

—¿Quieres venir a mi casa y te lo enseño?—Teide sabía perfectamente que Silvia podía ayudarle con la investigación.

—A las 7 y media estoy allí—Eran las seis de la tarde, eso le daba 1 hora y media para recoger la habitación, merendar y ver algún capítulo de la serie "Death note", que había vuelto a comenzar para encender su intelecto.

Llegó la hora, Silvia Darío fue puntual, a las siete y media sonó el timbre de la casa de Teide. Al abrir la puerta, el chico se encontró con una Silvia casual, llevaba una chaqueta de chándal negro a medio abrir y un pantalón de chandal blanco con unas Converse, aun así, Silvia no era para nada fea, y sus ojos verdes no dejaban de mirarle fijamente, por lo que a Teide, sin saber por qué, se le erizó la piel, una nueva sensación le invadió en ese instante en el que trataba de concentrar toda su inteligencia y todas sus ideas en un mismo punto. De repente, todo se fue, era como si solo fuera capaz de ver unos ojos verdes y el brillo de los mismos al final del iris yendo en su dirección.

Silvia interrumpió el silencio con un movimiento inesperado:

—¿Se puede saber qué te pasa? ¿Por qué me has estado ignorando?—.Silvia parecía dolida, las lágrimas estaban a punto de salir de sus ojos—ni siquiera me has respondido a los mensajes en todo el verano.

—He estado de viaje con mi familia, no miré el móvil—Teide mintió, sabía perfectamente que la chica le había escrito de vez en cuando para saber de su situación, pero como no entendía lo que había sucedido entre ellos, prefirió dejarlo estar. El chico siempre ha sido muy mental, prefería esperar hasta tener una respuesta para poder contestarle a su amiga, pero no sabía cómo explicárselo.

—Vale, digamos que te creo—su amiga se tranquilizó—. Pero algo te pasa, lo sé, te conozco, cuando algo te incomoda siempre te muestras más cansado de lo habitual porque no paras de pensar en ello, y por eso te salen pequeñas arrugas debajo de los ojos, porque no duermes las horas habituales—era por ésa razón, por la que Teide había decidido comentarlo con ella, porque Silvia era muy observadora, ella podía ver lo que a los demás les costaría demasiado apreciar a simple vista, quizás ella viera algún detalle que a él se le había escapado.

—Es cierto—Teide decidió contarle lo que le ocurría, a pesar de lo que había sucedido entre ellos, él la apreciaba y la quería seguir teniendo como amiga.

Silvia tras escuchar lo que sucedía, perdió el equilibrio y se sentó en el sofá, con la mirada perdida, sin mirar a nada ni nadie en concreto. De repente, cuando transcurrieron unos minutos, Silvia comenzó a reírse, hasta el punto de que casi se cae al suelo y luego añadió:

—¿Ese era tu problema? Me creí que se trataba de algo grave—Silvia se llevó las manos a la frente con desesperación—. Me podías haber dicho lo que te pasaba, idiota, no quiero perderte como amigo—la chica no pudiendo controlar sus sentimientos abrazó con todas sus fuerzas a Teide.

Teide no supo que decir, los dos se quedaron en silencio, el chico había sacado en claro, que no había perdido la amistad con Silvia. La rubia de ojos verdes, caminó hacia la habitación de Teide, que nunca había visto y se quedó sorprendida al abrir la puerta. Tras ella, no había pósters de grupos, solo una gran biblioteca de libros, una foto de Sherlock Holmes colgando tras su cama y algunos recortes de periódicos colocados en sitios estratégicos. Además, había una mesa con un ordenador, y una Nintendo encima de ella.

—¿Sabías que eres muy raro para las cosas en general?—le miró Silvia con una medio sonrisa.

—Me lo tomaré como un cumplido, para mí las personas raras, son gente que tiene algo que las hace diferentes al resto, a los que considero personas concentradas en obtener un trabajo medianamente aceptable y una pareja con quien compartirlo. Las personas raras, forman parte de ese pequeño porcentaje de gente, que ha visto lo cotidiano y no ha decidido conformarse, es decir, son el tipo de personas, que saben lo que la vida te ofrece, pero aun así, siguen queriendo más.

—Pues no era ningún cumplido, pero sabía que no te ofenderías, siempre ves cosas donde el resto de las personas no vemos nada—. La chica hizo una mueca amistosa, se sentó en la cama al lado de Teide y le agarró la mano— Bueno, cuéntame qué has descubierto—la chica le miró queriendo saber más.

Teide empezó desde el principio, le contó todo acerca de las víctimas, de las conversaciones con todo el que había estado en contacto con ellas. Luego le contó sobre la sospecha anticipada de la ingesta de drogas como problema principal de la ecuación, siguiendo con los interrogatorios hechos en el día de hoy, que él había revisado antes de que Silvia viniera, y en los que no había encontrado nada fuera de lo común.

Silvia, con la cabeza llena de las tramas y diversas teorías de Teide, se dejó caer en la cama y  miró al techo confusa y un poco apenada, a pesar de que le había dicho que contribuiría, tras escuchar toda la investigación, su mente seguía en blanco.

—No he entendido nada, me siento como un daltónico—hizo una peculiar alusión Silvia.

—¿Cómo un daltónico?—Teide no había entendido la referencia.

Silvia, que seguía mirando hacia la nada, esbozó una leve carcajada y dijo:

—Perdona, no tiene nada que ver—. La chica cerró los ojos y aclaró el argumento—Es que mi hermano me dijo el otro día, que esas personas ven los colores que nosotros vemos de forma normal de forma distinta, así que me he sentido identificada, porque cuando me has contado lo que para ti era tan claro, yo lo estaba viendo como una locura enrevesada que no tenía ni pies ni cabeza—Silvia le miró fijamente un poco sonrojada por no haber podido ayudarle.

De repente, algo hizo "click" en la mente de Teide, ahí estaba, la mentira que no había conseguido localizar, la pieza del puzzle que en su mente no encajaba, pero que hasta ahora mismo no se había dado cuenta.

Teide revolvió los cajones y sacó un papel en blanco. El pequeño detective empezó a apuntar toda las conversaciones de memoria, y las fue analizando de nuevo una por una, fue entonces cuando corroboró lo que había descubierto, uno de ellos mentía.

Tras descubrirlo, Teide miró en la dirección de Silvia y dijo:

—He descubierto algo, ahora vuelvo.

El chico corrió por toda Sevilla, hasta llegar a la casa de Ádam Hervás en el barrio de las cruces talladas, también conocido como "la calle Calavera". Su compañero abrió la puerta y nada más verle la boca se le abrió de par en par.

Ádam le invitó a pasar y ambos se sentaron en el salón, fue entonces cuando Teide, viendo la excesiva sudoración del chico, y una leve presión inducida en el párpado izquierdo, comenzó a deducir:

He repasado en mi casa todas las conversaciones, nada parecía extraño o sospechoso. Por lo menos no lo parecía al principio, hasta que recordé un pequeño suceso que hubo hace poco en clase:

Fue hace relativamente poco, habíamos salido de educación física, y tú, que siempre te fijas en todo, te disponías a coger el ascensor, pero no eras capaz de adivinar cuando llegaba, por eso cuando el ascensor se abrió delante de ti, te asustaste, porque no eras capaz de predecir el momento exacto en el que las puertas iban a abrirse.

Antes de seguir exponiéndote mis investigaciones, déjame hacer una aclaración, ¿tú eres daltónico verdad? Teide sabía la respuesta por su acelerada respiración al hacer la pregunta, pero quería confirmarlo con total seguridad.

Ádam, resignado a responder, afirmó con la cabeza. Una vez cerrada una de las conclusiones del chico, se despejó una de las incógnitas, quedaba resolver la ecuación. Teide se aclaró la garganta antes de hablar:

No conseguía comprender por qué había algo que no me encajaba de todas las historias que había leído, solo sabía que no estaba cómodo cerrando este interrogatorio, a diferencia de los otros que había realizado, en los que no me había quedado ninguna duda. No fue hasta que recordé tu daltonismo que no entendí lo que mi cerebro me quería decir, fue entonces cuando aclaré cuál era el interrogante. En tu conversación conmigo, dijiste muchas cosas, que lo habías visto y que no te habías fijado bien en lo que estaba haciendo porque tenías la vista cansada de haber estado estudiando toda la noche. ¿Estoy en lo cierto?

Ádam asintió con la cabeza sin mediar palabra. 

Bien, puedes decirme entonces, ¿cómo sabías de qué color era el vestido de Nazareth? Nazareth era nuestra compañera de clase, muchos seguidores en Instagram, poco cerebro, pero buen corazón, muchos compañeros habían intentado tener algo con ella porque era muy guapa y tenía un blog de moda, pero ella no quería tener nada con nadie.

Diferenciaste que ese día llevaba una camiseta corta de rallas azules, pero si eres daltónico, ¿cómo podías saber cuál era el color real de su camiseta?

Ádam, rendido ante la evidencia, resopló y añadió:

No quería que nadie supiera que estábamos saliendo, llevamos juntos más de cuatro meses, nos conocimos en una tienda de anime cerca del barrio de las luces, me sorprendió el hecho de que a pesar de lo popular que era, el hecho de que yo supiera que ella leía anime no le preocupó en lo más mínimo y no se por qué le pedí su teléfono, a partir de ahí, empezamos a conocernos. 

Resuelta la duda, habiendo confesado su compañero, le quedaba una duda que despejar, ¿por qué le había mentido?

—Una última duda—el chico rompió el silencio de la habitación—. ¿Por qué mentir sobre lo que estaba haciendo tu amigo?

Ádam, que ya estaba dispuesto a marcharse, resopló de nuevo y se volvió a sentar, para contar el resto de la historia:

Fernando era mi amigo, pero siempre andaba metido en problemas, y Nazareth era mi novia, pero ambos tenían un secreto, él se había puesto a vender drogas por necesidad, para poder estudiar lo que quería, y ella la consumía para despejarse de los problemas que sucedían en su casa, en los que sus padres no dejaban de pelear y estaban en proceso de divorciarse. Para resumir, porque me estoy extendiendo en la explicación, Fernando era camello, pero también había empezado a consumir el género, se enganchó, y eso fue lo que posiblemente le mató, o quizás andaba metido en problemas o endeudado.

La conversación terminó, Teide sacó algo en claro, el problema eran las drogas, y el que manejaba toda la trama, estaba convenciendo a compañeros de Instituto para que la distribuyeran a cambio de dinero para mejorar sus problemas económicos. Le había surgido una nueva incógnita que tenía que investigar, ¿dónde se habían conocido la novia de Ádam y Fernando? ¿Cómo se distribuía la droga, sin que nadie del Instituto supiera de los camellos? Aquello acababa de ponerse interesante, y la siguiente persona con la que trataría de buscar respuestas sería la propia Nazareth

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top