XV

Luego del roce desagradable que tuvo Daniel con Melisa, dudó cuando Natalia lo llamó para pedirle que por favor fuera a hablar con ella. Era día de semana y él iba camino a clases, pero al final le fue imposible negarse. Sabía que seguramente a su amiga no le haría feliz verlo allí, mucho menos si era para hacerla entrar en razón como había dicho su madre, pues no tenía intenciones de ir a clases.

Aunque pudieran existir un montón de motivos por los cuales negarse, comenzando por evitar las interminables clases de Premilitar, el chico intuía que era por una foto que Justin subió a altas horas de la noche. Porque sí, Daniel lo seguía en las redes sociales. A pesar de saber que no era una decisión sana, no pudo controlar el impulso de querer estar enterado de sus pasos, esperando el momento de una falla. Y justamente acababa de suceder. Subir una imagen con otra chica que no fuera su novia, abrazándola y recibiendo un beso cerca de la comisura de los labios, fue un error.

Camino a casa de Melisa, Daniel volvió a revisar el perfil del nadador. Aunque hubiera tratado de eliminar su error al borrar la publicación, ya el daño estaba hecho y, quizás, ese era por fin el destino dándole una mano. Sin embargo, ahora era el conflicto por Marta. En serio la pasaba genial con ella, disfrutaba que ante cualquier cosa que hiciera o dijera ella lo observara maravillada, así como su constante atención. Los mensajes hasta altas horas de la noche, las visitas al trabajo, las breves notas que le daba sin guardar más el anonimato. Le encantaba eso, solo que eran los gestos y no la persona como tal. Ese era el problema, pero temía lastimarla.

Tocó la puerta de la casa de los Guzmán. Se dijo que debía enfocarse en él y en ser el amigo que Melisa necesitaba. Y, si la situación iba más allá, aceptaría la oportunidad. Después vería cómo solventarlo con Marta. Lo anhelaba tanto que no se creía capaz de rechazarlo si se abría la puerta.

Natalia recibió a Daniel. Tenía las prendas que solía usar estando en casa, mas sin dejar de verse impecable. No contaba con la expresión de siempre, sino que lucía preocupada.

—Buenos días —saludó Daniel ingresando a la vivienda.

—Buenos días. Otra vez disculpa por llamar y hacer que llegues tarde a clases —le dijo—. Dios, Silvia que molestará mucho conmigo, pero no sé qué hacer y si Gabriel se entera de que faltó tendrán una fuerte discusión.

—No se preocupe. No le diré a mi mamá —aseguró él depositando su morral en el sillón—. De todas formas, la primera materia es Historia Universal y no tenemos nada para hoy.

Natalia se apoyó del espaldar del mueble.

—Es que no entiendo qué pasa. Ya casi no habla con nosotros, sale sin pedir permiso y ahora esto —suspiró—. La muerte de mi suegra le pegó fuerte y hemos tratado de darle su espacio, pero esto es demasiado. Justin se ve buen muchacho, pero Gabriel le agarró idea por las actitudes que está teniendo Melisa. No le agrada.

Daniel asintió. Era una pena la angustia que tenía la señora Guzmán, mas que el olfato de su esposo le indicara que Justin no era buena influencia, se traducía en puntos para Daniel. Todo parecía estarse alineando. Y probablemente eso quedaría como solo un bache en la amistad, y, tal vez, un preámbulo de ese algo más que el chico anhelaba.

Natalia le indicó que Melisa estaba encerrada en su habitación e ignoró por completo sus exigencias de que fuera a clases luego del primer intento. Ellos no tenían llaves de todas las puertas como la madre de Daniel, quien no permitiría que un comportamiento así durara mucho.

Era turno de Daniel de sacar a Melisa de su entrega al aislamiento, justo como ella hizo cuando él solo quería quedarse encerrado lamentándose. Irónico era que la situación era similar, solo que su bajón emocional era consecuencia de otro chico.

—¿Melisa? —llamó dando unos ligeros toques en la puerta.

Oyó movimiento en el interior, pero no obtuvo respuesta. Daniel miró a Natalia, quien lo observaba desde el inicio del corredor. Ella le hizo un gesto para anunciar que se retiraría para darles privacidad, esperando que así su hija se sintiera más segura de abrirse con su amigo.

—Soy Daniel, Melisa. Aquí estoy. Pase lo que pase, siempre contarás conmigo.

Y era cierto. Llegaran a ser novios, o no. Estuvieran peleados, o no. Incluso si su amistad —en el peor de los casos— terminara, Daniel sabía en su corazón que un solo grito de auxilio sería suficiente para estar ahí para ella. No importaba que lo haya tenido tan confundido, ni que escogiera a alguien más; sus años de amistad y el hacerlo despegarse de su soledad, lo mantendría siempre agradecido con ella. Sacarlo de su zona de comodidad, las risas, y lo que despertó con ese sentimiento bonito, lo atesoraría por siempre.

—No me siento bien, D —la escuchó decir—. No iré a clases. No quiero ver a nadie.

—En realidad no quieres ver es a Justin, ¿cierto?

Hubo un prolongado silencio, mas Daniel no se fue. Esa reacción fue la confirmación que esperaba. Sí había sido la foto.

La puerta se abrió unos centímetros y el rostro de Melisa se asomó. Sus ojos estaban llorosos, su cabello despeinado y todavía vestía su pijama.

—¿Cómo sabes de eso? —murmuró.

—Vi la publicación. Me sorprendió y no supe qué pensar, pero si estás así, lo que tengo ganas es de golpearlo.

—¿Tú golpeando a alguien? —Melisa soltó una breve risa carente de ánimos—. Espero vivir lo suficiente para ver eso y grabarlo.

—Si vienes al colegio, tendrás la oportunidad. Aprovéchala, no sucede a menudo y quizá debas esperar otra vida entera para que vuelva a pasar.

La perspicacia de Daniel generó que los labios de Melisa se curvearan en una leve sonrisa.

—¿Nos encontraremos en otra vida, entonces? —inquirió.

—Así es.

La castaña separó más la puerta y se dio la vuelta para volver al interior de su habitación. Daniel lo tomó como invitación para entrar, manteniendo la puerta tal cual estaba.

La luz estaba apagada, pero la recamara era iluminada por los rayos que atravesaban las delgadas cortinas que cubrían la ventana. Eso ayudaba a que Melisa pudiera levantarse por las mañanas. No obstante, el ambiente tenue no evitó que Daniel detallara el desorden impropio de su amiga. Había prendas de ropa y papeles esparcidos por el suelo, así como las cosas sobre su escritorio estaban fuera de su sitio. La cama tampoco estaba tendida, lo cual solía ser lo primero que hacía siempre la chica al despertar.

Melisa se sentó en el borde del colchón y Daniel permaneció de pie hasta que ella lo invitó a sentarse a su lado.

—Mi mamá no debió llamarte —dijo ella—. No pasará nada si falto un día.

—Tú no deberías ser la que se esconde —razonó él—. ¿Ya has hablado con Justin?

—No, sigo ignorando sus llamadas y mensajes. Es que... —Suspiró y Daniel notó cómo sus ojos volvían a humedecerse. Quiso abrazarla, pero así no iba a poder mantener su papel de amigo—. Me molesta que no me haya dicho que iría a esa fiesta y, además, ¿cómo se atreve a subir una foto con su ex? No entiendo nada, pero tampoco quiero escucharlo, porque sé que debe tener una explicación planeada y que terminaré creyendo, solo por no tener el noviazgo más corto del mundo. Y...

Daniel no pudo más y extendió el brazo para cubrir la mano con la que se aferraba al colchón con la suya.

—Oye, respira. Está bien si no quieres hablar con él todavía. Y no, no sería el noviazgo más corto. Sé de personas que terminan al siguiente día, o a los dos días después.

No iba a malgastar palabras fingiendo estar del lado de Justin. Le convenía hacer hincapié en la opción de la ruptura, pues no tenía sentido que le ocultara lo de la fiesta y que se fuera con su ex. Ahí había algo extrañado, a pesar de que no tuviera lógica que subiera la foto. ¿Por qué hacerlo si era obvio que Melisa y casi todo el colegio lo vería? ¿Acaso había sido una estupidez de ebrio?

—Ay, D. No tienes idea de lo mucho que mi papá me aconsejó no tener novio todavía, porque los chicos de mi edad son unos idiotas. Pero yo insistí con lo de Justin, porque creí que era diferente. Aunque es raro, ¿no? Que todo fuera por la conversación de la muerte de su abuelo y la enfermedad de la mía.

Daniel pensó en los funerales de los peces y en cómo le agradaba ser su apoyo en momentos así. También en cómo de una buena amistad comenzó a codiciar algo más.

—Hay cosas más raras —comentó—. Y sí, el señor G tiene razón. Somos idiotas.

A pesar de hacerla sonreír, a Melisa se le escaparon unas lágrimas. Sin detenerse a procesarlo, Daniel se inclinó para atraparlas con su pulgar. La chica se quedó quieta ante el gesto, mirándolo fijamente con esos ojos marrones. Él creyó haber tenido todo bajo control, pero los latidos desenfrenados de su corazón le anunciaron lo contrario. Fue arrastrado hacia ella por una fuerza invisible, la misma que en la fiesta de Miguel.

Cuando estuvo a punto de probar de nuevo los labios de su mejor amiga, ella se apartó de golpe poniéndose de pie.

—¿Es en serio, D? —espetó ella—. ¿Me desahogo contigo y solo puedes pensar en besarme? ¿Y qué hay de Marta? ¿No están saliendo?

Que lo dijera de esa manera lo hizo sentir horrible, como si le estuviera siendo infiel, a pesar de no ser novios. Su cercanía no era tan pública todavía, y le sorprendió que Melisa se hubiera dado cuenta, cuando parecía estar enfocada casi todo el tiempo en Justin.

—Pues dime que no quieres nada conmigo de una vez —exclamó Daniel. Se sintió patético al haberse ilusionado de nuevo. ¿Por qué no se apartó en cuanto la tocó?—. Sé clara y deja de enviarme señales contradictorias. Porque, por si no lo sabes, duele y hace que me sienta como una mierda.

Listo. Ya lo había dicho. Él se mantuvo sentado y ella lo observaba con la expresión desencajada. Había llegado la conversación que no podía continuar evitándose.

—¿Por qué tuviste que besarme en la fiesta de Miguel, D? —preguntó ella—. ¿Por qué tenías que complicar todo justo con mi abuela tan delicada?

—¿Por qué me besaste también? —contraatacó él—. ¿Por qué no rechazarme desde el comienzo, o cuando hablamos? Estuve más de una semana ansioso por tocar el tema, pero, en vez de eso, me diste la sorpresa de haberte hecho novia de Justin.

—¿Y eso no fue una respuesta contundente para ti? ¿Quién se hace novia de alguien si le gusta otro y sabe que es correspondida? ¿En serio tenía que decírtelo palabra por palabra?

—Sí —susurró él abatido.

Se puso de pie, ya sin energías de continuar con la conversación que terminó de destrozarlo. Obtuvo su respuesta fuerte y claro. Ya tampoco iría a clases ese día y seguramente buscaría la forma de faltar el resto de la semana. No, no lo quería como él a ella.

—Me asusté porque jamás imaginé que me vieras con esos ojos —admitió ella cuando Daniel estuvo a unos pasos de la puerta. Daniel no pudo girar para mirarla, porque anticipaba una agonía mayor—. No quería perderte y por ese instante consideré que podía intentar corresponderte. Por eso te besé. Pero, cuando la llamada de mi papá nos interrumpió y dejamos de besarnos, me di cuenta de lo mal que estuvo y hui. Luego mi abuela murió, Justin estaba ahí y en parte apresuré las cosas con él para empujarte a superarme.

Daniel se apoyó del marco de la puerta y cerró los ojos. Repitió una y otra vez la explicación de Melisa en su cabeza. Lo besó por lástima, para no herirlo. Y su acción la empujó más hacia los brazos de Justin.

—No quiero perder tu amistad, D —añadió Melisa—. Es normal confundir los sentimientos por lo cercano que somos. Leí algunos artículos sobre eso. Yo te quiero como a un hermano y te aseguro de que tú no me amas, sino que te ilusionaste con mi versión perfecta. Y no, no soy perfecta. Me he copiado en exámenes, digo groserías, mi cuarto a veces es un desastre, fumo, me escapo de casa, y una larga lista que me hacen incompatible contigo.

Ya no quería escucharla. Sabía que lo decía para empujarlo lejos y lo estaba logrando. Dio los primeros pasos fuera de la habitación.

—Y, Daniel, no juegues con los sentimientos de Marta. Ella es una chica dulce y no se lo merece.

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