V
Cientos de ojos se clavan como estacas sobre mí; unas lágrimas caen sobre mis mejillas mientras un aplauso cerrado resuena en el salón. Me acerco al micrófono nuevamente y la multitud hace silencio, cuando el gran reloj marca que ya pasaron treinta minutos de la medianoche.
-Estas palabras las escribí días después del hecho relatado... Quinientos años después, me siento avergonzado al leerlas. ¡Cuánta razón tenía ese ser!
Destruimos nuestro don más preciado y lejos estamos de cumplir nuestros sueños interestelares. La casa está desbordada de gente alborotada, loca, desesperada por encontrar algún estímulo, alguna experiencia lo suficientemente fuerte como para movilizar sus monótonas pulsaciones.
La inmortalidad nos volvió más agresivos; extinguimos razas animales y nos matamos entre nosotros sólo por diversión... Y ahora estamos en una guerra abierta con las criaturas mágicas. La cifra de muertos en ambos bandos aumenta con el correr de los días. La Sociedad Inmortal resiste como puede y si no detenemos este baño de sangre acabaremos con ellos. Nosotros, los políticos, debemos poner punto final a esta guerra sin sentido y los científicos deben encontrar la cura para esta maldición. Si no lo hacemos, terminaremos destruyendo nuestro planeta y será nuestro fin.
Por eso hoy, en el Día de la Inmortalidad, ese que tantos años festejamos, sólo les pido, a ustedes mis ciudadanos y al resto de los mandatarios del mundo, que unamos nuestra sabiduría en pos de detener esta matanza para que en un futuro podamos festejar... El Día de la Mortalidad.
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Palabras: 2909
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