IV
Su lenta voz llegó a mis oídos y abrió mis ojos de par en par. El peso de esa intempestiva sorpresa tensó todo mi cuerpo. Quedé congelado por unos segundos sin saber qué hacer hasta que el vampiro volvió a hablar.
-Te estaba esperando. Vamos... Sal de tu escondite –pronunció, arrastrando las palabras sin perder su tono altivo.
El vampiro abandonó la ventana y se sentó en una vieja mecedora carmesí; su rostro lucía más apacible pero aún conservaba la seriedad.
-No voy a hacerte daño... Quiero enfrentar este momento con la mayor de las grandezas. Por fin mi tiempo ha llegado.
No sé por qué, pero creí en sus palabras; aunque fuera de lo más extraño, había una cierta sinceridad en su semblante.
Entonces, desactivé mi traje de invisibilidad y quedé frente a frente con el temido Conde Seth.
-¡Allí estás! –exclamó al verme, aunque no movió un músculo-. Invisibilidad... Sorprendente.
Sin responderle, saqué rápidamente la reluciente estaca de la mochila que llevaba en mi espalda; la madera brillaba en aquella lúgubre habitación.
-Tardé un siglo en comprender que sus avances tecnológicos eran más loables que cualquier habilidad mágica. Son producto de la práctica y el esfuerzo, no de la azarosa genética.
Lo escuché sin entender a qué venían esas palabras grandilocuentes. Era extraño que aún no se hubiera abalanzado para chupar mi sangre. Me miraba con unos ojos rendidos, pero orgullosos; en mi mente la desconfianza se iba evaporando, dejando paso a la certeza de que el Conde no opondría resistencia.
-¿Có-cómo sabías...? –pregunté. Los nervios entrecortaron mi voz.
-Escuché tus pasos. Por lo demás, tus imperceptibles micrófonos, estratégicamente colocados en el Bosque Encantado, podrán pasar desapercibidos para los más jóvenes pero no para mí.
-¿Y por qué no hiciste nada para evitarlo?
-Porque quiero experimentar lo único que me falta sentir... Todos esperan una sucesión, y la tendrán; pero no del modo que ellos esperan. Mi muerte será el "gran discurso" de esta noche. Entonces, ellos podrán elegir al nuevo representante de la Sociedad Inmortal, yo podré disfrutar de la paz eterna, y tú obtendrás el reconocimiento que buscas.
Había tantas cosas que no comprendía. Sabía que se había vuelto apático y depresivo pero nunca hubiera esperado encontrarme con un vampiro que deseara morir.
-Me habían dicho que no estabas en tus mejores días, ¿pero esto? –dije sin ocultar mi desconcierto.
-Así quedarías si vivieras 3250 años –respondió con la mirada perdida-. La vida se vuelve monótona, una constante repetición de actividades que ya has hecho, lugares que ya has visitado, emociones que ya has sentido; la inmortalidad se vuelve una tortura... Nadie lo entiende, ni ustedes ni las demás criaturas.
-¿Cómo alguien desearía morir cuando la muerte es el mayor de nuestros miedos?
-¿Miedo? Miedo sentirás cuando termines de recorrer el mundo por tercera vez, cuando te canses de ver siempre las mismas caras, cuando te despiertes sin saber qué hacer para divertirte porque ya los has hecho todo. Peor aún será cuando ya no sientas emoción alguna y toda tu vida se vuelva monótona. Y de ese miedo nacerá la angustia ante el hecho de que aún... Aún te queda toda la eternidad por vivir.
Lo miré con el entrecejo fruncido; el Conde Seth era la prueba viviente de que la vejez no es sinónimo de sabiduría.
-La muerte debería alegrarlos. Es la razón por la cual disfrutan la vida -acotó.
-Para nosotros, el universo es infinito, hay infinitos mundos que conocer, infinitas cosas para hacer y crear... La inmortalidad es el tiempo necesario para concretar esos sueños.
Dejó de mecer su cuerpo y me miró como si su tren de pensamientos hubiera chocado de frente con el mío.
-Un momento... Durante siglos muchos humanos han querido cazarme sin éxito... Tú vienes... ¿No viniste a vengarlos? ¿No viniste por la gloria de matar al vampiro más poderoso del mundo?
En mi rostro debe haberse reflejado lo que mi mente guardaba bajo siete llaves porque el vampiro se incorporó lentamente. Me sacaba una cabeza de altura, era intimidante.
-¿Quieres llevarme a un laboratorio para que un grupo de científicos descubra la fórmula de la inmortalidad y así cumplir esos sueños? –dijo, pensativo.
Mi silencio confirmó su teoría. Unos segundos después, pude decir:
-Podemos volar hasta el espacio exterior, sumergirnos en las profundidades de los océanos, viajar de un lugar a otro en cuestión de minutos, volvernos invisibles, destruir lo que queramos... Pero aún no podemos vencer a la muerte.
-¿Por qué yo y no mis súbditos?
-Hemos experimentado con algunos de ellos pero sin resultados. En tu ADN debe estar el secreto -expliqué sin darle mucha importancia.
Sus ojos me miraban cargados de odio; ahora sí, temía por mi vida.
-Aniquilarán toda la flora y fauna de este planeta, chuparán hasta su última gota de sangre. Entonces buscarán uno nuevo que chupar y luego buscarán otro, y otro, y así sucesivamente. Se convertirán en vampiros... Si es que ya no lo son.
-La supervivencia del más apto... Los humanos estamos destinados a gobernar el universo.
-¿Qué harán cuando pueblen todo el universo, cuando conozcan todas sus leyes, cuando descubran su origen, cuando hayan inventado todo?
-Lo único que sé es que no quiero que mi cuerpo se pudra bajo tierra alimentando a los gusanos.
-Idiotas... Acabarán con su don más valioso. Así como nosotros celebramos en vano la inmortalidad, ustedes deberían festejar su mortalidad... -mencionó, negando con su cabeza.
-¡Basta de cháchara, acabemos con esto! –dije, cansado de escuchar su discurso pedante y narcisista.
Di un paso adelante sosteniendo firmemente la estaca. El vástago me miró desafiante, como si no me creyera capaz de hacerlo. Mostró sus colmillos afilados y apretó sus puños. Iba a atacarme.
No obstante, el potente ruido de un motor proveniente de la ventana desorientó al Conde Seth. Entonces, aproveché la oportunidad y enterré la estaca en su corazón. Profirió un lastimero grito que se fue ahogando poco a poco. La vieja roca se erosionó paulatinamente hasta que toda señal de vida desapareció en él.
Arrastré su inerte cuerpo hasta la ventana. El helicóptero ya estaba en posición; subimos a la nueva rata de laboratorio y volamos a toda velocidad, como un buitre que acaba de robarle la comida a una manada de leones.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top