IV- Clarividencia de Sobras de una Cena Supliciosa
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—¿Viste las nuevas figuritas coleccionables de All Might? —Dijo cierto adolescente de pelo corto, puntiagudo y de matices rubios. El susodicho miraba a su compañero, en el cual un inusual color verde predominaba en su cabeza alborotada.
—Sí. ¿Ya conseguiste alguna? —preguntó el último chico mencionado, ante la cuestión de Bakugo.
—Todavía no, ya están agotadas en la mayoría de tiendas —Tenía la cabeza gacha, y un temple de decepción podía visualizarse con facilidad en su rostro.
—Supongo que ya revisaste la tienda de héroes oculta, la que está cerca del mini puente Musutafu —mencionó. Aquel sitio era una reliquia escondida para Midoriya, pues cuando no lograba hallar algún flamante artículo de All Might u otro héroe en las tiendas de calles y avenidas concurridas, siempre podía confiar en que allí la tendrían. No solía ir directamente a esa tienda debido a que el sentimiento de satisfacción al encontrar el coleccionable en cuestión le parecía agradable.
—Nunca he ido allí. ¿Vamos después de clases?
—Por mí no hay problema, de todos modos ni que tuviera a alguien esperándome en casa.
—Ouch.
Los demás alumnos veían la escena con incredulidad, hace un par de días había habido una mini riña entre aquellos dos estudiantes, y ahora ambos estaban charlando como si no hubiera pasado nada, parecía como si Bakugo hubiera sufrido algún tipo de lavado mental.
Habían sido unos aproximadamente 10 años de bullying de parte de Katsuki Bakugo hacia Izuku Midoriya, ninguno de los compañeros de clase de estos creía que realmente se habían reconciliado de la noche a la mañana.
Era extraño, el chico de ojos carmesí había dejado de lado su carácter tan explosivo, irritable y con aires de superioridad, mientras que por el otro lado, se mostraba el lado feliz del joven esmeralda, que no se había visto desde hace años, como si ambos se hubieran convertido en niños pequeños nuevamente.
—Por cierto Izuku, ¿viste las noticias sobre ese villano de lodo? —Le preguntó, sentándose un poco en su mesa de madera.
—Estoy un poco al tanto —Se puso la mano en el mentón, mientras sacaba su teléfono celular para ver la hora—. Su desaparición fue muy espontánea.
—Ciertamente, en especial porque a All Might nunca se le escapa un villano.
—Olvidas a Toxic Chainsaw, él logró darle batalla, y escapó luego de derribar ese tren porque All Might se dedicó a salvar a todos —explicó, desde el punto de vista de Bakugo toda la información que su amigo peliverde que le brindaba parecía salir de su boca, como si fuera una tormenta de letras—. Ahí fue donde creó su frase célebre, que momento más glorioso.
—Pero después terminó atrapando a Toxic Chainsaw —Dijo repentinamente, parando en un instante toda la inspiración de Midoriya, al cual le estaban casi por salir lágrimas de la emoción.
—Pues... sí. Bueno, eso no es lo que hablábamos —Ante lo dicho, Bakugo soltó una leve carcajada.
—Te quité todo el entusiasmo —sonrió, dándole unas palmadas en la espalda a su amigo.
—Como decía, espero que lo del villano de lodo no pase a mayores —mencionó, respirando un poco para seguir hablando—. Quizá haya una organización secreta, que secuestra villanos con quirks poderosos para convertirlos en máquinas de matar.
—Tienes demasiada imaginación Izuku, deberías dejar de ver esas series de ciencia ficción y terror psicológico —Se notaba a simple vista que el muchacho explosivo tenía una cara inusual de estupefacción, especialmente por las ideas que tenía el contrario.
—Oblígame, dinamita andante —Le hizo una mueca burlesca a Katsuki, cruzando sus brazos entre si.
—Te obligo, lodo parlante —De forma amistosa dio un pequeño golpe en el hombro a su amigo—. Sinceramente, no puedo evitar comparar tu quirk con el del villano, son parecidos.
La cara de Izuku se ensombreció mientras miraba a Bakugo, este último no se dio cuenta de la mirada penetrante que le estaba dando el chico de pelo esmeralda. Midoriya se preguntaba si su antiguo bully estaba recuperando su memoria, hasta que sus pensamientos fueron interrumpidos por la voz del muchacho de pupilas carmesí.
—Vaya, y después te ando diciendo que dejes de ver series raras —se rió algo fuerte, y seguidamente continuó hablando—. No sé cuál de nosotros dos está más jodido.
—Probablemente tú —Dijo el de hebras verdes, olvidando lo de hace unos instantes. Era ridículo pensar que ya se estaba recuperando de su lavado mental.
—Claro, mientras tú te lo creas.
Ambos adolescentes continuaron conversando con tranquilidad por unos minutos más, pero algo no estaba bien en Bakugo, una pequeña chispa había surgido desde sus antiguos recuerdos perdidos.
Un escalofrío le había corrido la espalda en cuanto el atisbo de memoria apareció en su mente, había mirado a Izuku con algo de nerviosismo, no estaba seguro porque, pero no se sentía seguro al lado suyo, sentía un miedo profundo sin razón alguna.
Era extraño, pero no le dio más vueltas al asunto, le atribuyó todo a la falta de sueño. Y de hecho realmente empezaba a sentir los párpados pesados, cerró los ojos y se quedó dormido.
[.- -- -. . ... .. .-] - Amnesia
\\Flashback: Noche Anterior\\
Sus ojos verdes brillaban en medio de la penumbra nocturna, observaban una silueta caminando en la acera a paso acelerado, muy seguramente estaba insegura al estar fuera a altas horas de la noche.
«Carne fresca», dijo el cazador del conticinio, relamiéndose los labios en el silencio de la noche, y solamente se apreciaban los tenues pero huecos pasos apresurados de su víctima.
Se puso en posición para caer en un contenedor de basura, no quería arriesgarse a quedar como Hash Brown por aterrizar en piso sólido después de saltar a 6 pisos de altura. Se dejó llevar por el frío viento de la oscuridad nocturna, caía mientras su cuerpo se convertía en una baba verdosa y algo opaca, la cual se estampó silente en el depósito de desechos.
Sacó una parte de su pierna hecha lodo del contenedor mientras se tornaba sólida nuevamente, y seguido a ello emergió el resto de sí entre las negras bolsas de basura. Se tapó la nariz ante el pútrido hedor que dimanaba de aquellos sacos de desperdicios inorgánicos y orgánicos.
«Después me tengo que dar una ducha, que asco, por Dios», manifestó mentalmente, violentando el tercer mandamiento de la Iglesia Católica. Caminaba hacia la salida del callejón con los dedos cerrando sus fosas nasales, ya fuera liberó su nariz de la compresión.
Miró hacia ambos lados antes de correr, nada parecía venir de su costado derecho, ni tampoco del izquierdo. Con un galope vertiginoso se aproximaba cada vez más hacia su víctima, la cual, ingenua del acercamiento del chico de pelo verde, concentraba su atención en solo avanzar por la vereda vacía.
Mientras más se avecinaba hacia su pronta víctima, se daba cuenta de sus características físicas que poco se apreciaban por la oscuridad de la noche. Su tez era blanca, parecía tener una complexión corpórea promedio, unos ojos oblicuos con pupilas amarillas y finalmente su pelo, sus hebras eran de un rubio intenso, casi que electrizante, acompañado por una inusual forma de rayo negro.
—¡Aish, demonios! —Dijo por lo bajo, que en el silencio de la calle tan bajo no se escuchó. Dejó de correr hacia el peatón incauto, escondiéndose tras una valla de madera pintada de blanco.
El muchacho de pelo amarillo volteó ante el ruido, con una evidente cara de nerviosismo observó los alrededores en busca del origen del sonido que interrumpió su supuesta paz en aquella calle tan desolada. Nada parecía divisar a primera vista, sin embargo, prefería continuar con su andanza apresurada a seguir investigando, él era bastante miedoso, incluso a pesar de que su deseo era convertirse en un héroe.
Aun así, tenía sus motivaciones, o eso creía. En el exterior al muchacho siempre le parecía que su motivación era la mera oportunidad de ser famoso y de ganar dinero, la paga de los héroes es buena, pues es un trabajo riesgoso. Sin embargo, en el fondo, sabía que lo que más anhelaba sobre ser un héroe era salvar a la gente.
Podía ser miedoso, mas nunca sería cobarde, enfrentaría a cualquier villano que se le pusiera en frente y amenace a gente inocente.
«Vamos, seguro que no es nada», pensó el chico, relajando los hombros y teniendo más seguridad.
«¿Por qué justo tenía que ser él?», reclamó con enfado Izuku en su mente, al percatarse de la identidad de a quien iba a devorar. Suspiró profundamente, e intentó de salir de allí, pero accidentalmente tropezó y botó sin querer un macetero, haciendo un ruido bastante notorio.
El rubio se exaltó ante el ruido. Su corazón había tenido un mini paro cardíaco, y ahora parecía tener una taquicardia.
«Mentira, me arrepiento. Mejor me voy de aquí», dijo con temor, caminando hacia su destino con rapidez.
Cuando se fue del sitio, el caníbal adolescente se relajó, y con cuidado volvió a poner el macetero en su lugar. Cauteloso, escaló el edificio al lado suyo con la fortuna de que sus pisadas en el exterior de la edificación eran de tenue ruido.
Izuku conocía a aquel muchacho, y estaba muy seguro de que lo reconocería a él también si es que su cara habría sido visible. Contextualizando, el joven de pelo verde trabajaba en una cafetería de lunes a viernes como ayudante de cocina, aunque primeramente era mesero, ya tenía aproximadamente ocho meses que laburaba allí, y se había ganado con mucho esfuerzo un lugar en el corazón de la cafetería y sus empleados elocuentes. Recientemente, hace unos dos meses, había arribado a la tienda de café un muchacho, llegó y comenzó a trabajar de mesero al igual que él, sin embargo, no parecía querer terminar como ayudante como él.
Ese era Denki Kaminari, habían conversado bastante, pero no tanto como para considerarlo como un super amigo suyo con quien podría compartir su más profundo secreto, pero parecía ser una buena persona, apartando claro su muy obvia atracción hacia las mujeres bonitas. Sinceramente, Denki le caía bien, y cuando lo vio por primera vez en la tienda buscando trabajo, percibió claramente que estaba pasando por una situación similar a la suya, y pronto esa hipótesis se confirmó cuando en una charla calmada entre él y Kaminari sobre temas familiares superficiales, al último se le escapó un pequeño detalle —que en realidad no era tan pequeño—.
De todos modos, conociendo su trasfondo, no podía evitar empatizar con él, e Izuku mentalmente juró en aquella semana la cual pidió libre en la cafetería, que prefería que el chico eléctrico se recuperara de su situación.
Así, la personificación de la gula estaba parada en el tejado del edificio, con un frío viento que congelaba un poco su nariz. Estaba en busca de alguna otra persona a la cual devorar, pero la única figura que podía visualizar en toda la larga calle era la de su compañero de trabajo. Suspiró, su noche de cacería había sido arruinada. Se marchó del techo corriendo y saltando en los planos tejados de los edificios. Desde que consumió a aquel villano de lodo su cuerpo lo percibía más liviano que antes, saltaba más alto, corría más rápido, y sin cansarse tanto.
Pronto llegó a la serie de apartamentos en donde vivía, era más grande que las viviendas y estructuras de los alrededores. Desde la casa en el que estaba parado, saltó hacia una tubería en el exterior del edificio, la escaló hasta una altura específica, y de allí saltó hacia la escalera del apartamento dos, donde estaba su casa. Recorrió los escalones, subiendo hacia su piso y hacia la puerta de su casa, sacó las llaves de su bolsillo y ensartó la correcta en la cerradura, dio vuelta una vez, intentó una segunda vez, y no pudo.
«¿Ah? —pensó, con un atisbo de confusión e intriga—. Estoy seguro que le había dado dos vueltas con la llave»
Sus ojos se entrecerraron con sospecha, y abrió la puerta despacio y cautelosamente, la oscuridad habitaba toda la sala de estar. Entró a paso lento, cerrando la puerta detrás de sí con llave. Sus pasos resonaron en el comedor y la cocina tal como las pisadas de su compañero de trabajo hace un par de minutos atrás. Nada parecía extraño hasta el momento, todo seguía como lo había dejado. Avanzó por el pasillo donde la antigua habitación de su madre, el baño y su dormitorio de ubicaban. Entró a la pieza de su progenitora, todo estaba vacío, como siempre. En el baño tampoco parecían haber indicios de un intruso. Y en su habitación menos, todo en orden, ninguna figura de acción robada o póster hurtado, sin embargo, había notado que su puerta estaba entreabierta.
[...- .. ... .. - .-] - Visita
Izuku aún seguía desconcertado y algo rencoroso por la experiencia de la noche anterior, realmente no pudo dormir muy bien, estuvo paranoico pensando en si había entrado alguien a su casa mientras no estaba, ¿un héroe, quizás? ¿Ya sabían los héroes qué había un sujeto que come gente suelto en las calles? No parecía ser el caso.
Ya había salido de clases, se había reunido con Bakugo hace un rato en la tienda de héroes como habían dicho en clases, se sentía raro estar junto a su bully con demencia, tratándolo como en la guardería. Y, ahora, después de tomar rumbos distintos hace no más de cinco minutos, estaba pasando por debajo del mismo puente donde había consumido al villano de lodo. Le traía recuerdos lejanos, incluso a pesar de que había ocurrido hace tan solo un par de días. Observó el material del pequeño puente, recordaba haber estado herido allí, rememoraba la fría sensación del piso y la baba recorriendo su cuerpo, y a veces, solamente a veces, juraba que la conciencia del malhechor ya difunto se emancipaba en forma de espasmos y la activación de su quirk.
En cuanto salió del otro lado del puente, la luz del sol volvió a iluminar su piel y reflexionó que, gracias a las experiencias de los últimos días, se sentía más que bien, los últimos tiempos eran el pináculo de su felicidad. Sabía que debía disfrutar cada momento de su vida, si así seguía, con sus impulsos caníbales, sería atrapado, y sus alegrías se le serían arrebatadas de las manos.
Apretó los puños, y tornó la concentración de sus pensamientos en un tema aparte que no le traería disgusto: la visita de su familia materna en la tarde casi noche. El día anterior se contactó mediante PhizBuk con su familiar cercano, y habían quedado en tener una reunión doméstica entre la familia de su tío y él, una simple cena. Tenía una vaga idea de lo que cocinaría, una serie de platillos pequeños en vez de uno grande, por supuesto que obligatoriamente tenía que haber un tazón de arroz blanco para cada uno, quizás un pescado teriyaki, tal vez yakitori y gyoza, fuera lo que fuera a cocinar aquella tarde, tendría que salir de compras por un largo rato, y para no tener que salir nuevamente de su apartamento justo después de entrar, pasaría directamente a comprar.
[.- - .- .-. -.. . -.-. . .-.] - Atardecer
El sol se ponía, como siempre, por el oeste, tornando el antes celeste y resplandeciente cielo hacia tonos naranjas y rojizos que emergían del lejano horizonte. Izuku había terminado todo para la cena, los preparativos, el orden y limpieza de la casa de pies a cabeza, y la comida ya estaba casi lista, tan solo un par de minutos y estarían perfectamente para la comida familiar.
Se dirigió al baño, para despejar su mente con un buen golpe de agua fría en la cara. Abrió la llave al estar ya en la habitación blanca y de higiene personal, el agua salía transparente y helada, con sus manos formó un pequeño cuenco, y con el agua recolectada mojó su cara, extrañamente, en su cara, el líquido supuestamente frío no se sentía fresco, intentó nuevamente, y tampoco sintió la baja temperatura del agua. No sentía nada, como si sus receptores nerviosos hubiesen desaparecido. Se sentía como si estuviera en un sueño. Tocó su cara sin líquido de por medio, ahí estaba el problema, su cara estaba con la típica sensación de cuando tenía activado el quirk de lodo, sin receptores de temperatura, solo de dolor.
Suspiró, y, seguido a ello, intentó volver su rostro a la normalidad, con la conciencia clara, tardó solo unos pocos segundos para que quedara como antes. Se preguntó si sería raro o preocupante si su quirk se activara así cuando estuviesen cenando.
Salió del baño —con las manos limpias, claro—, y la comida en las ollas ya estaba preparada en su totalidad. Sirvió cada porción de arroz blanco en los tazones de su madre, sobresalían los granos del cereal blanquecino como una pequeña montaña, perfecto. Vertió los demás alimentos en grandes recipientes de loza con patrones floreados, en donde cucharones se posaban para quien quería servirse. Había hervido agua con antelación, así estaba todo listo, lo único que faltaban eran los invitados. Sacó su celular del bolsillo, y revisó sus mensajes, tenía dos chats sin leer, un mensaje de su tío Kotaro de hace unos momentos avisando que ya estaban por llegar, y un chat desconocido cuyo número no reconocía, solo se podía ver un mensaje desde la parte general de la mensajería, un mero "Hey", pero eran unos cuantos más. Cuando iba a abrir el chat, sonó el toque de la puerta.
Dejó su teléfono en su bolsillo, y fue a abrir la puerta. Un hombre alto estaba parado allí, con un tipo de cara triangular ovalada, su pelo era oscuro y tirado hacia atrás, con un pequeño mechón a su derecha, tenía una sonrisa en la cara, no tan grande y brillante como la del símbolo de la paz, pero era igual de simpática que la del héroe.
—¡Hola, Zuku! —saludó con ánimos. Detrás suyo estaban su esposa y sus hijos, sus primos.
Izuku trató con su mayor esfuerzo tener una cara de simpatía, parecía funcionar bastante bien, se dieron un apretón de manos, y seguido a ello, su tío le dio un abrazo que si no fuera por su esposa, quizás hubiera terminado con un par de vértebras rotas.
—Espero que no haya sido mucha molestia que tuvieses que cocinar toda la cena tú solo —mencionó Nao Shimura, la cuñada de su madre, mientras le abrazaba con menos fuerza que su tío, pero con igual cariño.
Sus primos mayores eran un tanto curiosos para Midoriya, tan diferentes y tan similares, Tenko se parecía a su padre en casi todo, exceptuando su color de pelo y ojos —producto de la activación de su quirk—. Su hermana, en este caso, era casi todo lo contrario, se asemejaba a su madre en demasiadas cosas, a pesar de heredar el color de pelo de su progenitor. Aunque esas eran solo las diferencias físicas, en cuanto a carácter y personalidad radicaba la brecha de diferencia entre los dos hermanos.
—¡Es un gusto verte! —dijo su prima, Hana, se notaba a leguas que era una persona extrovertida y amigable, de esos que podrían tener una cantidad abismal de amigos si quisieran.
Su primo, el menor de los dos, pero mayor que él, no dijo palabra alguna, solo se posó frente suyo, y le dio un apretón de manos acompañado de una leve pero notable elevación de las comisuras de sus labios.
—Dile algo, Tenko —"susurró" la mayor al oído a su hermano, y le dio una palmada en la espalda—. Discúlpalo, no le gusta hablar mucho.
—No te preocupes, tampoco soy de muchas palabras —mencionó Izuku con gracia, invitándolos a pasar al apartamento Midoriya.
El joven de pelo verde esperaba que se sintieran bien con el ambiente que había en la casa, se había esmerado bastante con producir una sensación cálida pero fresca en el ambiente, la temperatura de los días se iba haciendo cada vez más calurosa, pasaban de primavera a verano, y pronto se avecinaría la temporada de lluvia de mediados de junio, Izuku había pensado en la mayoría de cosas con sumo cuidado.
Puso una foto de su madre, justo en un gran mueble de madera que construyeron sus padres en épocas de juventud, donde guardaban reliquias familiares, merecía tal puesto, y esperaba que los invitados pusieran el debido respeto ante la foto de la fuerte y tenaz mujer que lo había criado.
Se sentaron en la mesa, mientras el anfitrión de cabellos verdes fue a la cocina a por el agua hervida, volvió al comedor, y sirvió el líquido transparente en las tazas de cada huésped. El agua caliente, al haber sido vertida, se infusionó con las hojas de té verde previamente colocadas, tornando el fluido de la vida en un líquido suave y de una cristalina coloración verderona.
Así, terminando el bebestible de la cena, Izuku se sentó en su silla, y en conjunto agradecieron por la comida servida en el mueble destinado a la alimentación familiar.
Había preparado lo mismo que había estado pensando en el puente de la desdicha, una bandeja de pescado teriyaki al horno; yakitori, brochetas de carne y verduras a la parrilla, solamente que a la sartén porque Izuku no tenía una parrilla. Y, finalmente, una cantidad tremenda de gyoza.
Para el Midoriya joven, toda esa comida podía alimentarlo a él durante más de una semana, y se sentía realmente exhausto después de prepararla, ni siquiera en el café en donde trabajaba tenía que cocinar tanto. Solo esperaba que el sabor fuera bueno, al ser las recetas de su madre y nunca haberlas cocinado antes, se preocupaba de que se hubiera saltado algún paso sin querer
—Así que... Dime, Zuku —Dijo el mayor, sirviéndose pescado en su plato—. ¿Cómo te ha ido en clases? ¿Tienes buenas calificaciones?
—Diría que son promedio, ha de ser porque a veces no tengo tiempo de estudiar —respondió, con un tono educado y algo nervioso.
—¿Trabajas? —preguntó Kotaro, un poco sorprendido, pero con una mirada de preocupación casi diciendo «Me lo esperaba».
—Sí, en un café, por ahora —suspiró.
«He sido demasiado negligente con el muchacho», pensó el patriarca Shimura.
Los dos hermanos comían callados, pero con los ojos moviéndose de un lado al otro al son de la conversación, parecían extrañados, y al parecer con atisbos de vergüenza propia.
—Bueno —interrumpió la madre—. ¿Qué tienes pensado estudiar? Puedes centrarte en la gastronomía, la comida te ha quedado excelente —sonrió.
—Eso es porque son las recetas de mi madre —Tomó un sorbo de su té—. Todos estos alimentos se deben a su experiencia y años de cocina —Dijo—. Y, he estado pensando, que quiero entrar a una academia de héroes.
El padre, escuchando atentamente, miró de reojo a su hijo, y no pudo evitar compararlos con sus similitudes de personalidad y ambición. Tenko, a esa misma edad, había decidido continuar con un sueño de convertirse en un héroe profesional, ese fue un momento de felicidad en la familia, pues, luego de una larga recuperación psicológica, el joven de pelo blanco había sobrellevado el shock de haber destruido su antigua casa con peculiaridad recién despertada.
—Me alegra oir que quieras ayudar a la gente —mencionó Nao, apoyándolo en su decisión.
—Solo... Tengo una duda —musitó Tenko con extrañeza.
—¿Sí?
—¿Tu cara... siempre se derrite de esa manera? —consultó el joven, que recibió un codazo por parte de su hermana, y por un momento, la sala se quedó incómodamente silenciosa. Izuku no sabía que era de lo que hablaba, hasta que se tocó la cara, y sintió como se derramaba.
—Oh —reflexionó sobre su vida y su suerte—. Esperen un poco, ya vuelvo —Se levantó, sin meter demasiado ruido, y fue al baño a verse al espejo.
«Joder —maldijo mentalmente, en el cuarto de higiene personal, frunciendo el ceño—. Justo en medio de la cena, lodo hijo de puta»
Forzó su cara a que volviera a su estado original, con agua y un poco de fuerza de voluntad. Suspiró, y juró practicar con algo de enfado la activación consciente de su quirk y frenar la pasividad de su habilidad lodosa. Salió del baño, con una pequeña sonrisa fingida se dirigió a la mesa, y se sentó en su silla.
—No se preocupen por eso —mencionó, antes de que alguien dijera algo—. Es por mi quirk, a veces no puedo controlarlo como me gustaría.
De pronto, la comodidad en la reunión pareció volver a surgir ante la sencilla explicación dada por Izuku.
—Ya estaba pensando que hacía demasiado calor o algo —Dijo Hana, apoyando su mano en el hombro de su hermano, que se estaba sobando el costado por el codazo.
—La última vez que conversé con tu madre sobre el tema de quirks, me contó que iban a ir a examinarte —mencionó Kotaro.
—Sí, en esa ocasión el doctor dijo que nunca tendría un quirk, pero, ya saben —rió—. Lo del dedo meñique es absurdo, claramente no se debe a una articulación.
—¿Oh? —expresó con gracia y estupefacción el mayor—. Zuku sabe cosas, pocos jóvenes se dignan a contrariar el infamoso mito del dedo.
—Debe estar en la sangre la habilidad de negar lo cotidiano —Dijo Nao, comiendo un yakitori con formalidad.
[.-. . ..-. . -.-. -.-. .. --- -.] - Refección
La cena terminó a medianoche, todos repletos de estómago y con sonrisas grandes, incluyendo al introvertido Tenko Shimura que se sintió como en casa y tuvo una sensación de hermandad con su primo menor.
Ahora estaban en la puerta de la casa, con las luces del interior encendidas, y el exterior nocturno iluminado por las luces de la ciudad y de algunas tenues estrellas que se apreciaban en el cielo alrededor de la luna.
—Cuídense en el camino a casa —Dijo Izuku, abrazando y dando apretones de manos a su antes desconocida familia materna.
Su tío Kotaro le dio una sonrisa, y se acercó a él con un aire paternal y protector, lo abrazó con fuerza, como en el primer encuentro de aquella tarde, al tenerlo allí, le susurró algo.
—Recuerda, Zuku, somos tu familia —mencionó con cariño—, y nos preocupamos por ti, mañana deberías ir a comprar algo, ¿no crees?
—Eh, claro —El muchacho de mejillas pecosas quedó parado en el umbral del apartamento, perplejo ante las palabras del Shimura, no entendía a qué se refería. ¿Comprar algo? Demasiado críptico para él.
Luego de ello, se marcharon bajando las escaleras hasta el estacionamiento de la serie de departamentos ubicado en Musutafu. Tenko se subió al auto en la parte trasera junto a su hermana, se abrochó el cinturón, y miró la casa de su difunta tía y su primo peliverde.
Lo vio allí, parado y con la mano despidiéndose de ellos, al joven de dieciocho años le pareció una persona simpática, algo rara, pero amigable. Tenko le despidió con la mano, no esperaba que lo viera desde la distancia y el reflejo del vidrio del auto, pero no le importaba.
El auto arrancó, y en la oscuridad de la noche, la mitad derecha de la cara de Izuku Midoriya se convirtió vertiginosamente en un lodo verde grisáceo que, como gelatina, se escurría asquerosamente alrededor de un ojo de esclerótica amarillenta y una pupila de verde brillante penetrante, asemejada a una esmeralda relucientemente caótica y maligna.
«Será la activación independiente de su quirk», pensó, ante la escena que sus ojos percibieron. No obstante, había algo sobre su peculiaridad que no lograba calmar en su psique, un presentimiento, similar al que tuvo antes de despertar su peculiaridad.
Durante todo el trayecto a casa, no paró de pensar en ello, con una concentración propia de una hiperfijación hacia un tema específico. Meditaba profundamenre, hasta que de sus pensamientos lo sacó su hermana avisándole que ya habían llegado y que dejara de pensar para sí mismo aislándose de todo.
—Perdón —salió del auto—. Pero no creas que me olvidé del codazo —Le recriminó.
—No seas llorón, no fue tan fuerte.
—Ajá.
En medio de la noche, el Shimura con el quirk de deterioro hizo su rutina diaria y cotidiana de cambiar sus guantes inhibidores de peculiaridad, lavarse los dientes e irse a dormir. Se metió a la cama, cerró los ojos con la intención de descansar de un día largo, atareado y algo feliz, pero de su mente nunca salió el pensamiento de que en alguna otra parte había visto un quirk similar al de su primo, Izuku Midoriya.
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[Lista de Devorados]
- Pez Koi -
- Villano de Lodo -
- Ladrón Electrificador -
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