Pueblo fantasma

La noche es muy fría, y no creo que haya alma alguna que esté afuera en este momento; ¿Quién estaría en un lugar así a estas horas? Todos deben estar durmiendo placidos en sus camas calientes. Claro, es una forma de decirlo, si es que hubiera alguien por estos lares, pero no, este lugar está abandonado desde hace varios años, nadie ha vivido aquí en décadas y todas esas pequeñas y hermosas casas quedaron en el abandono, con el musgo y enredaderas creciendo por doquier y envolviendo este paisaje de verde. Se distingue un poco las ventanas que intentan sobresalir sobre sus huéspedes que las ahogan; la hierba es alta y el camino de tierra; este es un pequeño pueblito abandonado que no ha visto a nadie asomarse en años, claro, también hay leyendas que hablan de que está encantado y los muebles cobran vida y ahuyentan a los que se atreven a hospedarse en las casas; por supuesto que no hay registros de ello, ni reportajes en los periódicos o gente alguna hablando del tema, este lugar simplemente fue abandonado por el hombre hace mucho, y ha quedado a la merced de la naturaleza desde entonces, detenido en el tiempo como los molinos de los alrededores.

—¡Mira! ¡Aquí hay muchas casas! —dijo el cuervo que estaba parado encima de la cabeza del espantapájaros.

—¡Eh!

—Tal vez pueda encontrar un hogar para mi familia... —entonces alzó vuelo y voló a la primera casa que había, puesto que recién habían llegado a la entrada del pueblo.

Entró por la ventana que no tenía cristales, adentro el lugar estaba bastante abandonado, y también oscuro, aunque afuera el panorama era un poco menos oscuro, más bien de tonos grises, como un día nublado, el cuervo voló por todas las habitaciones y luego volvió a salir; voló entonces a la segunda casa y repitió todo el procedimiento.

Mientras tanto, el espantapájaros caminaba perdido por el resto de las calles, girando en cada esquina como si supiera el camino, pero no, sólo hacia hora hasta que volviera el cuervo. Pero entonces algo llamó su atención, había una casa al final de la calle en la que se encontraba, y de esta salía un poco de luz desde sus ventanas; instintivamente el espantapájaros caminó en dirección a aquella casa, y el viento comenzó a soplar con más fuerza en dirección contraria, casi arrastrándolo, pero el espantapájaros no se detuvo y continuó con su paso hasta que logró llegar.

Estaba a pocos metros de la entrada, y a casi nada de la ventana; se asomó tímidamente y vio del otro lado a una extraña mujer hablando sola, tenía el cabello enredado y estaba descalza, llevaba ropas de tonos oscuros y un anillo que brillaba en la mano, tampoco era mayor, tal vez 30 años, difícil de saberlo en ese instante.

—Sólo un poco más... —dijo mientras molía algo que parecía arena sobre un soporte de piedra, tarareaba una canción de tonadas tristes.

El espantapájaros miraba detenidamente desde afuera, no sabía qué hacer, no tenía experiencia entablando conversaciones con personas, o con cualquiera, sólo con un cuervo, y eso ya era una gran historia para él.

—No... esto no es para ustedes —dijo nuevamente aquella mujer, parecía que le respondía a alguien, pero no había nadie más adentro, ¿Estaría loca?

El espantapájaros continuaba sin moverse, y el viento cada tanto intentaba llevárselo, hasta que lo consiguió, no, no se llevó al espantapájaros, pero si a un cartel de metal un poco pequeño que tenía escrito "coffee", el cual golpeó contra la saliente del techo creando un gran estruendo. El espantapájaros se asustó e intentó esconderse, pero tropezó al dar media vuelta y cayó al suelo boca abajo.

—¿Qué fue eso? —dijo la mujer saliendo de la casa. Y al salir notó el fuerte viento que hacía y que la despeinaba todavía más, intentó recogerse un poco el cabello y al hacerlo vio al espantapájaros tumbado en el suelo, todavía boca abajo—. ¿Y esto qué es? —se preguntó mientras se agachaba a recogerlo; pero el espantapájaros se movió primero y volteó para levantarse, quedando frente a ella, se miraron por un segundo sin decir nada, luego la mujer sonrió y terminó de recogerse un mechón de cabello detrás de la oreja izquierda— ¡Estúpidas aves! ¡Pero hasta dónde se llevaron mis polvos encantados! —pensó en voz alta mientras agarraba al espantapájaros y lo metía dentro de la casa.

Lo puso sobre una silla y luego volvió a su rutina de moler sus ingredientes, como si no hubiera pasado nada. La silla debajo del espantapájaros parecía estremecerse y hacia un extraño sonido.

—¡Quédate quieto! —dijo la mujer volteando hacia el espantapájaros.

—No hice nada —respondió un poco asustado.

—No te digo a ti, le digo a la silla —dijo señalando al mueble con el índice y la palma hacia arriba.

El espantapájaros miró lentamente debajo de él y vio que la silla parecía moverse, como si respirara, luego vio a la mujer volver a su rutina como si aquello fuera lo más normal.

—¿Está viva? —preguntó nuevamente con la voz muy baja, como si tuviera miedo de ser escuchado.

—Dime, tengo apariencia de estar muerta —dijo la mujer acercándose al espantapájaros con una cara de poca paciencia, también se escuchó al resto de los muebles estremecerse e incluso algunos utensilios.

—La, la, silla... —respondió temeroso.

—¡Ah! Esa, pues ni tan viva —volvió a su labor mientras continuaba hablando—, cada rato me hace perder la paciencia, si tan silla es ¿Por qué no deja que nadie se siente encima? —sacó un extraño libro y comenzó a leerlo—, tienes suerte de que no te haya botado todavía, con algunos extraños es como un caballo salvaje, o tal vez entendió que si no me sirve de silla me servirá de leña para el fuego.

El espantapájaros no sabía cómo comportarse, bueno, no tenía idea casi siempre, pero en esta ocasión se sentía aún más confundido, ¿Era acaso normal todo eso? ¿Este es un día normal en la vida de los humanos? ¿Todos tienen muebles y objetos que parecen respirar?

—Y... ¿No me vas a preguntar? —dijo la mujer mirando por encima del libro.

—¿Qué debo preguntar?

—¡Cómo que qué! ¿El por qué tú también estas vivo...? Cada vez me salen más tontos —dijo esto último en voz baja—. Es lo primero que todas estas cosas me preguntan cuándo me encuentran, ¿Qué no viniste a eso?

—Yo... sólo buscaba, al sol.

—Ya... —lo miró con un poco de desconfianza—, es la primera vez que uno de ustedes coquetea conmigo para sacarme información —se levantó y agarró el recipiente que tenía el polvo que estaba moliendo hace poco y se lo acercó al espantapájaros—. ¿Ves esto? Son polvos encantados, todo objeto inanimado que toque con este polvito cobrará vida, temporalmente —cogió nuevamente su libro y ahora fue a sentarse sobre un amplio sillón que también se estremeció.

El espantapájaros no entendió mucho de lo que pasó, y tampoco sabía que más decir, sólo sabía que tenía que volver con el cuervo y continuar con el viaje.

—¿Y tú de dónde eres? —preguntó la mujer sin sacar la vista del libro.

—Salí de una granja —respondió el espantapájaros mientras veía la forma de salir de ahí.

—Una granja, eh, ¿Y eso hace cuánto fue?

—No lo sé, no mucho.

—No sé si llamarlo suerte o destino, el que estés aquí, hace unas semanas unas estúpidas palomas me robaron un poco de mi polvo pensando que era comida y las esparcieron por todas partes —continuaba mirando su libro sin despegar la vista—. No tienes idea de cuantos cachivaches han venido a buscarme desde entonces, no sé cómo le hacen para dar con este lugar.

—Yo no buscaba este lugar, sólo esperaba a un cuervo.

—¿Un cuervo? —dijo la mujer levantando la mirada sobre el libro nuevamente y alzando una ceja—, Si vienen por mis polvos encantados, ya puedes ir diciéndole que no son para comer, y la próxima vez que me encuentre a cualquier ave que intente comérselos, me comeré a toda su familia en la cena, que ya tengo leña para el fuego —nuevamente la silla sobre la que estaba el espantapájaros se estremeció.

—Se lo diré enseguida —dijo el espantapájaros bajando de la silla y dirigiéndose a la puerta.

—¡Eh! ¿Pero adónde se supone que vas?

—A buscar al cuervo...

—Jajaja, ¿En serio crees que te irás tan fácilmente? Mira, que todos ustedes me están trayendo problemas, no quiero que llamen la atención de las personas y luego sean ellos los que vengan a buscarme, que lo que hago no es precisamente legal.

—Pero...

—Pero nada, o vuelves a tu silla o los meto a ambos al fuego.

El espantapájaros volvió a su lugar y quedó en silencio mirando por la ventana, al parecer ser cautivo en casas ajenas ya se estaba volviendo una rutina en su vida.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top