Capítulo 44. La gran prueba de los Antiguos
Diena y Litch. Princess era capaz de transformarse en dos estados diferentes. Sol y luna. Dos cosas distintas. Sé que ella estaba intentando comprender el funcionamiento. Esto era un poco parecido cuando los usuarios de las Frutas del Diablo averiguasen sus habilidades.
Ante la derrota de ese demonio el barco prosiguió en su camino en búsqueda de los siguientes. Todos estábamos reunidos en la proa porque nos lo pidió Princess. Me gustaría saber qué estará planeando. Mi vista felina se centró en Lust que no paraba de molestar a Mugiwara diciendo cosas obscenas. Era una criatura molesta. Cuando me encontraba solo observando el océano junto con Hattori, él aprovechaba esos momentos para hablar sobre mis gustos peculiares y cuál sería mi mayor fantasía con la chica de ojos pardos. Yo no decía nada. Solo me limitaba a callar. Ya dejaba que él me leyera la mente porque tenía esa capacidad.
De repente, Princess sale junto con Nico Robin con una pizarra enorme de color blanco. Sospeché un poco lo que iba a hacer. Cada uno de nosotros estaba atento porque la chica, de habla curiosa y extraña, destapó el bolígrafo de tinta azul. Empezó a escribir haciendo garabatos curiosos como si fuera una especie de esquema. Los nombres me resultaban familiares. Claro, los Antiguos que habíamos derrotado. Finalizó la escritura para mirarnos.
—Sabemos que el Diablo del Mar apareció en el Siglo Vacío o mucho antes de este. Todos los seres vivos de esa época lo bautizaron como Antiguo. Él tuvo dieciocho hijos, diecisiete varones y una hembra. Desconozco si hubo una mujer demonio o que para parirlos.
—Yo no recuerdo muy bien si tuve madre —interrumpió Lust haciendo ruidos con su jugo. Mira que le gustaba tocar la moral.
—En fin —suspiró la chica—. A la única hembra se le bautizó con el nombre de Diena, pero por la noche cambió a Licht. No sé qué representa. Supongo que el sol y la luna por la metamorfosis. Y yo soy la reencarnación de la Antigua a causa de la pelea que hubo entre ella y su padre.
—Yo aún estoy impactado de última transformación, poupou.
—En todo este tiempo, me he dado cuenta que los Antiguos se dividían en dos secciones. —Hizo dos círculos alrededor diviendo a los demonios. En uno se centraba a siete y en el otro el resto—. Siete demonios representan los pecados capitales y los otros diez los mandamientos.
—¿Cómo sabes eso? —preguntó Smoker.
—Porque cada uno representa una palabra. En los libros que he leído de religión siempre hablaban de este tema, sobre todo, el cristianismo. Los pecados capitales representan al diablo y los mandamientos a dios.
—¡Qué rollo! —exclamó Mugiwara no poniendo mucha atención.
—Continúo. Empecemos con los Antiguos que representan a los siete pecados capitales. Solamente conocemos a cuatro. Tenemos aquí al Antiguo que representa a la lujuria, Lust. —Él levantó la mano con mucho orgullo—. Conocimos al primer demonio llamado Gura, que representa la glotonería. Luego tenemos a Zorn, demonio de la ira. Y, por último, tenemos a Kadedus quien se autoproclama como la envidia. Nos falta por saber el orgullo, la avaricia y la pereza. Pienso yo que el Antiguo orgulloso es el más fuerte de todos ellos.
—¡Correcto, frutilla de melocotón!
—Entonces, será complicado de vencer —argumentó Marco analizando la situación.
—Yo no quiero enfrentarme a ese demonio. —El chico de la nariz larga, casi idéntico a Kaku, demostraba cobardía. Odiaba ese sentimiento.
—Ahora vamos con los mandamientos —prosiguió—. De aliado tenemos a Senku, demonio de la paciencia. Luego conocimos al hermano gemelo de Lust, Jundo, demonio de la inocencia.
—Ay, lo echo tanto de menos.
—Estos demonios eran complicados de vencer porque eran dos: Wahr, el demonio de la verdad, y Vertrauen, el demonio de la fe. —Los recordaba perfectamente—. Mi raptor Mero, el Antiguo del amor. Y, por último, Fizmas, el demonio pacifista. Nos faltaría cuatro por descubrir: piedad, reticencia, reposo y desinterés.
—Me estás sorprendiendo un montón, Laura —comentó Nico Robin con su sonrisa tranquilizadora.
—Calculando nos faltarían, sin contar a Senku y a Lust, siete demonios para derrotar. —El cocinero pervertido movió sus dedos a modo de contar.
—Dudo mucho que este demonio de la lujuria nos diga como se llama el resto. —La navegante miró con mala cara a Lust.
—¡Es secreto!
No cantará nada. Solo nos quedaba viajar y llegar al resto de islas. En la pizarra vi unos tics en Senku y en Lust como una forma de decir que eran los buenos. Pero ¿por cuánto tiempo? No deberíamos fiarnos de ellos dos porque podrían traicionarnos en cualquier momento. Sé que en el fondo Princess pensaba igual. Ella terminó de dar su explicación no borrando los garabatos. Tal vez quería conseguir más información. Con cierta rapidez, me adelanté a Charlotte Cracker que quería acompañarla hacia adentro. No perdería la oportunidad de estar a solas.
La ayudé a mover la pizarra hacia la zona de la biblioteca. Un suspiro salió de sus labios y estiré todo su cuerpo con cierto cansancio. Yo la observé detenidamente. Ojalá tener la capacidad de saber sus pensamientos. Tuve la certeza de que estará pensando en lo sucedido de ayer con el enfrentamiento de Fizmas. Cierto sentimiento invadió mi ser cuando la vi en ese estado deparovable. Un cuerpo sin vida.
—¿Estás bien? —pregunté a modo de susurro.
—Sí, simplemente que aún estoy impactada de ser lo que soy —dijo—. Me da miedo.
—¿De ser la reencanación de un demonio capaz de estar en dos estados? Es comprensible.
—¿Qué vas a entender? Tú estarías más feliz sabiendo que con ese poder puedes matar a alguien.
Me conocía bien. Por ello, la gente no paraba de llamarme "Máquina de matar" por ser alguien que disfrutaba asesinando a las personas. Así me entrenaron. Así me convertí en un monstruo sin pena alguna. Yo siempre mantenía el pensamiento de que los sentimientos me harán débil, no obstante, cuando la conocí todo cambió en mí. Cierta sensación creció queriendo protegerla a toda costa. Que fuese mía y de nadie más. Su forma de ser me encantaba, menos cuando no se amaba así misma.
Una mujer fuerte y con carácter, que no tenía pelos en la lengua. Su risa era contagiosa por cada situación divertida que pasaba ante sus ojos. ¿Por qué se unió a un bando que no le correspondía? Yo la veía como miembro de la CP0 o, tal vez, mi secretaria personal. Ese sueño no se cumplirá. Lo sé perfectamente.
Princess me daba la espalda mirando nuevamente la pizarra. Aproveché esa oportunidad para tomar un mechón de su pelo liso para tocarlo con gusto. Ella no se inmutó. Tal vez ya estaba acostumbrada a que la molestase. Me tentaba a pecar con ella una vez más, pero sé que ella lo negará rotundamente. Debo ser paciente.
—Tengo la sospecha que el siguiente enemigo será un mandamiento —comentó, rompiendo el silencio completamente.
—Si es así, entonces estaremos listos para enfrentarnos a ellos.
—¿Y si fallo? —Ya empezaba a cuestionarse de sí misma.
—No deberías —dije. No era bueno animando las cosas—. Entre tú y yo sabemos que no permitiremos que ganen esta batalla.
—Ojalá tengas razón, Lucci.
Princess se giró para dedicarme esa tierna sonrisa que tanto me gustaba. No sé. Me hipnotizaba. Acaricié con suavidad su mejilla blanca que poco a poco se teñía de un color rosado que le sentaba de maravilla. Necesitaba besarla. Echaba de menos sentir sus labios. Lentamente iba acercándome a su rostro dispuesta a hacerlo y ella entreabrió sus labios para recibirme, sin embargo, cierto aleteo interrumpió el momento interponiéndose aquel acto.
—¡Nos estamos acercando a una isla, poupou! ¡Y esto es malo, poupou!
—¿Malo en qué sentido?
—¡No es una isla pequeña, poupou! ¡Es como si cinco islas se hubieran unido, poupou!
¿Eso era posible? Princess se alarmó tanto que no dudó en salir de la biblioteca y yo la seguí junto con las dos aves. El cielo despejado estaba cubierto por un nubarrón alertando de una lluvia torrencial. A lo lejos se divisó esa isla que tanto mencionó Poupou. Hattori con cierta curiosidad sobrevoló la zona teniendo cuidado con el viento. Esta corriente que se colaba entre mis huesos no era normal. Había cierta maldad. La paloma volvió posando sus patas en mi hombro y emitió un sonido que no me gustó para nada.
—¡Son cinco islas! —gritó el pequeño reno—. Eso dijo la paloma.
—Oh, veo que se han puesto muy en serio.
—¿Qué quieres decir, demonio pervertido? —preguntó Cutty Flam.
—Cinco de mis hermanos se han puesto de acuerdo para acabar juntos de una vez por todas con la frutilla de melocotón.
—Y no puedes decir quienes son, ¿verdad? —Katakuri tenía la mirada fija en él.
—Si lo digo, que frutilla de melocotón me chupe la po... —No acabó la frase porque Princess le lanzó su zapatilla en el rostro.
—¡Habla si no quieres que me transforme en Diena o en Licht!
—¡Ay, querida! Yo quiero que seas así en la cama.
—¡Lust!
—Bueno, si tanto insistes. —El Antiguo paró un segundo con los ojos cerrados para centrarse y luego los volvió a abrir—. Vaag, el demonio de la pereza. Saita, la avaricia. Misstro, la retincencia. Ruhe, el reposo. Y Diduedd, el desinterés.
Todos nombres extraños. La pereza y el reposo no me daban buena espina porque serían peligrosos estando juntos. Ya el resto habría que averiguarlo. Como diría Princess, dos pecados y tres mandamientos. Miré por el rabillo del ojo a la joven que estaba tensa y con una gota resbalar por su sien. No se imaginó que nos enfrentasemos a cinco de golpe. Normal, ya estarán hartos de este juego. Y tampoco les gustaba la idea de que sus hermanos fueran asesinados por la reencarnación de una de ellas.
Cada vez nos acercábamos más, pero llegó un momento en que el barco se paró en seco. Esto desconcertó a la navegante de la tripulación mirando a las velas. Luego echó un vistazo hacia el agua. Sus ojos mostraron sorpresa. Todos hicimos lo mismo. El océano estaba en calma. Esto era parecido a ese lugar llamado Calm Belt. ¿Esto era cosa de la naturaleza o de los propios Antiguos?
Cierta aura invadió todo mi cuerpo. Esta sensación de agonía no la había experimentado antes. Y no era el único. Todos estábamos paralizados con cierto miedo. No. Imposible. Yo no podía padecer de eso. Yo era el propio terror de toda la organización. Sentir ese sentimiento me causaba náuseas.
—La avaricia es uno de los pecados más codiciados.
Una voz siniestra retumbó en mis oídos. Mi mirada se alzó, encontrándome con un sujeto que estaba sobrevolando nuestras cabezas. Un demonio con alas. Cabello corto, moreno y ondulado. Sus ojos eran rasgados cual gato y dientes afilados capaces de despedazar cualquier carne. Su cuerpo no era musculoso, pero esbelto.
—¡Bienvenida, reencarnación!
—Tú debes de ser Saita, ¿no?
—Qué bocazas es a veces mi hermano Lust. —Dedicó una mirada fulminante al nombrado—. No entiendo tus motivos para unirte a ellos.
—¡Oh, hermano! Yo quiero que este océano esté lleno de placer.
—Tú y tu mente cochina —suspiró—. ¡Habéis llegado justo a tiempo para la gran prueba!
—¿La gran prueba? —repitió el esqueleto.
—Hemos unido fuerzas para acabar de una vez por todas a Princess Laura que nos está dando un quebradero de cabeza bastante importante —siguió hablando—. Es por ello, que tenemos preparado la gran prueba de los Antiguos. ¿Podréis resistir ante el pecado y el mandamiento que nos ha otorgado nuestro padre?
Yo por lo menos lo estaba. El resto no estaba seguro. Sus pruebas no serán nada sencillas, suponía. De vez en cuando miraba a Princess que estaba tensa y ella estuvo a punto de quitarse las gafas. No obstante, Saita lanzó una especie de rayo paralizando el cuerpo de la chica.
—Aún es pronto para llegar a eso, Princess —dijo divertido ante la situación.
—¡Te voy a partir la cara!
—Primero tendrás que pasar la gran prueba. —Chasqueó sus dedos haciendo aparecer un reloj de arena grande—. Sois dieciséis participantes, excluyendo a las dos aves. —Otro chasquido hizo. Tanto Hattori como Poupou aparecieron a los lados del demonio encerrados en jaulas.
—¡Poupou!
—Y mi hermano Lust también está excluido, ya que no le interesa participar.
—Me conoces muy bien hermanito.
—Seréis emparejados aleatoriamente —continuó. Eso significaba que las probabilidades que esté con Princess eran nulas—. El reloj marcará treinta minutos. Al finalizar, una de vuestras parejas será intercambiada por otra y así sucesivamente. El objetivo principal es que lleguéis a uno de los cinco Antiguos que estaremos bien escondidos. Oh, aquellos que tengan la suerte de estar con Princess y se encuentre a uno de nosotros... Bueno, será el afortunado porque tendrá a la única persona capaz de matarnos.
—¡Yo quiero que me toque con Laura! —gritaron al unísono el trío de cobardes.
—Pero si uno de nosotros junto con Princess pelea con uno de vosotros y ella es intercambiada... —Katakuri no prosiguió.
Mierda. Este era el gran propósito de la prueba. Saita estaba riendo ante la inteligencia del hijo de Big Mom. Estaba claro que sí Princess luchase una y otra vez llegará en un punto que no podrá continuar. Entonces no nos quedaba más remedio que atacar todo lo posible y si vemos que la misión es suicida, habrá que retirarse durante un buen rato. Odiaba huir de la batalla, pero no morirán ante mis manos.
—¡Bien! ¡Que comience la gran prueba!
Saita chasqueó de nuevo los dedos. En un parpadeo ya no estaba en el barco. Me encontraba en una zona boscosa llena de piedras que, probablemente, sean ruinas. Miraba a mi alrededor buscando a mi compañero y... ¿En serio? Mi compañero de tres metros me miraba con mala cara. Sí, me tocó con Charlotte Cracker.
—¡Joder! Lo que faltaba.
—Tampoco me agrada la idea que estemos juntos, Charlotte.
—¡Princess! ¡¿Me oyes?! —gritó con todas sus fuerzas.
—Oh, se me olvidó un detalle. —La voz de Saita resonó en nuestras cabezas—. En caso de que dos grupos o más se encontrasen, una barrera invisible se creará para impedir que se unan. Y si se acercan aún más... ¡Boom! ¡Explotará en mil pedazos!
—¡Será hijo de la gran...!
—Así que yo os aconsejo que no hagais ninguna estupidez, si quereis sobrevivir.
—Tsk, maldita sea.
—No nos queda de otra que colaborar —añadí.
—Oye, mocoso —me llamó. Una vena creció en mi sien no gustándome demasiado que me llamaran de esa manera-, todos menos Princess no podemos contra ellos.
—Lo sé, pero la única opción que nos queda es encontrar a los Antiguos y rezar que en esos treinta minutos, uno de nosotros sea intercambiado por Princess y derrotarlo en otros treinta minutos.
—Suena arriesgado. —Charlotte cruzó los brazos.
—¿Se te ocurre otra idea?
—Luchar, pero suena suicida.
—Yo odio huir —aclaré—. Podríamos ganar tiempo, pero manteniendo una distancia.
—Se te olvidó una cosa. No sabemos exactamente los poderes de cada uno de ellos —dijo.
—Lo que más me preocupa son los Antiguos de la holgazanería y el reposo. Es una combinación peligrosa.
—¿No es lo mismo?
—... Tengo la certeza que no.
Charlotte no dijo nada porque se quedó pensando por un momento ante lo que dije. Parecían iguales, pero sus poderes serán diferentes y no me gustaría averiguarlo. Sin decir nada empecé a caminar hacia el norte y el hombre alto me siguió sabiendo perfectamente que no podemos estar quietos.
—¿Con quién crees que le habrá tocado Princess?
—No lo sé. Solo espero que ninguno de los cobardes.
—O el cocinero pervertido o el esqueleto.
—¿Te das cuenta que también lo somos? —pregunté con la ceja alzada.
—¡Pero es distinto! Yo la quiero. Quiero casarme con ella y lo repetiré una y otra vez. Tú nunca entenderás eso, Máquina de Matar.
No. Nunca.
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