Capítulo 41. ¡No me doy por vencida!

Nami y Robin atrapadas en esas jaulas y yo era la única que podía enfrentarme a Kadedus. Unas cuantas gotas de sudor resbalaban por mi rostro esperando el primer movimiento por parte de la Antigua. Ella esbozaba una gran sonrisa sintiéndose más fuerte que yo. Yo debía confiar en las habilidades que aprendí en el entrenamiento. Solo yo era capaz de matar a este demonio. Escuchaba los griteríos de la gente apoyando a su gran guerrera queriendo ver muerte y destrucción.

¡Chacho! Esperaba que esto no se complicase. Vamos, toleta, sabes muy bien que siempre habrá un enemigo que te pondrá las cosas difíciles. Solo debo centrarme. Tener la mente en blanco y el cuerpo relajado para predecir sus movimientos. Mi Vision se activó permitiéndome ver que las espadas que rodeaban a Kadedus se lanzaron. Unos cuantos a la izquierda y otros a la derecha. Esto fue en cuestión de segundos. Y cuando se acabó, se predijo y pude esquivarlos sin ningún problema.

Esto molestó a Kadedus porque frunció el ceño, sin embargo, volvió a sonreír. Eso me pintaba mal. Otra vez se activó, advirtiéndome que las espadas iban a volver a atacarme. Esquivé. Hice volteretas en el suelo. Eché hacia atrás mi espalda. Las ropas estaban rasgadas por tirarme tantas veces en el suelo, incluso tenía algún que otro corte. Dolía y escocía, pero lo ignoraba. Debia acercarme y asestarle un golpe.

Mis pies se movieron con rapidez centrándome en mi enemiga. Kadedus volvió a invocar sus espadas para contraatacar. Sinceramente, yo estaba haciendo una especie de baile con esas armas blancas. No iba a permitir que ninguna me tocase. Cuando estuve a punto de tocarla con mi puño cerrado, un escudo enorme protegió su cuerpo amortiguando el golpe. ¡Por la Virgen del Pino! Esta criatura se parecía un montón a Erza Scarlet de Fairy Tail. No fui capaz de romperlo. Me hizo retroceder unos cuantos pasos.

Esta Antigua no andaba de chiquitas. Ni yo tampoco. Kadedus lo dijo claramente: era capaz de invocar cualquier arma. Ya sea defensiva u ofensiva. Y eso que corrí mucho. Aunque llegué a pensar que las espadas fueron una manera de bajar la velocidad y que mi puñetazo no sea tan poderoso. Muy astuta. Esto era un verdadero reto.

—No permitiré que una criatura tan singular como tú, toque mi bello rostro —dijo acariciando su cara mostrando lo hermosa que era.

—Oh, como si fueras una diva —comenté, sintiendo una gota resbalar por mi sien.

—¡¿Qué has dicho?!

—¿Acaso eres sorda?

—¡No me provoques, Princess!

Yo sé que no era buena idea porque sus ataques pudieran ser más letales. Pensaba y pensaba, intentando averiguar algún punto débil. La enemiga no era un libro abierto. De pronto, eché mi cuerpo hacia atrás porque del suelo salió una lanza casi a punto de darme. ¡Dios, eso estuvo muy cerca! Casi me quedo sin aliento. Movimientos rápidos realicé, volviendo a bailar para que ninguna me golpease.

Esas cuchillas estaban bien afiladas dispuestas a desgarrar mi piel cuanto deseaba. Esto me recordaba la escena de Undertale con Undyne y Frisk. Me di cuenta que me estaba aproximando a las jaulas a lo que me alejé. No me gustaría que esas lanzas llegasen a ellas. No me lo perdonaría. Ojalá tener una habilidad de Fruta del Diablo para remediar esta situación porque estaba siendo complicada.

Un momento, ¿y si esto era una estrategia para agotarme? El Haki tenía cierta limitación en cuanto a usuario. Dependiendo cuanto tiempo hayas dedicado en entrenarte y demás. Mierda, ¿en serio no tenía otra cosa que solo depender de ello y mis puños? Ya me gustaría ser Katakuri. O como Cracker creando guerreros de galleta que pudieran debilitarla. Haré el mismo procedimiento.

Corrí con gran velocidad esquivando todo tipo de arma. Mi brazo lo eché para atrás para golpear con fuerza y otra vez puso el escudo en medio. Esta vez noté que la fuerza era mucho mayor, pero retrocedí nuevamente, aunque no tuve que dar la voltereta en el suelo. Sin embargo, cuando mis pies tocaron el suelo, frené y me reincorporé, ocurrió algo inesperado. Mi Vision no me avisó de una lanza aparecer en la tierra y rozar mi mejilla izquierda. Casi mis gafas volaron. ¿Qué coño ocurrió ahí? ¿Estaba en mis límites? No me notaba cansada. ¿O será...?

—¿Qué pasa? ¿Te sientes agotada, pequeña inútil?

—Tu escudo... está absorbiendo mis fuerzas.

—Vaya, y yo pensaba que eras idiota. Que envidia me das. —Tú eres la idiota por afirmar—. Es lo bueno de ser una Antigua y perfeccionar cualquier arma para cualquier situación. Y este escudo es perfecto para anular tus golpes fuertes.

¡Joder! Más limitaciones había. Esto era un rompecabezas. A mi hermano le hubiera gustado adivinar. Una pregunta me surgió: ¿tendrá algún límite ese escudo? No todo podía durar. Sí, mi idea consistía en seguir golpeando hasta destruirlo. Esto solo pasaba en las películas, pero lo podría intentar. Era la única manera de librarme de esa pesadilla.

Corrí. Mis fuerzas ya no eran las mismas, pero no me rendiré. La Vision cada vez fallaba y yo esquivaba todo lo que podía. Todo el público menos los chicos gritaban con emoción pensando que iba a perder. No me rendiría con facilidad. No pensando que este combate iba a depender de mí. Como dice Franky, yo era una pequeña peleona. Una leona mansa capaz de sacar los dientes demostrando que tenía fuerza de voluntad y que no me asustaba nada. Menos las cucarachas voladoras.

Kadedus volvió a sacar el escudo y golpeé nuevamente. Ella rio.

—¿Eres sorda? ¡Este escudo solo seguirá absorbiendo tu fuerza!

No dije nada. Solo me centré en destruirlo. Noté una pequeña vibración en mi cuerpo advirtiéndome que iba a retroceder, sin embargo, no sé de dónde saqué las fuerzas, pero seguí insistiendo. Incluso los cristales de mis gafas se resquebrajaron un poco por la presión. Vi los ojos de Kadedus agrandarse no creyendo lo que estaba viendo. Ella también empleó todo el poder del escudo. Tensión se creaba en el ambiente. Fuerza y defensa se contrarrestaban.

De repente, la protección se rompió un poco y esa resquebrajadura se ampliaba aún más. Era mi oportunidad. Era el gran momento de deshacerme de esa cosa. Este era mi otro ataque:

—¡Hard Punch: Counter-attack!

Un contraataque capaz de devolver esta energía inmensa. Y el escudo se rompió en miles de pedazos. Todo fue a cámara lenta. Todos y cada uno de ellos, incluso a Kadedus, se impresionaron de ello. Hasta yo misma. Ese golpe fue demasiado para mí que caí al suelo. Normal, era la primera vez. Cansancio noté. Como me dolía la mano.

—¡Bien hecho, Laura! —gritaron Luffy, Ussop y Chopper desde las gradas.

—¡Laura-chan!

—¡Ja! ¡Esa es mi chica! —vociferó Cracker aplaudiendo con felicidad.

¿Su chica? Mis mejillas se sonrojaron, ignorando el dolor que estaba sintiendo por el corte. No obstante, las consecuencias llegaron. No me dio tiempo de reaccionar. Dos lanzas volvieron a aparecer e hirieron mis brazos. Me quejé de dolor. Escocía demasiado. Tuve que apoyar ambas manos, una a cada lado, para amortiguar la sangre. Una risa oí y alcé la mirada. Kadedus estaba portando una espada grande. Yo diría que medirá lo mismo que Pretzel.

—Te tengo que felicitar. Eres la primera en destruir mi preciado escudo. Pero todo tiene un precio.

—Ahí te doy la razón.

—Te has expuesto demasiado, Princess —comentó, alzando su brazo junto con la espada—. Es hora de acabar con esto. Ha sido un placer combatir contigo.

¿Eh? ¡No! Era muy pronto para acabar con esto. Aún tenía fuerzas para seguir luchando. Realicé una voltereta hacia atrás no queriendo recibir el impacto. No penséis que terminó. Kadedus me atacó una y otra vez no permitiéndome respirar. Algunos ataques me los comía con papas porque no me daba tiempo de reaccionar. Más heridas en el cuerpo y la ropa se rompía a cada momento. Al final, me quedaré expuesta ante los ojos de cualquier hombre. ¡Qué vergüenza!

Vamos, Laura, se te tiene que ocurrir alguna idea. Eso sí, me alejaba todo lo posible de las chicas. Esto era entre la Antigua y yo. Sin embargo, no me fijé y pisé una pequeña roca provocando que resbalase hacia atrás. ¡Que dolor de culo!

—¡Muere!

Todo volvió a cámara lenta ante mis ojos. Esta vez sí que podía ser mi fin. Si esa espada llegase a clavarse en mi cuerpo, no pararía de sangrar. Mi Vision no se activaría por el cansancio. Estaba acabada. Solo me quedaba una solución.

—¡Hard Kick!

Elevé mi pierna derecha dando un fuerte golpe en la parte baja de Kadedus. Ella se quedó inmóvil. Todos callaron. ¿Me salvé? Un momento, estaba notando algo raro ahí abajo. No obstante, reaccioné rápido y caminé hacia atrás sin apartar la vista en la Antigua. La mujer musitaba algún que otro sonido. Sus manos soltaron la gran espada dejándose caer en el suelo. Sus piernas temblaban a más no poder.

Repito: ¿me salvé? ¿Di en un su punto débil? Hombre, esa zona era sensible en cuanto a recibir golpes. Dolió hasta a mí. Aún estaba pensando qué coño toqué ahí. Esa zona para las mujeres era plana y en los hombres... ¡Por la Virgen del Pino! ¡Mis sospechas eran ciertas! ¡Era un tío transformado en mujer!

—¡Maldita! —gritó con dolor la Antigua arrodillándose y sosteniendo sus partes privadas—. ¡Te voy a matar, maldita perra! ¡Qué dolor! ¡Qué dolor!

No sé cuanta fuerza habré empleado, pero estaba segura que le rompí más de un testículo. Hasta seguro le fracturé el pene. ¿Era posible? Claro, el miembro no tiene hueso, pero cuando está duro y lo tratas mal es capaz de tener ese problema y que se rompa. Eso solo se recupera con una cirugía. Los pobres.

Cuchicheos se realizó en las gradas preguntándose cuál era el problema que tenía la Antigua. ¿No me digas que nadie sabe de su transexualidad? Bueno, la mayoría de las personas les daba corte contar la verdad porque preferían mantenerlo en secreto. Sobre todo, si te gustaban los hombres y ellos averigüen que antes lo eras.

—Oye, yo no tengo ningún problema en que te hayas cambiado de sexo. Pero, al menos, tenías que haber dicho que eres transexual, es decir, un hombre convertido en una mujer.

Cuando dije eso, todos gritaron diciendo un: «¡¿eh?!». Y largo, por cierto. Una vena en la sien salió de Kadedus que me miró con ira cuando pronuncié esas palabras.

—¡No soy un hombre! ¡Soy una mujer! ¡La mujer más bella que hayan visto en estos mares!

—¿Kadedus es un hombre?

—No puedo creer que estuviera enamorado de ella... ¿De él?

Los hombres ya entraban en duda. Era normal ese comportamiento porque se ocultó una gran verdad. Los ojos de la Antigua miraban a todos. A cada uno de ellos. Por un momento vi miedo reflejado en ellos. Yo la entendía. Ser discriminada por la gente dependiendo tu físico, tu orientación sexual o tu raza era una de las cosas más horribles que puede recibir el ser humano. Ella —la trataré como mujer— apretó los dientes con mucha ira y luego me miró. Me tensé demasiado.

—Cuando nací, yo nunca me sentí como hombre sino mujer. La madre naturaleza me dio ese deseo que tanto quise obteniendo este gran cuerpo, pero tuve un maldito defecto y es que todavía mantengo la virilidad de uno —explicaba—. Pero no me importaba. ¡Todas las criaturas se arrodillaban ante mí! ¡Yo era la envidia de todas las mujeres en aquel entonces!

—¿Era?

—Hasta que apareció mi hermana —masculló con rabia—. Ella era una mujer real y todos cayeron rendidos ante sus pies. Yo me quedaba atrás. Me marginaban. No estaba a su altura. ¡Pero que estúpida fue cuando se enfrentó a padre! ¿Para liberar a los habitantes de Blue Line? ¡Que estúpida y que ingrata! ¡Y ahí es cuando resurgí cual fénix! Pero nunca me imaginé que ella también lo haría. Que se reencarnaría. Pero viéndote, solo eres más que una bolita de grasa caminante.

Ni yo tampoco la verdad. Espera, ¿bolita de grasa caminante? Mi cara lo decía todo. Molestia con ese insulto tan gratuito. Yo podía admitir que tenía michelines, pero tampoco era ponerse así. Encima que la entendía. Era una tipa sumamente extraña. Sin embargo, no debía bajar la guardia porque esto significaba que había detonado la bomba.

De repente, un aura oscura rodeó el cuerpo de Kadedus cual monstruo queriendo liberar su poder. Su cuerpo creció un poco más de lo debido. Sus cuernos empezaron a desarrollarse mostrando los afilados que estaban. Sus uñas se alargaron cual gato listas para desgarrar la piel. Los colmillos se le sobresalían de la boca y sus ojos cambiaron a un tono rojo como la sangre. ¿Qué demonios estaba viendo? Bueno, y bien dicho. ¡Estaba viendo a un demonio de verdad!

—Te contaré una cosa, bola de grasa. —Otro insulto gratuito. Me estaba empezando a cabrear—. ¿Sabes por qué nos llaman los Antiguos?

—¿Por qué sois la primera especie en pisar este mundo? —Pura lógica.

—Y porque nuestra especie se desarrolló a partir de un animal mítico ya difícil de encontrar. Los humanos venís del mono y nosotros del dragón. Ese reptil alado era considerado como un demonio. Casi se estaban extinguiendo y no tuvieron más opción que desarrollarse y ser lo que somos ahora. Padre era el último y nosotros somos su descendencia. ¡Esto es lo que pasa cuando un Antiguo libera su poder!

Cuando gritó, no me dio tiempo de reaccionar porque un golpe atroz recibí en mi estómago. ¿Cómo? No la vi venir. Se movió rápido cual destello de luz. Saliva escupí y guie mis brazos hacia el golpe. Me estaba quejando de dolor. Por el rabillo del ojo vi una cola moverse de un lado para otro y alcé la mirada para saber que pasaba. Kadedus se transformó en una mujer-dragón, pero tirando casi a humana. ¿En serio? Eso Poupou no me había contado nada. Miré al mencionado y este estaba volando de un para otro, muy nervioso.

Risa escuché y un latigazo recibí en mi rostro echándome hacia atrás. ¡Dios! Ahora entendí porque Fran de la Jungla decía que los látigos de los reptiles eran de las peores armas que pudiera existir. Me escocía la herida una barbaridad. Más que las otras. Por un momento mi Vision se activó, alertándome del peligro, pero la Antigua me impidió reaccionar porque agarró mi cabeza y la estampó en el suelo con mucha fuerza. Esto me daba a entender una cosa: sus reflejos y su fuerza han aumentado considerablemente.

Era como las frutas Zoan. Lo peor de todo era que los dragones eran carnívoros y su instinto animal reclamaba sangre. Kadedus no parará de atacarme hasta verme débil y sangrar cual animal herido. No podía moverme porque me sostenía con su mano escamosa. De su otra mano invocó una espada para clavármela. Y no le di esa oportunidad porque cogí tierra y se la lancé a su rostro cegándola por unos minutos. Eso me dio tiempo a levantarme y correr todo lo posible.

Grave error. Su cola se enroscó en mi pierna y me caí. Mierda. Esto se complicó demasiado.

—Puede que me hayas cegado por un momento, pero eso no me impide que pueda olerte.

—¡Laura! —gritó Nami con mucha desesperación.

Ojalá pudiera propinarle un puñetazo, pero mis fuerzas se agotaron a causa del escudo. Solo me quedaba huir e idear un plan, pero esta lagartija no me dejaría en paz. Su cola se enroscó a mi cuello a lo que yo agarré con mis manos y empecé a quejarme de dolor porque me estaba apretando. Me elevaba poco a poco. Una manera de mostrarles a todos lo vulnerable que estaba. Esto no era bueno. Nada bueno.

Cada esfuerzo que hacía el oxígeno se aminoraba poco a poco. Podía escuchar los gritos de los chicos animándome a soltarme. No podía pensar. No podía. El aire me fallaba a cada momento. Yo sé que ella estaba sonriendo, viendo como la última esperanza de esta batalla iba a desvanecerse. No obstante, una luz llegó a mis neuronas recordándome cierta escena con Goku y su manía de morder a sus enemigos.

¡Sí, eso es! Bajé un poco la cola —todo lo que podía—, abrí la boca y mordí con tal fuerza que Kadedus gritó con sumo dolor y me lanzó hacia otro lado para que la soltara. Mi cuerpo se estampó en la pared y me quejé. Sentí todos mis huesos casi romperse. Al separarme no pude ponerme de pie. Caí de rodillas y con las manos apoyadas en el suelo. Jadeé cansada e inhalé aire. Mis pulmones me lo pedían. Dios, mi cuerpo estaba temblando cual gelatina.

Al abrir los ojos vi unas cuantas sombras encima de mí. Levanté la cabeza para ver qué pasaba y mis ojos se agrandaron. Estaba rodeada de unas cuantas espadas dispuestas a abalanzarse. Y así fue. Todas fueron a por mí y yo hice un último esfuerzo de imbuir mis brazos de haki y protegerme de los impactos. No era suficiente. El haki de Kadedus era más poderoso que el mío porque pocas armas blancas atravesaron mis brazos y otras solo rozaban.

Aún seguía con viva, pero con mucho dolor. Lentamente movía mi brazo derecho para quitarme las espadas del brazo derecho. Un grito salió de mis entrañas cuando saqué la primera. Era un dolor que no lo podía definir. Resiste, Laura. Resiste. Ahí va la segunda. Aguanta. Aguanta. Listo. Ahora haz el mismo procedimiento con el otro. Esto que estaba haciendo no era una buena idea porque me desangraría con más facilidad, pero mover mis brazos con eso incrustado era el infierno.

—¿Qué pasa? ¿Acaso no puedes seguir mi ritmo, criatura?

—¡Laura, transfórmate! —me suplicó Nami.

—¡Eso! ¡Transfórmate! —gritaron Luffy y Ussop.

¿Cómo? ¿Cómo lo hago? Yo ni sé que como llegar a ese estado. Una transformación que, gracias a ella, pude matar a Mero en su momento. Yo no era como los Antiguos, aunque era la reencarnación de uno de ellos, yo no era capaz. Solo era una mortal que solo sabe proporcionar puñetazos y patadas a todo que se le cruzara en mi camino.

Me dolía el cuerpo. No podía levantarme. Un charco de sangre formé bajo mis pies. La respiración se agita y mi vista era nula. Un latigazo recibí en mi rostro despertándome de ese pequeño trance. Kadedus estaba a escasos metros de mí, pero su cola era capaz de alargarse cuanto quisiese. Ella se estaba divirtiendo ante mi sufrimiento. Otro golpe. Y otro. Ese último hizo que mis gafas volaran.

—¿Transformarte? ¡Vaya estupidez! Aunque fueras la reencarnación de mi hermana, no tienes esa capacidad —dijo, restregándomelo en la cara—. Sin embargo, tengo ganas de verlo. ¡Demuéstrame lo que eres capaz! ¡Demuéstrame que eres una guerrera! ¡Haz que sienta envidia de ti!

Todos querían que llegara a ese estado que desconozco como llegar. Sangre corría en mi rostro. Estaba magullada llena de heridas abiertas que no se sanarán sin presencia de un médico. Podía a escuchar a Chopper suplicar bajar parar curarme. Marco estará en la misma situación que el reno. Su instinto de médico siempre estará activo para cualquier situación. Pero estábamos hablando de una Antigua que no hará caso. Ya no había ninguna esperanza en mí.

«¿La luz del sol? Pero Smoker, mírame. Estoy casi a las doce horas del día expuesta en el sol y en ningún momento me he transformado».

«Ya, eso es lo más normal, pero en aquel no tenías las gafas puestas. A ver, son especulaciones, pero ¿es posible que...?».

La conversación con Smoker resonó en mi cabeza. La luz del sol. Las gafas. No las tenía. Y hoy estaba despejado. Yo dudaba que esa transformación surgiera así, pero ¿y si lo era? Entonces confíe en mi instinto y en las palabras del marine, alzando la cabeza para mirar la estrella brillante. Molestaba demasiado porque siempre estaba acostumbrada a tener gafas de sol de por medio, pero tenía que hacer un esfuerzo.

Mirar el sol hacía que me sintiera extraña. Que sentimiento tan extraño. Estaba anonadada por lo brillante que era y la fuerza que transmitía. No me daba cuenta que Kadedus alzó su espada nuevamente para asestar el último golpe de gracia. ¿Qué pasa? No podía moverme del sitio.

—¡Este es tu fin, Princess!

Todos los chicos gritaron y yo no escuché nada. Solo el viento soplar, la tierra vibrar estando viva y el sol llamándome para un nuevo despertar. Mi corazón bombeó más sangre. Un cosquilleo recorría por toda mi columna vertebral.

Y con un solo dedo pude retener el filo de la espalda interfiriendo ese golpe mortal. Todos se quedaron con la boca abierta. Ya no sentía que era la misma. Pude levantarme sin ningún tipo de dolor porque mis heridas estaban siendo curadas por la luz del sol. Y mi cuerpo empezó a crecer y ganar musculatura. Mis cabellos también formando una gran trenza. Y los cuernos sobresalieron de mi frente. Mis ojos castaños tornaron a un color dorado.

Definitivamente, me transformé en ella: Diena. Había ganado algunas características de ella, pero quitando el color de mis cabellos que aún seguían naturales porque, por lo que me comentó Poupou, eran de un color dorado. Y mi personalidad seguía siendo la misma con un pequeño cambio. El orgullo y sintiéndome superior de cualquier criatura que me encontrara de paso.

—¿Así que has decidido despertar ese poder?

—El orgullo me impide perder ante una criatura tan insignificante. Me das mucha lástima por no decir la verdad desde un principio. ¿Qué necesidad hay de esconder la verdad? —pregunté sin pestañear.

—¡Tú no sabes nada!

—No hace falta entenderlo porque eres una persona fácil de analizar.

—¡Cállate! ¡No hables como si fueras mi hermana, bastarda!

Mi Vision se activó, permitiéndome ver que unas cuantas lanzas iban directas hacia a mí por detrás. Yo no me moví del sitio. Esas armas se movieron con rapidez y yo contraataqué con mi trenza imbuida por haki. En serio, quien se enfrentaba a mí sería un loco demente porque yo podía defender mi espalda sin necesidad de una espada o de otra articulación. Kadedus gruñó, muy molesta por ese gesto.

—¿Eso es todo?

Yo misma sé que la estaba provocando. La Antigua se alejó de golpe para invocar todas las armas de cualquier tipo. Bueno, tendré que esquivarlas, ¿no? O simplemente quedarme quieta en mi sitio mientras observo el siguiente movimiento. Kadedus no dudó en ningún momento. Dio un grito de guerra avisando de su gran ataque, sin embargo, yo me moví a la velocidad de la luz para estar delante suya y le devolví la misma jugada, es decir, golpeé con mi trenza su rostro mandándola a volar.

No quería sonar vengativa, pero que gusto, coño. Kadedus se levantó como si nada y me atacó con la gran espada a lo que yo respondí, esquivando sin ningún tipo de problema. El enfado no llegaba a ninguna parte, salvo que ya estás cansado de lo mismo o no te gustaría perder. De mi mente invoqué unas cuantas raíces para que atraparan a la bestia dejándola inmóvil, pero no sé cuánto durará porque ella en un estado de descontrol completamente.

—¡No juegues conmigo, maldita cobarde!

—¿Has oído el refrán: no juegues con fuego porque te puedes quemar? Yo soy el fuego y eres tú quien está jugando. Ríndete. Sabes perfectamente que no puedes conmigo.

—¡Tú y tu asqueroso orgullo! ¡Eres como ella y como mi otro hermano!

Siguiendo el juego de los sietes pecados capitales y los diez mandamientos, me imaginé que había un Antiguo que representaba el orgullo. Ese tenía pinta de ser muy peligroso.

—No tengo culpa de sentirme superior a ti, Kadedus.

—¡Cállate!

Su espada golpeó con fuerza el suelo y lo levantó, creando una ráfaga de viento y piedras directas hacia a mí. Sin embargo, activé el Haoshoku Haki destruyendo las rocas. Mi poder era tan grande que muchas personas no pudieron resistir a ella y cayeron inconscientes, pero no era suficiente para derribar a mi enemiga que estaba echando humo por la boca y por las orejas. Se notaba que ya se estaba cansando de esto.

Junté mis manos donde un haz de luz apareció e iba separándolas poco a poco creando una energía que daba forma. Yo también tenía la capacidad de crear armas como ella, pero con el poder de la luz. Una espada grande que iguala a Pretzel y en su hoja inundaba un calor extremadamente sofocante que era capaz de cortar cualquier cosa. Sí, íbamos a pelear a su manera. Espada contra espada.

Kadedus se abalanzó hacia a mí con rapidez y yo amortigüe el golpe. El choque muy fuerte provocando que el suelo se rompiera a pedazos. Ella usaba todo su poder y yo no parpadeé en ningún momento. Estaba quieta cual estatua. No hacía ningún tipo de esfuerzo. Estaba claro que ninguna queríamos perder. Era lo más lógico del mundo, pero yo tenía que ganas para seguir avanzando en este sueño.

Root growth.

Mis palabras pronunciaron el siguiente ataque que consistía en el crecimiento de raíces en el suelo. Estaban rodeando a Kadedus.

—¡Catch!

Las raíces atraparon con fuerza a la Antigua dejándola inmovilizada, incluso soltó su espada sintiéndose vulnerable en ese momento. Ella intentaba todo lo posible para moverse, pero era una simple trampa. Cuanto más se movía, más aprisionaban su cuerpo sin dejar la oportunidad de escapar. Esta batalla debía terminar. La espada, que la bauticé Sunsword, brillaba con más ímpetu que nunca y eso fue suficiente para asestar el último de gracia. Un corte profundo de su abdomen hasta el pecho capaz de atravesar, cortar y fundir sus huesos.

Ninguna criatura podía soportar tal poder. Kadedus gritó con fuerza y su cuerpo no estalló en pedazos como el resto, sino se llenó de flores mostrando que ha sido purificada. Ya el viento hizo el resto. Se las llevó con él dando fin a esta batalla que yo casi la di perdida.

—¡Laura!

Me había centrado tanto en el combate que no me percaté de que Nami y Robin aún estaban atrapadas, pero mi sorpresa era que ya fueron liberadas al matar a la Antigua de esta isla. Eso me alivió bastante. De reojo vi al resto del grupo saltar desde las gradas y correr en dirección hacia a mí.

—¡Laura! ¡Me alegro que estés bien! ¡Ya te he dado por perdida! —gritó Chopper a punto de abrazarme.

—¡Chopper, no! —gritaron Nami, Usopp y Sanji.

Fue demasiado tarde. El pequeño reno me abrazó, pero solo fueron unos segundos porque me soltó y empezó a revolcarse en el suelo.

—¡Quema! ¡Quema! —exclamó, incluso me miró mal—. ¡Pero ¿qué demonios haces?! ¡¿Me quieres matar?! —A veces era adorable cuando se enfadaba.

—Lo siento, aún no sé cómo controlarlo —confesé.

—Sabía que lo conseguirías, frutita de melocotón —habló Lust a punto de tocarme, pero no lo hizo—. ¿Sabes? Si no estuvieras on fire, te haría un montón de cosas sucias porque me has puesto muy cachondo.

—Oh, ¿quieres que te caliente más? —pregunté con una sonrisa sádica que ponía los pelos de punta a cualquiera, mientras mostraba mi puño rodeado de fuego.

—Oh, no soy tan masoca, querida. Pero me lo pensaré. —¡Gilipollas!

—¡Pequeña peleona eres super! —chilló Franky juntando sus brazos. Su pose típica.

—Quien hubiera imaginado que esconderías tal poder, poupou.

—Es lógico. Es la reencarnación de mi hermana Diena o Licht, pajarito.

—¡Ni te me acerques, bicho raro!

Yo esbocé una pequeña sonrisa sabiendo que todo iba a volver a la normalidad. Vi a alguien aproximarse y era Smoker quien estiró el brazo para mostrarme las gafas. Pues su loca teoría se cumplió.

—Y pensar que aquel comentario que dijiste fuera cierto.

—Era una idea estúpida, pero surtió.

—¿De qué demonios habláis? —se entrometió Cracker.

—Como despertar este poder —dije, mientras me ponía las gafas y esa transformación iba desapareciendo poco a poco. Al menos, las ropas no se rompieron esta vez—. Yo casi siempre estoy con las gafas puestas a las doce horas del día, pero cuando me las quito ante la presencia del sol pues me transformo.

—Pero ¿solo cuando hace sol?

—De momento, sí —respondí a Lucci.

—Creo que lo mejor sería entrenar en ese estado —comentó Katakuri—. Sobre todo, si uno quiere abrazarte en ese estado.

—¡¿Qué dices?! Es una manera de repeler.

—¡¿Eh?! ¡Princess no seas mala!

—¡Cracker no me obligues a transformarme! ¡Y tú, Lust, no me toques!

Y vuelta a la normalidad. 

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