Capítulo 39. La isla de las guerreras

He dormido como un bebé. Estaba molida, pero sé que mantenía una sonrisa de oreja a oreja. No quisiera despertarme de este agradable sueño. No obstante, abrí lentamente mis ojos para encontrarme la figura gigante de Katakuri. Él aún seguía durmiendo plácidamente. No podía creer que anoche tuve relaciones sexuales con Charlotte. Eso sí, mis pobres piernas estaban sufriendo una barbaridad. Tanto que no podía moverlas, aunque quisiese. Me iba sentando poco a poco notando un leve crujido en los discos de mi columna vertebral. Lo odiaba.

Mis cabellos estaban enredados por cada vuelta que me dio Katakuri. Peinarlo no me será difícil porque era lacio, pero algún que otro enredo me encontraré y me cagaré en Dios. Ños, estaba cansada. La mayor paliza del siglo. No quería dormir. No me sentía con ganas de hacerlo. Movimiento noté a mi derecha y veo al peli-granate despertarse, estirando sus grandes brazos y dar un gran bostezo. Cada vez me sorprendía por la facilidad que tenía de agrandar su boca.

El oji-granate me miró y luego esbozó una pequeña sonrisa capaz de enamorar a cualquier mujer. ¡Ya lo hizo conmigo, joder! Él apoyó un brazo a modo de soporte acostándose a un lado. Una forma de estar cerca de mí.

—Tu cara ya me lo dice todo —habló, finalmente.

—Eres el hombre más bruto que he conocido en mi vida.

—No era mi intención y lo sabes muy bien, pero ¿qué hombre enamorado no puede resistirse?

—Pues contrólate. Y reza que no hayas desagarrado las paredes vaginales porque te reviento —lo amenacé.

—No te dolió, ¿no? —Ya su rostro mostraba preocupación.

—No, pero esos movimientos...

—Perdona si fui un bruto —se disculpó, besando mi hombro derecho. ¡Ay, que tierno!

Ojalá tuviera las fuerzas suficientes para darle un abrazo amoroso. Casi nunca los demostraba, salvo a una persona que apreciaba o que me gustaba, y a solas. No obstante, alcé mi brazo para acariciar su rostro con suavidad. Él dejó los besos aún lado apoyando la cabeza ahí recibiendo con gusto mis caricias. En serio, con él no podía enfadarme porque era demasiado adorable.

De pronto, la puerta de la habitación se abrió de golpe y yo reaccioné, tapando mi cuerpo por completo con las sábanas, incluso chillé tan alto que dejaría sordo a cualquiera. El Antiguo de la lujuria entró sin descaro alguno con esa sonrisa pillina que siempre me traía. ¡¿Es qué no le daba puta vergüenza?!

—En realidad, no.

—¡Deja de leer mi mente, pedazo de pervertido!

—¡Os he pillado in fraganti! Sabía que en cualquier momento os juntaríais para hacer cosas. Ah, solo he venido para avisar que nos tenemos que ir.

¿Cómo? ¿Ya? ¿Y era posible? Es decir, no podíamos salir de la isla sin haber derrotado antes a un Antiguo. Creo que era demasiado pronto para marcharnos, aunque tal vez urgía la prisa de derrotar al resto de hermanos.

—¿Pudieras marcharte para vestirnos con tranquilidad? —le sugirió Katakuri con un tono de molestia. Él no se había apartado de mí y me protegía cual felino.

—Mi respuesta es simple: no.

Y Lust se apartó de la puerta porque yo me lancé a gran velocidad para golpearlo con mi puño. En cambio, destrocé la gran tabla de madera y parte de la pared más el pasillo.

—¡Lárgate antes de que te mate de verdad! —lo amenacé, ya perdiendo la paciencia con este gilipollas.

Lust solamente se rio ante mi comportamiento que se esfumó cual polvo. De verdad, ¿por cuánto lo tendría que soportar? Solo esperaba que cuando derrotemos a los peligrosos Antiguos se acabase esta tortura. Agarrando con firmeza las sábanas volví a la cama en busca de mis ropas que estarán desperdigadas por ahí. Hasta que me tuve que agachar y todo por si estaban escondidas debajo de la cama. ¡Ajá! Ya me lo suponía.

Las cogí sin ningún problema. Al incorporarme, me quedé boba al ver a Katakuri de pie con ese miembro enorme a simple vista. ¡No, no podía mirarlo!

—¡Katakuri, vístete! —le chillé, cubriéndome la cara con la ropa.

—Pero si ya has visto como es.

—¡Pero no en tu estatura normal y corriente!

El desgraciado se rio ante mi comentario. Me iba a cagar en todo lo que se menea.

🦋🦋🦋🦋

Ya todos estábamos en el barco con todas las provisiones necesarias para ir rumbo a la siguiente isla. Yo todavía tenía cierta duda de tener toda la libertad del mundo para marcharnos. Mi deber era hablar con Senku y que me explicase. Hablando del rey de Roma. El Antiguo estaba justo enfrente de la rampa para subir al barco. Yo, eventualmente, decidí bajar porque sé que él no se iría de esta isla.

—Muchas preguntas surgen en tu cabeza, Princess. —Odiaba que estos tipos me leyeran la mente—. Y me preguntarás lo siguiente: ¿cómo podemos irnos si no te hemos matado?

—¿Cómo podemos...? —me callé—. Oh, me había olvidado que tu Haki es muy avanzado. —El demonio formó una pequeña sonrisa—. ¿Podrías...?

—¿Responderte? Es muy fácil. Nosotros los Antiguos cuando conquistamos una isla tenemos poder sobre ella. Aquellos que desean marcharse a una isla por comercios o por aventuras, nosotros se lo concedemos. Pero sin ese consentimiento estarán atrapados hasta que diga todo lo contrario.

—Y el Log Pose no serviría de nada, ¿verdad?

—No porque os indicaría una dirección, por ejemplo, el norte. Y al cabo de un rato, al sur. Es muy aleatorio y no es nada fiable.

—Sí, por las corrientes eléctricas de Blue Line.

—Princess —me llamó—, tu futuro es muy prometedor.

—Ah, ¿sí?

—Ese poder que pasa por tus venas es un arma de doble filo para mis hermanos. Tú lo sabes muy bien. Cada vez que te enfrentes a uno, mayor será y sabrás como despertar esa gran energía que te permitió asesinar a Mero.

—¿Se refiere a esa transformación? —pregunté para estar muy segura. Senku asintió—. Yo aún no me creo que sea la descendiente directa de Diena y Licht.

—Debes creerlo. Llegarás a un momento en que todo estará perdido, pero sus voces se alzarán y te indicarán el camino correcto. Acepta a la luz y a la oscuridad.

¿La oscuridad? ¿Por qué? Se suponía que era un mal augurio. Senku no quiso explicarle más porque me pidió que me reuniera con mi tripulación, que me estaban esperando para partir. Sí, a nuestro siguiente destino. Volví a subir por la tabla de madera no antes dar un último vistazo hacia atrás. Esta iba a ser la última vez que vería este lugar y al Antiguo.

Izaron las velas y nos fiamos de la navegante Nami y de su Log Pose. Aún tenía ciertas dudas. Yo era una mata demonios sin compasión que debe proteger a sus amigos. Y eso haré, obviamente. Unos pequeños aleteos escuché aproximarse y era Poupou que colocó sus patas en uno de mis hombros para estar cerca de mí. Todo iba relativamente normal. Salvo cierto personaje que me estaba poniendo enferma.

Lust estaba acostado en la hamaca casi desnudo comiendo unas uvas que le ofreció Sanji sin ningún otro remedio. Yo le hubiera mandado al infierno si pudiese. Solo rezaba a la Virgen del Pino que no llegásemos a su isla porque si que no podríamos escapar de él. ¿Por cuánto? ¿Una semana? ¡Era la peor tortura del siglo!

Bueno, como dije antes, todo iba relativamente bien y normal. Todos estaban haciendo sus quehaceres. Luffy, Chopper y Usopp pescando, Sanji en la cocina, Zoro durmiendo, Nami atenta por si venía una tormenta, Robin leyendo un libro, Brook tocando su violín, Franky en el mástil, Smoker y Lucci admirando el paisaje, Marco en la enfermería, y los hermanos Charlotte sentandos en alguna parte del barco. ¡Todo normal!

Con ese pensamiento positivo, mi desgracia volvió. Así por las buenas, que no sé como pasó porque fue muy rápido, un mar de nubes negras rodeó el barco y una tormenta azotó con gran violencia. El mar era tan fuerte que yo me resbalé del barco. Ni siquiera me dio tiempo a agarrarme a algo. Nami estaba dando órdenes sin parar. Muchos se movían de un lado para otro cogiendo las cuerdas o intentar manejar el barco. Y yo rodando cual bola de nieve.

Y unos brazos fuertes me sujetaron con fuerza. Alcé la mirada para ver quien era. Zoro me estaba agarrando y mantenía la cuerda sujetada con sus dientes. ¡¿Este era tolete o qué?! Se los iba a partir. Sin embargo, llegó Smoker para ayudarlo, diciéndole idiota. Te daba toda la razón del mundo. Una gran ola arremetió con violencia el barco y otra vez rodé junto con Zoro y Smoker.

El peli-verde chocó con las paredes de acceso a la cocina y Smoker hizo un sándwich conmigo en medio. ¡Esto era una puta vergüenza! Mi cara ardía por este acontecimiento. Un momento, ¿y Lust? Lo busqué en la mirada y os juro que me daban ganas de darle una patada en el culo. Ese maldito estaba todavía en la hamaca disfrutando de sus uvas moviéndose de un lado para otro también, pero le estaba importando poco lo que sucedía.

Otra sacudida y otra vez rodando. Esto se parecía al juego del ping pong. ¡Y lo peor era que me estaba mareando!

El tiempo pasó y la tormenta se calmó. Todos estábamos exhaustos de movernos de un lado para otro. Yo estaba aún atrapada de esos y, los empujé a ambos con mucha fuerza, corrí hacia la proa para vomitar. Dios, estaba algo mareada. Caí de rodillas al suelo sintiendo que estaba a punto de morir. ¿Por qué me tenían que pasar estas cosas?

—Bueno, ha sido un día muy movidito, ¿no?

¡Hijo de puta! Que alguien le patease el trasero porque yo ahora mismo no podía. Chopper apareció con urgencia entregándome el jengibre que me ofreció por última vez Marco. ¿Otra vez? Ya tenía suficiente con la primera vez. Di un pequeño mordisco y aguanté todo lo posible para no escupirlo. Esto era una tortura para mí.

—Nunca había visto una tormenta tan fuerte —confesó Nami recogiéndose los cabellos con una coleta.

—Es como si los Antiguos no quisieran que avancemos —dijo Brook.

—¡No os tengo miedo! —gritó al cielo Luffy.

—¡No hagas eso, idiota! —Usopp estaba temblando de miedo.

—Oh, querida, tienes una buena habilidad en la navegación. —Lust se levantó de su sitio para aproximarse a la peli-naranja—. Mi pregunta es si eres buena en la cama también.

—¡Piérdete, demonio pervertido!

—¡Gracias por el cumplido! Oh, pero lo más gracioso fue ver a la frutilla de melocotón siendo estrujada por sus dos machos alfas. Eras el atún faltante para esos panes.

No estaba en mis mejores condiciones para reventarle la cara con una patada. Fue una mala idea invitarlo. Ya me estaba arrepintiendo de todo. Lust seguiría molestándome hasta el fin de los confines.

—¿Estás mejor, poupou? —me preguntó el libro-búho estando en el suelo.

—Aún tengo que recuperarme del todo.

—Ya me hubiera gustado ser uno de los panes —comentó bajito Cracker con un puchero en sus labios. Un zapato se llevó en toda la cara—. ¡Oye! —se quejó.

—¡Deja de hacer estúpidos comentarios!

—Pero ¿no estabas en proceso de recuperación? —preguntaron Chopper y Poupou asombrado y temerosos.

—¡Ya estoy mejor! —refunfuñé.

Ya estaba deseando que este sueño se acabara muy pronto. Me puse de pie y me giré para dar la espalda a todo el mundo. El enfado no se me iba a quitar así por las buenas. Cuando abrí los ojos vi a lo lejos una isla de muchas colinas. ¿Eso era un coliseo gigante? No estaba segura si era más grande que la de Dressrosa o Roma, en Italia.

—¡Ya estamos llegando! —exclamó el Antiguo muy cerca de mí. Este estúpido me dejará sorda.

—¡Un coliseo! —Franky y Luffy gritaron al unísono, incluso sus ojos se iluminaron. Me daba la sensación de que les estaba recordando cierto suceso.

—Tendrá que ser una isla habitada por guerreros. —En eso le daba la razón a Katakuri.

—¡Bienvenidos a la isla Zili! ¡Habitado por mi hermano Kadedus, el demonio de la envidia!

—Este tipo es un escandaloso —comentó Sanji con una vena en la sien.

—De todas maneras, ya él sabrá que estamos aquí —hablé.

Envidia. Yo conocí a unos cuantos que me tenían envidia. El motivo casi siempre era que estudiaba y aprobaba, y esas personas se copiaban y suspendían. Y no el hecho de que fueran pillados. Eso pasó una vez en mi instituto.

Dejando eso a un lado, me percaté que nos estábamos aproximando a la isla. Debía admitir que estaba nerviosa por lo que estuviera a punto de ocurrir. Mis sentidos debían estar activos. Lo más probable era que los chicos quisieran explorar el terreno. Y nuestra mayor sorpresa era encontrarnos a un montón de mujeres guerreras portando unas lanzas esperándonos. Sanji y Brook se emocionaron demasiado al ver esas bellas chicas porque llevaban una armadura completa de bronce —típica de las gladiadoras romanas—, botas de cuero marrón y portaban a sus espaldas escudos y una espada en su cintura.

Esto no me estaba gustando demasiado. Sus caras no mostraban que eran amigables. El barco encalló en el muelle y golpearon sus lanzas en el suelo a modo de amenaza. Me daba la ligera sensación de que quieren que bajemos. Sin decir nada, Franky decidió activar el tablón de madera para que pudiéramos bajar en perfectas condiciones. ¿Sabéis? Me recordaban un poco a las guerreas de Amazon Lily, incluso a la princesa Rebecca.

—¡Bellas damas! ¡Bellas damas! —Sanji no aguantó más. Empezó a molestarlas—. Sois tan bellas que os merecéis ser amadas y queridas por mí.

—Tengo una pregunta para vosotras: ¿me podríais enseñar vuestros pantis?

En serio, estos dos eran unos pervertidos de verdad. Dos de las guerreras golpearon sus vientres con la rodilla dejándolos en un estado de vulnerabilidad absoluta. ¿Veis? Si es que los hombres no aprendían. Estas chicas no estaban ahí porque sí. Seguramente que ese tal Kadedus las envió para pelear con nosotros. O conmigo.

—Que envidia me dais. Tenéis a un mujeriego y a un pervertido en vuestro barco, aunque eso demuestra que sois muy débiles.

Una voz muy afeminada escuché en el grupo de las guerreras. Ellas se hicieron a un lado para dejar paso a una relativamente mucho más grande que las otras. Yo diría que mediría unos 250 cm. Una mujer esbelta con curvas proporcionadas y pechos enormes. Más grandes que cualquier mujer. También vestía como las otras, salvo la capa de color blanco que portaba. Se quitó el yelmo de bronce mostrando así su rostro. Una mujer con cuernos pequeños, melena negra larga ondulada, facciones muy femeninas y ojos turquesas.

Dios... Pudiera decir que estaba viendo una diosa delante de mis narices.

—Y me estáis dando envidia, viendo a mi hermano con vosotros.

¿Hermano?

—Oh, Kadedus, no seas así. Ya sabes el motivo de nuestra llegada —comentó Lust moviendo la cola de un lado para otro juguetón.

¿Kadedus? ¿Ella era la Antigua que teníamos que derrotar? Espera, vamos a procesar la información. El demonio del mar tuvo diecisiete hijos varones y una hembra. ¡¿Cómo?!

—¡¿No se supone que eres un hombre?! —grité.

Kadedus se rio escandalosamente ante mi comentario.

—Oh, renacuaja, estás muy equivocada. Yo soy toda una mujer y soy la envidia de muchas por tener esta belleza ingrata. —Encima egocéntrica.

Algo no me estaba cuadrando. Senku nos contó la historia. Él nunca mentiría. Bueno, Lust no me fiaba porque él se lo tomaba todo con total normalidad. A no ser que la Antigua tuviese la habilidad de cambiar de sexo. Sí, era posible.

—¡Tú! —Me señaló con el dedo de una forma muy maleducada—. ¡A ti era a quien te esperaba! ¡Eres una asesina! ¡Y encima tienes ese poder que todos los Antiguos odiamos!

—Todos te quieren ver muerta, Laura —susurró Robin, un poco intranquila con la situación.

—Laura te va a patear el trasero. O seré yo quien lo haga.

—¡No harás daño a ninguna mujer! —Sanji le propinó una patada en la cabeza.

—Eso lo tendremos que ver en una batalla en el coliseo, pero solo hay una pequeña condición: ¡no participarán hombres! Esta es una batalla de mujeres. Tú y tus dos amiguitas debiluchas seréis las únicas participantes.

—¡¿Eh?! ¡¿Yo?! —Ya Nami estaba temblando de miedo.

Joder, esto sí que no me lo esperaba, aunque era lo más justo. No obstante, solo éramos tres y yo desconocía cuantas guerreras va a meter en el coliseo. En mis pensamientos solo surgía que será una tramposa o no. Una guerrera que ama las batallas y que sean justas. Si me negaba a combatir, lo más probable que ella decida atacarnos sin piedad alguna.

—Habrá normas, ¿no? —pregunté. Lo siento, Nami. Sé que no te gusta la idea.

—Esas normas lo sabrás mañana por la mañana. Ahora mi interés es que descanséis y pensad en vuestra perdición.

Kadedus se retiró junto con sus guerreras dándose aires de grandeza. Más razón me daban ganas de darle una paliza o patear su trasero, como dijo con anterioridad Luffy. Esta isla no solamente estaba habitada por mujeres. Vi a los hombres a lo lejos babeando por doquier y más aún con la Antigua. Yo aún dudaba que fuese una mujer. Tal vez fuese un travesti que se puso hormonas de mujer.

Cuando me giré la cara de Nami era de puro enfado. En cambio, Robin mantenía su compostura normal y corriente. Yo suspiré y alcé los brazos esperando alguna bronca por su parte.

—¡¿Cómo pretendes que peleemos con una Antigua?! ¡Yo no soy para nada fuerte!

—Date cuenta que somos las únicas mujeres que hay en la tripulación, Nami —la aclaré—. No están con nosotros Tashigi ni Smoothie.

—¡Yo te protegeré, Nami-schwan!

—Es una pelea de mujeres, cocinero pervertido.

—¡¿Quieres pelea, marimo?!

—Kadedus no es de fiar, poupou —dijo el búho-libro—. Y dudo mucho que Lust nos quiera decir su debilidad, poupou.

—¡Uy, que bien me conoces! Es para darte unas buenas lamidas en esas hojas tan peculiares.

—¡Aléjate de mí, enfermo, poupou!

—¿Y tú estás preparada para enfrentarte a ella? —me preguntó Marco con cierta duda en su voz—. Es decir, no quiero decir que no seas fuerte, pero has salido de un duro entrenamiento y no estoy muy seguro si ya estás preparada.

—Es una manera de comprobarlo —dije con una sonrisa tranquilizadora—. Además, como dijo Senku, soy la única capaz de derrotarlos.

—¡¿Y te transformarás?! —me gritaron Luffy y Usopp con sus ojos brillando como estrellas.

—Yo ni sé cómo llegar a ese estado —confesé, provocando que se desilusionaran.

—Pronto lo averiguarás —me animó Katakuri.

¿Y si nunca lo sabré? 

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top