Capítulo 35. Senku, el demonio de la paciencia

La isla Pacific. Sí, no me había inventado el nombre. Lust nos dijo que se llamaba así. ¿Qué tenía de pacífico ese lugar si tenían a un Antiguo ahí? Ya la podía visualizar a lo lejos. Se veía que era una gran isla con varias edificaciones. Y una de ellas parecía un templo parecido a la época de los romanos. Vaya, este sitio me llamaba mucho la atención, la verdad. Las historias antiguas, los dioses, el imperio... No iba a negar que era una friki de ese mundillo que nos habían dejado nuestros antepasados.

Ya veía a Luffy en la cabeza de Thousand Sunny muy emocionado de llegar allí cuanto antes. Se le notaba en su mirada y más aún en esa sonrisa anche característica de este personaje. El resto, o casi, estaba un poco nervioso porque nos estábamos acercando al territorio de otro demonio. Aunque Lust siempre nos decía cada dos por tres que no nos preocupásemos de él. ¿Para qué creerle? Pero él estaba con nosotros y nos aportaba cierta información sobre nuestros enemigos. Solo esperaba que esto no fuera una trampa.

Poco a poco nos estábamos acercando y Franky echó el ancla en el agua para frenar el ritmo del barco. Luffy, sin esperar, estiró sus brazos para agarrarse a lo primero que vio y saltó desde el navío. Definitivamente, este tipo no iba a estar quieto en ningún momento. Pero me fijé que los habitantes de la isla estaban sonriendo y eran amables unos con otros. ¿Me debería preocupar? Al llegar al embarcadero todos decidimos bajar, pisando finalmente la isla Pacific.

—Qué extraño —habló Nami—. No parecen estar... nerviosos.

—¿Y ellos saben que tienen aquí a un Antiguo? —preguntó Usopp.

—¡Claro que lo saben, narizotas! —exclamó Lust asustando al pobre moreno—. Casi la gran mayoría saben quiénes gobiernan estos grandes islotes.

—No me quiero imaginar cómo será en el suyo —susurró la peli-naranja con una gota resbalando por su sien.

Sí, yo tampoco quisiera averiguarlo. No obstante, debíamos estar relajados porque el Antiguo, llamado Senku, no hizo acto de aparición y eso creaba cierta incertidumbre y ansiedad en mi ser. Decidimos explorar la ciudad —porque pueblo se quedaba corto— todos juntos porque, si nos separamos, era probable que ese demonio atacase de uno en uno. Los puestos de comida eran tan extravagantes que Sanji no controló sus ansias de mirar y conocer las especies que venden. El olor era exquisito. Ya estaba viendo a Luffy empezar a comer en los puestos de carne. Este chico era difícil de controlar.

Los isleños conversaban y reían con total normalidad, como si no estuviera pasando nada malo. Estuve a punto de dar un paso, pero me detuve a tiempo porque unos niños corrían a mi lado, jugando con esa felicidad absoluta. Los envidiaba. Ojalá volver a ser una niña de nuevo, aunque en realidad hacía como un par de semanas atrás me convertí en una bebé no tan problemática por lo que me comentaron los chicos.

¿Sabéis a quiénes tenía a mi lado siendo mi guardaespaldas personal? Cracker a mi derecha y Lucci a la izquierda. Notaba una tensión tan grande que me estaba poniendo de los nervios. Esos dos no paraban de echarse miradas asesinas. Desde que Lust habló en voz alta que tuve relaciones sexuales con el hermano pequeño de Katakuri, el moreno mantenía un rostro serio y de mucha molestia. Joder, ni que fuera propiedad de nadie. Es cierto que me acosté con tres de seis, pero ¡no era para echarme flores!

Notaba a Poupou girar su cabeza de búho a 360º grados mirando uno y luego a otro. Espero que no vaya a ser ningún tipo de comentario porque este pajarraco tampoco ayudaba.

—Hay mucha tensión, poupou —susurró en mi oído.

—No eres el único que lo nota —sinceré—. Espero que esto acabe pronto.

—Y yo tengo una pregunta para ti: ¿te acostarás con los otros tres, poupou?

—¡Ni de coña! —grité tan alto que todos, incluyendo los pueblerinos, me miraron con extrañeza.

—Solo preguntaba, poupou.

Mi cara ardía por la vergüenza que estaba pasando. ¡Cerebro! ¡Despiértame de este sueño, joder! ¿Qué hago? Aunque gritase a mi yo interior, no me iba a hacer puto caso. A no ser que den el susto de mi vida y así me despertaba de golpe. Chacho, esto estaba siendo la mar de complicado. Entonces sentí la respiración de alguien y giré mi cabeza hacia la derecha encontrándome al demonio de la lujuria con una sonrisa atrevida. ¿Ahora qué?

—¿Segura? —cuestionó—. Porque tus instintos te traicionan y, al final, te acabas acostando con uno de ellos. Que no es nada malo, por cierto. Es algo placentero y una forma de desahogar y explorar tus deseos sexuales.

—Métete en tus asuntos —le gruñí.

—Encima que te estoy ayudando, bella flor de melocotón.

—¿Pudieras dejarla tranquila de una vez? —La voz ronca de Smoker retumbó en mis oídos que tuve que girar mi cabeza para verlo.

—Oh, vamos. Solo soy un demonio que está animando la fiesta —siseó—. Sois unos aburridos de poca monta.

Juro por mi abuela que paz descanse que golpearé la cara a este idiota como siga molestándome y diga estupideces como esas. ¿Por qué tenía que pasarme estas cosas a mí? No lo entendía. Decidí seguir caminando para distraerme con algo porque este lugar era enorme y seguramente que habrá una cosa que me llamara la atención. Y los demás me seguían siendo unos patitos persiguiendo a su madre. Que lindo sonó en mi cabeza. Me estaba adentrando al corazón de la ciudad sin darme cuenta hasta que me paré un segundo fijándome en una figura.

Por mi cabeza pensé que era Senku, pero realmente la escultura representaba a dos mujeres con un dibujo en su cintura que las diferenciaba: una tenía el sol y otra la luna. Un fuerte latido sentí en mi pecho que no fue para nada doloroso, sino un simple pinchazo a modo de advertencia. Que sensación más extraña. Nunca en mi vida me había pasado igual y no tenía ningún tipo de enfermedad. Me resultaba curioso y llamativo esas dos mujeres. Una de ellas me sonaba mucho hasta que por mi mente pasó la imagen de aquella pelea con Mero, mi reflejo en el agua que fue antes nieve.

¿Esa era yo? No. Esa era Diena. La guerrera que se enfrentó al Diablo del Mar. Pero ¿y la otra? ¿Quién era? ¿Y por qué esta figura estaba aquí si se suponía que era enemiga de los Antiguos?

—Nunca he visto de cerca una escultura de Diena, poupou.

—¡¿Así es ella?! —exclamó Luffy atreviéndose a escalar la gran figura—. ¡Debía de ser fuerte por lo musculada que está!

—¡Luffy! ¡Baja de ahí antes de que nos llamen la atención! —gritó Usopp.

Creo que se va a quedar ahí por un tiempo hasta cansarse. Noté la presencia de Marco a mi lado que analizaba detenidamente la estatua.

—No sé si son cosas mías, pero la otra se parece un montón a Diena, ¿no?

¿Cómo? Cuando hizo ese comentario, no me contuve en mirarla bien. ¡Es cierto! Las dos eran idénticas, pero una llevaba una trenza y la otra tenía los cabellos elevados en punta. No sabría explicarlo. Poned referencia a Mirajane Strauss cuando estaba en su modo Satan Soul. Pues igualita, aunque añadid dos cuernos pequeños en su frente y sin la cola de demonio. ¿Diena tenía una hermana gemela? El único que sabía darme la respuesta era Lust.

Ese demonio estaba ahí ligando a unas chicas a su manera. Será desgraciado. No estábamos aquí por gusto de él. Ellas reían, pero sé que estaban hipnotizadas por ese pervertido metomentodo. Hablando de pervertidos, el mujeriego de Sanji también estaba haciendo de las suyas a ver si alguna caía. Yo no negaba que él era atractivo, pero su personalidad era lo que me echaba para atrás. Prefería mil veces un hombre con carácter y no tan pesado. Que alguien me sujetara para no lanzarle la playera deportiva a esos dos idiotas.

De pronto, oí unos pasos aproximarse hacia nosotros. Unos pasos firmes de soldados que iban a la guerra. El sonido provenía de uno de los caminos para llegar a la plaza, en este caso, del norte. Tuve que echar un vistazo a ver lo que ocurría y esos hombres rodearon la gran estatua a lo que caminé hacia atrás porque sus rostros serios imponían demasiado. Pero uno de ellos daba bastante miedo. Diría que medía unos dos metros y portaba una vestimenta de superioridad. Será el líder de este grupo. Lo que más destacaba en él era su bigote pronunciado de color gris.

—¡Princess Laura!

Mi cuerpo reaccionó de tal manera que me asusté un poco. ¿Cómo diablos sabía mi nombre?

—¿Sí? —respondí con cierta duda.

—Senku-sama os espera. Seguidme, por favor —dijo con una reverencia y giró su cuerpo para iniciar el camino.

¿Qué me esperaba? Eso era nuevo para mí. Yo miré a los chicos y ellos a mí. Todos estábamos muy confusos, menos Lust que fue detrás de ese hombre para molestarlo nada más. No me quedaba otra opción porque tenía la incertidumbre que nos atacará si no le seguíamos. Solté un pequeño suspiro ya decidida y caminé, no sin antes echar un último vistazo hacia las esculturas con demasiada intriga. Tal vez sea una oportunidad de conocerlo y enfrentarme a él. Otro Antiguo a quien debo derrotar para liberar a Blue Line.

Pasábamos por un gran conjunto de casas y el camino era una cuesta pendiente con unas cuantas escaleras de cuatro o seis escalones de por medio. Me estaba preguntando a donde nos llevarán. Entonces caía en la cuenta que antes me fijé en un templo y, efectivamente, estábamos yendo allí. Ahí estaba Senku esperando a mi llegada. Los Antiguos tenían la capacidad de percibir nuestra presencia. Da igual el sitio a donde vayamos. Siempre estaban ahí al acecho.

Debía admitir que estaba nerviosa porque era la primera vez que un demonio me quiera recibir de esta manera. Bueno, nos quiera, mejor dicho. Ya hemos salido de aquel camino y mi reacción fue abrir la boca y elevar poco a poco mi cabeza para ver la gran magnificencia del templo. ¡Dios! Parecía que estuviera en Grecia o en Italia. No sé cuánto tiempo estuve embobada porque sentí la mano de Zoro en mi hombro para que siguiera. Uy, me había emocionado sin querer.

Seguimos adentrándonos, sintiendo esa aura misteriosa en mi ser. Estaba descubriendo un mundo nuevo para mí que me atraía demasiado. Yo giraba mi cuerpo con la cabeza alzada observando detenidamente la estructura del templo. Me estaba comportando como una niña chica cuando le regalaban un caramelo o le daban un regalo especial. De repente, sentí un leve picoteo en mi cabeza y fue Poupou. Yo miré al desgraciado porque no me gustaba que me desconcentraran, pero lo hizo con una intención porque mis ojos ya estaban viendo al Antiguo.

Ahí estaba. Sentado en un trono. Senku portaba una vestimenta budista de color rojo, como los asiáticos. En su mano derecha sujetaba un gran bastón bastante deteriorado. Piel morena, calvo, ojos cerrados, una gran barba castaño que rozaba el suelo y recogido por una coleta. Y lo que más destacaba en él eran esos cuernos curvados enormes que sobresalían por los lados de su cráneo. Por la Virgen del Pino. No sabría decir si era un monje, un demonio o una mezcla de ambos.

Ese tipo, que seguramente será un subordinado, se arrodilló ante él a modo de respeto.

—Senku-sama —lo llamó—. Princess Laura y sus amigos están aquí.

—¡Oh, querido hermano! —exclamó Lust. Que susto me dio el condenado—. ¡Cuánto tiempo! No has cambiado nada, bribón.

El sujeto no dijo nada. Ni siquiera movió la cabeza para mirar a su hermano. Esa mirada que tenía me recordaba un poco a Fujitora. Ojos en blanco y una mirada fija en el mismo sitio. ¿Era ciego? Senku se levantó de su sitio sin ningún tipo de prisa porque, como dijo Poupou, él representaba la paciencia.

—Y tú sigues siendo tú, Lust —habló, finalmente. Su voz era tan grave que resonaba por todo el sitio.

—¡Claro! Cambiar es muy aburrido. Dime, ¿cuántas mujeres te has acostado? Seguro que a todas las pueblerinas.

Y otra vez el silencio. No sé si quería ignorar ese comentario o porque su paciencia se limitaba a ser lento a la hora de hablar. Senku apoyó la punta superior de su bastón al suelo para guiarse por las escaleras y no tropezarse. Sí, definitivamente, este demonio era ciego. Esa comprobación de objetos, suelo o pared que le indican por donde estaba yendo. Hasta me estaba dando una gran pena por este Antiguo, pero debía mantenerme firme en caso de que nos atacase. Y, en realidad, estaba tensa.

Diez escalones. Y al bajar el último, el subordinado se hizo a un lado dejando que el demonio se aproximara hacia nosotros con pasos lentos. A paso de tortuga iba, aunque no habría que darle prisa. Yo pensé que se colocaría delante de Luffy por ser el capitán de la tripulación, pero no fue así. Más bien se puso delante de mí porque yo era la principal enemiga de los Antiguos. Senku estiró su brazo con la mano abierta. Una forma de darme un saludo. Yo dudé demasiado porque tenía delante al siguiente rival. Finalmente, accedí, dándole un apretón de manos.

—Bienvenida a mi humilde morada, Princess Laura. Sabía que ibas a venir pronto.

—Ah, ¿sí?

—Sí. El futuro me lo enseñó.

—¿El futuro?

—Soy el único de mis diecisiete hermanos que controló a la perfección el kenbunshoku haki —me iba hablando con una pequeña sonrisa en sus labios—. Lo predecí hace ya una década. Y ahora vuestro amigo Charlotte Cracker dirá: "Espera, ¿nos estás queriendo decir que su kenbunshoku haki es más avanzado que la de mi hermano Katakuri? No me lo trago."

—Espera, ¿nos estás queriendo decir que su kenbunshoku haki es más avanzado que la de mi hermano Katakuri? No me lo trago.

¡Era exactamente igual! El peli-violeta se asombró tanto que se tapó la boca no creyendo lo que había pasado. Luffy emitió un sonido agudo de estupefacción absoluto, incluso sus ojos brillaban con entusiasmo. ¿Y a quién no? Entonces, como él había dicho, sabía que iba a venir porque su Haki se lo dijo.

—¡Oye! ¡Te he hecho una pregunta! —gritó Lust con un puchero en los labios.

—Oh, hermano. Tú y yo sabemos la respuesta.

—Pero me gusta que lo digan por su boca.

—Ahora no es momento para hablar de esas cosas —dijo—. Quiero centrarme en ella.

—¿En la bella flor de melocotón? —Ya me estaba acostumbrando a que me llamase de esa manera.

—Si tocas un pelo a Laura-chan, te las verás conmigo —amenazó Sanji.

—Ella sabe protegerse, cocinero pervertido.

—¡Cállate, marimo de mierda!

—¡Basta los dos! —Nami los golpeó a ambos para que se callasen la boca.

—Este momento lo esperaba con ansias. Que tú llegases hasta a mí en busca de la verdad —iba hablando—. Y sé que mi hermano no te ha contado lo que andas buscando con ansias. Desde que descubriste lo que eres capaz realmente.

Esas palabras fueron mágicas para mis oídos. La verdad. El motivo del porqué era capaz de derrotar a los Antiguos en comparación con los chicos. Senku sabe la historia de Diena y mi relación con ella. Para mostrar mi interés me acerqué a él para que notara mi presencia a lo que esbozó un poco más la sonrisa.

—No te acerques más, pequeña —me aconsejó—. Aunque esté ciego, soy capaz de percibir las auras de las personas por mi duro entrenamiento.

—Lo siento, es la costumbre.

—Entonces, ¿es débil? —cuestionó Usopp, como si se hubiera quitado un peso de encima.

—¡Ja! Pero que gracioso es el narizotas. —Lust se colocó al lado de su hermano—. Que las apariencias no os engañen. Él puede que esté ciego, pero es el tercer Antiguo más poderoso que podréis encontrar en todo Blue Line.

—¡¿Qué?! —gritaron los tres miedosos al unísono.

Definitivamente, encontrarnos con este tipo ahora mismo no era buena idea. ¿Y si todo esto fue plan de Lust para que perdiésemos contra él? No obstante, Senku me daba esa sensación de tranquilidad porque no aparentaba ser peligroso, pero tampoco debía relajarme demasiado por si intentara algo. Y un pequeño golpe recibí en mi frente a causa del bastón del Antiguo que hizo que despertara de mi trance.

—Deja de lado esos pensamientos, pequeña. Yo no deseo ser tu enemigo porque, como te dije, he esperado con ansias tu llegada. Soy un demonio ciego que solo desea buscar la paz y que Blue Line sea liberado por mis hermanos, menos Lust que parece que hizo un trato contigo.

—¿Cómo puedo fiarme de ti?

—Porque a diferencia de este ser de mente sucia, yo puedo darte las respuestas que tú buscas.

—Entonces, vas a decirnos quien era Diena —dijo Katakuri con el ceño fruncido.

Odiaba esos momentos de silencio. Me estaba poniendo un poco nerviosa todo esto. Ahora Senku se puso serio a lo que estuve preparada para lo que iba a decir. Quien estaba la mar de tranquilo era Lust, el desgraciado. Hasta que Senku habló y dijo unas palabras que me dejaran helada completamente:

—Diena era nuestra hermana. 

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