Capítulo 34. La galleta especial de la noche

Advertencia: este capítulo contiene contenido sexual. Si no te gusta este tipo de contenido, no sigas leyendo, aunque eso implique que perderás información de la historia que será importante de cara a próximos capítulos.

Tener encima a Cracker de mí me estaba poniendo nerviosa. Desde esta posición me sentía cohibida porque era más grande que yo. Tal vez metí la pata en besarle porque demostraba que le estaba dando una oportunidad. La punta de sus cabellos rozaba por mi ropa y por poco mi piel, por la zona de mi cuello. Cracker no desvió la mirada ni por un segundo. Estaba centrado en mí y en mi nerviosismo. Y yo intentando todo lo posible para no mirar sus ojos rosas mostrándome que quería devorarme.

Mi cuerpo se tensó cuando noté su mano acaricia mi mejilla derecha que ardía ante su cercanía. Era normal, estaba ante un Charlotte muy apuesto. Él y Katakuri eran los más apuestos de todos sus hermanos, aunque era verdad que cuando sonreía todo su rostro se arrugaba, mostrando sus arrugas y algún que otro desperfecto, pero era por la edad. Cracker aproximó su rostro cada vez con intenciones que yo conocía y yo ladeé la cabeza a un lado porque no quería que me besara.

No ahora. Y más sabiendo que estaba Lust por aquí y era posible que nos estuviera espiando. Pensé que a lo mejor se alejaría por mi rechazo, pero me quedé helada cuando sentí sus labios posarse en mi coronilla. Un dulce beso que derretía a cualquier mujer, incluso a mí. La curiosidad me mató y lo miré. Grave error. Cracker aprovechó ese momento para besarme, probando nuevamente mis labios. Y yo me quedé de piedra porque no sabía si aceptarlo o no. Si estuvieran aquí mis lectoras seguramente me estarían gritando: “¡aprovecha el bug, Princess!”.

Yo poco a poco alcé mis brazos para apoyar las manos en su cabeza, una forma de decirle que aceptaba el beso. No sé por qué, pero creo que él estaba tenso porque sus músculos se relajaron y se acomodó, no intentando aplastarme. Cracker rompió el beso, pero volvió al ataque y, esta vez, con más intensidad. Por poco me quedaba sin aire ante ese movimiento tan repentino. Esto era desesperación absoluta, pero lo suavizó, notando que yo estaba perdiendo el norte.

Su boca era más grande que la mía y me era imposible seguirlo. No me quería imaginar con Katakuri cuando sintiera sus colmillos y su lengua juguetona. Y hablando de ella, Cracker empleó tal fuerza que metió su músculo en mi boca para explorarla sin ningún rendimiento. Os juro que me estaba doliendo por la brutalidad que ejercía. Dios, que soy delicada, coño. Un gruñido emitió Cracker apartándose finalmente y yo tomé no sé cuántas bocanadas de aire. Joder, esto fue demasiado intenso. Más en comparación con Lucci, salvo que este podía transformarse en un hombre leopardo y dejarme extasiada, si quería.

—Con solo besarte, ya me he puesto duro —confesó con una sonrisa ladina.

—Tú y tus pensamientos pervertidos.

—Pero prefieres que lo sea contigo que con otra.

—Tal vez. —Aún no me creía que a este sujeto le gustase.

Cracker volvió a acercarse a mí y yo estaba preparada a recibir otro ataque, no obstante, guio la cabeza hacia mi cuello a repartir besos por esa zona. Definitivamente, su cráneo era un poco más grande que el mío. Y pensar que iba a tener sexo con un hombre que me triplicaba de estatura era increíble. Ni siquiera quería saber cuánto medía su órgano reproductor. Mordidas sentí, pero no eran profundas. Qué raro. Yo pensaba que me iba a marcar como un verdadero animal.

Suspiros salían de mi boca porque sus manos exploraban con ímpetu mi cuerpo. Lo repito de nuevo: él era grande y yo pequeña. Esas partes de su cuerpo eran capaces de acariciar el mío sin problema. Descansaron en mis caderas, pero las iba subiendo junto con aquella camisa de pijama. Mierda, menos mal que tenía un sujetador puesto porque seguramente estaría más atento a mis pechos que a mí. Y cuando lo pensé, se detuvo en seco en esa zona frágil para una mujer. Su rostro se frunció hasta hizo un puchero.

—Esta prenda es un incordio para mis manos —se quejó, como un niño chico.

—Prefiero mil veces estar protegida que tengas la vista ahí —aclaré.

—Tendré que ir a tu cuarto a quemarlos —comentó, llevando las manos hacia atrás hacia el broche—. ¿Sabes lo trabajoso que es quitar uno de estos?

—Hombre, y tú tienes que entender que mis pechos son grandes y los hombres sois unos exagerados moviendo la cabeza.

—Mis hermanas también tienen pechos grandes, y no llevan esta mierda.

La presión que había entre mis carnes fue liberada que solté un suspiro de relajación máxima, pero no demasiado porque tenía que estar atenta a lo que iba a decir Cracker. Repito: mis pechos no eran como las de Nami o cualquier otra chica de One Piece. Son grandes, sí, pero no tenía esa forma redonda que tanto les gustaba exagerar a los creadores de Shōnen. Miré al peli-violeta y este tenía los ojos bien abiertos, como si se hubiera llevado una sorpresa. ¿Lo decepcioné?

—¿Ves? ¿Para qué tener esta prenda si son hermosos? —preguntó, mientras sostenía entre sus manos el sujetador.

—Mis pechos son un poco caídos, Cracker —confesé con la cara roja.

—Me estoy imaginando verte con un traje —dice. Me quitó la camisa para tener mayor accesibilidad y también tener unas mejores vistas—. Solamente con mis dedos quitarte el nudo del traje y ver esta maravilla. Y no hablemos de follarte con el traje puesto.

—¡Cracker! ¡¿Pudieras dejar de lado tu fetichismo?! —Juraba que me daban ganas de golpearlo.

—Princess, tú y yo sabemos que tienes una mente pervertida.

—No es cierto —mentí.

—¿No? Entonces, ¿me vas a decir que no te pone cuando aprieto aquí?

Cuando realizó esa pregunta, un pequeño jadeo emití porque Cracker estaba pellizcando uno de mis pezones. No era suficiente para mí porque aún no estaba del todo excitada, pero estaba claro que a él le divertía verme así. El desgraciado no paraba de pellizcar, pero al ver que mi reacción no cambiaba, tomó ambos pechos con las manos para masajearlos. No todas las mujeres se excitaban con solo tocar o masajear los pechos. Eso dependía mucho de la sensibilidad y de como el hombre lo trataba.

Y Cracker cambió de nuevo la estrategia y, esta vez, dio en el clavo. Llevó su boca caliente hacia mi pecho izquierdo empezando a succionar con fuerza mi pezón. Esta era una de mis debilidades porque me estaba retorciendo de placer, incluso emitía pequeños gemidos por lo bajo llamando su atención. Con mis manos apreté su cabellera para que siguiera con esa labor. Realmente parecía disfrutarlo porque no paraba de emitir gruñidos, incluso mordía y lamía e hizo lo mismo con el otro. ¿Siempre os habéis preguntado porque el hombre se decantaba más por un pecho que con el otro? Yo ni puñetera idea.

Tal vez sea por el tamaño, ya que el pecho izquierdo era un poco más grande que el derecho y esto es debido porque nuestro corazón se sitúa en la parte izquierda. Sí, no eran iguales, aunque en Hentai o Shōnen los hacían similares. Podía sentir la mirada del peli-violeta en mí para ver mis reacciones. Ah, se me olvidaba comentar, no me quitó en ningún momento las gafas. Será porque le gustaba verme así o no lo sé. Dejó de torturar mis pechos, pero el malnacido colocó la cabeza entre ellas y las estrujó con sus manos.

¿Por qué me tenía que pasar esto a mí? Cracker alzó la cabeza para mirarme de nuevo, mientras se arrodillaba en la cama con las rodillas pegadas a mis caderas impidiendo que me moviera. Esos ojos rosas exploraban mi cuerpo siendo un depredador con más ganas de devorarme. Ahí me cohibí tanto que por reacción protegí mi complexión con los brazos. Yo podía ser suelta en cuanto al sexo, pero esa mirada volvía que me convirtiera en una chica tímida. ¿Qué rondaba por su cabeza?

Él tomó mis manos con delicadeza colocándolas sobre su pecho. Una forma de decirme que no tuviera miedo en tocarle. Esto ya me pasó con Zoro. Y Cracker hizo lo mismo, pero conmigo acariciando esa pequeña barriguita que cada vez que me sentaba se me formaban unos rollitos de primavera, por así decirlo. Esto era una vergüenza para mi persona por cómo me estaba tocando. Yo tenía más masa corporal que él. El cuerpo de Cracker era duro y firme. Muy difícil de perforar si no empleas mucha fuerza.

Sus pectorales y abdominales estaban bien formados. Un hombre que trabajaba para tener un cuerpo perfecto. Estaba tan absorta en su pecho que no me di cuenta que él apoyó su frente con la mía con los ojos puestos en mí. Rosa y castaño. Combinación extraña para mi gusto.

—No debes avergonzarte —susurró, refiriéndose a lo que estaba tocando—. A mí me gusta.

Ya llevo tres hombres que me confesaban lo mismo. Era verdad lo que decían: el hombre podía apreciar la belleza de la mujer ya sea interior o exterior. Casi se me saltaban las lágrimas con ese pensamiento y Cracker me besó para calmarme. ¿Podía ser más tierno este hombre? Esto me demostraba que yo le importaba realmente, aunque tenía ese comportamiento pervertido conmigo. Ya el corazón relajado, prosiguió a desnudarme completamente quedándome a su merced. Otro gruñido de pura satisfacción emitió en su garganta y, con todo el morbo y el atrevimiento del mundo, iba a mordiendo mi pequeña barriga provocando que tuviera una sensación de cosquilleo.

Pero eso solo fue el inicio de lo que iba a pasar en ese momento. Poco a poco bajaba su cabeza para llegar a mi sexo que aún no estaba húmedo del todo. Yo estaba temblando de la pura vergüenza. No estaba acostumbrada a este tipo de cosas. Cracker sopló sobre mi clítoris esperando a que yo reaccionara, encogiéndome de mi sitio. Yo vi como sonreía el maldito y, finalmente, se atrevió a realizarme el sexo oral. Un mar de emociones inundaba todo mi ser y lo único que podía hacer es agarrar sus cabellos y gemir. Y desconocía cuanto tiempo iba a estar así conmigo porque parecía que lo disfrutaba.

No paraba de temblar en mi sitio e intentaba no emitir los sonidos muy alto porque cualquiera podría escucharme, y pensar que me pasaba algo malo o no. Cracker agarraba con firmeza mis caderas para no que no me moviera. ¿Y cómo podía moverme si él era más grande que yo? No paraba de jugar con mi clítoris ya averiguando otro punto débil. Este hombre me estaba volviendo loca, tanto que mi respiración se volvía agitada por cada mordida y lamida. Mira que las mujeres teníamos dificultades en llegar al orgasmo, pero como él siguiera a ese ritmo era posible que ese clímax llegase.

—Eres sumamente deliciosa.

—¡No digas tonterías, tolete! —grité, cubriéndome el rostro con el brazo muriéndome de la vergüenza.

—Oh, vamos. Encima que estoy siendo sincero contigo.

—¡Demasiado!

El condenado reía ante mi reacción nerviosa. Esto a mí no me hacía ningún tipo de gracia. Dejó tranquilo mi sexo, pero empezó a hacer un recorrido de besos y mordidas por mi piel ascendiendo lentamente hasta llegar a mis labios. Mis manos descansaron en los hombros de él intentando seguirle su ritmo porque sabemos que Cracker se descontrolaría fácilmente. De repente, emití un gemido bastante agudo al sentir un dedo en mis entrañas y que se movía a un ritmo normal para acostumbrarme a ello.

Yo no podía mirarle a la cara porque era vergonzoso esta situación, pero él la tenía posada en mí viendo mis reacciones. Yo intentaba todo lo posible en no clavar mis uñas en su piel porque odiaba sentir su piel, no obstante, la excitación era mucho mayor de lo que pensé. Cracker lo disfrutaba, se le notaba en la cara. Bueno, en sus ojos porque brillaban con incandescencia. Si ese es el tamaño que tiene su falange no me quería imaginar su hombría. Aumentó el movimiento sintiendo pequeños espasmos por todo mi cuerpo y él la mar de tranquilo en su sitio, aunque fruncía de vez en cuando su frente por cada apretón que recibía, provocada por las paredes de mi entrada.

Y un segundo intruso se adentró en mis entrañas y no podía contener en clavar mis uñas en su piel. Él gruñó por lo bajo aguantando el dolor, pero volvió a sonreír un poco. Esto es realmente placentero, incluso en el fondo de mi ser no quería que acabase nunca. Yo no paraba de morderme el labio por el placer que estaba sintiendo y Cracker se emocionaba por verme en ese estado de excitación pura y dura porque los movimientos se volvían más erráticos. Esto lo estaba haciendo aposta.

Una corriente eléctrica pasó por mi columna vertebral hasta llegar a mi intimidad avisándome que estaba a punto de llegar al orgasmo. Cracker se dio cuenta de ello por como arqueaba la espalda y como mis piernas flaqueaban. Finalmente, llegué al ansiado clímax emitiendo un gemido bastante sonoro que cualquier persona pudiera escuchar con facilidad. Ya me hubiera gustado que me besara para no hacer escándalo. Retiró sus falanges, mientras yo jadeaba extasiada y con unas cuantas lágrimas sobresalir por mis ojos.

—Joder, estoy realmente duro por tus gemidos —me confesó a modo de susurro.

¿Y qué quería? ¿Qué me callase? Estos malditos no conocían como era mi cuerpo y eran capaces de volverme loca. Yo seguía jadeando, mientras miraba a Cracker quitarse los pantalones junto con la ropa interior dejando a la vista esa monstruosidad. Y mi pregunta era: ¿eso realmente cabrá? Mi columna vertebral iba a sufrir. Yo iba a sufrir. Recordadme como una gran escritora de Undertale, One Piece y Dragon Ball. Este será el fin de Princess Royal.

—Cracker —musité—, eso no va a caber.

—¿Por qué crees que te he estado preparando? —preguntó.

—Me partirás en dos.

—Y en placer. Creo que a las mujeres os importa más el grosor que la longitud, ¿me equivoco?

Cuanto más ancho sea el miembro del hombre, más placer sentirá la mujer. Bueno, eso determinaron los científicos haciendo estudios hacia nosotras. Cracker me cogió con total facilidad, como si fuera una simple muñeca, para que él se sentase y yo me colocara encima. ¡Ah, no! Esta posición no.

—Odio esta posición —me sinceré.

—¿Por qué? ¿Acaso te incomoda el hecho de que esté mirando tus pechos rebotar? —Cuando hizo esa pregunta no me contuve en darle un puñetazo en la cara, pero él lo esquivó—. ¡Oye! Encima que estoy siendo sincero contigo.

—¡Eres demasiado directo, Cracker!

—Pero prefieres que lo sea. Te conozco lo suficiente para saber tus preferencias —iba comentando, agarrando mis caderas para elevarlas y colocándome justo encima de su hombría—. Y esto lo hago porque creo que es la mejor posición para que te acostumbres a él.

No era por mis pechos lo que me preocupaba, sino más bien mis rollitos de primavera. Sin embargo, él no parecía molestarlo en absoluto por lo que apoyé las manos en sus fuertes brazos e iba bajando lentamente con la ayuda del peli-violeta. Oh, joder. No creo que esto lo pueda aguantar. Mis piernas estaban temblando y esto era un impedimento para seguir. De repente, sentí algo cálido muy cerca de mi rostro y alcé un poco la mirada para encontrarme los ojos rosas de Cracker.

Él empezó a repartir besos por mi cara y se dedicaba a acariciar mi espalda para que me calmara. Y agradezco que lo hiciera porque ya me estaría echando para atrás. Por cada mimo yo descendía hasta que, finalmente, lo sentí en mi interior y que ambos gemimos al mismo tiempo. Realicé el pequeño vaivén para acostumbrarme a su tamaño. Cracker hacía unas muecas extrañas, incluso tuvo que echar la espalda hacia atrás a la pared manteniendo los ojos cerrados. ¿Lo disfrutaba? No lo sé con certeza.

Yo seguía con el vaivén y poco a poco aumentaba el ritmo, ya cogiendo el tranquillo y mis gemidos eran un poco más altos de lo habitual. El hombre se inclinó hacia delante colocando la cabeza entre mi cuello como queriendo escuchar mis suspiros más de cerca. Esto era una vergüenza y a él le importaba poco. Sus dedos apretaban mi piel, pero no con demasiada fuerza no queriendo hacerme daño. Esto era demasiado para mi cuerpo, tanto que sentía que me estaba partiendo en dos, y eso que no estaba del todo dentro.

El peli-violeta apoyó su mano izquierda en mi espalda a modo de base para que yo siguiera moviéndome. No me atrevía a mirarlo a la cara, no obstante, él me sujetó la barbilla para que lo viera directamente a los ojos. El pudor apareció por completo, pero no fue suficiente para detenerme en el vaivén. Era demasiado excitante y Cracker lo sabía. Y de un movimiento rápido nos cambiamos de posición. Yo abajo y él encima. Ahora sí que me iba a partir en dos.

Sus ojos me lo demostraban todo. Estaba loco de placer. Sus movimientos rítmicos no eran comparados a los míos. Estos eran más intensos, capaces de llevarte el cielo con solo tocar un punto erógeno. Entre eso y que se dedicaba a devorar mi pecho izquierdo, normal que me llevara a la cúspide total. Mis manos sujetaban su cabellera con fuerza ya importándome poco si le dolía o no. Yo estaba más centrada en recibir placer que cualquier otra cosa hasta ignoré los golpes que daba la cama a la pared.

Y ambos culminamos al placer. Oh, por la Virgen del Pino. Que sensación más gratificante. Abrí lentamente los ojos para encontrarme a Cracker jadeando, extasiado por lo sucedido. Acarició mi mejilla derecha con el dedo índice con mucha suavidad, mientras se separaba de mí dejándome un respiro y poder relajarme completamente. Él se acostó a mi lado sin apartar la mirada.

—Lo repetiría —susurró—. Que eso no se te olvide.

—¿Por qué? ¿Por qué no lo volverías a hacer?

—Es para que sepas que realmente me importas, Princess —dijo—. Aunque sea un hombre cruel, despiadado y tenga los mismos pensamientos que mi madre, sé perfectamente cuáles son mis sentimientos hacia a ti y no los voy a ignorar por nada en el mundo. Tal vez mi comportamiento hacia ti era para llamar la atención, pero era una forma que te dieras cuenta lo que puedo hacer por ti. Lucharé a tu lado hasta el fin del mundo, aunque eso signifique sacrificarme o algo por el estilo.

Me sorprendí mucho ante las palabras de Cracker. Sonaban casi idénticas a Lucci, pero estas eran más profundas y abiertas. Yo no dije nada, simplemente esbocé una pequeña sonrisa y acaricié la cicatriz que decoraba por el lado derecho de su rostro. Él me correspondió, rodeando su brazo en mi cuerpo acomodándose para dormir. Y yo caí en los brazos de Morfeo.

🦋🦋🦋🦋

—¿Otra tostada, Laura-chan?

—Estoy bien así, Sanji, gracias.

A la mañana siguiente, fui la primera de aquella habitación en despertarme porque no quería llamar la atención. Los únicos que estaban despiertos en la cocina eran Robin, Sanji y Smoker. Este último fumando como siempre. Vi a Katakuri en la cubierta y a Zoro dirigiéndose a la sala de entrenamiento, seguramente desayunará más tarde. Al resto no los vi, pero iba entrando Nami con un rostro somnoliento al igual que Poupou que voló hacia a mí.

—¿Habéis sido molestados por ese demonio pervertido? —preguntó la peli-naranja sentándose a mi lado.

—No, y menos mal —confesé—. A saber, que me hubiera hecho ese tolete.

—No sé porque demonios hiciste esa propuesta con él —habló Smoker.

—Porque él tiene un interés diferente a los otros Antiguos, a sus hermanos. Además, faltan por conocer a diez de ellos y me gustaría que él nos contase sus fortalezas.

—En realidad, no es mala idea tenerlo de aliado —dijo Robin manteniendo esa sonrisa.

—A mí me da mala espina, poupou.

—Ya lo sé, pero quisiera saber también esa transformación que tuve. Y el único que lo puede saber es Lust.

Me estaba dando cuenta que yo era la principal protagonista de esta aventura. ¿Por qué tuve que tener este sueño tan extraño? No estaba dentro de mis cabales, realmente. El resto del grupo hizo acto de aparición, pero había uno en concreto que se sentó a toda prisa y con el rostro fijo en los platos. Era ni más ni menos que Luffy, quien empezó a coger comida por doquier. Este chico ni era capaz de controlar su apetito.

—¡Luffy! ¡Deja a los demás a coger algo! —vociferó Nami.

—¡¿Has oído a Nami-schwan?! —Sanji le propinó una patada en la cabeza del muchacho.

Nadie dijo nada, simplemente se sentaron con mucha tranquilidad para empezar a desayunar. De repente, apareció la persona menos indicada y más pervertida de todos los tiempos. Lust tenía una sonrisa retorcida y juguetona. Algo planeaba ese maldito. Se aproximó a la mesa para ver la comida que preparó Sanji y le robó a Katakuri un donut. Mi grandullón no le gustó para nada.

—¿Qué tal mis presas favoritas? —preguntó.

—No muy bien con tu presencia, poupou.

—Oh, ¿tan feo soy? En el fondo sé qué prefieres jugar conmigo.

—¡Ni de broma, poupou!

—Que pájaro más aburrido.

—¡Qué no soy un pájaro, poupou!

—Pero estoy aquí por un asunto muy importante —dijo el demonio—. ¡Estoy tan contento de que finalmente has follado con el coletas, frutilla de melocotón!

Tanto Cracker como yo escupimos agua o leche al escuchar el comentario de Lust. Me puse tan roja que me daba mucha vergüenza mirar a alguien. ¿Por qué tenía la sensación de que nos estaba vigilando?

—Cariño, te recuerdo que soy el demonio de la lujuria. Anoche me estaba sofocando al sentir tanta actividad entre vosotros. Hasta me masturbé con tus gemidos y con la polla de escándalo que tiene tu pareja.

—¡¿Quieres callarte?! —gritamos al unísono Cracker y yo.

—No te preocupes, gatito. Tú en tu forma de leopardo, seguro que le superas —comentó Lust dirigiéndose a Lucci, quién tenía el ceño fruncido.

—Me da que no tendrás privacidad alguna, pequeña peleona —susurró Franky.

—Oye, ¿y de qué color eran las bragas de Laura-san?

—¡Brook! —le grité—. ¡Lust! ¡Deja de lado eso y habla! ¡¿Cuál es nuestro siguiente objetivo?!

—Habrá que darte azotes para que bajes ese humor de perros. —A ti te voy a matar, hijo de perra—. Bueno, el siguiente enemigo es mi hermano Senku, pero ese no os preocupéis.

—¿Por qué?

—Es el demonio de la paciencia, poupou —habló el libro-búho—. Aunque digas que no nos preocupemos, es muy peligroso, poupou. Como indica su nombre, es capaz de concentrar toda su energía para acabar con sus enemigos y con una gran paciencia en recibir ataques muy fuertes, poupou.

—¿Es una especie de monje? —cuestionó Marco.

—¿Monje! ¡Ja! Se cree que es uno, pero el muy puto se acostó con muchas mujeres.

Tenía la sospecha de que esta vez no será nada fácil. ¿Podré despertar de nuevo ese poder extraño?

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top