Capítulo 32. Un poder sobrenatural

—Laura... despierta... por favor.

Una voz me estaba llamando con súplica. ¿Nami? Al escucharla, no evité abrir poco a poco mis párpados para averiguar qué estaba pasando. Mi visión era nula porque no sé cuánto tiempo estuve dormida. Vi a Mero agarrando del cuello a Nami y a Usopp con la intención de matarlos a base de estrangulamiento. Y los demás estaban atrapados en el hielo. ¿Qué pasó? ¿Y Poupou? Todo era tan confuso. No podía mover mi cuerpo a causa del frío. Unas cuantas lágrimas resbalaban por el rostro de la peli-naranja.

Ella me pedía ayuda y yo no podía hacer nada. Me encontraba débil. Intentaba mover mis dedos. Lo intentaba. Lo único que sé era que todos ellos me salvaron la vida ante las garras del Antiguo. Ellos no serían capaces de abandonarme. Yo susurré por lo bajo el nombre de Mero y él no me escuchaba. ¿Tan mal me encontraba? No podía creer que él estuviera a punto de matarlos delante de mis narices. Todos creen en mí porque era la única de la tripulación en acabar con el mal que se cierne en Blue Line.

Lágrimas resbalaban por mi rostro sintiendo una gran impotencia en mi ser. Querer ayudar y no poder, me fastidiaba demasiado. Todos iban a morir por mi culpa. Esperanza buscaban ellos. Yo era su esperanza.

«Que el poder del sol te bendiga».

Un momento, ¿acabo de escuchar una voz femenina? No me sonaba para nada. ¿El sol? Pero si esta isla, por lo que vi, siempre estaba cubierta de nubes. Ni siquiera pude ver algún rayo de esa estrella de fuego. El sol. Una palabra tan extraña y, al mismo tiempo, con un significado de poder absoluto. No sé por qué, pero clavé mis ojos en el cielo buscando una luz de esperanza. Algo o alguien que me indicase que hacer. El frío se estaba colando por mis huesos matándome poco a poco.

De pronto, una luz iluminante rompió la barrera que custodiaban las nubes dándome de lleno. Calor. Que agradable. Esta sensación ya lo experimenté antes. ¿Dónde? ¿En el árbol que me encontré al principio de este sueño? ¿En aquella cueva? No paraba de mirarlo. Ni siquiera me atreví a desviar la mirada por miedo a que se desvanezca. Yo solo deseaba ayudar a los chicos. A mis amigos. ¿Sabéis ese sentimiento de que te estás quemando por dentro cuando consumes alguna comida? Pues era igual.

Noté mi cuerpo tensarse y mis pupilas dilatarse al estar tanto tiempo mirando el cielo. Una extraña energía emergía poco a poco en mi ser. No sé cómo, pero estaba empezando a brillar y poco a poco me iba levantando. El hielo y el frío ya no eran una barrera. Las miradas de los chicos estaban fijas en mí, incluso Mero que aún no entendía lo que estaba sucediendo. Ni yo tampoco. Si lo supiera, no me estaría preguntando que era este poder. Mi cuerpo estaba sufriendo una transformación. Y no solo eso, también mi personalidad. Mi figura estaba rodeada de esa aura dorada y miré fijamente al enemigo para decirle:

—Suéltalos, Mero. O sufrirás la ira de la hija del sol.

Con eso dicho, noté como me iba estirando y músculos se formaban en mi cuerpo. Mi cabello también estaba sufriendo un cambio. La ropa que tenía se rompía, pero mi pensamiento no estaba centrado en eso, sino más bien le importaba poco. Lo único que me importaba era destruir a Mero demostrándole lo que era capaz teniendo el poder del sol. ¿Qué cosas estaba diciendo? Era como si estuviera orgullosa de esta energía y que nadie podía derrotarme. Y la metamorfosis acabó.

Al abrir mis ojos todos me estaban mirando con la boca abierta. Hasta Mero tuvo que soltar de golpe a Nami y a Usopp ¿por miedo? Investigué a mi alrededor lo que me sucedió. El traje de novia estaba algo roto porque mis músculos habían crecido, ya no me veía gorda o signos de que mis chichas estaban ahí. Tenía el cuerpo de una mujer culturista, como Miss Monday. Y creo que crecí casi midiendo unos dos metros. Mis uñas crecieron que parecían garras y mis cabellos también, pero estaban recogidos por una trenza que tocaba casi el suelo. La nieve de mi alrededor se derritió a causa de la energía que estaba emanando y se formó un charco de agua. Ahí vi mi reflejo. Unas dos protuberancias, o dos cuernos, se formaron en mi frente. Y mis ojos brillaban, eran de color dorado y parecía estar vivos o en movimiento, como el mismo sol.

Estaba impresionada con el poder que estaba creciendo en mí. Con estos puños era capaz de destruir una montaña entera. Yo desprendía calor. Era una especie de estufa humana. Mi mirada se clavó en Mero que aún no daba crédito lo que estaba viendo. Con mucha determinación y orgullo caminé con pasos lentos hacia él. Mis pisadas provocaban que la nieve se derritiera y comenzara a crear vida, es decir, las plantas despertaban de su letargo sueño. De una hibernación. El Antiguo no se movió de su sitio porque estaba paralizado. Sus ojos eran una mezcla de miedo y de emoción.

—Eres... ¡una maravilla! —exclamó con los brazos estirados hacia a mí—. ¡Eres el amor que estaba buscando! ¡Una criatura que pudiera darme el calor que tanto deseaba!

Yo no dije nada al respecto porque mi cerebro me lo impedía. A veces pensaba que este cuerpo no era el mío, sino de otra persona que quería comunicarse en el más allá. Que locura, ¿verdad? Lo que uno llegaba a pensar. Ya estaba enfrente de él, aunque respetaba un metro de distancia. Mi rostro reflejaba desinterés en el enemigo. ¿Sabéis de Dragon Ball que los personajes podían sentir el poder de otro? Pues era lo que estaba sintiendo yo. El poder de Mero no se comparaba con el mío. Había mucha diferencia. El de los chicos también había diferencia, podía decir que el más débil era Nami.

Mero dio un paso hacia adelante queriendo abrazarme, pero yo lo retuve, agarrando su brazo con la trenza. ¿Mis cabellos estaban vivos? Estaba muy sorprendida. Él intentaba todo lo posible en liberarse, pero en su piel se formaban rasguños o más bien quemaduras provocadas por mi pelo. Estaba claro que le provocaba dolor porque su rostro lo reflejaba.

—Debería darte vergüenza en secuestrarme —le dije con voz seria—. Me da lástima tu arrogancia.

—Yo también merezco ser feliz. ¡Y más si es contigo!

—¿Y tú crees que yo quiero estar contigo? —pregunté. Mi trenza apretó más el agarre y el gruñó por lo bajo—. De verdad, eres un demonio que da lástima.

—¡Mientes! Tú deseas estar conmigo. Tú y yo estamos hechos para estar juntos. Tú eres el calor y yo frío. ¡Dos almas que se complementan! —gritó, pensando que con sus palabras me iba a convencer.

Y de repente, el agarre fue tan fuerte que destrocé su antebrazo ya derretido. Mero abrió los ojos por pura impresión y dio un grito de dolor que se alejó de golpe de mí. Sí, mis sospechas eran ciertas. Yo definitivamente era una estufa humana.

—¡Entonces si no eres mía, no eres de nadie!

Al gritar, me lanzó lanzas de hielo y yo los esquivaba sin ningún problema porque pude prevenirlo. En esta transformación se activaba por sí solo el Haki de Observación, y era idéntica al de Katakuri. Ahora sé cómo se sentía el hombre. Mi compostura era relajada porque mi instinto me decía que yo era capaz de derrotarlo. Orgullo sentía en mi ser y que crecía a cada momento. Yo en mi mente me repetía una y otra vez que podía acabar con él en un santiamén. Mero me miraba con miedo y con rabia y seguía atacándome, pensando que en cualquier momento me iba a golpear.

La situación se repitió, incluso yo me moví con rapidez sin que se lo esperara y agarrar su cuello. La diferencia de estatura se notaba. Él medía igual que Zoro y yo unos veinte centímetros más. Alcé su cuerpo sin ninguna dificultad y lo lancé hacia los troncos de los árboles destruyéndolos sin cesar. No utilicé toda mi fuerza. Yo diría que solo un diez por cierto e incluso más. ¿Por qué estaba tan segura? En serio, yo no me comportaba de esa manera tan orgullosa y desinteresada. Mero apareció a gran velocidad para propinarme un puñetazo en el rostro y pasó lo mismo, pero agarrándolo de la otra muñeca y golpear su estómago.

Sangre salió de sus entrañas y lo solté con desgana. El Antiguo se agarró la zona golpeada con mucho dolor. Me fijé que, de su espalda, salía humo. ¿Será por mi puñetazo? Era posible porque yo tenía el poder del sol. Con un solo toque ardería en llamas, como hojas en pleno otoño. Plantas resurgían de la tierra en mis pies y algunas raíces se enredaban entre mis piernas que subían poco a poco a mi cuerpo. Me sentía una persona importante capaz de hacer cualquier cosa.

—¿Por qué? —me preguntó. Mero intentaba reincorporarse para verme—. ¿Por qué no puedes amarme?

Era obvio, ¿no? Lo que hizo estuvo mal. Estiré mi brazo hacia él y de mi mano comencé a emanar una energía cálida. Vamos, como los rayos de ki que lanzaban los personajes de Dragon Ball. Esta bola era el sol mismo, pero en miniatura. Iba a acabar con su vida, no sin antes decir:

—Porque estoy lejos de tu alcance, Mero.

Y la bola dio de lleno al Antiguo que entró directamente en su pecho. No estaba segura lo que estaba haciendo, pero lo siguiente que vi fue impresionante. Las venas de Mero se tiñen por el color rojo del magma y él empezó a gritar de dolor y agonía. Un sufrimiento que debía soportar hasta el último momento. De sus entrañas salió una luz cálida que se iba expandiendo por todo el territorio, incluso de la isla entera. Los chicos tuvieron que cerrar los ojos porque los cegaba completamente y a mí no. Yo era inmune.

Cuando la luz desapareció, me sorprendí lo que estaba viendo ante mis ojos. La tierra ya no estaba cubierta por ese manto níveo. La vida había florecido lleno de flores de distintos colores y en las copas de los árboles y en los arbustos salían algunos animales sorprendidos por este cambio. Y en el cielo no había nubes, despejado con la bola iluminante presente. Oía perfectamente a los pájaros cantar, dando la bienvenida a este fenómeno. Unos cuantos animales alados se posaron en mis hombros sin ningún tipo de timidez. Todo me estaba pareciendo extraño.

¡Los chicos! Me giré para ver si estaban bien y me alivié un poco, aunque mi rostro no lo demostraba. El hielo se había descongelado y ellos también estaban sorprendidos. Yo había eliminado todo rastro de nieve en esta isla. No evité mirarme la mano preguntándome que era yo en realidad. Esta transformación era nueva para mí. Y podía admitir que las uñas crecidas y las protuberancias que me salieron a modo de cuernos significaban algo. Pero ¿el qué?

—¡Estás bien! —gritó Luffy que se abalanzó sobre mí para abrazarme, pero a los segundos se tuvo que alejar de golpe y revolcarse en el suelo—. ¡Quema! ¡Quema!

—¿Segura que estás bien? —me preguntó Nami un tanto preocupada.

—Me siento genial —confesé—. Este poder es increíble.

—Ahora me siento pequeña a tu lado —bromeó.

—Oye, tengo una pregunta: ¿volverás a tu estado normal? No es que no me disguste la vista, pero prefiero a la Princess de antes —habló con educación Cracker.

—¿Acaso no te gustan las mujeres con este cuerpo? —cuestioné con un tono serio.

Cracker se puso tenso y, por primera vez, se escondió detrás de Katakuri para que lo protegiera de algún golpe. En serio, ¿tanto miedo daba? Vale que mi metamorfosis era bestial y alocada, pero creo que no me veía horrible. Yo o la persona que estaba en mi cuerpo. Todo esto era confuso. Vi de reojo a Smoker aproximarse y meter la mano en uno de sus bolsillos para sacar mis gafas de vista.

—Se te cayeron cuando Mero te raptó. A lo mejor los necesitarás ahora.

—Tengo un poco de miopía, puedo ver perfectamente —aclaré—. Pero gracias de todas maneras.

Con cuidado tomé las patas de las lentes dispuesta a ponérmelas. No quería romperlas porque eran costosas comprar unas. Y yo no conozco a nadie que pudiera reparármelas. Bueno, exceptuando a Usopp o Franky. De pronto, sentí como mi cuerpo era rodeado de nuevo por esa luz dorada y me encogía poco a poco. Desapareció por completo y yo abrí mis ojos para ver que volví a mi estado normal y natural.

—Menos mal —suspiré aliviada porque ya pensaba en lo peor. Espera, caí en la cuenta que el traje estaba rasgada—. ¡Ah! ¡Dejad de mirarme, pervertidos! —Me arrodillé en el suelo y cubrí mi figura con los brazos como pudiese.

—¿Te das cuenta que conmigo ya no funciona? —aclaró Lucci.

—¡Cállate, pollaboba de mierda!

—¡Esta es la Princess que quiero! —Cracker no tardó ni un segundo en abrazarme con todas sus fuerzas.

—¡Suéltame, tolete! ¡Que me asfixias!

—¡Yo también quiero abrazarla!

Luffy se apuntó junto con Usopp y Sanji. Me sentía oprimida en esos instantes, pero muy querida por todos ellos. Me era imposible no sonreír y dejar que hicieran lo que quisieran, sin sobrepasarse, claro está. Y los demás rieron por lo bajo. Lo único que deseaba era volver al barco y cambiarme de ropa porque me sentía incómoda con el traje de novia. La cuestión era qué camino tomar para volver. Ya que no había viento ni granizaba, el único a quien debíamos fiarnos era Hattori quien sobrevolaba la zona y emitía sonidos para que le siguiéramos.

Eso sí, con la mirada puesta en Zoro porque este muchacho tomaría otro camino distinto y se perdería. Desde la posición en que estábamos, bajando por la cordillera, se veía el pueblo con más energía que nunca. Se escuchaban los gritos de los niños asombrados por este cambio repentino. ¿Yo hice esto? Estaba impresionada. Y lo único que no me cuadraba era que mi transformación terminó cuando me puse las gafas. ¿Será porque mis ojos deben estar contacto directo al cielo? No sé, eran muchas dudas.

Al llegar al pueblo todos nos miraban, como si fuéramos los causantes de este problema. Una anciana, la que nos avisó del temporal, nos preguntó por Mero. Marco le dijo claramente que había desaparecido completamente. Y ella exclamó: "¡bendita sea Diena, hija del sol!". Cierto, se me olvidó completamente de esa chica que nos contó Poupou. Pero ¿por qué la mencionó? Hombre, puedo entender que la aclamaban como una diosa protectora del ser humano. O no sé, eran especulaciones mías.

Cuando subimos al barco cierto personaje se abalanzó hacia a mí para abrazarme. Era Poupou quien lloraba de felicidad al verme por aquí. Lo debí preocupar mucho. Chopper corrió hacia nosotros diciéndonos que el búho-libro se descongeló por una luz calurosa que cubrió toda la isla. El grupo y yo nos mirábamos porque sabíamos a lo que se refería. ¿Deberíamos decírselos? Yo creo que sí. Hasta Poupou sabrá lo que me sucedió.

—Oh, Laura-san, no pensaba que te ibas a casar —comentó Brook.

¡Mierda! Se me olvidó por completo que debo cambiarme.

—¡Vuelvo enseguida!

🦋🦋🦋🦋

—¿Qué la pequeña peleona se transformó?

—¿Y que volvió a su estado normal al ponerse las gafas?

Muchas preguntas estaban haciendo los chicos. Esto era más difícil de lo que pensaba. Yo solo miraba a Poupou quien estaba perplejo ante la información.

—Lo sé, yo tampoco lo entiendo —dije.

—¿Recordáis lo que dijo Poupou antes de venir aquí? —cuestionó Robin—. Como era la chica que derrotó al Diablo del Mar. Entonces, las características que dijisteis son idénticas a Diena.

—Mis sospechas eran ciertas, si lo miramos de esa manera —especificó Katakuri, quien estaba apoyado en el mástil—. Que Princess sea descendiente directa de Diena.

—Debo reconocer que a veces no me sentía yo misma en ese estado.

—Oh, vamos. Como si el espíritu de esa chica te hubiera poseído un momento para derrotar al Antiguo.

Miré directamente a Usopp ante la idea bastante alocada que dijo. ¿Y si fuera así? Todo esto estaba creando un mar de confusión que nunca será resuelta.

—Lo siento, poupou. No puedo ayudarte a resolver ese misterio, poupou.

—No te preocupes. Sé que esto es nuevo para ti.

—¡Disculpad!

El grito de la señora nos alertó a todos. Zoro fue el primero en asomarse porque estaba cerca de la proa y todos los seguimos. La anciana estaba acompañada por la gente del pueblo. Sus rostros mostraban felicidad absoluta.

—Queremos agradecer vuestra ayuda por derrotar a Mero. Por favor, aceptad estas ofrendas por parte de nuestro pueblo.

Unas personas se acercaron con unos cuantos cofres grandes y los abrieron para mostrar el contenido. Comida, ropa y... ¡¿eso era oro?! Miré a Nami y os juro que empecé a tener miedo porque la chica tenía una cara de pura avaricia.

—¡Claro que aceptamos! —exclamó—. ¡Luffy! ¡Zoro! ¡Sanji! ¡Coged las cosas!

—¿Y por qué no las coges tú? —preguntaron al unísono el peli-verde y el moreno, pero Nami los pateó, haciendo que volaran del barco hasta el suelo.

—¡Yo voy a por ellas, Nami-swan!

Estaba claro que Nami también daba miedo cuando se enfadaba. Reí por lo bajo por los pobres Luffy y Zoro. Ya las cosas dentro del barco emprendimos viaje a la siguiente isla, mientras observaba como los isleños de Kylmä se despedían de nosotros. Aún mi misterio quedaba por resolverse.

¿Quién era yo en realidad? 

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top