Capítulo 29. En búsqueda de pistas

Todos estábamos cenando tranquilamente. El sabor amargo del chocolate no era desagradable. De hecho, era un sabor que siempre me gustaba. Mis ojos estaban puestos en el líquido espeso, mientras escuchaba a algunos hablar con suma tranquilidad y sin preocupaciones. Princess se levantó para salir afuera a tomar un poco de aire o tal vez para ver como nevaba. La noté un poco extraña antes de llegar al barco. Esta chica provocaba en mí un mar de sensaciones que no sabría describir. Y mira que era de los pocos hombres en que se fijaba en una mujer.

Princess tenía algo que me llamaba la atención. ¿Su fuerza? ¿Su personalidad? No estaba muy seguro del todo y quería comprobarlo por mi cuenta, aunque eso me costará demasiado. Smoker, céntrate ahora. Había que averiguar acerca de esta isla y el misterio que conllevaba. Dejé escapar humo de mi boca, una manera de liberar toda la tensión que llevaba mi cuerpo. Ninguno de ellos parecía estar preocupado con todo lo que estaba pasando. Eran unos simples mocosos. ¿Quién me mandaría a mí a meter con un grupo de piratas que estaban siendo buscados por todo el Gobierno?

Y Princess estaba tardando en entrar. Dijo que volvía enseguida. No estaba tranquilo por lo que dejé la taza en la mesa y caminé hacia la salida. Cálmate, Smoker. Seguramente que se entretuvo viendo caer los copos de nieve. Mi mano se colocó en el pomo e iba abriendo poco a poco. El frío se coló en la cocina por lo que tuve que cerrar rápidamente. El cielo se oscureció completamente adornada por nubes que granizaban. No sentía frío. Estaba acostumbrado a tener mi chaleco abierto.

Buscaba con mis ojos cafés a la joven y no la encontraba, sin embargo, me fijé en cierto personaje que se encontraba en el suelo congelado. Espera, ¿ese no era el pajarraco? Me acerqué lo más rápido posible para saber si se encontraba bien. Mierda, estaba congelado por completo. ¿Y dónde estaba Princess? No la encontraba por ningún lado. Cielo, alrededores, suelo. Y vi sus gafas de pasta color negro. No. Dime que no le pasó nada. Mi mano tembló cada vez que estiraba mi brazo para alcanzarlas. No estaban rotas. ¿Qué demonios pasó aquí?

Chasqueé la lengua un tanto confuso y lo único que podía hacer era coger a Poupou congelado. Al tocar el cubo de hielo noté que el frío emanaba era diferente. Parecía que te estaba quemando por dentro poco a poco. No lo pensé más y lo cogí, importándome poco si me quemaban las manos porque estaban protegidas con mis guantes. De una patada golpeé con fuerza la puerta asustando a todos y grité:

—¡Traed un balde lleno de agua caliente! ¡Deprisa!

El miembro más joven y doctor de la tripulación de Mugiwara corrió con mucha prisa hacia la enfermería para traer lo que le dije. Marco me pidió que lo dejara en el suelo y yo lo hice sin rechistar.

—¿Qué le pasó? —me preguntó.

—No lo sé. Lo encontré en ese estado.

—¿No estaba Princess con él?

Ahí me callé. Apreté con fuerza mis puños no sabiendo que responder. La tensión se estaba notando en el ambiente. Mugiwara se acercó a mí con rostro serio queriendo saber dónde estaba su compañera. No debía ocultarlo. Era un marine, al fin y al cabo. Saqué de mi bolsillo las gafas de Princess mostrándosela a todos los miembros que se encontraban en la cocina.

—Era lo único que encontré —dije—. No estaba ella por ningún lado.

—¡¿Me estás diciendo que Princess desapareció?! —me gritó Charlotte Cracker con mucha furia que me tomó de la chaqueta—. ¡Atrévete a decírmelo a la cara!

—Cracker, cálmate.

—¡¿Cómo me voy a calmar, Katakuri?! ¡¿No has escuchado lo que dijo este estúpido?!

—Lo escuché, pero esas no son formas de tratar a la gente. Él no sabe lo que pasó. El único testigo que tenemos es a Poupou que está relativamente congelado.

La charla del pirata peli-granate calmaron al individuo que tenía delante de mis narices, sin embargo, aún seguía enfadado. Se notaba por las chispas que salían de sus coletas. Yo agaché la mirada sintiéndome impotente sin poder hacer nada al respecto. Tenía que haber estado con ella y no le hubiera pasado nada. Marco estaba examinando al libro-búho y extendió su mano para invocar las llamas azules. ¿Lo descongelará de esa manera? No parecía tener efecto.

—¿Funciona? —preguntó la chica peli-naranja con tono de preocupación.

—No. Este hielo es muy diferente —explicó—. Su proceso de derretirse tardará una eternidad. Es más, al acercar mi mano sentí que quemaba.

—Eso también lo noté cuando estuve a punto de cogerlo —dije.

—¡Traje lo necesario! —vociferó el joven reno con el balde.

—Esto me recuerda un poco a lo que le sucedió a Robin y a Luffy con Akoiji —habló el chico de nariz larga.

—Pero la fruta del diablo del ex-almirante se puede derretir. Este no. No sé cuánto tiempo tardaremos en descongelarlo, pero si no nos damos prisa, es posible que muera de hipotermia —concluyó.

Todos nos quedamos callados ante la noticia del médico veterano. ¿Moriría? Esto no me estaba gustando para nada. Poupou congelado, Princess desaparecida. ¿Quién demonios hizo esto?

—Chicos —nos llamó el esqueleto. Su rostro mostraba seriedad, eso indicaba que lo que iba a decir, será importante—, no caímos en la cuenta que en esta isla puede que haya un Antiguo.

—¿Insinúas que la pequeña peleona fue secuestrada por uno de esos tipos, Brook? —preguntó el ciborg.

—Es posible.

—Puede que tenga razón. De todos modos, Poupou no nos dijo nada al respecto cuando llegamos aquí —habló el pelirrubio, mientras encendía un cigarro.

—Pero eso ya debíamos saberlo —siguió comentando el esqueleto—. En nuestro viaje siempre nos hemos topado con esos demonios, menos en la primera isla. ¿En esta porque no? Creo que nos hemos confiado demasiado.

Eso justo pensaba lo mismo. ¡Maldita sea! Al Antiguo que nos íbamos a enfrentar, debía ser poderoso porque provocó un congelamiento casi difícil de descongelar. Bajé la mirada para ver las gafas de Princess y lo apreté no con mucha fuerza para no romperla. Me sentí impotente. Todos lo estábamos. Si supiéramos donde estaba ese demonio podríamos ir tras él.

—¿Por qué no preguntar a los aldeanos? —sugirió la morena—. Ellos sabrán quien conquista esta isla.

—¡Es una buena idea, Robin!

—Robin. Chopper. Franky. Brook. —Mugiwara nombró a cada uno de ellos—. Os quedaréis aquí cuidando de Poupou —ordenó. Era una de las pocas veces que veía a este muchacho ponerse serio—. Los demás vamos a ir en busca de pruebas y encontrar al secuestrador de nuestra nakama.

—Espera, no has dicho mi nombre —dijo Nami.

—Ni el mío —habló el narizotas.

—Porque os necesitamos —aclaró Zoro—. Los dos tenéis armas que provocan fuego. Nuestro enemigo será alguien que utiliza el hielo a su favor, así que los dos seréis nuestros "anti-derretir".

—¡¿Y los dos tenemos pinta de ser fuertes?! —gritaron al unísono. Eran una molestia cuando se quejaban.

—¡No te preocupes, Nami-swan! ¡Yo te protegeré!

—¡Dejad de quejaros, cobardes! —vociferó el hombre de las coletas.

Éramos un grupo grande. Suficiente para recabar toda la información necesaria para saber a quién nos enfrentábamos. Solo esperaba que no le hiciese nada a Princess. Una aldeana nos advirtió de no estar en la noche porque el frío era aterrador, sin embargo, no íbamos a perder más tiempo. Si esperábamos al amanecer, no sabríamos que pasaría con la joven. Salimos del barco y nos habíamos dividido para recabar toda la información necesaria. Yo tocaba casa por casa y ninguno me abría. ¿Por qué? Esto me estaba matando por dentro.

Mordí con fuerza mis habanos sintiéndome consternado por estas personas. Espera, la anciana podría ayudarnos, pero ¿dónde vive? Fui directo a la plaza junto con Roronoa y Charlotte Katakuri para ver si la encontraba. Hacía mucho frío. La señora nos lo dijo en serio. Mi piel se erizaba cada vez más por cada segundo que pasaba, pero debía seguir buscando por Princess. Yo guardaba sus gafas hasta encontrarla. Mis ojos cafés no conseguían visualizar a la anciana, pero me detuve en una casa que tenía las luces encendidas.

¡Ahí estaba! Sentada en una mecedora, mientras tejía una especie de bufanda. Nos acercamos con mucha prisa hacia ella porque no teníamos que perder más tiempo.

—Señora, perdónenos por molestarla, pero necesitamos su ayuda —dije con una leve disculpa.

—Oh, no se preocupe. Es bueno saber que alguien se acerque para charlar un poco conmigo antes de ir a dormir —comentó—. ¿En qué os puedo ayudar?

—Queríamos saber quién gobierna esta isla.

La señora paró de balancearse en la mecedora y nos miró con cara de miedo absoluto. Eso no daba buena señal. Debía ser alguien muy peligroso como para que la mujer mostrara esas facciones.

—¿Por qué queréis saber eso?

—Secuestró a una compañera nuestra —explicó Katakuri—. Y queremos llegar hasta él.

—Es inhumano —vociferó la anciana—. Nadie va a donde está él.

—Señora, nuestra compañera está en graves problemas. Necesitamos su ayuda para encontrarla.

—¿Qué interés tuvo en vuestra amiga? —nos preguntó. Esa pregunta no sabría cómo responderla—. Mero siempre estuvo solo por muchas décadas.

—¿Mero? —repetí su nombre.

—Es un Antiguo que representa el amor de las criaturas que existen en este mundo. Fue él quien nos demostró que amar no era nada malo, pero él nunca tuvo la oportunidad de experimentar ese sentimiento con alguien.

—¿Nos está diciendo que la secuestró por mero capricho de saber cómo es amar? —Roronoa estaba muy sorprendido.

—Es posible —afirmó—. Mis antepasados me contaban que Mero siempre estaba oculto en la espesura del bosque. Pocos vieron su palacio hecho de hielo puro. —La anciana alzó la cabeza en dirección al bosque—. El hielo era su único amigo. Siempre lo acompañaba por todos lados. Antes de que llegara él, esta isla estaba llena de vida y color verde. Pero su poder es tan grande que todo fue cubierto por nieve. Nuestro hogar antes se llamaba "Zalias".

—Un palacio —repetí.

—Entonces sería conveniente entrar al bosque y encontrarlo —comentó Charlotte.

—Por favor, tened cuidado con Mero. Sé que es un Antiguo y se les conoce con fama de ser crueles, pero él solo quiere experimentar él mismo ese amor que les dio a todos nosotros.

Tonterías. Ese cretino seguro que quería a Princess para asesinarla. Eso quería hacerlo el último Antiguo que nos habíamos enfrentado. No era estúpido como para no saberlo. Roronoa sacó un Den Den Mushi para comunicarse con los otros miembros, mientras caminábamos en dirección hacia la salida, o hacia la entrada al bosque. Era de noche y será difícil distinguir el camino por lo que tendríamos que idear un plan. Al cabo de un rato aparecieron los otros y les íbamos comentando sobre la información que habíamos obtenido.

—¿Un palacio?

—Y si está bien oculto, será difícil de encontrarlo —comentó Marco con el dedo colocado en su barbilla.

—Y en este estado no nos ayuda mucho que digamos. —Cracker cruzó los brazos de mala gana—. Nos perderíamos con mucha facilidad.

—¿Y si ponemos marcadores? —sugirió la peli-naranja mirando a su compañero—. Usopp, ¿no tendrás algo que pueda ayudarnos?

—Estaba pensando en amarrar a los troncos de los árboles una cuerda gruesa junto con un cascabel, que tenga dibujado una flecha indicando a que dirección hemos ido.

—¿No crees que así nos perderemos con mayor facilidad?

—¡Habló quien tiene una orientación pésima!

—¡Da igual! —grité, ya harto de escucharlos—. ¡Sea cual sea debemos darnos prisa! ¡Estamos perdiendo demasiado el tiempo! ¡Ese demonio estará torturando a Princess y nosotros aquí esperando como idiotas!

—Cálmate, "Cazador blanco". —Lucci habló finalmente con la mirada fija en el camino—. Yo estoy de acuerdo contigo, pero si seguimos alterándonos, dudo mucho que lleguemos a nuestro objetivo.

Este desgraciado tenía toda la razón del mundo. No debíamos perder la paciencia por lo que nos pasó con el último enemigo. Pero estábamos hablando de la única persona que podía derrotar a los Antiguos y fue secuestrada. Alguien pasó a mi lado y era Mugiwara que ya decidió adentrarse a la espesura del bosque. El aura que emanaba era de molestia absoluta. Ese comportamiento ya lo había visto más de una ocasión. A este muchacho no le agradaba la idea que sus nakamas estuviesen en peligro y que alguien les hiciera daño. Yo haría lo mismo. Yo era muy protector con los míos.

Decidí seguirlo junto con los otros. Emprendimos una aventura que no estábamos muy seguros si lo conseguiríamos con éxito. Princess nos necesitaba. Ahora éramos nosotros quien debíamos rescatarla. Ser fuertes ante el enemigo y no perder los estribos. Pocos dudaban de nuestra victoria o temían lo que iba a suceder. Y el resto estaban muy seguros de sí mismos. A mí no se me notaba, pero estaba echando chispas de rabia. ¿Cómo se atrevió a secuestrarla? Cuando lo tenga delante de mis narices, se iba a acordar de mí por el resto de su vida.

«Princess, aguanta».

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top