Capítulo 27. ¿Quién es Diena?
Acabé con Zorn, pero de la misma manera que con los otros Antiguos anteriores. No entendía nada de lo que estaba ocurriendo. Antes de que muriese el demonio insistía en llamarme por un nombre: Diena. ¿Quién era ella? Era lo único que recordaba en su enfrentamiento. Todos estábamos en el barco, ya lejos de la isla habitable de monstruos peligrosos. A saber, cuál será la otra isla. Yo solo esperaba algo de tranquilidad por lo menos. Miré a Poupou porque parecía estar inquieto con la mirada puesta al océano. ¿Qué estará pensando?
Sanji nos llamó para almorzar. Cierto, me estaba muriendo de hambre. El primero en entrar, como siempre, era Luffy que estaba desesperado en comer esos muslos de carne que preparaba el cocinero. La comida tenía buena pinta. Siempre Sanji hacía una comida exquisita que daban repetir más. Ya sentados, empezamos a comer. Obviamente el muchacho de sombrero de paja no esperó más, incluso robaba la comida a los otros. Cracker lo amenazó con un tenedor como se atreviera a quitarle algo.
Los muchachos parecían estar despreocupados de todo lo que estaba sucediendo. Sin embargo, yo aún pensaba porqué demonios estaba aquí. ¿Algún día despertaré de este sueño tan largo? Mis ojos pardos miraron a Poupou que observaba el plato. No había cogido un trozo de fruta. Me estaba preocupando. Con mi mano acaricié su cabeza con mucha suavidad a lo que él me miró. Yo esbocé una pequeña sonrisa para que estuviera tranquilo, pero él no parecía cambiar la cara.
—Lo siento, poupou —se disculpó—. He estado ausente y es que aún estoy pensando en el nombre que mencionó Zorn, poupou.
—¿Diena? —preguntó Marco—. Algo sabes, ¿verdad?
—Solo rumores, poupou. Mi antigua dueña viajó a estos mares para buscar más respuesta de Diena, poupou. Quién es, por qué derrotó al Diablo del Mar...
—¡¿Ella lo derrotó?! —se exaltó Usopp que se levantó de su sitio con los ojos bien abiertos.
—Cuéntanos lo que sepas —le supliqué con un tono de exigencia.
—Ya sabéis que los Antiguos son demonios que nacieron en el Siglo Vacío o mucho antes, poupou. Ellos, junto con el Diablo del Mar, eran los únicos seres vivos que podían obtener poderes, poupou. Los humanos u otras criaturas los odiaban y suplicaban que existiese alguna salvación, poupou. Y sus plegarias fueron escuchadas, poupou.
—Diena —murmuró.
—Los rumores contaban que era la mujer más hermosa que hayan visto en todo Blue Line, poupou. Cabellos dorados en forma de trenza que brillaban con intensidad a la luz del sol, cuerpo musculado como un hombre, y lo que más destacaba en ella eran sus ojos dorados que brillaban al igual que sus cabellos, poupou.
—¡Oh, Dios! ¡Tenía que ser un ángel! —exclamó Sanji con ojos de enamorado. Ya me imaginé que se lo estaba imaginando.
—Cocinero pervertido —musitó por lo bajo Zoro.
—Dijiste cuerpo musculado. No estoy en contra del físico de nadie, pero considerarse hermosa es demasiado —dijo Nami con una gota en la sien.
—Bueno, su musculatura no era tan exagerado, poupou. Era como... —iba mirando a su alrededor buscando un ejemplo—, Usopp, poupou.
—Si Usopp es feo.
—¡Se refería al físico, Luffy! —le gritó el narizotas.
—A lo que iba, poupou —seguía explicando—. Era la primera humana en tener poderes, poupou. Los rumores que recogió mi antigua dueña eran aleatorios, poupou. Unos dicen que invoca fuego; otros decían que controlaba la tierra a su antojo, y algunos especificaban que la luz del sol le daba más poder, poupou.
—Qué curioso —dijo Robin mostrando interés. Sí, la verdad que era muy curioso.
—Los años pasaron y, un día, Diena y el Diablo del Mar se enfrentaron, poupou. Esa era la batalla que dio inicio a una guerra que duró un año entero, poupou.
—¡¿Un año?! —exclamaron Usopp, Chopper y Nami.
—Callaos —comenté.
—Era una batalla intensa, poupou. Nadie sabía quién iba a ganar, poupou. Pero se intercambiaron unos ataques poderosos que provocó la muerte de ambos, poupou. El Diablo del Mar dividió su cuerpo en frutas del diablo a causa del poder de Diena, y ella solo se convirtió en una mota de polvo brillante que nadie supo a donde iba a parar, poupou. ¡Y eso es todo lo que sé, poupou!
—¿Mota de polvo? —preguntó Smoker—. Que ridiculez.
—¿Y si el poder de Diena se transfirió a Laura? —cuestionó Robin.
De repente, todos me miraron con sospecha a lo que yo me quedé helada en mi sitio. No. Imposible. ¿Cómo podían pensar en ello? Si fuera así, ya hubiera escuchado una voz, ¿no? Es lo que haría yo en mis historias. Eso pasó en "Hall Löke". Por cierto, debería ponerme a hacer la segunda temporada que lo estaba dejando de una manera bestial y los lectores me lo estaban exigiendo.
—O Princess sea la descendiente directa de esa mujer —comentó Katakuri.
—Bueno, sus puñetazos no son nada normales. ¿Tenías esa fuerza cuando eras pequeña? —me preguntó Franky.
¡¿Y yo que coño le iba a responder?!
—Pues, si te soy sincera, se me fue el baifo.
—¿Qué quieres decir, pequeña peleona?
—Que no recuerdo nada de mi niñez, tolete.
—Descendiente o no, ¡tenemos a la mata Antiguos! —exclamó Nami levantándose de su sitio—. ¡Imaginaos si prometemos a los isleños en acabar con esos demonios, nos darán una gran recompensa! —Pero mira que rastrera y tacaña que era.
Un suspiro salió de mis entrañas no creyendo que esto iba a acabar bien. Además, debíamos recordar que ese estado super chulo que dijo Luffy en su momento, solo se activaba cuando yo me enfadaba de verdad. Pero de una manera bestial, que tú digas: «¡huye por tu madre!». Mejor me centraré en acabar con la comida, antes de que cierta persona me lo robe sin problema alguno. Era mucha información que comentó Poupou, pero así conocemos un poco más ante lo que más temen los Antiguos.
Por la forma que explicó como era Diena, diría que era un ángel caído del cielo que vino a salvar estar tierras de la malicia de los demonios. Diecisiete Antiguos. Solo faltaba por derrotar a doce de ellos. Solo esperaba no encontrarme a Lust porque no sabría qué pasaría realmente. Todos habíamos terminado de comer y cada uno fue a su respectivo sitio. Aunque yo caminé hacia la sala médica para hablar con Marco con lo sucedido. No recordaba que pasó, es decir, como se curaron las heridas que me provocó Zorn en el cuello. De verdad, pensaba que iba a morir.
De pronto, una mano me detuvo, impidiendo a que yo avanzara. Mi cuerpo se volteó para encontrarme a la persona responsable. Zoro me miraba con su expresión natural, la que todos conocíamos. Pero en esos ojos tan profundos escondía algo. Oh, lo acabo de recordar. ¿Quería hablar sobre lo nuestro? Movió la cabeza para que lo siguiera y así hice. Menos mal que no estaba Poupou conmigo porque el libro-búho se iba a enterar de la conversación. O que Lucci nos viese entrar en una de las habitaciones.
Pensaba que íbamos a su cuarto para hablar en privado, pero estábamos en la sala de entrenamiento. Yo entré primero y después él. Tal vez sea su lugar para poder hablar tranquilamente. Me di la vuelta ya dispuesta a dar inicio a la charla, pero no me esperé un abrazo por su parte. ¿Esto a que venía? Perdonad si reaccionaba de esa manera, pero era inútil en todo esto.
—Pensaba que te había perdido —dijo, mientras escondía su rostro por el hueco de mi cuello.
No sabía explicar cómo me sentía. Mis mejillas estaban encendidas como nunca porque no me imaginé esta situación. Yo correspondí el abrazo lentamente queriendo sentir un poco más esa cercanía. Su cuerpo emanaba calor. Una sensación agradable para el mío. Comencé a acariciar sus cabellos verdes para que estuviera tranquilo. Zoro se apartó un poco para juntar sus labios con los míos. ¡No! ¡Esto no! ¡No hagas las cosas más difíciles, cacho de idiota!
—La próxima vez no dudaré en atacar a uno de esos demonios, si vuelven a poner un dedo encima de ti.
—Sé cuidarme sola, Zoro.
—Eso no lo dudo —dijo—, pero habrá que entrenarte.
—¿Para eso me trajiste aquí? —No podía creerlo. Os juraba que me daban ganas de matarlo ahí mismo.
—En ese estado invocaste el poder del haki. Algo que no sabes hacerlo sin estar inconsciente, ¿no? —me preguntó.
—Ahí me has pillado.
—Por eso, te ayudaré a despertar el busoshoku haki, o también conocido como haki de armadura.
—Dime, por favor, que serás suave conmigo —supliqué.
—Bueno, eso debería decírtelo a ti, ya que tienes una fuerza abrumadora.
Ni que fuera una bruta, ¿o sí? ¿Tan fuerte pegaba? Si me dijeras que estaba enfadada en ese momento, ahí te podría dar la razón. Bueno, dejemos de lado esos pensamientos. Zoro se quitó la camiseta negra ajustada para estar más cómodo. Yo ni me atrevía a quitarme el pulóver. ¡Me negaba!
—Lo primero que vamos a hacer es levantar pesas.
—Tú quieres que mi espalda sufra, ¿verdad?
—¿Y a ti te llaman la mujer fuerte? —preguntó con un tono de burla—. Esto lo puedes levantar con facilidad.
—Te recuerdo que yo tengo escoliosis, señor espadachín —vociferé.
—Si te rompes la columna, me puedes pegar sin problema.
Será posible. Este hombre no se daba cuenta que yo estaba demasiado sensible. ¡Esas pesas gigantes que pesarán más de una tonelada me matarán! Mis manos se colocaron en el palo dispuesta a levantarlo. Como suene un crujido en mi columna, se iba a acordar de mí el resto de su vida. Conté hasta tres hasta levantarlo. Como dijo Zoro no me había costado y ni siquiera me estaba quejando de dolor de espalda. ¿Os acordáis de la serie "Pipi Calzaslargas"? Yo me estaba sintiendo como esa niña famosa de televisión y cuento infantil.
Lo estaba levantando como si fuera papel. Flexionaba una y otra vez mi brazo hacia arriba y hacia abajo. Yo miré a Zoro y él me miraba expectante. ¿Sabéis esa cara de asombro que no te lo esperabas para nada? Pues así estaba el peli-verde, incluso una gota de sudor resbalaba por su sien.
—¿De verdad que no eres consciente de tu fuerza?
—Tengo pérdida de memoria a largo plazo —me excusé, riéndome con puro nervio.
—Si eres capaz de levantar eso, me supongo que a ese Charlotte de cinco metros también.
¿Yo levantar a Katakuri? ¡Por Dios! Eso sería cómico y bastante extraño.
—¿Te imaginas levantar a un gigante? —pregunté ya con la imaginación volando—. Me sentiría como David derrotando a Goliat.
—¿David y Goliat?
—Es una historia que me contaban cuando era niña.
—Ah, ¿de eso si te acuerdas?
—¡Lo otro será porque me pasó algo de pequeña y no quisiera recordar! —exclamé muy nerviosa.
—¿Y de lo nuestro te has olvidado?
No me dio tiempo de reaccionar porque Zoro atrajo mi cuerpo al suyo, casi elevándome del suelo y mi rostro estaba cerca del suyo. ¿A qué vino esa pregunta? ¿Y no se suponía que íbamos a entrenar? Todo esto me estaba confundiendo.
—¿No crees que deberíamos seguir entrenando? —le pregunté todavía nerviosa.
—Respóndeme primero a la pregunta.
—De eso quería hablar contigo —suspiré—, pero no pude por los acontecimientos que habían ocurrido.
—¿Y de qué querías hablar? —Con su otra mano libre iba acariciando mi columna vertebral con la punta de sus dedos.
—De lo ocurrido entre nosotros. Si eso fue un calentón tuyo, o simplemente era otra cosa. —¿Os acordáis de la tensión de la otra vez? ¡Pues estaba volviendo!
—Puedes pensar que al ser hombre me haya acostado con todas las mujeres del mundo solo para satisfacer mis necesidades, pero esa vez fue distinta —iba explicando—. Nunca me sentí así.
—¿Así como?
—¡Chicos! ¡Tierra a la vista!
Zoro no hizo comentario alguno al escuchar a Usopp avisándonos de un avistamiento de isla. De pronto, sentí un frío inmenso por todo mi cuerpo que, por instinto, abracé al peli-verde. Él estaba caliente, demasiado diría yo. Aunque poco a poco su temperatura iba cambiando poco a poco. Me alejé de él para que se pusiera la camisa y caminó en dirección hacia la salida. Creo que esta conversación iba para largo. Tomé una bocanada de aire para luego expulsarlo. Yo salí igualmente dispuesta a ver cómo sería la isla.
Y me impresioné muchísimo al ver tanta nieve en el Thousand Sunny. ¿Nevó? Dios, hacía años que no veía nada igual. Todo el mundo ya estaba con abrigo menos Zoro que se lo entregaron sin ningún problema. A lo lejos podía ver la isla. ¡Era enorme! Toda esa montaña estaba cubierta de árboles y nieve. Solo había una ciudad con un pequeño puerto. Joder, hacía un montón de pelete. Necesitaba unos guantes y una bufanda con urgencia, y unas botas no estarían mal. Debería ir a dentro a ver que ropa tenía para estar más abrigada.
Poupou miraba al horizonte, muy atento a la isla. Seguro que sabrá cómo se llamaba. Me iba acercando lentamente para ver si podía decir algo al respecto.
—Kylmä —susurró—. La isla del frío, poupou.
—Bueno, no creo que sea la única isla que nieva.
—No. No es la única, poupou. Pero muchos aventureros de otras islas pasan los días ahí para escapar del calor de sus tierras, poupou.
—¿Y no sería al revés?
—¡Esa misma pregunta lo hizo también mi antigua dueña, poupou!
Kylmä. Hasta suena épico el nombre. Lo más probable es que viviese uno de los Antiguos porque estábamos hablando de diecisiete islas. ¿O eran dieciséis si contábamos a esos dos que vivían juntos? A saber, que enemigo nos íbamos a enfrentar porque desconocíamos su naturaleza. Esperaba que no nos diese mucho la lata.
¡Ahora a por un abrigo, leñe!
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