Capítulo 16. La derrota del demonio Jundo

Recién acabé despertándome. No sabía cuántas horas había dormido, pero mi cuerpo estaba sufriendo. Claro, estaba en una posición incómoda. Me iba sentando lentamente, mientras estiraba mis brazos y escuché un crujido en mi espalda. No fue doloroso, pero a veces esos sonidos me preocupaban. Miré a los lados buscando a los chicos y vi que se retiraban de la mesa de ayer. Espera, ¿qué hora era? Mi estómago no paraba de rugir. ¡¿Era la hora de la comida?!

—¡Ya despertaste! —gritó un Luffy emocionado con los brazos alzados.

—Te íbamos a despertar, pero estabas profundamente dormida —confesó Nami con su típica sonrisa.

—Te quedaste sin comida, poupou.

—¡¿Qué?! —Corrí como una loca al lugar encontrándome con los platos vacíos—. ¡Eres un tragón, Luffy!

—¡Estaba deliciosa la comida!

Maldito papafrita de mierda. Me di un buen golpe en el borde con la cabeza, importándome poco si me dolía o que. Me estaba muriendo de hambre y me hacían esto. Quería llorar en una esquina y maldecirles por traicionarme. De repente, un leve ruido de algo arrastrarse, se aproximaba a lo que alcé la cabeza. Era un plato lleno de comida.

—Te guardé algo —comentó Katakuri con una expresión tranquila.

—¡Ay, gracias!

¡Alabado sea Charlotte Katakuri! Él era un hombre de verdad con unos detalles impresionantes. Estaba devorando esa hamburguesa de ternera como nunca. Normal, tenía mucha hambre. Desde mi sitio observaba como los chicos seguían disfrutando de la playa y yo intentando recordar que había soñado. Era lo malo de los sueños. A veces recuerdas y otras no. Por cierto, este sueño se me estaba haciendo largo. ¿Algún día se terminará? ¿Y si en realidad estaba en coma? ¡No debería pensar en esas cosas! Y ahora mis ojos se posaban en la mandíbula perfecta del peli-granate. Era una maravilla para mis ojos pardos. Aunque tenía que apartar la mirada para que él no sospechase.

Por cierto, esos dos depredadores sexuales no me habrán hecho algo, ¿verdad? Porque les partiría la cara. Una semana estando aquí disfrutando de unas vacaciones, mientras sentía una presencia maligna que nos acechaba. Espera, no le había hablado todavía a Poupou a quien vi. Si le decía su nombre, era posible que se preocupase mucho. Pero era un enemigo a quien no debíamos tomarnos a la ligera. Ya le di el último bocado a mi hamburguesa y me bebí toda el agua que quedaba. La pureza. Un simbolismo bastante crucial en el cristianismo. Los chicos no entenderían nada de la religión, pero si el significado de esta.

Estuve a punto de levantarme para dirigirme hacia el libro-búho, pero el cielo empezó a nublarse, ocultando los últimos rayos de sol que mostraban esperanza. Esto no me estaba gustando para nada. Las pequeñas máquinas se alejaban para ir a una pantalla mucho más grande. Su funcionamiento era como una pancarta digital, pero bandas negras y grises hicieron acto de aparición. Una gota de sudor resbalaba por mi sien. Gritos de otra gente se escuchaba, quejándose del mal tiempo de la isla. De repente, la pantalla cambió a una imagen revelando a una persona. O más bien, un demonio. Jundo.

—¡Jundo! —gritó Poupou a los cuatro vientos.

—Queridos humanos, perdonad mi intromisión, pero hay cierta persona que ha incumplido las normas —comunicó. La cámara se movió para enfocar a un hombre atado de manos y pies—. Tres avisos se le impuso, pero su mente perversa me enferma.

—¿Quién es ese tío con capucha? —preguntó Luffy. Ya le estaba molestando un poco su presencia.

—Es un Antiguo, poupou—informó Poupou—. Es Jundo, el demonio de la pureza, poupou.

—Al menos no tiene pinta de ser un monstruo —dice Usopp un tanto aliviado.

—Las normas son para cumplirlas y no para hacer lo contrario. —Él caminó en dirección al sujeto. Su rostro se tornaba a uno de miedo y confusión. Intentaba deshacerse de esas cuerdas que le impedían escaparse—. Ahora te pregunto a ti: ¿pureza o castigo?

—¡Pureza! ¡Pureza! —gritó, repitiendo una y otra vez esas palabras—. ¡Tenga piedad de mí!

—Mira que sois débiles de mente.

Sus dedos tocaron la frente del hombre y un brillo fluorescente salió de sus yemas. Esa luz rodeó al hombre. No gritó. No sabía que estaba pasando, pero no era nada bueno. Estuvo un buen rato así, hasta que la luz desapareció. ¿Dónde estaba el hombre? Escuché como unos sollozos de un bebé hambriento. La cámara fijó al sujeto y… ¡No me lo podía creer! ¡Convirtió a esa persona en un bebé! Tenía la habilidad de Bonney para rejuvenecerse o envejecerse, al igual que lo hacía con los de su entorno con un solo toque de sus dedos.

—Los bebés son puros e inocentes. No tendrían mentes perversas como los adultos —justificó el demonio.

—¿Y qué problema hay que la tengamos? —masculló Sanji un poco molesto, mientras encendía su cigarro.

—¿No te das cuenta de que es un Antiguo? —alzó la voz el moreno de nariz larga. Él estaba temblando de miedo porque sus piernas le estaban fallando—. Si eliges pureza, te convierte en bebé. Y si dices castigo… ¡no me quiero imaginar lo que es!

Se lo iba a preguntar a Poupou, pero este estaba temblando igual. Sus ojos estaban en blanco y ni siquiera podía hablar. Conocía esa mirada perfectamente. Un miedo puro que invade todo tu cuerpo sin darte cuenta. La televisión se apagó. ¿Ahora qué?

—Tu pequeño amigo sabe que pasará si eligen castigo.

Mi cuerpo se giró automáticamente al escuchar a Jundo detrás nuestro. Su mirada destacaba tranquilidad, como si no hubiera hecho nada malo. ¿Pequeño amigo? ¿Se referirá a Poupou? Ya estaba viendo a Luffy y compañía poniéndose en posición de ataque. Desconocía si este enemigo era más poderoso que el primero. Pero ese rostro pacífico me estaba poniendo nerviosa y no me estaba gustando para nada.

—Si eliges castigo —tartamudeó Poupou—, se comerá tu alma, poupou. Tu cuerpo seguirá en la tierra, pero tu alma no. Si es devorado por un demonio, nunca más podrá regresar a tu cuerpo.

Esa habilidad me sonaba a la fruta del diablo de Charlotte Linlin, pero ella lo utilizaba de otra manera. No cabía duda de que estos demonios eran hijos del Diablo del Mar. Creador de las frutas del diablo. Me suponía que todos tendrían la misma habilidad, o tendrán una que los diferenciaba de otros. Ahora si que podía admitir que estaba temblando de miedo.

—Los piratas que mataron a mi hermano Gura. Se lo merecía por ser un glotón —recalcó sin tapujos.

—¡Y vamos a pelear contigo! —aulló Luffy con un semblante serio.

—Que valentía por tu parte, pero me temo que no sois rivales para mí. Sois demasiados débiles de mente. ¿Por qué todos los seres humanos debéis tener una mente pervertida? Ojalá, mi hermano gemelo no debió de enseñaros esas cosas.

—No todos lo somos —le corrigió Marco—. Algunos lo escondemos por vergüenza y otros… Bueno, es como el caso del cocinero o del esqueleto.

—¡Pero preferís eso que ser puros de mente!

—Díselo a esos dos. —Señalé a Cracker y a Lucci por sus mentes perversas conmigo.

—¿Qué tienes en contra de que no podamos pensar en esas cosas? —preguntó Cracker—. Es como si nunca hubieras follado.

—¡No digas eso, poupou!

De pronto, todo fue muy rápido para mis ojos. El cielo se partió en dos dejando paso un rayo que destrozó con ferocidad el lugar donde estábamos. Todos volamos. Yo sentía que algo me absorbía, como si fuera un agujero negro. Todos nos habíamos separado. La oscuridad me engulló por completo. No había luz que me indicaba si estaba viva. Sentí mis párpados cerrarse porque estaba cayendo más y más, hasta quedarme inconsciente.

.
.
.
.

No sé si habían pasado minutos u horas, pero había un sonido chirriante que me molestaba. Mis oídos no lo aguantaban. Poco a poco iba abriendo mis ojos teniendo una visualización casi borrosa. No podía mover mi cuerpo. Mis muñecas y mis tobillos estaban amarrados. Mierda. ¿Estaríamos en la guarida del enemigo? Escuchaba teclados presionarse por unos dedos expertos. Ya recuperada de la visión me fijé que estaba en una especie de laboratorio. Un hombre mayor uniformado con una bata estaba centrado en su tarea. Miré por mis alrededores y estaban Nami y Robin. Espera, ¿y los demás? Rezaba a la Virgen del Pino que no estuvieran con Jundo.

Las chicas comenzaban a despertarse de su sueño profundo. La peli-naranja abrió los ojos de golpe al averiguar que no estábamos en la zona de la piscina. En cambio, la morena estaba calmada, mientras miraba al enemigo con desdicha. Había de esos pequeños robots que rondaban por la isla. ¿Será su creador? Mi deber ahora era mover mis brazos y mis piernas para salir de aquí cuánto antes. El científico se giró para vernos y amplió una sonrisa que me desagradaba en todos los sentidos.

—Veo que os habéis despertado —habló el viejo sin separarse de la computadora.

—¡¿Dónde estamos?! —preguntó Nami, ya comenzando a alterarse demasiado.

—A mi morada, y también la de Jundo-sama.

—¿Y dónde están nuestro nakamas? —cuestioné.

—Con Jundo-sama. El demonio de la pureza quiso “charlar” con los hombres, ya que el gran porcentaje de perversidad viene de los hombres. —Era lo más estúpido que había escuchado, pero el más lógico del mundo.

—¿Piensa hacer daño a Chopper? —El tono de voz de Robin era serio. Estaba claro que no le gustaba que le hicieran daño al pequeño doctor.

—No sé que planes tendrá, Jundo-sama. Pero vosotras seréis mis conejillos de indias.

Esos robots se acercaban a nosotras con mucha lentitud. Mierda. Tenía bastante miedo de lo que podía suceder si nos tocaban. Los grilletes estarán hechos de esa piedra del mar que debilitaba a los usuarios de las frutas del diablo. Una de esas máquinas sacó una especie de aguja dispuesto a inyectármelo. ¡Ah, no! ¡A mí nadie me drogaba! No supe como saqué toda la fuerza del mundo para romper las esposas y darle una patada a la máquina destruyéndola por completo. El científico llamado Barek —lo decía en su chapa de identificación— se quedó con la boca abierta. No le dio tiempo a reaccionar porque le propiné un puñetazo en la cara que voló hacia la computadora.

Eso provocó que la consola echase chispas rompiéndose completamente. Los robots cayeron de uno en uno señal de desconexión. Y las chicas se liberaron de las cadenas que las aprisionaban. Daba gusto sentirse libre.

—Un enemigo menos —añadí—, pero el pez gordo sigue por ahí y con los chicos.

—Ojalá pudiéramos averiguar donde se encuentran. Esto tiene pinta de ser un laboratorio enorme —dice Nami con los brazos cruzados. Ahora fijándome, estábamos en bañador todavía. Aproveché para coger la bata del viejo para cubrir mi cuerpo—. ¿Qué se supone que haces?

—Lo mas obvio del mundo. Si vamos a pelear, no quiero distracciones.
—A tu oración Nami, podemos averiguarlo.

—¿Cómo, Robin?

—Recuerda que soy usuaria de una fruta del diablo —dice la morena muy segura de sí misma. Juntó sus brazos a modo de emplear una de sus tantas habilidades—. Ojos Fleur.

Claro, gracias a eso podrá investigar el lugar. Solo espero que no sea demasiado tarde para encontrarlos. Oh, cierto, Nami no tenía en su poder el Clima Tact porque estábamos en la zona de la piscina. Entonces, las únicas que podíamos luchar éramos Robin y yo. Esperamos como unos cinco minutos hasta que la morena abrió los ojos con una sonrisa de oreja. Eso significaba que los había encontrado. Ella dijo: “debemos darnos prisa para llegar hasta ellos porque la cosa no pintaba bien”. Ella será nuestra guía para llegar hasta allí. Las puertas se abrieron de par en par y corrimos a toda prisa. Por favor, solo pedía que no les hiciera nada ese maldito demonio.

Pues sí que los pasillos eran largos. Cada robot que pasábamos a su lado, alguno estaba apagado o destrozado. Eran buenas noticias para nosotras, así no tendríamos que enfrentarnos a ellos. Jundo será más peligroso que Gura. Dudaba que pudiésemos derrotarlo con tanta facilidad. Mientras corríamos, yo intentaba de averiguar cómo enfrentarlo. Pero no hubo tiempo porque Robin gritó que la puerta que teníamos delante, estaban ahí dentro. Bien, tomé un poco más de velocidad y golpeé con todas mis fuerzas a las puertas de acero. Esas volaron provocando un estruendo y que rompiesen algunas vitrinas u ordenadores. Eso había sido magistral.

—¡Jundo! ¡Ahora sí que vamos a hablar muy seriamente! —grité muy enojada. Menos mal, todos los chicos estaban ahí y a salvo.

—¡Laura-chan! ¡Nami-swan! ¡Robin-chwan!

—¿Cómo habéis escapado de mi científico? —preguntó muy incrédulo ante nuestra presencia.

—No ha sido difícil —contesté con firmeza—. Nami busca la manera de liberar a los chicos. Robin y yo nos encargaremos del Antiguo.

—¿Pensáis que podéis derrotarme?

Eso quisiera averiguarlo por mi cuenta. Robin utilizó su habilidad para inmovilizar al enemigo. Bueno, en realidad usó su típico movimiento de dejar k.o. al enemigo que yo, a veces, sentía un escalofrío tremendo por mi columna vertebral cada vez que lo hacía. Su espalda estaba curvada y su cuello torcido, como si hubiera tenido un accidente. Pero no me esperé que se incorporara como si nada y su cuello volviese a la posición de antes. Este era un verdadero monstruo. Jundo mantenía una sonrisa de pura confianza. Estaba claro que no le íbamos a ganar de esa manera, pero no me iba a rendir tan fácilmente. Robin lo volvió a intentar para que no hiciera ninguna locura y yo golpeé su rostro haciéndolo chocar con la pared.

Luffy ya estaba presionando a Nami a que encontrara el botón para darle una pieza al enemigo. Ella le estaba pidiendo que estuviera calmado porque se estaba estresando. Jundo se levantó del golpe llevándose la mano a su mejilla. Por un momento vi sus ojos de asombro no creyendo lo que acaba de ocurrir. Me daba la sensación que nunca antes lo había sentido. Corrí de nuevo hacia él para propinarle otro puñetazo, aprovechando la ocasión que estaba en un estado de distracción. Pero unos segundos después reaccionó, esquivando mi puño. Por poco. Él chasqueó la lengua un tanto molesto y no paraba de agitar sus alas a modo de ira. Yo tenía que estar lista para lo que se venía.

Escuché a Nami gritar: “¡lo encontré!”. Eso significaba que encontró el botón para liberar a nuestras camaradas. Luffy no dudó en un instante en estirar uno de sus brazos y golpear el cachete del demonio. Otro ataque desprevenido para el demonio. Era raro porque aún se mantenía sorprendido. Quisiera saber el porqué.

—Tú eres diferente a los otros —habló—. En tu alma irradia pura inocencia, como la de un niño pequeño.

—Es que lo es porque tiene cabeza hueca —dice Sanji encendiendo un cigarro.

—¿Acaso encontré una pequeña esperanza en esta humanidad?

Sus ojos se iluminaron por un instante. ¿En serio que estaba pensando en eso? Yo me preguntaba si tener esperanza en la humanidad por su estupidez e incompetencia. Pero ahora debía centrarme en el enemigo. Mugiwara volvió a atacarlo y todos nosotros no habíamos intervenido porque estaba claro que Luffy estaba muy cabreado. Y lo entendía perfectamente. Esto era exactamente lo mismo, pero con Gura y con Lucci. Y la única persona que lo derrotó fui yo, pero gracias a la ayuda del moreno. ¿Y si yo era la única que podría derrotar a Jundo? Si una vez lo hice, esta será la siguiente.

Me coloqué al lado de mi capitán. Sería la primera vez que iba a luchar junto con él. Aunque seguramente que ya lo hice unas cuantas veces —esas que no recordaba porque no estaba segura si los había soñado—. Jundo simplemente esbozó más la sonrisa. Realmente esta pelea se iba a poner intensa. El demonio se movió rápidamente a punto de atacarme, pero Luffy lo detuvo con su Haki de armadura. Menos mal porque pensaba que me dejaría cao. Utilizó todas las habilidades posibles para dar grandes golpes en su cuerpo, pero él se levantaba una y otra vez. Jundo no parecía ser un demonio complicado, pero no debía confiar.

—¡Los humanos no pueden derrotar a los demonios! —gritó—. ¡Así es nuestra naturaleza! ¡Es lo que creyó padre siempre!

—¡¿Dónde está Shanks?! —Era la primera vez que el joven capitán preguntaba por el Yōnko.

—Eso solamente lo sabe mi hermano mayor —comentó el demonio—. Esa gente son solo una presa y un objetivo de él.

—Ellos no os hicieron nada —añadí.
—Salvo entrar en este mar peligroso. Los humanos sois muy tercos en búsqueda de más tesoros.

—¿Por qué os molesta tanto?

—¡Porque este océano era el hogar de nuestro padre antes de que llegara el desastre!

—¡Me da igual quién estaba! —alzó la voz Luffy, ya muy cabreado—. ¡Yo seré el futuro rey de los piratas y seré yo quien te patee el trasero! ¡Y si no lo hago yo, lo hará Laura! —Eso no me lo esperaba.

—¿Por qué te fías tanto en esa humana? —preguntó muy confuso.
—¡Porque tengo esperanzas y los demás también!

De repente, Luffy me agarró de la muñeca y me tiró hacia él. Cómo odiaba que me tirasen como un saco de papas. Pero cerré mi puño dispuesta a golpear a Jundo. Él no hizo nada, no obstante, sus ojos cambiaron porque un brillo apareció en mi mano. Iba a pasar lo mismo que con Gura. Pero Jundo también apretó su puño para chocar con la mía.

—¡No voy a permitir que vuelva a ocurrir!

Esas fueron sus últimas palabras cuando nuestros puños chocaron, provocando que la luz se llenase por toda la habitación e incluso en la isla. La misma situación que con Gura. La luz parecía la esperanza de Luffy, dándome todas las fuerzas para derrotarlo. Segundos pasaron para que el albor desapareciese completamente. Ya no estaba. Me estaba doliendo un poco la muñeca porque me escocía ante ese golpe. Todo esto me resultaba extraño. Robin y Luffy peleando con él, y yo sea la única que lo haya matado. No todos los Mugiwara eran asesinos. Seguramente que el moreno no lo hubiera matado. No era habitual hacerlo.

Todos estaban celebrándolo y yo ahí quieta mirándome la mano. ¿Qué era ese brillo? Una luz que rodeaba mi puño para acabar con el enemigo. ¿Esperanza tal vez? No estaba comprendiendo nada. Me llevé la mano a mi frente queriendo entender todo esto realmente. Me alteré un poco al sentir la mano de Smoker en mi hombre. Yo le dediqué una pequeña sonrisa para que estuviese tranquilo. Pero ahora lo más importante era estar con los chicos y que todos estuviesen bien. Al menos no les convirtió en niños. No sabría con certeza si, al eliminar al demonio, la gente transformada en bebé volviese a la normalidad.

El Log Pose de Nami se activó, dando entender que ya nos podíamos ir de la isla. Era una pena porque realmente este sitio era un lugar de escándalo para disfrutar de unas hermosas vacaciones. Pero debemos seguir con nuestra aventura e ir a rescatar a los Yōnkos, a los Gōrosei, al marine y a los hermanos de los Charlotte. Había que irse cuanto antes. Los payasos del grupo no querían marcharse. Se agarraban a cualquier cosa, ya sea poste u otro objeto, mientras que Sanji, Franky y Zoro los tiraban con fuerza a regañadientes. Las chicas también le daban pena marcharse. Vale, todo el mundo no quería irse. Hasta escuchar: “este será la última vez que veré a Princess en bikini”.

Realicé una patada inmensa en la cara de Cracker que lo hice volar hasta el Thousand Sunny. ¡Maldito bocazas pervertido! Claro, como ahora no estaban los robots anti-pervertidos para darle una descarga. Miré a los varones para que subieran rápidamente al barco, si no querían que les hiciera lo mismo. Ellos —no todos— corrieron a toda prisa porque les dio miedo la cara que había puesto. Suspiré un tanto cansada y caminé en dirección al barco junto con las dos chicas. Poupou se posó en mi hombro como de costumbre, como si fuera su dueña absoluta. Me parecía un poco a Lucci con su pequeña paloma Hattori. Ya todos en el navío emprendimos nuestro camino a la siguiente isla.

Por favor, quería un descanso de verdad. Sin demonios ni nada parecido. Que todo estuviera tranquilo. Que todos estuviésemos bien por un buen tiempo sin complicarnos la vida. Cada vez nos alejábamos de la isla maravillosa. Un parque acuático que dudaba que volviésemos a encontrar uno así. Podía escuchar a algunos llorar en silencio. No me había dado cuenta de que ya estaba atardeciendo. Pronto el cocinero se pondrá con la comida para cenar. Y luego a dormir todo el mundo. Unos Antiguos que creen en su propia filosofía. El primero, en comer como un glotón. Y el segundo, en la pureza o la inocencia de las personas porque piensa que la lujuria es un pecado.

Yo deseo no encontrarme con el demonio de la lujuria.


Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top