Capítulo 13. El parque acuático: Mizuland

El mar estaba sumamente tranquilo. Thousand Sunny navegaba sin ningún problema el gran océano. Aún no me había acostumbrado al gran cambio que pegó el barco. Llevábamos dos días viajando sin ver ningún rastro de alguna isla. Poupou no había comentado acerca de los Antiguos. Seguramente que nos contará en un futuro cuando lleguemos al próximo destino. Cada uno estaba haciendo sus quehaceres, o casi todos. Luffy estaba sentado en la cabeza del Thousand, agarrándose con fuerza su sombrero de paja para que no volase. Robin estaba leyendo en su hamaca con mucha tranquilidad y, al otro lado, Zoro durmiendo.

Antes hizo entrenamiento, así que estará cansado; aunque casi siempre se pasaba la vida durmiendo. Un perezoso en todos los sentidos. El sol pegaba con fuerza provocando que estuviera acalorada. No hacía tanta calufa, pero sé que estaba sudando por culpa de mi abrigo. Me daban ganas de quitármelo, sin embargo, ciertas miradas me lo impedían. No deseaba que esos seis me comiesen con la mirada, o más bien que observaran está pequeña barriga que se formó en mi vientre por no hacer ejercicio. De repente, escuché la voz de Nami, me estaba llamando. A saber porqué. Dirigí mi mirada hacia ella y me daba señas para que viniese.

Tenía muchísimo miedo en ese instante. Le dije a Poupou que se quedara ahí porque seguro que será una conversación de chicas. Caminé en dirección a Nami para dirigirnos a la habitación de las chicas. Bueno, a su cuarto, ya que todos teníamos la nuestra propia. Me daba mala espina. Una de dos: la primera será cobrarme algo que yo no había roto, y la segunda tendrá ropa para mí. En lo último no debería preocuparme tanto, pero no me gustaba enseñar más carne de lo normal. Preferiría esconderlo y que nadie me criticase de ello.

—¿Necesitas algo, Nami? —pregunté.

—Tengo algo para ti —dice. Esa sonrisa de oreja a oreja me dio una sensación de escalofrío. La peli-naranja fue a un baúl para abrirlo, sacar algo entre sus manos y mostrármelo—. Lo conseguí en la primera isla. A lo mejor te gustará mucho.

Era un traje largo y veraniego de color azul marino con flores de margarita a modo de dibujo. No era para nada atrevido el vestido. Lo agarré con mis propias manos para visualizarlo un poco. Se parecía a uno que tenía. Además, era de mi tamaño.

—No sabría qué decirte.

—Mientras me pagues en fracciones, me conformo. —¡Será maldita! Esta mujer nunca cambiará—. ¡Venga! Pruébatelo.

—No me mires —la advertí.

—Laura somos mujeres.

—Yo lo decía por otra cosa.

—Oh, vamos, tienes que quitarte eso de la cabeza. Yo puedo decir que soy guapa, pero tú también lo eres. Es decir, fíjate en el comportamiento del hombre galleta y el agente del CP0.

—Yo hasta me pregunto por qué cojones se habrán fijado en mí —me pregunté de forma indirecta, mientras me quitaba la ropa.

—Cada hombre tiene un gusto en específico —iba hablando—. Zoro también siente interés en ti. —Cuando dijo eso, me acordé de lo sucedido en Corphush. ¡Estuvo a punto de besarme!—. Nunca pensé que un tío tan serio como él tendría sentimientos —comentó un tanto curiosa—. ¡Alto! ¿Qué haces?

—Ponerme el vestido. —Casi me dio un susto cuando gritó.

—¿Pero con eso? —cuestionó. Estaba señalando a mi sujetador—. Mujer, eso es incómodo. A no ser que quieras estar sin camisa.

—Para mí no me es incómodo. Es más, me protege de que alguno intente ver más allá.

—Pero sientes algo de liberación sin esa cosa. —Nami se colocó atrás de mí para quitármelo—. Ya si los hombres te miran, es problema de ellos y unos verdaderos pervertidos.

El mundo era demasiado grande para comprender a los hombres y eso pasaba lo mismo con nosotras. Ya vestida fui a verme en el espejo grande que tenía Nami en la habitación. ¡Vaya! Estos eran los trajes que me gustaban porque no se notaba que tenía barriga. Y la falda no rozaba el suelo. Me sentía rara sin el sujetador, pero no parecía que se notaran mis pechos.

—¡Te queda genial! —gritó la peli-naranja con los ojos brillosos—. Con unas sandalias te quedarán genial.

—¿Sandalias sin tacón?

—¡Tengo de eso!

Estaba muy ilusionada en que haya cambiado de estilo. Realmente no me veía mal, pero era súper raro. Ella me entregó las gafas para ponérmelas y empezó a empujarme hacia afuera. Dios, esperaba que no obtuviera comentarios vergonzosos. Ya en el exterior nadie se había fijado en mí. Todos estaban concentrados en sus cosas. Dudaba que ninguno estaría atento por lo que me dispuse a caminar en dirección hacia una hamaca y Poupou gritó muy asombrado llamando la atención de todos.

—¡Que cambio, poupou!

—Ni que hubiera engordado más de lo debido —contesté, mientras una gota resbalaba por mi sien.

—Laura-san esto es una pregunta importante —habló Brook aproximándose hacia a mí—: ¿me enseñaría sus bragas?

—¡No, idiota! —alcé la voz golpeándole su cráneo.

Era un pervertido de las narices. Un viejo verde por su edad. Me di la vuelta a punto de irme a la hamaca, pero choqué con la pierna de alguien. Alcé la cabeza para encontrarme a Cracker con los ojos fijos en mí. ¡Mierda! ¿Debería huir cuanto antes?

—¿Sabes? Sí soplaría un poco el viento, tendría la oportunidad de ver lo que tienes debajo de ese vestido —comentó con una sonrisa ladina.

—Cracker no me obligues a jalarte de los pelos —le advertí.

—Oh, vamos, solo dije la verdad absoluta.

Da igual, quería sentarme de una puñetera vez y eso hice. Era una mala idea todo esto. Al fin, mi hamaca y mi sombrilla me estaban esperando. Realmente tenía muchas ganas de llegar a la próxima isla y ver las nuevas aventuras que íbamos a tener. Di un pequeño suspiro cerrando los ojos despacio, dejando que la brisa acaricie suavemente mi pelo. Poupou se quedó encima de mi barriga para dormir un rato conmigo. El sonido de las olas chocar en la madera del barco era reconfortante. De pronto, notaba una mirada inquisitoria en mí. Para disimular un poco, entre abrí un poco mi ojo izquierdo para ver quién era. Desde la zona donde estaban los árboles de mandarinas estaba Smoker.

¿Debería preocuparme esa mirada? No era la de un depredador, sino mas bien de curiosidad. Bueno, al menos me sentí tranquila al saber que era él y no Lucci o Cracker. De momento no me habían molestado, hasta ahora con el peli-violeta. Sanji hizo acto de aparición para traerme una bebida refrescante. Hombre, no lo iba a rechazar. Encima que estaba empezando a hacer calufa. No, en serio, esta vez sí que lo estaba notando y escuché a las gaviotas cantar. Espera, ¿qué acabé diciendo?

—¡Ala! ¡¿Eso qué es?!

Luffy gritó a los cuatro vientos a modo ilusionado, como un niño pequeño. Me entró curiosidad que decidí acercarme para ver qué era. Mis ojos pardos se agrandaron tanto que pensaba que estaba soñando. Hasta mi boca se abrió poco a poco ante la grata sorpresa. Estábamos enfrente de una isla, pero no de cualquiera isla. ¡Había toboganes que traspasaban las montañas y edificios gigantescos! ¡¿Era un parque acuático?! Se podía visualizar unos cuantos barcos atracados. A lo mejor serán turistas que deseaban pasar el día. Incluso habían edificios grandes. Ese tubo gigante que mencioné pasaba también por ahí casi haciendo zigzag.

Los chicos no tardaron en aproximarse a la borda para verlo con sus propios ojos. Los tres muchachos que se comportaban como críos le brillaban los ojos de esa maravilla. ¿Y a quien no? Era un parque temático gigante. Le pregunté a Poupou si conocía el nombre del sitio, pero él solo miraba con mucha confusión. Era como si no reconociese ese lugar. Una idea me vino en la cabeza y lo más lógico sería que habrán cambiado la isla durante estos siglos en que él estaba en reposo. Nos estábamos aproximando más a la isla y a punto de encallar en el muelle. Efectivamente, habían unos cuantos barcos por aquí y algunos eran enormes capaces de llevar a mil personas.

Estuvimos a punto de bajar, pero apareció una especie de cámara con una pantalla bastante grande que mostraba en ella unos píxeles que formaban su cara. Daba un poco de mal rollo la máquina, pero parecía que la tecnología había avanzado en este lugar.

—¡Bienvenidos a Mizuland! —gritó el aparato con esa voz retro que le daban a los androides—. El parque acuático más grande de Blue Line.

—Es increíble el trabajo que les habrá costado en construir este sitio —habló Marco muy impresionado.

—Este parque es muy conocido por los turistas que desean pasar las vacaciones aquí. Los grandes toboganes que traspasan la montaña es uno de los mayores atractivos, incluidos las piscinas, los jacuzzis, la restauración y todo tipo de ocio.

—¿La carne está buena? —preguntó Luffy. A veces este muchacho dice cada comentario que alucino.

—¡La comida es exquisito! —gritó muy eufórico—. Seguramente que habréis tenido un largo viaje y queréis descansar un poco.

—La verdad no es mala idea, así nos despreocupamos un poco sobre los Antiguos —habló Usopp.

—No me convence —objetó Nami con las manos en las caderas—. No quisiera gastarme un centavo.

—¿No mencioné que era gratis?

—¡Ya me has convencido! —Los ojos de Nami se iluminaron tanto que pensé que acabaría con los enemigos así. Cómo le gustaba esta chica todo relacionado con el dinero.

—Para disfrutar de Mizuland nos basamos en unas reglas importantes —explicó—. La primera de ellas es que disfrutéis del parque temático sin gastaros dinero. La segunda es que todos tenéis que llevar bañador o bikini en las piscinas, no se admite otro tipo de ropa. —Eso provocó en mi cuerpo una tensión inminente. ¡¿No jodas que tenía que enseñar mis chichas?!—. Y la tercera, la más importante de todas, es no tener pensamientos impuros o si no serán castigados —dice con una voz tétrica que dejaría a cualquiera con los pelos de punta.

—¡Oye! —exaltó Sanji apuntando con el dedo acusatorio a la cámara—. Eso último es ya es difícil porque ¡las mujeres son bellísimas! —El pelirrubio ya le estaba echando un vistazo a las chicas que habían por ahí. Maldito pervertido.

—¡Alarma! ¡Deseos impuros detectados! —De pronto, un rayo salió del cuerpo de ese objeto que se dirigió a Sanji dándole una gran descarga eléctrica. El muchacho cayó chamuscado por el impacto.

—Eso te pasa por ser un pervertido, ero-cook —dijo muy tranquilo Zoro.

—¡¿Has dicho algo, marimo?! —Ya empezamos. ¿Y cómo puñetas sobrevivió?

—Tenéis tres avisos. En el último aviso, seréis expulsados del parque —advirtió la máquina.

—Vamos que no puedo babear si Princess está con bikini —comentó Cracker—. Que gran putada, ¿eh?

—Ni un felino puede disfrutar tranquilamente de las vistas —añadió Lucci.

—Os juro que como hagáis otro comentario de esas, en vez de llevaros una descarga eléctrica, os coméis un puñetazo mío —los amenacé con el puño alzado.

—¡Síganme, por favor!

Los primeros en saltar del barco fueron Luffy, Usopp y Chopper que estaban muy ilusionados. Esto parecía una tontería. Además, con el sol fuerte me quemaré hasta convertirme en una gamba frita; es decir, estaré muy roja y la piel iba a sufrir cada vez que me moviera. Pues el sitio era enorme. Esos edificios seguramente que serán estilo hotel para que los clientes descansen. La cámara nos estaba llevando a uno de ellos. Era una edificación lujosa con una gran pecera de por medio. A Luffy casi se le cae la baba, ya empezando a pensar en comida.

—Disculpa, ¿cuánto tarda en recargar el Log Pose? —cuestionó Nami.

—Una semana. —¡Una semana de tortura para mí! Quería llorar—. La recepcionista os entregará unas llaves a cada uno para vuestras habitaciones.

—Oh, que señorita tan amable —dice Brook aproximándose a la joven—. ¿Le importaría enseñarme sus bragas?

—¡Alarma! ¡Deseos impuros detectados! —Otra descarga eléctrica hizo aparición, pero esta vez al esqueleto.

—Me da que ninguno de los dos podrá hacer sus hábitos de siempre —comentó Franky con una gota en la sien—. ¡Pero este sitio es súper!

—¡Que disfrutéis de esta gran maravillosa isla! ¡Nos vemos!

La dichosa cámara o televisión —no sabría decir que era realmente— se marchó, dejándonos a todos en la recepción. La recepcionista nos entregó a cada uno una respectiva llave. Dudaba que nos separaban, estaremos todos juntos. No sabía si preocuparme o no, lo decía por esos dos pervertidos. Suspiré un poco y todos decidimos ir a nuestras habitaciones. Por el número de la llave estaríamos en la quinta planta. O eso creía porque cada uno íbamos a diferentes pisos. ¿Y sabéis con quién me había tocado? Sí, con los seis hombres. ¿Por qué a mí? Me daban ganas de llorar en una esquina.

Lo curioso era que el ascensor era muy amplio, perfecto para que Katakuri entrase sin ningún problema. El pobre tendría que estar encogido si no fuera así. Solo esperaba que por las noches no intentasen mis dos acosadores a ir a mi habitación, aunque no podrían hacer nada con respecto a la norma que dijo la máquina. Nada de sentimientos impuros, pero se referirá en toda la isla, ¿no? O sea que se aplicaba en el hotel también. Las puertas se abrieron dejando un largo pasillo con varias puertas que se separaban unas de otras. Yo diría que unos dos metros. Me estaba imaginando un cuarto demasiado grande para mi gusto.

Smoker no perdió el tiempo en caminar en dirección a su cuarto a lo que yo le seguí. Los cristales eran amplios y tenían una visión perfecta del océano, pero no del parque en sí. Poupou me dio un pequeño picotazo en mi cabeza avisándome de que ya me estaba pasando de mi habitación. Bueno, vamos a ver que había dentro. Inserté la llave en la cerradura y abrí. Mi cara fue un poema al ver la decoración. ¡La madre! ¡Un poco más y vivo como las Kardashian! Incluso pensaba que la lámpara estaba hecho de diamantes con oro. La cama ni os lo imaginabais. Era enorme, incluso un gigante de ocho metros podría dormir ahí. La madera del armario era agradable para mis ojos.

Eché un vistazo el baño y, no sólo había una bañera, sino una ducha y un jacuzzi. Quién haya construido todo esto, tenía que ser muy poderoso. Poupou estaba gritando de emoción que miré a la cama y estaba saltando. El colchón debía ser muy blando. Me acerqué para sentarlo y que lo averiguase mi trasero. Uy, pues sí que lo era. Me pasaría toda la vida así. Entonces me acosté con los brazos extendidos a un lado. Estaba en el séptimo cielo.

—Oye, antes te pregunté y pusiste una cara de confusión —le susurré bajito porque sus ojos estaban cerrados.

—Es que no me resultaba familiar el nombre —contestó—. Por la dirección en que íbamos, pensaba que llegaríamos a Purher.

—A lo mejor destruyeron el pueblo y construyeron todo esto.

—Es probable. Llevaba mil años sin estirar mis solapas.

Sí, era lo más lógico de todo esto. El sueño me estaba dominando. Yo no era de echarme siesta, pero el colchón era bastante cómodo. Incluso mejor que el de mi casa. Estaba echando un poco de menos escuchar los disparates de mi hermano pequeño, mi hermana mayor molestándome y tocándome los pechos —que ella las tenía pequeñas—, y mis padres riéndose por cada tontería que decía. Y mis amigas también las echaba de menos. ¿Algún día despertaré de este sueño? No estaba muy segura. Mis ojos se cerraron y el sueño me dominó completamente.

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