Capítulo 9


Evan miró con recelo a la enorme carpa de plástico color blanco que cubría por entero una de las parcelas de cultivo, la vez que Roxy lo llevó ahí esas cosas no estaban y ahora sentía como si estuviera siendo guiado hacia una trampa.

—¿Vas a entrar o te quedarás ahí parado todo el día?

Despejando su paranoia, Evan ingresó, al instante comprendió la función de la enorme carpa, el lugar era como un invernadero pues el aire estaba más cálido que en el exterior. Daryl lo esperaba de brazos cruzados por el camino central entre las plantaciones, había más personas trabajando, contó a otros cinco extraños.

—Ahora podemos trabajar tranquilos —dijo Daryl—. Aquí ya no nos vigilan constantemente.

—Si me uno, ¿tendré que trabajar aquí?

—No lo creo, si eres el compañero real de Roxy, de seguro que Richard te pondrá en el mismo eslabón jerárquico que ella, además, eres un alfa, otra razón más para rebajarte.

Era obvio a la vista que Evan no le agradaba a Daryl, quizá fueran celos o así era siempre, un tipo malhumorado que se veía mayor que él.

—¿Estás molesto conmigo o así te comportas?

Daryl dirigió sus ojos amarillo verdosos con dureza, podía admitir que era un hueso duro de roer, pero Evan había aprendido a no bajar la mirada ante nadie, si iba a regresar a un clan, se aseguraría de jamás volver a negar su naturaleza de alfa.

—Roxy es especial —dijo en tono bajo—. Si le haces daño...

—Jamás lo haré —el leopardo se filtró en su voz.

Y eso despertó su enojo.

—Tú no la quieres —acusó.

En eso tenía un poquito de razón, Evan sentía algo por la mujer, respeto y un profundo sentido de protección hacia ella, pero el afecto era algo que debía construirse, llevar su tiempo, porque ambos seguían siendo desconocidos en medio de una danza extraña.

—Primero me apuñalan, luego despierto en un ambiente desconocido, y después descubro que tengo una compañera, la única mujer con la que mi animal quiere estar, ¿podrías ser un poco más comprensivo?

Daryl se agachó y tomó una pala pequeña para escarbar el canal que conducía el agua hacia la hilera de lechugas.

—No me importa lo que sientas, lo que le suceda a Roxy sí. No le hagas sufrir o te haré arrepentirte.

Evan no respondió ante la amenaza, pero su animal quería un par de golpes.

—Ella me dijo que ustedes dos estuvieron juntos, y que lo arruinaste siendo posesivo.

Daryl enterró la pala hasta el fondo y sonrió de forma escalofriante.

—Yo antes era un dominante de primer rango, y tú ahora eres un alfa, ¿la posesión no es parte de nuestra naturaleza animal?

—Eso no justifica querer controlar su vida.

Daryl gruñó bajo.

—De todas formas, no habría funcionado.

—¿Por qué?

Daryl lo miró de reojo.

—¿Estás ciego o qué? Tú nos habrías separado, eres su compañero y no tengo forma de competir con eso.

Ahora veía que la dureza con que lo trataba no era más que una coraza para ocultar su propio dolor, eso fue suficiente para aplacar el enojo del leopardo. Sin tocar de nuevo la herida, Evan tomó otra pala y comenzó a escarbar la húmeda tierra hasta formar un canal.

—Oí que eres un leopardo de las nieves —dijo Daryl después de un tiempo de silencio.

—Eso es cierto.

—Y que tu tamaño es superior al de un leopardo.

—Así es.

Evan reconocía la esperanza cuando la veía, y prácticamente la tenía frente a sus ojos, inmersa en el cuerpo del hombre. No sabía qué hacer, decirle que no pretendía tomar el lugar de Richard sería un golpe duro y quizá no era lo que necesitaba, pero no podía mentir, a nadie en realidad, no lo sentía correcto.

—¿Vas a luchar? —preguntó, Daryl volteó.

Pero el silencio de Evan dijo más que cualquier respuesta que pudiera haberle dado, y el hombre volvió a su tarea, con el enojo transformando sus facciones de nuevo.

—No me siento listo para tomar un clan.

—Entonces llevate a Roxy de aquí, Richard te concederá eso, tienes que sacarla de aquí.

—Roxy no quiere irse.

—¡Obligala! —exclamó entre dientes.

Evan lo miró fijo, tan serio como pudo.

—No haré tal cosa, donde ella esté, yo voy a estar. Su corazón está con su clan y yo respeto eso.

Daryl gruñó bajo, pero desvió la mirada luego de pocos segundos. Esto era lo que Evan no quería en su vida, riñas y debates temperamentales, eso era una de las razones por la que dejó el clan Ice Daggers, sin embargo, si lo pensaba mejor, vivir con ellos era mucho mejor que estar con los Fire Heart, en donde era una constante sentir la tristeza y oscuridad en el aire. No podía culparlos por lo que les estaba pasando.

—¡Daryl! —Exclamó una joven voz alegre.

Ambos alzaron las cabezas.

—Oh no —se quejó el leopardo al ver a un joven acercarse al trote hacia ellos—. ¿Qué rayos haces fuera de cama Kean?

Su memoria le permitió reconocer al joven, era aquel que sostuvo en brazos cuando se desmayó producto de las heridas del castigo que sufrió, en ese momento estaba cubierto de sangre y tierra, y se veía tan débil... Ahora era otra persona diferente, con grandes rizos negros alborotados con desorden y una sonrisa que adornaba su rostro ovalado, ojos marrones y piel oscura.

—Te dije que ya estoy mejor, mis heridas han cicatrizado.

Evan tomó con fuerza el mango de la pala y contuvo un gruñido de impotencia.

—¿Qué haces aquí Kean?

El joven se acercó a Evan y se sentó en la tierra.

—Estaba aburrido y quise venir a ver a mi hermano mayor.

Daryl sonrió de lado.

—¿Es eso o estás buscando de nuevo a Giselle?

Kean bufó aparentando estar molesto, pero el brillo de sus ojos le desmentía, Evan sabía que eso era exactamente lo que quería hacer.

—No hagas que te castiguen de nuevo, cachorro.

Ojos dorados le enfrentaron de inmediato.

—Oh, vaya, eres un alfa —podía reconocer ese poder en la mirada, cada vez que lo veía.

—Así es, y ya no soy un cachorro, cumpliré diecisiete en dos meses.

Le agradaba el muchacho, era adorable, pero sabía demostrar su fuerza.

—De donde vengo, a esa edad todavía son cachorros.

—Tú eres el nuevo juguete de Roxy.

Evan gruñó bajo.

—La palabra correcta es compañero.

—Oh, bravo, me abriste la mente. —Kean rió—. Eres el que castigaron hace un par de días ¡te felicito! —Exclamó palmeando su hombro, Evan contuvo una mueca de dolor—. Le diste su merecido a esos leones idiotas.

Evan se permitió reír, Daryl también lo hizo, eso era lo que la juventud e intrepidez de los cachorros provocaban, ah..., extrañaba eso. Con el incesante parloteo del joven, Evan aprendió algunos trucos para sobrevivir a los guardias sin perder la vida en el intento, además de varias cosas sobre jardinería y porqué cultivar papas y lechugas ya no era tan emocionante como antes. Según Daryl, poco después de la primera cosecha siendo alfa, Richard ordenó reemplazar todos los cultivos por papas, tomates y lechugas, para así establecer un acuerdo de comercio con una cadena de comida rápida en Oak Hills. Ahora solo cultivaban eso y obtenían migajas a cambio. Mientras Richard se enriquecía a costa del sudor y esfuerzo de su clan, los demás pasaban hambre.

—Cuando te integres al clan tendrás tu ración de víveres —dijo Kean mientras salía del invernadero—. Debe durarte hasta el siguiente mes.

—¿Y cómo hago para unirme al clan?

Kean se sacudió la tierra de las manos y se detuvo frente al otro invernadero que cubría la parcela de cultivo contraria.

—Los ancianos tienen que aceptarte —dijo Dylan siguiéndole por detrás hasta detenerse a su izquierda.

—Sí, pero eso es fácil —continuó Kean—. Solo tienes que hablar con mamá Sarah y ella arreglará todo por ti.

—¿Es tan sencillo?

Evan miró a Daryl, él se encogió de hombros.

—Es obvio que le agradas, se la pasa hablando de ti y de lo mucho que le recuerdas a su hijo.

Sorprendido quiso seguir preguntando, pero ante las miradas serias de ambos hermanos, tuvo que abstenerse. El resto de la tarde Evan lo pasó recorriendo el bosque que rodeaba las plantaciones, con Finnick como guía, el hombre de cabello anaranjado le contó que antes servía al clan como un rastreador, el mejor de todos, hablaba con tanta alegría al recordar esos tiempos lejanos, tanto anhelo en su voz, que de pronto Evan quiso devolverle eso.

—Recuerda bien —le decía—. Cuando encuentres esa marca debes detenerte.

Apuntó con su dedo índice a la marca de una cruz en la corteza de un árbol.

—¿Por qué?

—Estamos próximos a la guarida de Richard, generalmente nadie puede acercarse, pero ahora que su pareja está a punto de dar a luz avanzar más significa un castigo terrible.

Evan sintió el peligro en la profundidad del bosque, así que le hizo un gesto a Finnick para regresar. Era comprensible que el alfa no le permitiera el paso a nadie estando su mujer tan vulnerable, pero no comprendía que le prohibiera la entrada a cualquiera antes de eso. Mientras caminaban, recordó al alfa del clan Ice Daggers, Liam Gallagher nunca prohibió el acceso a su guarida cuando su compañera humana estaba embarazada, confiaba en cada miembro de su clan para protegerla, y a veces los demás acudían ahí para pedir consejos y ayuda, Liam jamás le cerró sus puertas a ninguno.

—Evan, ¿me estás escuchando?

Finnick lo trajo de vuelta al bosque.

—No, ¿qué decías?

La risa se filtró al ambiente, sus ojos azules destellaron con alegría.

—Oh, el amor... Yo estaba igual de distraído cuando estaba persiguiendo a Michelle.

—No estoy distraído.

—No puedes engañar a un rastreador, ¿piensas en Roxy?

Avergonzado Evan negó.

—Recordaba mi antiguo clan.

Finnick abrió sus ojos con sorpresa y se rascó la cabeza, pasando los dedos por las hebras naranjas.

—¿Te desterraron por ser alfa?

—No, claro que no. Deserté por voluntad propia.

—Oh..., entiendo, ¿cómo se llama ese clan?

—Ice Daggers.

Finnick se quedó pensativo el resto del camino, y Evan se preguntó si no había hablado de más. Seguía sintiendo la necesidad de proteger la integridad de su clan de acogida, pero si lo pensaba a profundidad, los Ice Daggers ya no eran un secreto para el mundo, y se posicionaban como un clan en auge, siendo protegidos por su alianza con otros dos grandes y poderosos clanes. Definitivamente, ellos no eran vulnerables.

—Muy bien —dijo Finnick girando sobre sus talones—. Estás en casa.

Evan frunció el ceño.

—No hables como si me hubiese perdido.

Finnick largó una carcajada y palmeó su hombro con fuerza, a Evan se le escapó un quejido de dolor.

—Me agradas para Roxy —dijo en medio de una sonrisa amable—. Ella se merece cosas buenas.

Finnick se despidió en silencio y siguió su camino, Evan no tardó en comprender su rumbo, miró su reloj que casi marcaba las ocho y media, ya faltaba poco para el toque de queda.

—Hola Evan. —Roxy apareció por detrás—. ¿En qué piensas?

—Tu amigo romperá un par de reglas si no es prudente.

Ella suspiró.

—Finnick no tiene remedio, hará cualquier cosa con tal de estar con Michelle. Y si esos dos no se vinculan rápido van hacer que me de un infarto.

Entrelazando sus dedos en un ligero apretón, Roxy se giró para poder mirarlo, en el suave color de sus ojos había preocupación y un felino poderoso rondando cerca.

—¿Cómo están tus heridas? —Preguntó—. ¿Todavía duelen?

Con su pulso acelerado, y el leopardo pidiendo acercarse más, Evan cerró la distancia y cerró su mano sobre su nuca. Ese agarre jamás era permitido por una mujer cambiante, mucho menos si se trataba de cualquier felino, pero a ella no parecía importarle y Evan se maravillaba por poder hacer eso, porque lo calmaba tanto como para permitirse bajar la guardia, aun si no sabía de forma segura si sentía algo verdadero por ella, algo que fuera más allá del crudo instinto que los mantenía a ambos juntos.

—Estoy bien Roxy, ya no siento dolor.

La oscuridad comenzaba a consumir la poca luz alrededor, pero Evan no quería separarse.

—Debemos subir —respondió—. Siempre hay ojos vigilando en tierra.

Pasando su pulgar por el contorno de su mandíbula inferior, Evan asintió, Roxy subió por los peldaños mientras él la observaba, preocupado de que cada vez, lo hiciera más lento. Necesitaba esas provisiones de inmediato.

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