Capítulo 8


Roxy todavía tenía el sabor a sangre y carne cruda en la boca mientras se vestía, odiaba tener que matar criaturas inocentes, pero su instinto de supervivencia era más fuerte que la consciencia que ahora le estaba atormentando. Pobre conejo, no se merecía esto, Roxy no quería perder a su pantera, pero nada justificaba la perdida de un ser vivo.

Ah..., los sacrificios que estaba obligada a hacer por culpa del bastardo de Richard.

Para quitarse ese horrible sabor, sacó de un pequeño bolso de tela unas hierbas que Sarah le había dado después de haberse terminado el primer lote. Un poco de frescura con notas amargas, pero era mucho mejor que la sangre que alteraba los sentidos de la pantera. Estaba muy lejos de casa, casi en la periferia del territorio, cada vez le estaba costando más cazar para mantener a su felino con fuerzas, los temblores eran un aterrador signo que le mostraba que su animal le estaba entregando todo para salvarla, y Roxy no quería perderla.

Un ruido a su derecha, lejano, le hizo levantar la mirada, entrar en alerta, por un momento se imaginó que los hermanos Larkin la estaban acechando de nuevo, pero cuando la fría brisa atrajo un suave olor a mente y cedro, por dentro deseó que fueran los leones. Con esa repugnante mirada altiva, ella avanzó como adueñándose de la tierra que pisaba y eso era tan molesto..., Ofelia Shmidt era custodiada por dos cambiantes tigres, parte de la guardia personal de Richard, que obedecieron de inmediato inclinando sus cabezas cuando la mujer les pidió un momento a solas.

—Hola Roxy —saludó con una sonrisa radiante—. Es bueno verte.

Ella no podría decir lo mismo.

—Hola.

Por supuesto, Ofelia notó su molestia, cualquiera podía hacerlo a kilómetros de distancia cuando ellas dos se encontraban, pero es que era casi imposible para Roxy fingir que le agradaba al menos un poquito, no podía hacerlo, le odiaba y era irónico que antes fueran amigas tan cercanas como uña y carne.

—Sabes, te estaba buscando.

—¿Segura? Siempre que apareces me reportas a Richard para que me castigue por romper alguna de sus reglas tontas.

Ofelia abrió sus ojos de avellana, fingiendo horrorizarse, oh sí, ella era una experta en eso de fingir, pues tenía un corazón tan negro como el carbón.

—Estoy aquí por un motivo diferente.

Hastiada, Roxy se cruzó de brazos.

—¿Cuál?

—Bueno, como sabes, ya falta poco para dar a luz a mi hijo y necesito un ayudante que me haga compañía.

—¿Y quieres que yo sea tu sirvienta? No, jamás.

Ofelia se apretó el puente de la nariz y resopló con cansancio.

—Roxy, ¿quieres solo escucharme?

—No.

Ella gruñó bajo, quería amenazarla, pero como era habitual, no podía, no solo porque era una sumisa, sino que, Roxy no se dejaba someter por ninguno que estuviera del lado de Richard, y eso incluía a Ofelia dentro de la lista.

—Yo vengo a proponerte una mejor calidad de vida —dijo con una sonrisa delicada—. Piensalo, conmigo puedes tener muchos beneficios, como volver a comer todo lo que quieras, las tres comidas, incluso tus favoritas, pastas y galletas, tartas y frutas, ¿recuerdas que te gustaban mucho? Conmigo puedes volver a probarlas.

De solo imaginarlo, el hambre pinchó en su estómago, pero la pantera olía el engaño, y recordaba la traición más baja y ruin que podría haber esperado de una persona como Ofelia. Pues ella se lanzó a los pies de Richard cuando este asumió el liderazgo de forma ilegal, y ahora estaba vinculada a él, llevando a su hijo en el vientre, y ni siquiera podía hacerle ver a su pareja todo el daño que estaba haciendo al controlar las raciones de alimento, imponer ese absurdo toque de queda y prohibirles salir del territorio, casi eran esclavos, y Ofelia solo miraba desde la distancia, ella tenía el corazón de Richard en sus manos, podía hacer algo para detener todo este sufrimiento, pero en vez de eso, solo buscaba poder y dominio, dos cosas que en su condición normal de cambiante sumisa no podía obtener.

—¿Y ver cómo los demás se mueren de hambre? No, gracias, prefiero irme con ellos.

Toda amabilidad forzada abandonó su rostro, Ofelia enredó un dedo en su cabello castaño, como jugando inocente mientras la miraba con altivez.

—Siempre tan honrada, bondadosa, gentil y desinteresada, Roxanne, la niña favorita del viejo Jimmy. Pierdes tu tiempo —rió—. La pobre Roxy compadeciéndose de todas las personas que se burlaron por ser una híbrida, ¿has olvidado esas risas y golpes? ¿La humillación por ser una anormalidad, una pantera negra?

—Yo no vivo hundida en el resentimiento, deberías aprender de eso.

Ofelia sonrió, y eso le dijo que era imposible hacerle cambiar de opinión, su corazón estaba ennegrecido y ya no quedaba de su amiga dulce y amable, ella se perdió para siempre, la mujer que estaba frente a ella solo era el cascarón vacío por dentro.

—Te daré una última oportunidad para que aceptes.

Roxy pasó de sus ojos de avellana, a su abultado vientre, recordó a las madres y cachorros que se debilitaban más y más cada día, tal vez ahora que Ofelia estaba próxima a tener un cachorro, tendría un resquicio de compasión en su alma oscurecida por el ansia de poder.

—Los cachorros pierden peso rápidamente, ¿no podemos compartir la comida con ellos?

Ofelia puso una mano en su corazón, por un momento Roxy creyó que se estaba ablandando.

—Esos cachorros no son mios, no es mi problema.

—¡Ofelia! —gruñó.

—Inclina tu mirada —exigió—. Y muestra tu respeto a la mujer que lleva al heredero del clan en su vientre.

Roxy le miró con rabia, era casi inconcebible que una mujer fuera tan desconsiderada y negligente, aun siendo madre se negaba a ayudar a niños vulnerables, ¿cuándo, su más cercana amiga, se había convertido en un monstruo tan cruel?

—Sabes muy bien que el liderazgo no se hereda por la descendencia.

En realidad, el lugarteniente era el siguiente en la línea de sucesión, pero como Richard había expulsado a Adam West y nunca designó a ninguno por su paranoia, no tenían lugarteniente, y la pobre y delirante Ofelia soñaba con que su cachorro se convertiría en el siguiente alfa Fire Heart.

—Las reglas han cambiado Roxanne, date cuenta de eso, mi hijo seguirá los pasos de su padre dirigiendo a este clan.

Roxy gruñó bajo.

—Si las cosas siguen así, no habrá ningún Fire Heart de pie al que liderar.

Con la rabia de la pantera azotando su cuerpo, Roxy abandonó a Ofelia en el bosque y procuró alejarse de ella lo más pronto posible. Sentía su corazón hecho un nudo, lleno de contradicciones, porque a pesar de todo, todavía seguía viendo en Ofelia a su amiga de la infancia, aún esperaba en lo más profundo de su alma que ella volviera a ser lo que una vez fue. Pero quizás Roxy anhelaba demasiadas cosas...

La luz de un tenue sol atravesó el dosel del bosque, iluminando la poca hierba que todavía sobrevivía al clima que con cada día descendía más y más su temperatura, el ambiente estaba silencioso y Roxy comenzó a sentirse acechada. Todo era culpa de esos dos leones idiotas que se decidieron por tomarla como un juguete al cual asustar.

—Roxy...

Totalmente a la defensiva, ella se giró y gruñó, Finnick retrocedió dos pasos levantando las manos en el aire.

—¿Cuántas veces te he dicho que no te acerques así?

Finnick esbozó media sonrisa triste.

—Lo olvidé, perdón, pero te estaba buscando..., ¿qué tienes? Te siento tensa.

—No es nada.

—Roxy... —Finnick avanzó, los rayos del sol le dieron en ese extraño cabello anaranjado resaltando el color—. Dime lo que pasa.

Levantó la mirada, ocultando garras y dientes.

—Ofelia.

—¿Ella está bien? ¿Le pasa algo a su cachorro?

A veces pensaba que Finnick era demasiado bueno...

—No, ellos están bien.

—¿Y entonces?

—Ella me pidió que sea su compañía, dijo que me pagaría con comida.

Finnick se cruzó de brazos y esperó, Roxy no sabía qué.

—¿Y?

—¿Qué esperabas? ¡Le dije que no!

—¡¿Por qué hiciste eso?!

Consternada, Roxy fue a hablar, pero se calló por prudencia, no quería arrepentirse después de soltar cualquier palabra subida de tono.

—No iba a aceptar ni una sola migaja mientras los demás comen una sola vez al día.

Ofelia quería lograr dos cosas con eso, o arrastrarla al lado oscuro en donde no les importaba ni una pizca el sufrimiento ajeno que ellos mismos estaban causando, o hacerle sentir culpa y dolor, sobre todo lo primero. Roxy no iba a caer en ese juego.

—Oh..., Roxy..., a veces eres demasiado..., siempre quieres ponerte cargas imposibles sobre tus hombros, ¿por qué? Deberías haber aceptado.

—Claro que no, hice lo correcto.

Finnick se acercó, colocó ambas manos en sus hombros y le obligó a mirarlo a los ojos.

—Regla básica en tiempos difíciles: hacer cualquier cosa por sobrevivir.

Si el pobre supiera que estaba cazando animales salvajes para poder mantener con vida a su pantera... Probablemente se desmayaría de la impresión.

—¿Por qué me buscabas?

La claridad de sus ojos se ensombreció ligeramente, y al tenerlo tan cerca notó un tenue olor a sangre.

—No te alteres, por favor.

Imposible, la pantera estaba al frente, solo necesitaba un incentivo para abalanzarse.

—¿Qué pasó? —Exigió entre dientes.

Finnick se alejó de ella, tragó saliva aclarando su voz.

—Evan.

Su corazón se aceleró.

—¿Qué le hicieron? ¿Quiénes? ¡Dime y los mataré yo misma!

—Roxy, calma, por favor. Evan recibió un castigo menor por haber golpeado a Alan y herido a Nick, diez latigazos con punta de metal. Richard fue tolerante porque realizó el ataque en defensa propia.

Roxy gruñó fuerte, era el grito de la pantera alzándose fuera de su cuerpo, tenía la rabia encima y quería sangre, mucha sangre, de un par de leones que le hicieron la vida imposible y que ahora eran los culpables de que Evan estuviese herido, y nadie hería a su compañero.

—¿Dónde está?

—Isaac y yo lo llevamos al refugio de Sarah para que ella trate sus heridas, no son graves y dice que sanará pronto. Pero, ya sabes, tenía que avisarte.

—Tengo que verlo, vamos.

Los refugios de los ancianos eran las únicas construcciones que estaban ancladas a la tierra, el de Sarah se encontraba en la porción de bosque rodeado por las granjas de cultivo. Era una casa pequeña, cuyas paredes habían sido tomadas por hiedras trepadoras, los diferentes llamadores de ángeles hechos de tubos de caña secos se movían con la brisa, sonando en una armoniosa melodía desde sus lugares, colgando de las ramas de los árboles alrededor. Al ingresar, el impacto del olor a sangre era potente, provocando a la pantera que quería destrozarlo todo a su paso. Roxy jamás se había sentido tan furiosa al percibir ese olor metálico, pero ahora eso tenía otra connotación, pues esa sangre era la de Evan.

Y no se suponía que debía sangrar.

Ambos se dirigieron de inmediato desde el pasillo que hacía de recibidor hacia la sala de estar en donde Sarah acostumbraba a tratar a los heridos. Evan estaba tendido en la alfombra de complicados bordados, boca abajo y parecía inconsciente. Por toda su espalda tenía hojas anchas cubriendo heridas abiertas. Había velas encendidas, y distintas ramas aromáticas destilando sus humos, que sobre cargaban el aire y confundía su sentido del olfato.

—Hola Roxy —saludó la anciana—. Evan acaba de despertar de su sueño.

Estaba luchando entre la visceral necesidad protectora del felino, y el respeto que debía tener por estar frente a una mujer mayor, sumisa. La violencia no era permitida en el hogar de los sumisos, pero a medida que se acercaba, y que sus ojos pasaban lentamente sobre esas heridas, se sentía al borde de la explosión inminente.

—Evan.

Él tenía sus ojos abiertos, y estaba esperando para verla, respiraba de una forma muy fuerte, inhalando los humos alrededor.

—Encendí los aromáticos para estabilizarlo un poco, estaba furioso con Joe y eso que él ni siquiera estaba metido en el asunto.

—¿Joseph?

—Richard le ordenó impartir el castigo, porque los otros dos serían demasiado duros. Supongo que el dolor activó al leopardo y fue difícil traerlo de regreso a través de su furia.

Finnick se sentó en uno de los sillones individuales ubicados en un rincón.

—Ya estoy bien —Evan murmuró—. Los leopardos de las nieves sanamos rápido.

Roxy se arrodilló frente a él, y casi temiendo una represalia, acarició su cabello oscuro. Un alfa cualquiera ni siquiera habría permitido que otro hombre adulto como Finnick estuviera presente mientras estaba débil y herido, pero Roxy comprendía con cada acción y gesto suyo, que Evan Hatchet no se amoldaba a las reglas de lo que se suponía que debía hacer.

—Los dejaremos solos —Sarah se levantó y le hizo una señal a Finnick para que la siguiera hacia la cocina.

Roxy fue a apartar su mano, pero Evan gruñó bajo, quería que siguiera. 

—Estarás bien —dijo a través del nudo en su garganta—. El dolor pasará pronto.

—No me importa el dolor, he soportado cosas peores.

—¿Cómo cuales?

Evan esbozó media sonrisa, ligera y acarreando una profunda tristeza, en sus ojos azules se ocultaban secretos que ella necesitaba saber casi con desesperación.

—Eso ya no importa.

Y entonces, como si fuese un cachorro reconfortado por su madre, Evan cerró los ojos y le permitió seguir acariciando su cabello en un cómodo silencio, teñido por el olor a sangre...

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