Capítulo 5
No tuvo otra opción que seguirle, ese pequeño vistazo de su realidad todavía estremecía al leopardo en su interior, Evan estaba furioso y apenado, no se esperaba esto, no, ni en su peor pesadilla podría haber visto eso.
Con los Ice Daggers aprendió que los jóvenes y cachorros eran el tesoro más preciado que podía tener un clan, no entendía cómo un alfa podía tolerar semejante castigo por una acción tan inocente como un simple beso. No podía comprenderlo.
—Mientras recorres el territorio te encontrarás con muchas cabañas en lo alto de los árboles —la voz de Roxy lo sacó de sus pensamientos—. Algunas están abandonadas, otras no.
Captó la nostalgia en la voz de Roxy, y el leopardo emergió de su bruma de odio y furia.
—¿Desertaron?
La mujer caminaba adelante, recta y firme, fuerte, su cabello rojo ondulaba hacia la zona media de la espalda.
—Murieron —respondió a media voz, luego tomó aire y su tono cobró fuerza—. Algunos se rebelaron contra Richard, otros quisieron huir y fueron cazados, los últimos tres murieron por el hambre.
Evan tragó el amargo nudo que se armó en la garganta al oír eso.
—¿Ya no cuentan con dinero? —Preguntó, acelerando el paso le alcanzó.
Si el problema era ese, él podía ayudarles, su cuenta de ahorros que Aria había preparado para él todavía no alcanzaba la mitad, con gusto compartiría su dinero para ayudar a Roxy y los suyos.
—No. Richard se hace rico a costa nuestra, raciona la comida al mínimo para cada uno y no permite el ingreso de nuevos víveres hasta el siguiente mes después de la provisión.
Oh, si antes lo odiaba por castigar al cachorro derramando su sangre, ahora quería verlo muerto. Richard estaba encabezando la lista de las peores personas que tenía la desgracia de conocer, y se trataba de un alfa cambiante. Todo esto, Evan podía esperarlo de los humanos más psicóticos y sádicos, criminales, pero no de un alfa, se suponía que la palabra proteger grabada a fuego en cada uno, entonces nada justificaba que estuviera destrozando este clan.
—¿Cuántos miembros son?
—Sin contar a los tipos que ha traído de afuera, hay veintitrés adultos, diez ancianos, nueve adolescentes y seis cachorros. Si el lugarteniente hubiera tomado su lugar, con aquellos pobres ingenuos que quisieron unirse al clan, habríamos alcanzado los noventa miembros.
—¿Y qué les pasó?
Roxy le miró, esbozó media sonrisa triste que anticipó una verdad cruel.
—Muertos, todos ellos.
La tristeza transformó su rostro, ella tembló y disfrazó eso culpando al viento frío que soplaba sin mucha fuerza. Evan quería acercarse, su leopardo ascendió más que dispuesto a brindarle su calor.
—Lo lamento —dijo, y fue todo lo que le salió.
Roxy suspiró.
—Sí, yo también. Lamento no tener lo necesario para acabar con Richard de una vez por todas.
Ella continuó caminando a través del bosque que se abría más al paso de la luz de la tarde nublada, el ambiente estaba silencioso a excepción de sus pisadas que se oían con claridad por la espesa capa de agujas de pino secas, más allá de eso y un par de aves a lo lejos, todo parecía sin vida, estéril y sombrío.
Evan sabía que ella lo estaba presionando para que cambiara de opinión, y aunque ahora comprendía lo mal que vivían ella y sus compañeros de clan, no podía irrumpir de la nada y enfrentar a Richard Gardner.
Tenía muchas dudas y contradicciones dando vueltas en su mente como remolinos agitados, Evan era un alfa, pero no se sentía listo para liderar un clan y todavía no sabía si quería eso para su vida, además de que tenía la inseguridad marcada en su corazón, ¿y si no era lo suficientemente fuerte? ¿Y si no podía? ¿Qué sucedía si actuaba en contra de lo que decía, y moría en el enfrentamiento? No era que tuviese miedo a la muerte, pero ahora tenía a una compañera, desconocida o no, Roxy era la mitad de su alma y Evan era la mitad de la suya, si moría ella nunca volvería a emparejarse, ¿sería capaz de quitarle eso?
No tenía respuestas para ninguna de esas dudas.
—Esas casillas son los baños —habló Roxy apuntando a diez pequeñas casillas de madera—. Ya no tenemos agua caliente, así que antes de bañarnos encendemos una fogata para hervir agua.
—Pero, tienen paneles solares y calentadores afuera.
—Sí, pero no funcionan, y el último que sabía cómo repararlos murió el mes pasado.
Evan miró las construcciones, húmedas y apestando a podrido, con esos paneles quebrados y los calentadores oxidados. El leopardo le tentó por dentro, ofreciéndose para el reto, Evan se mantuvo firme y continuó caminando cuando Roxy reanudó la marcha.
Adelante, el bosque se abría siguiendo un arroyo de tamaño considerable, a ambas orillas había piedras con hielo. El frío se hacía sentir en ese lugar, pero cuando escuchó un quejido, Evan volvió a considerar sus deseos.
Atado a uno de los tres postes de madera enterrados en la arena del otro lado, un hombre joven temblaba de frío, estaba semidesnudo y murmurando palabras en voz baja, tenía una cicatriz que bajaba desde el lado izquierdo de su frente hasta la ceja, el cabello castaño claro y la piel bronceada. Sin importarle el hielo en la superficie del agua, Evan cruzó el arroyo decidido a ayudarlo.
—No es buena idea —dijo Roxy, pero él no le hizo caso.
Esto estaba mal, muy mal, todo el clan estaba mal. En especial el maldito que había atado a ese joven al poste, con cuatro grados de temperatura y sin protección contra el clima.
—¿Y tú quién eres? —Preguntó abriendo sus ojos y tensando su cuerpo.
—Un novato —respondió, tenía al leopardo presionando en su mente, molesto al ver tanto maltrato.
Evan rodeó el poste y comenzó a desatar los nudos de las sogas que mantenían al joven inmóvil.
—¿Cómo te llamas?
Un temblor movió todo su cuerpo.
—No te importa, eres un extraño, ¿qué rayos haces aquí?
Si se estaba muriendo de frío, el joven hacía un muy buen trabajo ocultándolo. Pero de nada le servía su terquedad y mal carácter.
—¿Qué hiciste para terminar así?
Roxy se acercó, ella miraba alrededor, alerta y preocupada, como si un enemigo fuese a salir de cualquier parte.
—Insulté a uno de esos idiotas.
Sonó orgulloso, ella gruñó molesta.
—Acaban de castigar a tu hermano, ¿y ahora quieres que hagan lo mismo contigo?
Evan rasgó las sogas con las garras y logró liberarlo, con una risa que no tenía ningún rastro de alegría, el joven se derrumbó sobre la arena.
—¿Por qué crees que lo hice?
Temblaba, toda su piel se encontraba en un color rojizo que alertaba un estado inicial de hipotermia, Evan miró a Roxy.
—Debemos sacarlo del frío.
—No me toques —replicó deteniendo su avance con una mirada feroz—. Eres un extraño.
—Hazle caso —Roxy ordenó con voz suave—. No quiero otra muerte más, Daryl, deja que Evan te cargue, iremos a mi cabaña.
El sujeto, Daryl, gruñó bajo, pero luego de temblar nuevamente dejó de resistirse y le permitió a Evan cargarlo en brazos. Se sentía incómodo, más por lo cerca que tenía las garras de su cuello, Roxy se ocupó de dirigir y vigilar mientras regresaban a la cabaña.
—¿Puedes subir por los peldaños o bajo la escalera de emergencia? —Ella le preguntó cuando llegaron.
Daryl dudó, maldijo en voz baja mientras Evan lo soltaba.
—Casi no puedo moverme.
—Bien, espera aquí.
Roxy subió, minutos después parte del ventanal curvo se movió y ella salió con unas maderas, un poco confundido, Evan vio cómo la dejaba caer, estaban unidas por tornillos y tenían agarraderas a ambos lados.
—Sorprendente —murmuró cuando la escalera estuvo en el suelo.
Daryl subió con lentitud usando sus garras para asirse y no perder el escaso equilibrio que le quedaba, cuando lo vio en el interior de la casa, Evan subió. Roxy le ayudó a caminar hasta uno de los sillones rojos, lo cubrió con una gruesa manta negra y fue hasta la cocina, poco tiempo después regresó con una taza de té caliente.
Daryl tembló en silencio por media hora, en la cual ninguno de los tres dijo nada, Evan se sentía inquieto e incómodo teniendo a este extraño que se pegaba a Roxy de una forma..., perturbadora para su animal, pero la mujer le estaba ayudando a recuperar el calor corporal, o eso es lo que quería creer que sucedía.
«No es el momento de enloquecer, no necesitamos esto» repitió eso en su mente hasta poder creer en eso, tanto Evan como el leopardo eran libres de decidir, de elegir, pero ahora había entrado en un lugar oscuro con personas sufriendo, que llamaban al instinto protector que tenía bien oculto en su interior, la necesidad de proteger y servir no era fácil de contener, no después de que Roxy la hizo revivir con tanta fuerza que ahora no podía ignorarla. Evan era un alfa activo en toda la regla, y eso era peligroso.
—Te dije..., que...., dejaras de..., traer extraños al... C-clan...
Evan los miró a ambos desde el ventanal en donde estaba apoyado, los temblores de Daryl se hicieron más suaves, la piel estaba regresando a su color natural, pero su voz seguía siendo débil.
—Evan no es ningún extraño —afirmó ella.
—Ustedes dos..., ¿se conocen?
Ambos se miraron por un segundo, la verdad era inevitable, ninguno sabía absolutamente nada sobre el otro, estaban ahí por casualidad... O por el engaño en el que cayó como un pequeño ingenuo.
—No.
Daryl rió por lo bajo.
—Trajiste a otro..., pobre desgraciado..., para..., morir aquí...
Roxy gruñó con molestia.
—Evan no morirá.
Daryl se giró hacia ella, y sus miradas conectaron, el silencio se hizo pesado y Evan sintió la agresión del leopardo aumentar en su interior.
—¿Por qué estás tan segura?
Roxy rompió el contacto visual y se puso de pie.
—Porque somos compañeros —dijo, miró a Evan de reojo—. Y yo no permitiré que nada malo le pase.
No supo cómo debía sentirse al respecto sobre eso, si orgulloso de saber que alguien, por segunda vez en su vida, lo estaba protegiendo sin siquiera conocerlo, o aterrado por el deje de posesión que ella demostró al colocarse frente a él, de espaldas, mirando a Daryl de forma amenazadora.
—Elegiste un pésimo momento para encontrarlo —dijo al levantarse—. Y no solo eso, también está metido en esta miseria, si no se van ahora lo condenarás a una muerte lenta y dolorosa.
Evan se movió para quedar al descubierto, y se enfrentó a Daryl, encontró en sus ojos una fuerte resistencia que hacía que el color, oscuro como un suave café, reflejara poder. Evan desató el control sobre el instintivo animal que era por dentro, dejó que subiera a la superficie, el pelaje se movió bajo su piel, el leopardo podía sentirse.
—No vuelvas a tratarme como débil —exigió con voz ronca—. Yo no soy tan fácil de matar.
Daryl gruñó, pero el sonido salió agudo y débil.
—Ya ha traído a otros alfas aquí, más fuertes que tú y todos están muertos, ¿podrías hacer la diferencia? No lo creo, mi vida, mi familia y amigos, mi clan, todos están condenados, esperando la muerte. Porque nadie vendrá a salvarnos.
—Daryl... —Advirtió Roxy.
El debilitado leopardo se movió hacia ella, tan solo un par de pasos, hasta que Evan lo detuvo con una mirada de alerta.
—Será mejor que empieces a creer en lo que digo.
Tomando la ropa que Roxy le dejó sobre el sillón, Daryl se vistió en completo silencio, Evan debía admitir que tenía fortaleza y un buen temperamento con el que no se dejaba amedrentar.
—Disfruta a tu compañero mientras esté vivo —dijo, y luego se fue.
Roxy golpeó el ventanal con un puño y siseó bajo, molesta y dolida, esas palabras le estaban afectando. Sin poder evitarlo por más tiempo, Evan se acercó a ella y colocó una mano en su hombro. Era terriblemente incómodo todo esto, sentirse inseguro de sus propias acciones, de lo que debía hacer con ella.
—No lo escuches —dijo Roxy—. Siempre está molesto cuando aparezco con alguien nuevo, solo que en esta ocasión no puede hacer su movida contra ti.
—¿Movida?
Roxy se giró, quedando de espaldas contra el ventanal, firmes ojos almendrados lo llamaron como una flor a las abejas.
—Lo conozco desde siempre, salimos durante un tiempo cuando las cosas en el clan estaban bien, pero rompimos hace un año y medio porque sus celos estaban saliéndose de control.
—¿Daryl te hizo daño?
—No, solo ahuyentaba a los alfas que traía al territorio para que sacaran a Richard, no quería que estuvieran cerca de mí para ayudarlos a sobrevivir. —Roxy bajó la mirada, y la tristeza se apoderó de su rostro—. Pero contigo las cosas serán diferentes, ahora toda esperanza de regresar se habrá borrado para siempre, porque somos... Compañeros.
Evan respiró a través de la abrumadora necesidad que se arrastraba en su interior, Roxy estaba tan insegura como él acerca de esto, saberlo le dio un poco de alivio, porque no era el único que dudaba. Queriendo volver a ver el chocolate claro de sus ojos, Evan levantó su barbilla.
—Tiemblas al tocarme —ella murmuró—. Y no debería ser así, yo debo hacerlo no tú que eres el alfa.
Evan sonrió despacio, ella también lo hizo, y en ese momento supo que la mujer le agradaba un poco.
—Mi naturaleza de alfa solo es una parte de lo que soy.
Roxy acunó su mejilla con una mano, toque firme y cálido, confiado, despertó su calor y al leopardo que merodeaba cerca.
—¿Qué más eres?
—Un hombre. Un simple hombre mortal, que no está seguro de las opciones a seguir. Hace setenta y dos horas yo era un solitario, ahora tengo a alguien con quien compartir mi vida, es un cambio un poco brusco ¿no lo crees?
—Sí, creo que sí lo es.
—Ahora tengo que elegir, entre salvarnos y huir, o quedarnos aquí y arriesgarnos a morir como todos dicen.
Roxy se alejó.
—Yo no voy a ir a ningún lado.
—Lo sé, Roxy, lo sé.
Evan retrocedió hasta tirarse en el sillón, desde ahí le miró, ella se veía tan aterrada y confundida...
—Es por eso que me quedaré aquí contigo.
«Intentaré mejorar un poco sus vidas» no se atrevió a decirlo en voz alta, porque al hacerlo le daría espacio a ella para creer que haría lo que un momento le pidió, derrocar al alfa, y eso era algo de lo que no estaba seguro si podía hacer...
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