Capítulo 25
Roxy se arrodilló frente al montón de tierra removida, a ambos lados la nieve se hallaba corrompida por el color terroso que la manchaba en una mezcla de blanco y marrón. Un montón de tierra sin una planta que transformara la muerte en nueva vida, solo un espacio alterado del manto invernal.
Sabía que lo merecía, pero en lo profundo Roxy sentía un dolor agobiante que ni siquiera el leopardo podía calmar a través del vínculo. Tenía recuerdos, una vida antes de que apareciera Richard, una amiga... Ambas construyeron hermosos recuerdos y anécdotas que ahora solo estaban en su memoria, y eso... Dolía, porque a pesar de todo lo malo que pudo haber hecho, Ofelia fue su mejor amiga, el apoyo en tiempos difíciles, una persona tan cercana a ella que casi parecían hermanas.
Ver la tumba sin sangre sobre la tierra ni árbol... Era devastador, Roxy sentía emociones encontradas luchando en su corazón.
—Roxy...
—¿Podremos plantar sus flores favoritas cuando la primavera llegue?
Evan quedó sorprendido por la pregunta, y Roxy se refugió en sus brazos.
—Sí, todas las que quieras.
Eso no hizo que amainara la turbulencia arrastrándose a través de su cuerpo con amarga violencia.
—¿Por qué no plantaste un árbol Evan? —Preguntó, su voz salió como susurro.
Los brazos de Evan se ajustaron alrededor de su cuerpo.
—Todos se negaron, ¿qué más podía hacer?
—Eres el alfa ahora —replicó—. Tienen que obedecerte.
—No Roxy, las cosas no son así. La autoridad tiene un límite, si no lo uso ustedes pierden su libertad individual. —Evan besó su cabeza dulcemente—. Y en todo caso, ¿qué importancia tiene? No es como si le hubiésemos dejado su cuerpo abandonado al aire libre.
—Tú no lo entiendes.
—¿Qué cosa? Dime.
Roxy observó el montón de tierra, alrededor todos los árboles que señalaban cada tumba. Ellos podían identificar a sus seres queridos por el tipo de árbol creciendo con los nutrientes regresando a la tierra que los sostenía. Pero nadie recordaría la tumba de Ofelia Niles-Gardner, porque solo era tierra.
—Ellos forman parte de los árboles, están aquí, alrededor, ¿puedes sentirlo?
Evan miró alrededor, y luego negó lentamente. Roxy lo entendía, no nació en el clan, tampoco fue criado con las creencias y costumbres, Evan era ajeno a todo esto, sus ojos solo veían árboles pero Roxy podía sentir... Era como si en ese lugar pudiera rodearse sus amigos y familiares, que aunque invisibles, los observaban desde aquellos grandes seres vivos. ¿Cómo podía explicárselo? No supo, Evan no comprendería...
—Cada árbol nos recuerda a alguien —dijo, apuntó al más reciente, el pequeño pino de Ronnie—. Pero Ofelia no lo tiene y todos olvidarán su tumba.
—Creí que le odiabas.
Y ese sentimiento no se terminaba, pero también le quería, lo que era terriblemente contradictorio para su corazón.
—Hizo cosas malas, pero no tanto como Richard... —murmuró, inevitablemente los recuerdos se regaron en su mente como gotas de lluvia—. Fue mi mejor amiga, crecimos juntas... —Tragó duro, esto era difícil—. Yo no quería su muerte solo que abriera los ojos y recapacitara sobre toda la crueldad de su pareja.
Roxy emitió un sollozo bajo, como un quejido, era el triste lamento de la perdida. El dolor era profundo, agudizado por saber que no hubo tiempo para desatar todos los nudos que quedaron aquí, las cuentas no serían saldadas, no había espacio para el perdón, pero si lo hubiera... ¿Roxy habría sido capaz de perdonarle su egoísmo e indiferencia?
—No entiendo por qué se negaron a colocar el árbol, pero no lo hicieron con Richard. Eso es confuso.
La voz de Evan se oyó suave, cálida, una vez más le hizo sentir protegida y el vínculo entre ellos se movió en un ligero temblor, ambos felinos queriendo alcanzarse y hacerse un ovillo uno al lado del otro, como esa vez que se refugiaron en la cueva donde ella llegó al mundo.
—No me gusta verte triste.
Roxy aspiró su aroma, tan gélido y puro como la misma nieve que los rodeaba.
—No puedo evitarlo.
—Lo sé.
Evan se movió para mirarla de frente, el frío reclamó su cuerpo y ella tembló. El leopardo que era suyo en cuerpo y corazón le observó con ternura a través de sus ojos azules, Evan borró el rastro de lágrimas y quedó indeciso, unos segundos, hasta que su pecho resonó con un bajo gruñido que acompañó su orden.
—Quédate aquí.
Ágil, se levantó, Roxy le miró erguirse y acomodar su ropa de invierno.
—¿Qué pasa..., Evan, a dónde vas?
—Quédate aquí, volveré.
Indecisa, Roxy optó por hacerle caso, más por curiosidad que por obediencia, no percibía el peligro en ninguna parte, el lugar era seguro, así que sea lo que sea que Evan tuviera en mente ella lo esperaría, su leopardo era espontáneo, improvisaba mucho y a veces se le ocurrían grandes y alocadas ideas disfrazadas de sueños a cumplir... Como las ganas que tenía de inscribirle en la carrera de arquitectura.
Sonrió, la sensación era agridulce. Volvió su mirada a la tumba incompleta y ahí, lejos del alcance de su pareja, se permitió sufrir el duelo en paz.
Tiempo después escuchó movimientos lejanos, Roxy limpió cualquier rastro de llanto y se enderezó, respiró para normalizar su pulso agitado. Al girarse, abrió sus ojos con sorpresa al verlo arrastrar uno de los árboles jóvenes que Sarah cultivaba cerca de su casa.
—Evan... ¿De dónde...? ¿Sarah te lo dio?
Él sonrió y continuó arrastrando el árbol sin hojas, tenía la maceta a punto de resquebrajarse.
—Bueno... No exactamente, lo tomé prestado de su jardín, nadie se dará cuenta.
Roxy se inclinó hacia atrás, visualizando el rastro que Evan había dejado en la nieve, por supuesto que todo aquel curioso que anduviera cerca dejaría sus tareas para averiguar qué o quién lo había dejado, era como dejar semillas para un montón de pájaros hambrientos.
Quiso reírse, pero luego le vio acercarse a la tumba con la intención de cavar.
—Lo siento —dijo, y extendiendo las garras comenzó a sacar la tierra.
Roxy le ayudó a quitar la maceta y poner el árbol en su lugar, Evan tapó el agujero alrededor y luego de limpiarse las manos con cuidado, se hizo un corte en la palma y dejó caer una gota de sangre en la tierra.
Tras terminar, quedaron en silencio, Roxy le observó con las ganas de devorarlo picando en su interior, no del modo asesino, sino de pasión... Porque el hombre que tenía en frente era una montaña de azúcar que se transformaba en un temible depredador, y todo por ella, Evan era capaz de cualquier cosa, en su sencillez y bondad, Roxy se sintió agradecida, maravillada e incluso llegaba a pensar que quizá no lo merecía.
—Yo soy el que debería sentirme así —dijo, el tono suave cortó el silencio.
—¿Cómo...?
—Vínculo —respondió—. Te siento aquí —se tocó el pecho—. Y creo que tus emociones me hablan.
Roxy rodeó el árbol para abrazarlo, ambos giraron y retrocedieron un par de pasos.
—Yo soy el afortunado —continuó, un brazo rodeó su cintura—. Eres perfecta así, con todo lo que te hace ser una mujer maravillosa, fuerte y encantadora.
Amor. Eso se expandió en su cuerpo con la ferocidad y rapidez de un incendio voraz, Roxy lo sintió desde el gélido color cristalino del vínculo hasta el corazón envuelto en la coraza protectora, la energía de un leopardo de las nieves... Que le amaba, y ella a él.
—Plantaremos flores en primavera —Evan le susurró en su oído—. En todos lados, todas las tumbas. Ninguno será olvidado fuera bueno o malo en vida, nos aseguraremos de eso.
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El tiempo siguió su marcha, poco a poco las heridas abiertas se convirtieron en cicatrices que cada uno mantuvo en la memoria por el simple hecho de recordar lo frágil que se podía llegar a ser, ningún clan era eterno, ni duradero, ni fuerte, ningún cambiante era invencible.
Roxy fue testigo del camino que Evan trazó para ellos, arduo y constante, fue una muestra de perseverancia y valor, motivado por ese enorme corazón lleno de bondad, sus instintos de proteger eran potentes.
Fue así, que resistiendo las reticencias y desconfianzas de los demás, Evan convirtió al clan Fire Hearts en uno de acogida, al principio fue terriblemente duro, llegaron solitarios pero desertaron por el trato que obtuvieron. Una vez más, Evan persistió, se impuso no con violencia sino con actos, palabras y gestos para curar una a una las llagas que Richard Gardner dejó en cada uno de ellos.
Fue así, que Roxy vio a sus compañeros de clan volver a salir por el territorio, mirar en alto con orgullo de ser dueños, depredadores en vez de presas, los vio abrir esos corazones que cerraron para protegerse a sí mismos, los vio reír, jugar, amar de nuevo.
Ochenta miembros en cinco meses, era un crecimiento enorme teniendo en cuenta que al momento en que él se hizo cargo, obtuvo un clan casi en ruinas, al borde de desaparecer, pero Evan lo trajo a la vida.
—¿En qué piensas?
Evan le rodeó por detrás, amoldando su cuerpo al suyo, Roxy ya se había acostumbrado a ser atrapada de esa forma, un capullo fuerte, cálido y con la sobrecarga sensorial que solo Evan podía producirle. Evan le dio un beso en la mejilla y luego se quedó mirando por el ventanal.
—Recordaba la noche en que nos conocimos.
Evan sonrió levemente.
—Oh sí... ¿Era necesaria la puñalada?
Roxy sintió pena, pero luego Evan tuvo que respirar en su cuello y ya no pudo pensar con mucha coherencia. Le acercó más, sus labios rozaron la piel, casi con timidez.
—Evan... —Roxy rió—. No te distraigas.
—Imposible —susurró en su oído, aunque se detuvo.
—Lo siento —Roxy regresó la vista al bosque que estaba regresando a la vida—. Pero debía ser un accidente o asalto o... Cualquier cosa que te mantuviera dentro del territorio, para que Sarah te curara.
—Lo entiendo, no hay problema con eso.
Y volvió al ataque. Una oleada de electricidad pasó cuando Evan deslizó sus labios sobre la unión del cuello y el hombro.
—Estás de buen humor hoy.
—Siempre lo estoy...
Se detuvo de golpe, Roxy giró un poco para verlo mejor, su expresión era mezcla de sorpresa y concentración.
—Creo que he entrado en mi período fértil.
Los ojos de Roxy se redondearon, y muchas cosas tuvieron sentido, Evan había estado demostrando signos que no interpretó de la forma correcta, el intenso coqueteo y la necesidad de contacto ahora adquirían un matiz diferente.
—Eso explica muchas cosas.
La risa de Evan salió baja, él pegó la mejilla a la suya y le abrazó fuerte.
—¿Tú no?
Roxy negó. La pantera le advertiría cuando su fertilidad entrara en escena, y todavía no había nada, ninguna alerta.
—Pero igual debemos tomar precauciones.
—¿No habrán cachorros todavía?
Ella le obligó a soltarle, se giró cruzando las manos alrededor de su cuello, las de Evan fueron directo a la cintura de Roxy.
—No, quiero disfrutarte un poco más.
Evan sonrió.
—De acuerdo, avísame.
Un beso corto fue su regalo por la ternura con que le miraba, Roxy decidió permanecer un poco más escuchando los latidos de su corazón.
—Sabes, si cuando era solitario alguien me hubiera dicho cómo terminaría mi futuro, yo no le habría creído.
Roxy permaneció en silencio.
—Pero esto... Se siente tan bien, y creo que Aria tenía razón, nací para esto.
Esa palabra no pasó desapercibida para sus sentidos, hasta el momento era la primera vez que Evan la decía, era un momento importante, porque él al fin había aceptado el innegable hecho de que era un hombre, una persona, un poderoso cambiante, y no el experimento que siempre vio a través de sus ojos. Evan se reconoció.
Pero ella no sacó el tema, lo haría después para no distraerlo, ni causarle esa mirada agridulce cada vez que recordaba su pasado.
—Evan... Me haces tan feliz...
Dedos jugaron con los mechones de su cabello, de forma distraída, y de pronto el olor a sal impregnó el aire alrededor.
—Te amo Roxy —murmuró a media voz—. Nunca lo dudes.
Fin
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