Capítulo 20

Evan acompañó a Aria por la acera, tenía el estomago lleno de postres y el sabor dulce todavía no abandonaba su boca. Comió cuanto pudo para recargar sus energías, deseó poder llevarle algo a Roxy pero no quiso arriesgarse a traspasar contrabando porque no era seguro.

«Pronto la llenaremos con comida» Gruñó su animal «Deliciosos postres para desayunar» Solo debían quitar a Richard de la ecuación.

—Nos quedaremos aquí y aportaremos lo que nos toca —ella dijo al detenerse—. ¿Seguro que no quieres que te ayude a matarlo?

Evan negó.

—Antes de poder llegar a él debo deshacerme de los guardianes y asegurarme una lucha limpia por el puesto.

Podría haber aceptado, porque creía en las habilidades letales de Aria, su recién descubierta hermana mayor era una pequeña máquina mortífera con garras, dientes y un leopardo cruel cuando se lo molestaba, y ahora... Evan lo sentía rondar peligrosamente cerca, no estaba seguro que pudiera quedarse al margen como le había pedido.

Un movimiento detrás de ella, y luego el aroma le ayudó a no saltar sobre el tipo que se acercaba, reconoció al compañero de Aria por los ojos dorados. El puma le saludó con una leve inclinación y luego rodeó la espalda de Aria para acercarla. En cualquier otro momento, Evan habría esperado un siseo de advertencia, pero ella estaba distinta, Aria se dejó llevar.

—Sean.

—Evan.

Tres alfas reunidos en un mismo punto, nadie creería que eso era realmente posible.

—Creo que ahora eres mi pequeño cuñado —dijo Sean con una sonrisa arrogante.

Evan entre cerró los ojos.

—Ya no soy un cachorro.

—Déjalo, está bromeando, a los pumas les encanta jugar.

—No sabes cómo... —Sean rió por lo bajo—. ¿Es hora de regresar?

Sean se acomodó el cabello mojado que caía en desorden sobre la frente, mojado y pegajoso.

—No, nos quedaremos en un hotel. —Aria miró alrededor—. Te contaré todo allí.

Ella se desprendió del agarre de su compañero, y abrazó a Evan una vez más. Por un momento tuvo el deseo egoísta de que lo hubiera encontrado siendo un solitario, para así poder volver con ella. Pero el tiempo que perdieron cuando los separaron no lo recuperarían jamás, esa era la dura realidad que mantenía a Evan en el camino, si todo salía como esperaba tendrían tiempo para reconstruir un lazo de hermanos.

—Antes de hacer cualquier cosa, debes practicar el bloqueo para proteger a Roxy, eso es lo primero.

Evan estuvo de acuerdo.

—Sí, nos volveremos a ver, yo te aviso.

Separándose, Aria le ofreció una sonrisa suave y regresó con Sean. Evan los vio ingresar al coche del puma y desaparecer en las solitarias calles nocturnas rumbo a un hotel. La hora marcaba las dos y media de la madrugada, todo lo que deseaba era volver junto a Roxy, pero su lado racional le ordenaba no arriesgarse a ser capturado antes de que terminara el toque de queda. Así que, agotado, Evan fue hasta una parada de autobuses y se recostó en el banco cubierto por una cúpula de metal. Resguardado de la lluvia, hizo vibrar el vínculo en su interior para hacerle saber que estaba bien, y contando los demás que lo unían con todos los leopardos, se durmió.

Alguien le movió tiempo después, Evan despertó sobresaltado y se encontró con el rostro añejado de una anciana con paraguas, la lluvia era menos intensa y la claridad estaba levantando el velo de oscuridad. Evan revisó el reloj de plástico, el alivio barrió con su cuerpo al saber que eran las siete con diez minutos.

—¿Tienes hambre? —Preguntó la anciana—. Puede usted venir a casa, hay comida y agua caliente, también ropa abrigada.

Evan le sonrió a la anciana, ella tenía un bonito color de ojos, gris apagado que combinaba con los rizos blancos. Ella debió haberle confundido con un indigente.

—Gracias señora, pero no vivo en la calle.

Ella le sonrió.

—No tiene que mentir, joven.

—No miento, yo vivo en el bosque a las afueras del pueblo. En el clan Fire Heart.

La anciana frunció el ceño, había algo de sorpresa y confusión en ese gesto, luego regresó esa mirada que le hacía sentir como si estuviera hablando sobre algo imposible de creer.

—No existe ningún clan a las afueras de Oak Hills.

Evan tragó duro, debía haber perdido la memoria, o desvariando.

—Sí, el clan de cambiantes leopardos, los Fire Hearts.

La mujer volvió su mirada tierna hacia Evan, ¿acaso sentía lástima hacia él? Se le estaba acabando la paciencia.

—Ese clan ya no existe desde hace cinco años, joven, todos aquí lo saben.

Sintió la fría rabia erizar el pelaje del animal, conectando los puntos con tanta rapidez que ahora la ansiedad de sangre regresó con la promesa de violencia. Richard Gardner no solo los encerraba, humillaba y hería, borró del mapa el nombre del clan, les arrebató la identidad a los ojos del pueblo y eso... Era negarlos.

—Debo irme —dijo levantándose de un salto.

—Espere, joven...

Evan no miró atrás, sentía la sangre correr bajo su piel, el ardor cercano a la transformación, Evan contuvo al leopardo que presionaba por salir, estaba furioso y ahora eso le complicaba el razonamiento. La caminata no despejó sus pensamientos, de rival a enemigo, Richard valía menos que basura para él. Llegó al desvío 67, el lugar donde comenzó todo esto, recordó la noche en que inocentemente cayó en la trampa de Roxy, el dolor del puñal y... Todo. Miró atrás, Evan podría retroceder y huir, volver a la vida de solitario... «Tenemos una familia que nos espera» Sonrió regresando la mirada al frente, Evan se deshizo de la mochila, utilizando las garras la enterró al lado de la ruta colocando piedras en pirámide para regresar por ella después. Con la mirada en alto, se internó en el desolado bosque, confiado, más que nunca, y decidido a acabar con todo esto de una sola vez. Se cruzó con varios guardias en el camino, pero ninguno podía hacerle nada más que mirarlo con altivez y repulsión.

Al llegar al árbol donde la casa de Roxy le esperaba, su leopardo se movió inquieto, aumentando la tensión a medida que se acercaba, Evan miró alrededor, nadie, ni una sola silueta amenazante. Debía ser alguna clase de mal entendido. Trepó, deslizó la abertura e ingresó.

El olor conocido despertó al depredador, de forma inmediata sus garras bajaron al igual que sus dientes y Evan siguió ese aroma que le hervía la sangre, muchas imágenes cayeron en su mente pero se negaba a cada una de ellas, no creía que ella fuera capaz de cometer un acto infidelidad. Oyó movimiento en la habitación, pegando su cuerpo contra la madera, Evan se acercó para ver, y eso hizo que estallara.

No le importó el ardor, se transformó tan rápido y silencioso que el león no le escuchó hasta que fue demasiado tarde. Evan, ciego de rabia, derribo al corpulento león al suelo, gruñidos peligrosos salieron, pero el instinto protector era tan fuerte que Evan no retrocedió, ni siquiera cuando las enormes garras desgarraron el pelaje, enterrándose dolorosamente en sus costillas. Nick iba a cambiar, pero en un descuido al intentar patear su vientre, Evan tuvo acceso a su cuello, su leopardo rugía furioso exigiendo eliminar la amenaza, recordando que el león momentos antes estuvo encima de Roxy, mirándole mientras ella estaba dormida por un sedante.

Levantó una pata en el aire con las garras extendidas, golpeando con rabia su rostro una y otra vez, el olor metálico de la sangre fue una invitación, Evan destrozó su garganta hasta que no quedó nada de él, tan solo una masa triturada que apenas unía su cabeza con el resto del cuerpo.

Estaba muerto.

La bruma del instinto se esfumó cuando su animal estuvo satisfecho y retrocedió, Evan se dio cuenta de lo que había hecho. Mató a un hombre. Retrocedió, volviendo a la forma humana y el ardor de su piel fue tan intenso... El peor que había sentido en años... Quejándose por el dolor, retrocedió hasta que el borde de la cama le detuvo, sintió asco y repulsión al mirarse las manos empapadas con sangre, pero también se sintió poderoso y fuerte... Todo era malditamente confuso, ¿había cometido un error? Por supuesto que sí, mató a un guardián para proteger la integridad de su compañera.

Volvió a Roxy, sin manchar su piel con sangre, Evan le analizó buscando signos de maltrato o abuso, volvería a destrozar al maldito Nick si encontraba... Pero no hubo nada, el dardo todavía seguía en su pierna. Llegó en el momento indicado, si se hubiera retrasado tal vez...

Un gruñido retumbó en su pecho, y el instinto volvió a latir. Debía hacer algo, explicar... ¿Pero cómo? ¿Cómo justificaba que Nick encontrara a Roxy sola? Él tendría que decir en dónde estaba... Pero estaba dispuesto a mentir.

Levantándose Evan miró a Roxy dormir una última vez antes de correr, el dolor le recordó las marcas de garras, heridas profundas que atravesaban sus costillas, también de su desnudez. Yendo a la cocina se lavó las manos en el fregadero, y limpió su cuerpo del líquido rojo, luego volvió a la habitación por ropa y salió de inmediato.

Corrió atravesando el bosque sin detenerse hasta llegar a la zona de cultivos, ubicó a Joe Larkin en un extremo y se acercó al león a pesar de los gruñidos de advertencia de los demás guardias.

—Tu hermano —dijo entre dientes, la rabia regresó a su cuerpo de solo recordarlo—. Está muerto —soltó—. Yo lo maté.

Joe cambió su expresión, de indiferencia a la más absoluta cólera, levantando un brazo tomó a Evan por el cuello alzándolo en el aire, apretando, luego lo arrojó lejos, cayendo de espaldas sobre la dureza del terreno. Daryl apareció desde el interior de uno de los invernaderos y corrió hacia él, Joe se acercó con su mirada asesina y las garras extendidas.

Daryl se interpuso entre Joe y él mientras Evan salía del aturdimiento.

—¡Lo encontré encima de Roxy! —Exclamó—. ¡Le hirió con un dardo tranquilizador como si fuera un animal!

Daryl lo miró, la sorpresa danzaba con la ira en sus ojos. Joe siguió avanzando hasta que se detuvo a menos de un metro, los ojos del león se tornaron brillosos.

—Lo merecía —murmuró dolido, luego miró a los otros guardias—. Tenemos un caso de defensa propia y abuso de poder, debemos recabar pruebas, ¡andando!

Evan quiso seguirlos, pero Joe le detuvo con un gruñido.

—Mi pareja está vulnerable —replicó—. No permitiré a nadie cerca si no estoy yo para cuidarla.

Joe le enfrentó en un largo silencio, pero luego se giró y no volvió a intentar detenerle.

Evan dejó a Roxy sobre el sillón con cuidado, cubrió su cuerpo con mantas y se quedó junto a ella en todo momento, protegiéndole de los tres tigres que estaban en la cabaña observando y anotando hasta el más mínimo detalle. Si Joe lamentaba el asesinato de su hermano menor, no lo mostraba, pues en todo momento él estuvo guiando los demás y ocupándose de que la escena no fuera alterada.

Minutos después Alan apareció hecho una bestia, apenas saltó al interior hizo el intento de arremeter contra Evan pero uno de los tigres le detuvo tomándolo por los brazos.

—¡Suéltame! —Gritó—. ¡Mataré al asesino de mi hermano! —Rugió mirando fijo a Evan—. Te arrancaré la cabeza.

Evan mostró las garras.

—¿Defiendes a un abusador?

Alan le siseó.

—No sé de que mierda hablas, ¡te mataré maldito infeliz! ¡Era mi hermano!

—¡Intentó abusar de Roxy! —Evan gritó, y Alan dejó de forcejear.

Algo cambió en su rostro, las lágrimas nublaron sus ojos y su mirada se dirigió a Roxy, por supuesto, Evan no lo permitió más de dos segundos, interponiéndose como un obstáculo. El joven león se veía devastado, como tratando de encontrar su propia voz.

—Me dijo que ya no lo volvería a hacer... —murmuró.

Evan gruñó, bajo y peligroso.

—¿Dices que ya le hizo daño antes?

Alan negó, resignándose.

—Nunca lo intentó con ella porque no tuvo oportunidades.

La rabia creció, más grande, más fuerte, y Evan quería volver a matar al maldito.

—¿Nick abusó de otras mujeres del clan?

Alan lo miró con culpabilidad, pero a sus ojos, no era más que un bastardo, un cómplice.

—¿Tú lo sabías? —Preguntó, Alan asintió—. ¿Richard lo sabía? —El león negó—. ¡¿Por qué mierda te callaste la boca?!

Alan gruñó, pero estaba completamente indefenso.

—Le hice jurar que dejaría eso.

—¡Eres una bestia como él!

La furia de Evan no le alcanzó, en su lugar fue Joe quien saltó sobre Alan para golpearlo en el rostro una sola vez y luego arrojarlo lejos como si fuera un muñeco de trapo.

—Estoy tan decepcionado —dijo con voz quebrada, afligida—. Me das asco, lo que has hecho, lo que él ha hecho... ¡No volveré a hablarte jamás! ¡Hoy dejo de tener hermanos!

Eso fue lo que rompió al león, quien se hizo un ovillo en el suelo y lloró, pero nadie se apiadó de Alan, ni siquiera los tigres que presenciaban la escena.

—Joe, Richard está aquí —anunció uno de ellos.

El leopardo de Evan bramó, preparado para cobrar una venganza pendiente, más grande. Evan miró a Joe y como si le hubiese leído la mente, se quedó al resguardo de Roxy, no supo porqué lo hizo, Evan no admitiría a nadie más la seguridad de su mujer pero... Joe tenía algo... Como si de verdad fuera alguien honesto en medio de un montón de crueles y sanguinarios infelices.

Aterrizó en el suelo de forma limpia y comenzó a caminar hacia el bruto despiadado que se hacía llamar a sí mismo Alfa.

—Entonces es cierto —dijo con voz grave—. Asesinaste a uno de mis leones.

Evan lo enfrentó.

—Protegí a mi pareja, un abusador menos contaminando estas tierras.

Richard gruñó amenazante.

—Ya veremos si es cierto lo que dices —le dio una sonrisa afilada—. Austin, Morgan, lleven a Evan al foso.

Evan fue arrastrado por los dos hombres, y a pesar de que impuso todas sus fuerzas en resistir, no pudo.

—¡Si alguien lastima a Roxy los haré sufrir como nunca antes lo hicieron! ¡Incluido tú, maldito!

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