La puerta me dirige a la habitación de mi preciosa Lyra. Es terrible verla dormida en su cama, bajo el hechizo del sueño mágico. Despertarla resulta en vano pero si Fidget pudo conmigo, es por una razón. A pesar del terror que intenta apoderarse de mí, me tranquilizo al ver todos sus juguetes en su lugar. Dicen que se construyeron para enseñarnos todo sobre el mundo. Y eso es cierto, yo crecí con muchos de ellos. Con solo pensarlo, me pongo feliz contemplando la muñeca de mi hija, el soldadito de plomo, un caballo de madera, varios cubos y su cuidada casa de muñecas, uno de los últimos regalos que le hice para su cumpleaños. Cuando intento abandonar el lugar, oigo de nuevo la voz de mi esposo. Dice que los obstáculos que voy teniendo es para que no pueda rescatarlo. ¿Acaso se encuentra prisionero? ¿Lo secuestraron? Estoy confundida. A pesar de todo, confío en esa pequeña y melosa voz en mi cabeza. La puerta que comunica al balcón está bloqueada con magia. ¿No se supone que estoy viviendo entre mortales? Tendría que dejar de hacerme preguntas. Pensando, la respuesta para salir termina apareciendo en uno de los juguetes de Lyra. Además, encuentro un par de joyas que brillan a medida que sienten el contacto de mis dedos. Fidget me avisa que las guarde. Como si fuera poco, cada vez me va gustando este diario mágico. A medida que avanzo, van apareciendo anotaciones. Un secreto familiar es develado ante mis ojos. ¿Cómo es esto posible?