Capítulo 3



He tardado casi dos semanas pero ya puedo decir que he acabado la mudanza. Me ha costado más de la cuenta, a medida que abría una caja comenzaba un duro debate interno de que hacer con esas cosas. Me pasé veinte minutos mirando una torre de revistas viejas, eran uno de esos objetos cargados de simbolismo pero que no son nada prácticos a la hora de guardarlos. En casa teníamos nuestras costumbres, por ejemplo; mi madre solía ir al estanco conmigo y comprar semanalmente una de esas revistas. Le encantaba que leyéramos el horóscopo punto por punto y descubrir si habían acertado. Ver esos papeles viejos me llena de nostalgia, ya han pasado años, y  la sigo echando tanto de menos como el primer día en que su cuerpo no aguantó más y se fue a beber vinitos con los de arriba. Así lo llamaba ella, cuando se enteró de que su cáncer había vuelto. Algunas tardes en las que yo le preguntaba que pasaría conmigo cuando ella muriera, me abrazaba y me susurraba de la forma más dulce que decir la palabra muerte estaba lleno de connotaciones  negativas, que si ella dejaba este mundo donde yo me encontraba, era porque en el cielo había gente esperándola para tomarse unos vinitos y aliviar su dolor. Yo con mis quince años sonreía, ya que siempre ella acababa la frase haciéndose la borracha.

Huelga decir que las revistas se quedaron en la estantería de libros.

Hace tres días organizaron el acto oficial de entrega de las casas. Esperaron a que estuviéramos completamente instalados para hacer un reportaje donde nos hacían entrevistas, videos y varias fotos. María se encargó de todo de manera muy profesional, casi ni me sentí incomoda, casi, por que la verdad que no me apetecía nada hacerla. Pero siendo su proyecto y teniendo en cuenta el cariño que le estaba cogiendo, me fue imposible negarme.

Después de las entrevistas individuales nos juntaron a todos en la casa de María, tenía un patio interior precioso lleno de flores y una luz perfecta para la grabación, esas fueron sus palabras. El ambiente fue muy distendido, gracias a eso conseguí relajarme lo justo como para poder conocer al resto de los nuevos habitantes.

A los primeros que conocí fueron a Diego y Pablo, dos mellizos de seis años dignos de ser llamados, fuerzas de la naturaleza. Con solo verlos yo ya estaba cansada, no paraban de examinar, tocar, saltar y escalar cualquier superficie. Esos torrentes de energía ilimitada eran contenidos por dos mujeres la mar de simpáticas y amables. Fiorella y Rocío, sus madres, las cuales gestionaban las crisis con paciencia y cariño. Con tan solo decir, con la más absoluta amabilidad, sus nombres ellos volvían a su lado sonrientes y alegres. Aunque no quita que rechistaran ya que querían seguir jugando. Una de las veces que tuvieron que ejercer esos superpoderes yo estuve involucrada y fue el momento en que nos conocimos.

Nunca he sido persona de niños, digamos que mi instinto maternal estaba debajo de metros y metros de ansiedad y estrés. Es gracioso por que si he de ser honesta, prefiero pasar horas pintando en un papel con esos pequeños seres antes que mantener una conversación trascendental sobre los programas de la televisión del momento o sobre la política. Los adultos mentimos mucho, somos cínicos y egoístas, las conversaciones solo giran entorno a el yo. Aunque en casa de María no se respiraba ese tipo de ambiente, no pude evitar obviar las charlas que allí se mantenían. Mi vista comenzó a deambular por la estancia hasta que se fijó en los dos niños, a los que se les notaba que estaban sumamente aburridos de esperar y entre ellos habían decidido comenzar una aventura. Los veía hablar y señalar algo aunque yo no llegaba a ver el qué, hasta que fue tarde. Rápidos como solo unos pequeños de esa edad pueden ser, se habían teletransportado junto a la mesa de los cafés y en un visto y no visto junto a algún tipo de magia infantil habían conseguido un vaso con  café. El lado positivo es que no acabó en sus barriguitas, el negativo es que yo acabé con los pantalones manchados.

La persona que realmente salió beneficiada fue María, sacó una de las fotos más bonitas que he visto en mi vida. Lo mellizos me abrazaban pidiendo disculpas mientras sus mamás y yo nos mirábamos con una gran sonrisa en la cara.

Después del percance, María nos presentó a la familia de Raquel y Darío. Ellos venían junto a sus cuatro hijos; Mariela la mayor, rondaría sobre dieciséis años. Hugo y Lidia, los gemelos de diez y un bebé llamado Lucia. Esta familia eran un poco más caótica que la formada por Rocio y Fiorella. Aun así, se veía el amor que se procesaban unos por otros. Como buscaban su proximidad y apoyo al sentirse inseguros. La mayor cuidaba del bebé mientras los adultos trataban de explicarles algo a los gemelos.

La última familia que conocimos era la formada por dos hermanos; Ricardo y Marcos. El primero era el padre de Enrique y Laura, dos adolescentes (uno de dieciséis y la otra de catorce)que llegaban pisando fuerte. Se notaba que no querían estar en esa presentación, y me atrevo a decir que tampoco querrían estar en pueblo.

Después de varias horas María, nos dio el visto bueno a las entrevistas y nos dejó marchar. Lo que no sospechaba era que al salir estuvieran todos los vecinos del pueblo esperándonos. Habían improvisado una pequeña fiesta, y todo el mundo sonreía al vernos. Aurelia me esperaba con una botella de vino en la mano y un plato de carne en la otra, pero para su desdicha yo me iba a mi casa. La pierna había empezado a dolerme y solo quería llegar a casa para darme una ducha calentita y leer un buen libro en el silencio de mi sala de estar. Aunque la decepción bailo por sus ojos, desapareció rápido, me estampó un beso en la frente y me dio las buenas noches.

Después del gran esfuerzo que había sido colocar y limpiar todo, ya podía hacer una lista de las cosas que aun me faltaban. Una de ellas era renovar la medicación, y para eso tendría que conducir, cosa que me desagrada profundamente ya que incluso antes del accidente odiaba hacerlo. Cuando me lancé de cabeza a este cambio no valore correctamente las distancias a las que se encontraba todo y mucho menos que en mi caso aun tenía visitas mensuales con el especialista. En su momento pensé que algún médico se sumaría a la aventura pero a pesar de que la iniciativa de María iba bien, no había conseguido que abrieran un centro médico decente en el pueblo. De hecho el protocolo médico que se seguía era que una vez cada mes y medio se aparecía una ambulancia y les hacía un chequeo a todos. Gracias a que eran personas fuertes no había habido desgracias, y los enfermos que necesitaban visitas más regulares, se las ingeniaban para poder ir cada quince días. Eso si, la hora de coche hasta llegar al centro médico más cercano no se las quitaban.

Estaba a punto de subirme al coche  cuando escuche que me llamaban.

- Clara, buenos días. - Era Aurelia, esta vez no venía sola sino que junto a ella estaba uno de los  hermanos- No se si te acuerdas pero este es Marcos, me ha visto caminando y se ha ofrecido a acompañarme ¿A qué es un sol?

- Buenos días a los dos- Este tipo de circunstancias me crean un fuerte dolor en la boca del estomago.

- ¿ A dónde vas? pero espera antes de nada, llevas días sin verme así que ven aquí y dame dos besos.

Solo diré que si esta mujer ejerciera su poder de  persuasión con la personas adecuadas ella sola podría dominar el mundo.

- Ahora si, cómo va a ser eso de que me veas y no me saludes. Es más dale dos besos a este joven tan agradable.

- ¡Aurelia!- Aunque me sentí violenta al darle dos besos a ese desconocido lo hice por no ser maleducada, aunque estaba en mi derecho de no haberlo hecho.

- Encantado Clara, ya nos vimos el otro día lo que no tuvimos la ocasión de hablar. Espero que no te estemos haciendo perder el tiempo.

- La verdad des que me iba ya.

- ¿A dónde vas?- interrumpió Aurelia- Aunque no es de mi incumbencia claro. Solo me preocupo por ti.

- Tu siempre puedes preguntarme, otra cosa es que yo te responda- Su mano fue más rápida que yo, no pude apartarme a tiempo de recibir un manotazo en el hombro- ¡Ay! tienes mucha fuerza.

- Y más que voy a tener si no me respondes- Marcos nos miraba a ambas como si estuviera viendo un partido de tenis- Ya me estas diciendo a dónde vas.

Después de contarle que iba al médico se quedó callada, di los datos justos como para que Marcos, no se diera cuenta de que iba por mi pierna, lo que no evité es que él se viniera conmigo. Aun no entiendo que fue lo que pasó para que este completo desconocido y yo compartamos coche durante una hora de ida y otra de vuelta.

- ¿Qué es lo que acaba de pasar?

¿Yo había dicho eso en alto?

- Solo estaba acompañando a esa agradable señora en lo que creí que sería un paseo por el pueblo y no se como ha hecho para que termine yendo al pueblo vecino a por sus pastillas.

No, no había sido yo.

- Tranquilo, Aurelia tiene un don. Da gracias a que no se metió a política.

Nos reímos un poco por la situación, y poco a poco el ambiente se fue relajando. Por mi parte era la primera vez en más de un año que estaba sola con un hombre que no fuera Máximo. Si esta escena se hubiera dado en otras circunstancias ten por seguro que jamás de los jamases estaríamos hablando, pero como voy conduciendo y toda mi atención va para la carretera se tercia una ligera conversación. Tengo que decir que el chico es muy buen copiloto, sus conversaciones son pausadas y reflexivas, no habla de más ni tampoco hace incomodo lo de ir en silencio. Al tener el volante en las manos no me quería arriesgar a tener un accidente por  poner música, así que le pregunte si el querría encargarse y me sorprendió gratamente cuando puso una lista de lo más variopinta.

"No me creo que conozcas a este grupo. ¿Qué tienen dos fans y somos nosotros?" O eso es lo que hubiera dicho si no estuviera teniendo un pico bastante grande de ansiedad. Maldito coche que nos hemos encontrado de frente. Aunque iba por su lado de la carretera a mi me ha parecido que venía directo hacia nosotros. Pero evidentemente yo soy la única que se ha llevado el sobresalto. Trato de respirar y bajar las pulsaciones, pero aun así la sangre me pita en los oídos y me tengo que decidir por parar el coche.

Me bajo casi en el instante que paro le motor, me importa muy poco que me estén viendo, Desesperada me dejo cae en el césped verde, respiro un par de veces pero no esta siendo efectivo. Noto que la camisera me estrangula, el pitido se va intensificando, me estoy perdiendo, pero no. En ese preciso instante en que creo que estoy fuera de control noto que me cae de golpe agua helada en toda la cara.

El grito que se me escapa de los labios al notar el agua provoca que Marcos, se eche a reír como un niño y aunque ahora mismo siento mucha gratitud hacia el por haberme sacado del momento tóxico provocado por la ansiedad, sigo estando molesta por mojarme. Un punto a su favor es que también me deja pañuelos de papel para secarme.

- Se te veía sofocada.
- Tu en verdad quieres quedarte aquí en mitad de la nada, solo.
- No se si lo sabes pero existen los móviles y ¡oh! ¿Qué acto de brujería es esta?, pero si yo tengo uno.

He de decir que me he reído pero ahora soy consciente de que tengo un problemita, tengo que levantarme. He de ser rápida y disimulada. No tengo donde apoyarme y eso dificulta un poquito la situación. Mi cerebro está en llamas tratando de buscar una solución cuando se materializa una mano frente mi cara. Tengo que que aceptar su ayuda, lo sé, pero eso no lo hace más fácil.
Mientras me sacudo los restos de hierba del pantalón para disimular que compruebo la prótesis, farfulló un gracias. Marcos sonríe y me da dos palmaditas en el hombro.


- No se si te contó Aurelia algo sobre mi, pero soy psicólogo.


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