Capítulo 34


❝Cuando al alma torturan los recuerdos, los placeres sólo revelan desesperación❞.

Robert Burns.

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Como Adrien prometió aquella noche de tormenta, antes de marcharse cada día dejaba el anillo sobre la encimera de la cocina, luego me pedía que no hiciera nada arriesgado y que me quedase dentro hasta que él regresara.

No había tenido tiempo de preguntarle que demonios estaba haciendo ya que no entablamos una conversación muy fluida luego de la noche en la que me entregué a él... Aunque de todas formas ahora se sentía menos cohibido y cada vez que íbamos a la cama terminábamos nuevamente enredados entre las sábanas.

Intentaba no pensar en el hecho de que él ya no pudiera tener hijos con cada orgasmo que lograba, eso no debería de ser un problema pero debía admitir que me dolía un poco en el fondo... Nunca iba a poder ver algún niño tal vez rubio y con mis ojos azules, como solía fantasear en la escuela mientras observaba sus rizos dorados desde mi pupitre.

Luego de una larga semana, el barro por fin se había endurecido, lo cual indicaba que Adrien comenzaría a regresar a la ciudad.

Lo esperé durante el día mientras daba vueltas por la pequeña casa, acomodando algunas cosas y tendiendo la cama.

Mi aburrimiento era genuino.

Cuando por fin regresó, simplemente se coloco el anillo en su dedo y se acercó para besarme.

—Me tengo que ir —Anuncio mientras entraba al baño y encendía el agua —Necesito hablar con mi padre... Él podría ayudarnos.

Me senté en la cama a observarlo ir y venir de un lado a otro con aire de nerviosismo, cuando se detuvo en seco frente a mi me tomó del rostro y volvió a besarme.

—Si él camino ya es transitable entonces tenemos que movernos —Sus ojos intentaban inspirarme seguridad pero lo veía nervioso —Hoy tardaré más de lo común —Suspiró y se frotó la frente.

—¿Ir contigo no es una opción? —Pregunté tocando su mano —¿Verdad?.

Él negó suavemente, parecía incómodo de tener que volver a decirme que no.

—Prometo que cuando todo esto acabe... —Se puso de cuclillas y tomo mis manos —Tu vida será otra vez exclusivamente tuya, ni yo ni nadie te dirá que hacer —Me sentí un poco inquieta, lo que el decía parecía ser imposible —Te lo prometo —Repitió con énfasis.

—De acuerdo —Murmuré junto con un suspiro de resignación, pero aún así le di una sonrisa y apreté su mano.

Me beso profundamente y luego echó un vistazo al baño antes de devolver su mirada a mi. Y sonrió.

No tarde en entender el significado de su sonrisa picarona, la cual me contagió con gran facilidad.

Extendí mis brazos hacia él y fue más que suficiente para que me levante en de un tirón y me lleve consigo al baño.

—⭐—

Lo esperé durante toda la noche sentada en una silla, por momentos dormitando, hasta que los primeros rayos de sol salieron.

Cuando escuche las ruedas frenar en el exterior, mi sueño se evaporó y corrí a la ventana, donde un coche negro se había detenido.

Del interior salió un hombre inmenso, detrás de él una mujer de porte elegante a la cual tarde en reconocer más de lo que habría imaginado.

La última vez que había visto a Nathalie era mucho más joven, si bien se veía impecable algo en su rostro denotaba cansancio y tristeza... Mas de lo habitual.

Golpeó con firmeza la puerta, yo solo me escondí debajo de la ventana, no estaba del todo segura de que estaba sucediendo.

—Señorita Dupain-Cheng —Hablo con su tono monótono detrás de la madera —Hemos venido por usted... —Tardo varios minutos en proseguir, estaba esperando mi respuesta —Él señor Agreste nos envía por usted... Necesitamos trasladarla a un área de mayor seguridad.

Con aquello me atreví a abrir un poco la puerta, viendo cara a cara a la mujer.

En un principio pareció palidecer extremadamente y sus cejas se elevaron más de lo normal, pero rápidamente volvió a su máscara de frialdad.

—Por favor —Dijo con calma.

Decidí no pensarlo mucho más, salí al exterior y cerré la puerta detrás de mi. Me sentí intimidada ante la mirada que me dio de arriba hacia abajo, analizando mis prendas holgadas.

Me avergoncé de solo imaginar la mirada que me daría Gabriel Agreste al ver mi horripilante vestimenta, parecía una vagabunda.

Ella giro sobre sus talones y se paro a un lado de la puerta, abriéndola para mi.

—¿Donde esta Adrien? —Pregunté sujetando mi brazo con desconfianza —¿Por qué él no está aquí?

La mujer alzó una ceja y miró al hombre corpulento a mis espaldas.

—Esta esperando por usted —Su voz dudó por un segundo —¿Adrien no le informó que iría a conversar con su padre?

Me mordí la lengua antes de asentir, ella tenía razón con lo que decía... Me avergonzaba pensar lo desconfiada que me había vuelto y, sobre todo, noté la dependencia que sentía por el rubio a tan intensidad que no podía confiar siquiera en su propia familia.

Me subí al coche sin detenerme a pensar demasiado en ello y me coloqué el cinturón de seguridad.

Nathalie cerró luego de que yo ingrese a la cabina y se subió en la parte delantera, junto al guardaespaldas quien conducía el coche.

Cuando el motor rugió y comenzamos a movernos no pude evitar mirar la casa y sentir un nudo en el estómago, como si algo no encajase en todo esto.

Adrien me había dicho incontables veces que no hable con nadie ni me aleje de la casa sin él... Pero esta era su familia.

Vi nuestro refugio hasta que acabó por perderse entre los grandes árboles, deje caer la cabeza en el asiento y solté un largo suspiro.

Sin saber cuando, el cansancio de la noche en vela me venció y mis párpados no resistieron el peso, acabando conmigo en un santiamén y arrastrándome a un mundo del ensueño.

—⭐—

Desperté cuando ya nos encontrábamos de regreso en la ruidosa ciudad, me sorprendí a mi misma al ver un folleto con el rostro de Adrien pegado en varias paredes y postes de luz.

Condujo a una velocidad un poco más rápida de lo permitido hasta llegar a la ya conocida mansión de los Agreste. Pero no se detuvieron en el estacionamiento de la casa, sino que siguieron el curso un par de manzanas más. Intente no alterarme, después de todo era lo mas razonable estar en algún sitio más oculto.

Se detuvo frente a una especie de almacén, lo reconocí con gran facilidad ya que yo solía ir allí a buscar retazos de telas de calidad, cuando mi vida solía ser normal. Se trataba de uno de los talleres textiles de Gabriel's.

El coche ingreso por la entrada de los camiones  de carga y una vez que la pesada cortina de hierro bajó, me solté el cinturón de seguridad.

—¿Adrien esta aquí? —Pregunté consciente de la pregunta en cuanto Nathalie abrió mi puerta para que me baje.

Ella cerró con cuidado la puerta y sonrió bajo las luces blancas del techo.

—Seguro —Indicó con una mano el camino a seguir y yo me puse en marcha.

Pasamos unos largos pasillos hasta una simple habitación que no debía ser mas que una especie de almacén, se dirigió al armario y abrió la puerta dejando al descubierto una escalera que ascendía. No dije nada, solo seguí el recorrido con paso firme. Podría haber jurado escuchar como cerraban aquella puerta con llave, pero cuando me giré para comprobar solo vi oscuridad.

—Siga subiendo, señorita —Murmuró la mujer empujando suavemente mi espalda hacia adelante.

Intente no inquietarme pero con cada segundo en esa oscuridad una alarma se alzaba más y más fuerte en mi cabeza. Alguien abrió una puerta frente a mi antes de que llegásemos al final de la escalera, y me intimide al ver al hombre de lentes mirando con superficialidad desde lo alto. 

Se veía tan nervioso e inquieto como yo, podía ver el movimiento que su pie hacia al golpear el suelo con impaciencia.

—Marinette Dupain-Cheng —Dijo tomándose su tiempo con cada palabra.

Allí no había más que cuatro paredes y un escritorio con un archivero a su lado y un sofá en el otro extremo, desde el tragaluz se filtraban grandes rayos de sol iluminando la habitación. Lo primero que hice fue buscar a Adrien con la mirada, aun me sentía desconfiada.

—¿Donde esta su hijo, señor? —Pregunté de inmediato, abrazándome a mi misma.

Él señaló el sillón frente al escritorio mientras se sentaba en su silla, a duras penas me dirigí al incómodo lugar y me senté.

—Adrien no se va a presentar por aquí... Todavía—Entrelazo las manos sobre su regazo y se movió lentamente en la silla de un lado a otro —Dime, señorita Dupain —Dijo sin romper el contacto visual —¿Cómo es esto posible?

—¿Cuándo vendrá? —Exigí saber.

El hombre se detuvo y se inclino sobre la superficie de madera, vi como se acomodó lentamente los lentes antes de responder.

—Usted quiere respuestas —Murmuró —Y yo también... Si quieres saber acerca de mi hijo debes responder a mis dudas antes —Se aclaro la garganta y se volvió a recostar en la silla.

Espero mi respuesta, pero no le diría nada hasta que Adrien no llegase aquí, él no podía manipularme. 

Cuando me intente poner de pie una fuerte mano me empujó hacia abajo, provocando que caiga con fuerza nuevamente en el sillón.

—La imprudencia no es una opción —Dijo con firmeza Nathalie, apretando la mano en mi hombro —Responde a las preguntas, Marinette.

—¿Como es posible que estés viva? —Preguntó nuevamente.

Clave las uñas en mi pantalón, lastimando mi piel por debajo de la gruesa tela de algodón.

—No... No lo se —Respondí.

—¿Puedes decirnos que hacías en ese lugar el día de tu supuesta muerte? —Vi un brillo ambicioso en sus ojos, todo en el gritaba peligro.

Trate de recordar lo que Adrien había dicho, pero no eran más que excusas idiotas.

Cuando no supe que responder él simplemente sonrió.

—¿Me permite deducir una teoría? —Preguntó poniéndose de pie, caminando hasta mi y sentándose el escritorio —Yo creo fervientemente que usted solía ser algo... Diferente al resto de las niñas de su edad, Marinette —Comenzó —Creo que usted tenía unos pasatiempos algo extremos y que ese día se encontraba en el incendio para salvar a los niños —Se golpeó suavemente su mentón —Pero luego se le fue de las manos... Sólo me queda la duda sobre Ladybug —Acercó su rostro al mío, mirándome con sus grandes ojos azules —Tu desapareces y ella desaparece... ¿No cree que hay una coincidencia algo rara allí?

Sentí las gotas heladas bajar por mi columna, entendía claramente lo que él estaba insinuando.

—No... No se que dice, Señor —Murmuré fingiendo valentía —Sólo fue una coincidencia... —No llegue a acabar de decir la frase cuando su mano voló a mi y me sujetó por el cabello.

Me obligó a mirarlo desde abajo, mientras él se cernía sobre mi.

—No me tomes de idiota, niña —Susurro con letalidad —¿Qué le hiciste a tu miraculous? —Rugió lleno de rabia a centímetros de mi rostro.

—Señor... —Nathalie fue interrumpida por su jefe.

—¡No se de que me habla! —Grité sujetando de la muñeca la mano que jalaba mi cabello.

—Mira, niña —Murmuró cerca de mi rostro —Me vas a decir por qué ya no funcionan o sino te llevare yo mismo a ese bonito sarcófago del que saliste... —Su aliento chocaba caliente contra mi mejilla —¿Donde esta el kwami?

Aguantando las lágrimas negué con la cabeza, esto no había sido más que una trampa.

—Señor... Tal vez no sea ella... —La voz de la asistente salia con miedo y preocupación, pero fue rápidamente interrumpida por el hombre mayor.

—¡Calla Nathalie! —Grito lleno de rabia —Estos dos malditos niños me engañaron durante mucho tiempo... Eso se terminó —De una fuerte sacudida me hizo impactar el rostro contra la dura superficie de madera del escritorio —Ya no me pienso contener, provoque tu muerte una vez y ya no temo en volver a hacerlo...

Las palabras me helaron la sangre, de pronto caí en la realidad de todas las preguntas y comentarios extraños. Él afirmaba decir que lo habíamos engañado hace años. Además... ¿Cómo alguien podía conocer la existencia de los kwami? A no ser que el mismo tuviera uno propio.

Mis ojos se clavaron en su pecho, del lado izquierdo descansaba un prendedor que había visto ciento de veces pero hasta aquel momento nunca había pensado la forma simétrica y particular que parecía tener.

Una mariposa.

—Hawk Moth —Murmuré horrorizada —Eres... —Elevé mi mirada hasta su rostro y de pronto me invadió la rabia —¡Eras tú!

Él me arrastró hacia atrás del cabello y finalmente me soltó, luego se alejó de mi tocando con sus dedos el prendedor.

—No te atrevas a mirarme así —Dijo con frialdad —Yo no soy el monstruo aquí —Cuando solté una risa falsa, su palma golpeó con fuerza mi mejilla —Arruinaste mi vida y mi familia por completo... Llevaste a la locura a mi propio hijo —Me miró con unos ojos cargados odio y asco.

Negué con la cabeza mientras frotaba mi rostro en la zona donde aún cosquilleaba el dolor, sin apartar la mirada hablé despacio y con una helada ira en cada palabra.

—Tu lograste eso —Susurré lo suficientemente alto para que me escuche solo él —Hiciste que tu hijo se convierta en lo que es hoy en día —Otra vez golpeó mi rostro, esta vez con el puño cerrado —Usted, Gabriel, arruino la vida de Adrien... —La de mi familia, la mía... Quería decir todas, pero a él eso no le interesaba.

Pude saborear el gusto metálico de la sangre en mi boca, no me interesé mucho en ello. No iba a darle la satisfacción de demostrar que aquello me había dolido.

—¿Dónde esta el kwami? —Exigió nuevamente.

Sonreí abiertamente, de haber sabido donde se encontraba no habría dicho ni una palabra de todas formas.

—Cuando Adrien se entere de esto... —Fui interrumpida por el impacto de su puño sobre la superficie del escritorio.

—Él no vendrá —Dijo con gran placer —Es cuestión de tiempo... Llegará a esa pocilga y verá que tu ya no estas allí, luego regresará a mi en busca de ayuda —Su sonrisa creció en sus labio.

—Él no es ningún idiota —Conteste —Me dijo que solo ustedes dos conocen la ubicación de la casa... No lo empeore, es cuestión de tiempo antes de que de con que usted es el responsable —Me sentí envalentonada, sabia que mi compañero no era tonto.

—Si, pero mis contactos se encargaran de crear una historia diferente —Se veía complacido consigo mismo, como una vil serpiente —Cuando sepa que la pobre Lila enloqueció de celos y te asesinó, solo será cuestión de sentarme a esperar a que él vaya por ella en busca de venganza y recupere los miraculous de la catarina.

—¡¿Acaso piensa involucrar a otras personas?! —Exclame furiosa.

—¿Por que no debería de hacerlo? —Pregunto con total tranquilidad —Después de todo eso si sera una realidad, la joven Rossi esta buscándote por cielo y tierra... Lo único que haré es borrar mi rastro de esta historia.

Lo mire horrorizada, incapaz de comprender una sola palabra. Entonces si era Lila la que estaba detrás de esto, era ella quien tenía mis aretes.

—¡¿Como espera que él haga eso?! —Grité —¡Hará que lo maten!

Sus ojos volvieron a depositarse en mi, con tal arrogancia que me hicieron sacudir en mi lugar.

—No me tomes como un idiota, niña —Susurró con calma —Sé quien es él... Qué es —Entrelazo sus dedos —Cuando tenga los aretes lo haré entrar en razón, colaborará conmigo —Levanto las manos con obviedad —Soy su padre después de todo... Seré lo único que le queda —Mordí mi lengua con rabia, no podía dar crédito a lo que mis oídos escuchaban —No le queda más opción que unirse a mi o entregarme su anillo.

—¿Como esta tan seguro de que Adrien es Chat Noir? —Dije con seriedad.

—Ya te dije —Repitió —No soy ningún idiota.

Sentía mi corazón golpear tan fuerte mi pecho que creí que hasta podría explotar, odiaba a ese hombre ferozmente.

—¿Acaso le importa tan poco su hijo? —Mi voz se rompía, temblaba peor con cada palabra —Él no podrá con esto... Lo matarás.

Sentí la mano de Nathalie aflojar su agarre levemente.

—Señor... —Cuando el hombre de lentes levantó la mano ella silenció.

Gabriel se puso de pie y aliso su saco con elegancia de un caballero, peino su cabello con sus dedos y luego sacó su teléfono.

—Llama a la señorita Rossi —Le entrego el aparato a su asistente y luego se encaminó hacia la puerta —Dile que venga por ella —Su tono fue despectivo y lleno de odio —Nuestro trabajo es sentarnos a esperar hasta que Adrien haga su parte...

La mujer apretó con fuerza el teléfono en su mano y titubeo al hablar.

—¿Y si su hijo decide no hacer nada? —Preguntó con un dejo de miedo en su voz mientras se acercaba demasiado a su jefe —Habremos sentenciado a la niña sin motivo alguno —Murmuró por lo bajo, a pesar de que pude oír cada palabra.

Gabriel me miró una vez más, se veía determinado y nada le haría cambiar de parecer.

—Él lo hará —Susurró con seguridad.

Sin más abrió la puerta y salió sin volver a mirar en mi dirección.

Nathalie en cambio me miró unos largos segundos, se veía arrepentida y triste.

—¡Nathalie, por favor! —Pedí al borde de las lagrimas, aprovechando la duda que parecía sentir —Adrien no podrá soportarlo, lo mataran... Ustedes lo asesinaran.

—Lo siento —Dijo simplemente antes de salir por la misma puerta.

Segundos después escuche la llave girar, condenándome para siempre. 



Mmm como se me pasa la semanaa boeno boeno, cada vez mas cerca del final chiques... Se siente la tensión jasjsj.

Les dejo este nuevo capitulo y los voy leyendo en los comentarios, espero sus opiniones y estrellitas con ansias  ❤

Espero que todos/as estén bien en el contexto de la pandemia y que les ayude a distraerse un poco de todo este caos que nos abarca a todos sin importar el país.

Como dije antes, los leo y les contesto. Cuídense y espero verlos nuevamente el próximo Viernes para la siguiente actualización.

Byee 

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