Capítulo 14
Avisen si ahora se ve.
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❝ Ofrecer amistad al que pide amor es como dar pan al que muere de sed.❞.
—Gabriel García Márquez.
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Me escabullí dentro de un baño, abrí la llave del agua y me recosté contra la puerta. El punzante dolor de cabeza no tardó casi nada en llegar junto con las lágrimas, eran una mezcla de varias emociones entre ellas la humillación, el coraje y, la vieja conocida, la tristeza.
No quería tener que verle la cara a Adrien por un buen rato y mucho menos quería hablar de lo sucedido en la habitación, con un poco de suerte él me ignoraría como hace a menudo cuando algo le incomoda.
No sé cuánto tiempo me quede dentro de ese baño, pero por la ventana pude ver que el sol ya comenzaba a ocultarse y con tanto tiempo que llevaba dentro de esa nube de vapor había sudado hasta el punto en que el cabello se me pegaba a la frente y al cuello, y la camiseta se me adhería a la espalda.
Si me duchaba podría perder unos cuantos minutos antes de salir y mientras más me tardase mejor ya que Adrien tendría que irse durante la noche.
Deje la ropa en el piso y me metí debajo del chorro caliente del agua, el cual de algún modo me relajo y la jaqueca se dispersó, siendo remplazada con la pesadez y somnolencia.
Cuando salí de la ducha y toque mi ropa para vestirme nuevamente note que estaban húmedas, así que simplemente me enrolle una toalla y asome la cabeza para comprobar que Adrien no estaba allí.
Me moví tan rápido como pude hasta mi habitación donde cerré la puerta sin hacer ningún ruido. Encendí la luz y me di la vuelta para poder escoger algo de ropa limpia y dejar la sucia dentro de la canasta, no veía la hora de dejarme caer en la mullida cama y olvidar los contratiempos que llegaron con esa estúpida llamada.
El problema fue cuando estaba por dar el primer paso en dirección del armario, noté al rubio recostado en el pequeño sillón, balanceando con aburrimiento su pierna desde el costado de éste, mientras que leía un libro.
—¿Terminaste con tu crisis emocional? —Pregunto como si nada, tomándome por sorpresa —Por un momento creí que dejarías sin agua al pobre planeta.
—¿Podrías marcharte? —Bajo el libro y lo único que pude hacer fue apretar más la toalla a mi cuerpo, intentando cubrirme —¡¿Qué se supone que haces aquí?!
—Es mi casa —Respondió con obviedad —Además, tenemos que hablar —Se sentó bien en el sillón y junto sus manos —Lo primero, llama a Alya y discúlpate... —Lo interrumpí con incredulidad.
—¡¿Qué demonios te pasa?! —Exclame riendo sin humor alguno —¡Ella es la que debería disculparse!
—Marinette, eres tú la que presiona y presiona —Se puso de pie con una calma sorprendente —Se de primera mano lo intensa que puedes ser —No sabía si sentirme ofendida o alagada —Pero no todos lo toleran, menos ella.
—Y eso me importa un comino —Me defendí cruzando mis brazos —Ya se lo dije, puede irse al...
—Demonio —Finalizo poniendo los ojos en blanco —Y yo también puedo irme con ella, ¿Verdad? —Antes lo había dicho por simple enfado pero ahora que lo escuchaba decirme esto, lo pensaba seriamente —Mira, puedes llamar y arreglar las cosas ahora o lo harás a la fuerza cuando lleguen.
—¿Cuando lleguen? —Me miró y un brillo malicioso le iluminó los ojos.
—Llame a Nino —Suspiro con resignación —Los invité a cenar aquí.
Lo miré con incredulidad. ¿Él por voluntad propia estaba invitando a su ex-mejor amigo y a la mujer que menos soporta a cenar? Tal vez alguien lo golpeó fuerte durante su patrullaje y le acomodó accidentalmente una neurona fuera de lugar. Quería sonreírle y emocionarme por el hecho de lo que acababa de hacer pero rápidamente la idea de ver a Alya me echo abajo el entusiasmo.
—Ellos no vendrán, Nino te odia y Alya es demasiado rencorosa para salir ver a alguien con quien esta enfadada —Adrien asintió y apretó los labios.
—Es cierto que Nino me detesta pero al menos coincidió en la idea de que tú y Alya debían resolver sus conflictos —Negué con la cabeza mientras hablaba, no estaba interesada en lo absoluto.
—No quiero —Dije firme —Estoy cansada y prefiero perder mi noche mirando una pared que sentarme frente a ella...
Adrien se acercó con rapidez hasta acorralarme contra la pared, por instinto puse una mano en su pecho para mantenerlo alejado.
—Si yo me tragué mi puto orgullo e invité a cenar a ese tipo —Advirtió con enfado —Entonces tú vas a resolver las cosas con Alya.
A pesar de que casi siempre sus arranques de ira me asustaban, esta vez fruncí el entrecejo y coloque un dedo en su pecho y lo mire a los ojos.
—Tu no me vas a decir que hacer —Murmure mirando fijamente a las dos esmeraldas que se me clavaban como cuchillos —Tu mismo lo dijiste, a ti no te importa una mierda todo esto.
—Y tienes totalmente la razón —Respondió con un tono igual de bajo que el mío —Pero tú si me importas y sé que no quieres estar en guerra con nadie así que podemos hacerlo de la manera fácil, en la que tú te vistes bonito y cenas con tus amigos o de la manera difícil, en la cual yo seré el peor dolor de trasero que podrás tener en tu vida —Apretó mi mejilla de manera juguetona mientras sonreía con astucia —Así que tú decides, ellos llegaran en unas horas.
Luego de decir eso se separó y salió de la habitación dejándome sola recargada sobre la pared y con la rabia emanando de cada poro.
— ☯ —
Estaba recostada en la cama ya con mi pijama puesto, leyendo pacíficamente un ejemplar de "Orgullo y Prejuicio" casi nuevo que había encontrado en uno de los libreros hacía ya un tiempo, cuando un sonriente Adrien entró por la puerta, lamentablemente su sonrisa se borro al verme en esas pintas.
—¿Que haces asi? —Se cruzó de brazos con confusión pero lo ignore —Alya y Nino están por llegar...
Solo había una manera de evitar a una persona molesta y esa era ignorándola hasta que ésta se cansase de intentar molestar.
Pase de hoja con calma y continúe leyendo tranquilamente a pesar de que mi corazón latía fuertemente por los nervios que me provocaba el hecho de que se enfadase conmigo. Solté un suspiro de aburrimiento para fingir mayor calma.
—Oh... Quiero imaginarme que no optaste por la segunda opción, señorita —Dijo divertido —Por que realmente puedo ser una pesadilla para ti.
Acariciaba con calma a la pequeña gatita que dormitaba sobre mi en una pose incomoda y me concentraba en no despegar los ojos del libro.
—Marinette, te voy a dar tres segundos para levantar tu flojo trasero de la cama o las cosas se pondrán feas aquí —Pude ver como se cruzaba de brazos y como la diversión se iba dispersando de su voz —Uno... —Pase nuevamente de pagina de manera ruidosa —Dos... —Solté un bostezo exagerado —Tu lo pides, muñeca...
De pronto sentí como jalaba de mis piernas hasta él, la pobre gata salio despedida hacia un costado. Tomó el libro de mis manos y lo arrojó lejos.
—Te di tiempo —Murmuró acercando su rostro peligrosamente, sus manos se deslizaron a mi cintura.
Por un momento creí que se abalanzaría sobre mi y todo se volvería diferente pero la idea se borró cuando de pronto me levantó y me recargó sobre su hombro como a un saco de patatas.
—¡Adrien! —Exclamé enrojecida mientras veía como salíamos de mi habitación —Adrien, bájame ahora mismo...
Él comenzó a silbar animadamente, esto lo divertía a sobremanera.
—Me estoy mareando —Dije aferrándome a su camisa —Al menos dejame bajar las escaleras por mi cuenta...
—Yo te di tiempo —Canturreó y comenzó a bajar las escaleras casi a brincos, haciendo que revotara sobre su hombro.
Cuando por fin llegamos a la sala, me arrojó al sofá con cuidado y se sentó frente a mi sonriendo victorioso y divertido.
—¿Ves? No era tan malo bajar —Se encaminó al comedor, donde la mesa ya estaba lista.
—¡¿Eres idiota o que?! —Grite enfadada, tenía la voz más chillona de lo normal.
—Tu solita te lo buscaste —Se movió por el comedor reacomodando y enderezando los objetos de la mesa —Te lo advertí con bastante tiempo. Cómo que te escapes a otra habitación juro que seré peor que una pesadilla.
—¿Que no lo eras ya? —Respondi fingiendo sorpresa e inocencia.
—Si, pero aún no comienzo —Me dió una sonrisa felina —Te va a costar caro esto, después de todo destruí mi orgullo por ti al invitar a esos dos a cenar.
—¿Que cenáremos?¿Sándwiches? —Pregunte con un tono de burla mientras me sentaba en una de las sillas y observaba los cubiertos relucientes.
—No, encargue comida hace algunas horas —Imito mi acción —Solo la recalientas y listo...
—Adrien, no tienes que hacer esto —Pedí cambiando drásticamente de tema —No quiero hablar con ella... No aún.
—Eso no me importa —Dijo con tal seriedad que hasta se pareció a su padre —Yo tampoco quiero hacerlo pero no puedo dejar las cosas como están, me preocupas.
—No deberías, yo estoy completamente bien —Murmuré avergonzada —Si ella se niega a disculparse entonces no hay nada que hacer.
Se aliso la camisa con calma y se quito algunas pelusas de ésta antes de continuar, evidentemente no se sentía cómodo con lo que estaba por decir.
—Escucha, lo que dijiste hace un rato —Solté un quejido y puse los ojos en blanco pensando en que diría algo sobre mi conducta explosiva —Que estarías mejor muerta... —Su voz se suavizó con naturalidad —Dios, no te atrevas a repetirlo. Jamas —Agrego mirándome fijamente —No tienes idea del cambio que haces. Siquiera recuerdo la ultima vez que fui tan feliz.
Me puse de pie con la intensión de alejarme pero él me siguió a lo largo del camino. Obviamente no me iba a dejar en paz por un buen rato.
—Pero yo no lo soy —Susurré esperando que no lo escuchase pero en cuanto me di la vuelta y vi su mirada melancólica supe que mis palabras le llegaron —No estoy diciendo que prefiero estar muerta, pero no puedo decir que me este gustando esta vida. Extraño a mi familia, a mis amigos, a Chat Noir con sus pésimos chistes —Una sonrisa se le escapo al rubio —Extraño al Adrien que se sentaba frente a mi y me ignoraba todo el dia... Lo digo de buena manera —Aclare rápidamente —Es que tu eres un poco agresivo, deberías aprender que no puedes cargar a las personas cada vez que se te da la gana —Dije bromeando, ensanchando aun mas su sonrisa.
—Yo tambien extraño esos tiempos —Suspiro con nostalgia —O por lo menos lo hacia antes... Ahora tu estas aquí reviviendo mis días.
Sentí que mis mejillas se sonrojaron cuando su mirada se clavo en la mia con tal intensidad y no pude evitar ocultar mi sonrisa.
—Deja de dramatizar las cosas —Reí intentando de cubrir mis mejillas.
—No lo hago —Su rostro reflejaba seriedad pero sus ojos brillaban con alegría —Ademas, si tu no estuvieras aquí —Dijo mientras se acercaba más a mi y pellizcaba mi mejilla suavemente —¿A quien le haría la vida imposible?
Empujé su mano y me reí como una babosa nuevamente. Ese hombre podía provocar que mi humor cambiara de un segundo al otro con tan solo unas palabras.
En medio de mis risas nerviosas, él volvió a tocar mi mejilla pero esta vez con un tacto suave y cariñoso. Mis risas se detuvieron en el momento que vi su sonrisa ladeada y su mirada que reflejaba algo indescriptible.
—¿Que? —Pregunté depositando mi mano sobre la suya —Mas te vale que no me intentes pellizcar otra vez o sino...
—No, no es eso —Su pulgar acaricio mi piel con calma —Es que tu risa... No se como explicarlo, es como si le diera color a este lugar.
Quería decirle que dejase de ser tan bobo o dramático, como hacia siempre, pero su cercanía y el tono profundo con el que decía las palabras me había dejado sin aliento.
Nos quedamos mirándonos durante unos cuantos segundos sin romper el contacto físico ni visual, en completo silencio. Cuando su otra mano se movió hasta mi cabello para apartar un mechón y sujetar mi rostro entre sus dos manos, sentí que mis piernas temblaban. No se en que momento mis manos sujetaron su camisa y mucho menos se cuando fue que nos acercamos tanto que su cuerpo cubría casi por completo mi campo visual.
—Había olvidado que tus ojos eran tan verdes —Balbuceé como una idiota.
«Bien Marinette, no podías decir algo mas bobo...» Me felicité mentalmente en cuanto me di cuenta de lo que dije.
Él intento ocultar su sonrisa y acabó por morderse el labio. Por poco y suelto otra frase ingeniosa que me haría quedar como una tonta, pero para mi suerte (y desgracia) Adrien acarició mi labio con el pulgar, dejándome completamente muda y sin aire.
En el momento que se comenzó a acercar no sabia que hacer, no sabia si cerrar los ojos o si acercarme como él. La idea de apartarme fue desechada tan pronto cruzó mi mente aunque era la mas racional y, probablemente, la que debía escoger.
Mis ojos acabaron cerrándose cuando sentí su nariz rozar la mia y sus cabellos picar en mi frente. Tenía la cabeza tan alzada como me era posible y el estomago revuelto de una forma agradable y a la vez espantosa.
Cuando sus labios estaban a centímetros de los míos, casi rozándose entre si, llamaron a la puerta.
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