CAPÍTULO 2
TAEHYUNG:
—La Elección se realizará en breve —el sirviente anuncia desde la puerta, y la doncella se apresura en acomodar mis rizos con el cepillo.
Apenas abrí los ojos y el alboroto en el castillo ya era inmenso. Los sirvientes corrían de un lado a otro, terminando los arreglos para que todo quedara perfecto.
Así como a madre le gusta.
Todo bajo el mandato de la reina Hury debe derrochar perfección y orden.
Menos mi pelo, que se rehúsa a contribuir con esa regla.
Las hebras ensortijadas apuntan en diferentes direcciones. Sin duda, un caos que a madre no le agradará en lo más mínimo. Ella prefiere el pelo de mis hermanas, absolutamente lacio y muy rubio, tal como el suyo.
—Yo también quiero el cabello como el de Evelyn y Aria —hago un puchero.
La doncella sonríe.
—El de usted ya es hermoso así, señorito.
—¡No! Es un desastre sin forma, como un nido de aves.
—¡Qué ocurrencias las suyas! —ríe, entretanto realiza su tarea.
—No me gusta —me quejo.
—La verdad es que yo prefiero el suyo al de sus hermanas —se detiene, mirándome—. Parece tener vida propia, moviéndose a todos lados—abre los ojos y me apunta por el espejo —, es libre como un ave.
—Bueno, si lo dices de esa forma, entonces haré que me guste porque a ti sí lo hace.
—¡Perfecto!
Cuando concluye, miro detenidamente mi reflejo. Ya no hay un simple nido en mi cabeza, sino un nido ordenado, es... lindo. Quizás de esta manera me ven los demás. Sonrío, animado.
Salgo, ya hay un guardia esperándome en la puerta. Él guía el camino mientras lo sigo. Por una de las ventanas, veo una fila interminable de hombres, todos vestidos con elegantes trajes negros.
—¿Están ellos aquí para ver la Elección? —la emoción en mi tono es difícil de ocultar.
—Así es.
Reviso cada detalle, tengo que estar tan presentable como ellos.
La camisa blanca luce pulcra y a mi medida, los pantalones cortos y marrones se ajustan en mis muslos pero no aprietan, las medias son suaves y los zapatos negros con detalles en dorado hacen de mis pasos un taconeo ligero.
Los nervios se agitan en mi estómago. Muchos nervios.
La Elección es un evento que todo Omega de la realeza debe pasar.
Es la transformación de Omega a Omega Supremo.
Siendo apenas un niño, comenzaron a prepararme para este día —modales, comportamiento adecuado, entre otros—, y finalmente ha llegado. Estoy ansioso, dado que nunca se me dieron detalles concretos.
Aunque creo que es parecido a la metamorfosis en las mariposas: dejas el capullo atrás y eliges un rumbo nuevo para tu vida.
Madre aseguró que me encantaría, por tanto, la Elección siempre ha sido mi anhelo de niño.
El hombre de armadura baja unos escalones y atraviesa un pasillo doble que jamás había visto. Que raro. Avanzamos hacia la derecha y llegamos a un punto donde no veo nada por la oscuridad, casi empiezo a entrar en pánico cuando la luz de una antorcha me salva. Él se para a un costado de una puerta caoba e inmensa, yo lo imito.
—¿Qué hago ahora?
—Hasta aquí llego, usted debe entrar solo.
—De acuerdo —sonrío—. Gracias por la compañía.
Agito la mano al pasar y la puerta se cierra. Suspiro y me adentro. Aquí vamos.
A mitad de la amplia estancia, me detengo. Mis ojos curiosos lo absorben todo.
El interior está decorado con un candelabro que proporciona una luz tenue al sitio de divanes y estatuas. Los tonos rojos de las telas son oscuros, igual a la sangre. Bueno...
No hay comida, no hay música, no hay personas.
¿Qué se hace aquí?
Hay un aire de misterio rondando en las esquinas. No lo imaginaba de tal forma. ¡Qué aburrido!
Los pelos se me ponen de punta al oír el sonido de la puerta ser abierta.
Crack. Crack. Crack.
—Al fin alguien, pensé que...
La presencia de alguien a mis espaldas cala en forma de frío en mis extremidades.
Trato de girarme, pero un brazo bordeando mi cuello inmoviliza la acción.
—Bienvenido a la Elección, Omega.
Omega. La palabra es escupida con ácido y no me da tiempo a reaccionar cuando mi cuerpo es lanzado a un diván cercano. El violento golpe saca todo el aire de mis pulmones.
¿Qué está sucediendo?
Como un muñeco manejable, me dan la vuelta. Las penumbras tapan su rostro, quedando solo a la vista el cuello y la parte superior de un traje.
Él... ¿es de los hombres de antes?
—¿Qué... hace? —toso—. Soy el príncipe.
—Aquí no existen las clases, Omega.
—Pero pertenezco a la realeza, mi madre es la reina.
—Tu madre —la carcajada impulsa un aliento apestoso a mi nariz.
—Sí, ella, llámala. Creo que hay un malentendido.
—Yo solo veo un Omega para tomar.
—No soy bebida como para tomar, ¿qué dice, señor?
—¡Qué ingenuo! —ríe y quiero decirle que pare cuando siento que vomitaré —. Me gusta.
Aprieta la piel de mi cintura, por primera vez no hay cosquillas.
—Oiga, suélteme, por favor...
El desconocido me pone en la posición anterior. Todo lo que siento es confusión. Trato de incorporarme pero su mano en mi espalda me empuja a quedar quieto. ¿Qué...?
Instantes después, hace algo completamente diferente... Su palma... ella se desliza rumbo a la parte delantera de mis pantalones.
¡¿La parte delantera de mis pantalones?!
—¡¿Qué hace?! —exclamo—. ¡Exijo que se detenga ahora mismo!
Hace caso omiso a mi orden. En cambio, desabrocha el botón y sus dedos irrumpen dentro de mi ropa interior. Intento zafarme pero me apresa con sus hombros y muslos.
Alarmas se encienden dentro de mí.
El contacto de su piel contra la mía agita las lágrimas en mis ojos. Un sonido bajo y roto sale de mis labios. ¡Madre! ¡Madre! Las palabras no salen de mi boca, sino un sollozo que desgarra mi garganta.
—Un Omega callado —dice en mi oído —. No te preocupes, te haré gritar y los demás también.
Con los demás se refiere a... ¿Ellos están aquí para esto?
¡No!
—¡Madre...!
La risa burlona me detiene. Tiemblo. Saca los dedos y agarra un puñado de mi pelo. Aunque agita mi cabeza, no alzo la vista.
—No la llames más.
—M-madre...
—Es divertido oírte llamar a la misma persona que te puso en esta situación —se carcajea—, pero tu voz ya me irrita.
Otra vez mete la mano, pero esta la dirige a mi parte trasera. Cuando roza con un dedo en mi entrada y trata de meterlo, soy veloz. Actúo por instinto, mi cabeza se impulsa, abalanzándose directo a su nariz. El hueso al ser roto hace un ruido grotesco. El grito en mi oreja y el dolor aturden mis sentidos, pero aprovecho para alejarme en el momento que deja de apretarme con su cuerpo.
—Tú... maldito...
Se retuerce, mi pecho sube y baja veloz.
—Le dije que me soltara —mi voz es un murmullo.
—Te romperemos, Omega maldi... ¡Ah!
El grito parece alertar a los demás porque los pasos apresurados se acercan. Me levanto los pantalones y rápido, busco alguna salida. Al fondo hay una puerta vieja, no dudo en dirigirme hacia ella y abrirla.
Me recibe el olor de la vegetación de un paisaje silvestre. Atravieso la maleza, en el proceso mis rodillas se lastiman con las espinas pero no me detengo por la ardentía. Nunca.
Mi madre, ella... ¿qué hizo? ¿Mandó a que me...?
Lo que ese hombre dijo no es verdad, no... Ella no podría...
Una arcada sube por mi esófago, y tengo que parar. El vómito amargo deja el desayuno en alguna parte y lágrimas calientes bajan desde mis párpados.
—¡Eh! ¡Deténganlo! —gritan, mas no volteo.
Corro, mis pies no paran de correr incluso cuando parece imposible continuar.
El muro de piedra se levanta; el graznido de un cuervo me advierte. No hay donde ir. Es aún más intimidante que en la lejanía, pero justo ahora no me acobardo.
La adrenalina en mi interior quema cualquier rastro de miedo o temor.
—¡Por allá!
Un pequeño conejo pasa delante de mí, y se mete por un hueco debajo del gran muro. Una idea viene a mi mente y me agacho.
El hueco no es muy grande. Tal vez si lo profundizo un poco más, lograré escapar...
No lo pienso más. Empiezo a cavar con ambas manos a un ritmo acelerado.
—Debe estar por aquí.
Se acercan.
>>—Te romperemos, Omega.>>
—N-no.
Me apresuro tanto que una piedra se encaja justo debajo de una de mis uñas. Un jadeo lastimero abandona mi boca.
—¡Ey, chicos! ¡Escuché algo!
Aprieto los labios y sigo sacando tierra. Uno, dos... Falta poco. La hierba comienza a moverse, oigo las risas.
—Por favor...
Cuando mis brazos ya no pueden más, me tiro en la tierra. Es ahora o nunca. Me deslizo en el hoyo con facilidad.
—Gracias, gracias...
Pero en un punto mis caderas se traban.
—Aquí estás.
Grito al sentir que me jalan de los pies.
—¡No, no!
Pataleo, logrando pegarle. Suelta una maldición y me adelanto. Él llega a tomarme del zapato, pero este es lo único que queda en su mano cuando logro cruzar al otro lado.
Trata de meterse en el hueco pero no cabe en él.
Respiro con dificultad. Les tomará un largo tiempo cruzar por la entrada.
Dice algo pero mis oídos emiten un pitido ensordecedor.
Les tomará un largo...
Un largo...
Caigo en lo oscuro, lo suficientemente fuerte como para convertirme en parte de él.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top